miércoles, 27 de enero de 2010

Capítulo VI Saint-John, New Brunswick, Canadá

Cuando nos despertamos estábamos frente a la ciudad de Saint-John, en otro país, Canadá. Para nuestra suerte no había niebla, no había viento, el cielo era azul y teníamos buena temperatura.

Fue un día perfecto en cuanto al clima. Podíamos cumplir nuestro apretado programa de visitas con agrado.

Estábamos en Canadá, en la provincia de Nueva Brunswick y en su capital Saint-John; esta ciudad de cerca de 70.000 habitantes es una ciudad bilingüe (inglés-francés), de hecho todos los letreros están en ambos idiomas.

Se encuentra situada en la confluencia del río Saint John con la bahía de Fundy.

Es la primera ciudad que se unió a Canadá, en el momento de su formación.

Dos palabras sobre Canadá.

Es un país bastante nuevo, su independencia de Gran Bretaña data del año 1.867, en que fue promulgada su primera Constitución con el nombre de British North America Act.

Es uno de los países mas grandes del mundo en cuanto a extensión, pero, debido a su clima, gran parte del año permanece bajo los hielos, o cuanto mas al norte, todo él; la densidad de población es pequeña y la mayor parte vive cerca de la frontera del sur, a unos 200 kms de los E.E.U.U.

Tiene muchos recursos naturales, posee la reserva de agua dulce mayor del mundo, gran riqueza maderera, que extrae de sus muchos y enormes bosques, y petróleo.

A la vista de un español parecería casi lo mismo que su vecino del sur, pero creo que esta visión irrita mucho a sus ciudadanos.

Por lo tanto fijémonos mas en lo que los separa.

Para empezar, el horario difiere, es una hora mas tarde que en E.E.U.U.

Por otro lado su historia es muy distinta de la de su vecino. El primer núcleo de Canadá lo constituyeron los territorios de Nueva Escocia, Nuevo Brunswick y Quebec, estos y el Estado de Maine, en E.E.U.U., habían sido colonizados por los franceses desde comienzos del s. XVII, con el nombre de Nueva Francia.

Cuando después de muchas guerras con los ingleses y con los nativos, que colaboraban con los ingleses, los franceses fueron expulsados de esas extensas regiones, estas pasaron a pertenecer a la corona inglesa.

Los residentes aumentaron, considerablemente, con una nueva oleada de gentes que vivían en el territorio de E.E.U.U., y que no quisieron separarse de la metrópolis cuando la revolución americana; son los llamados "leales", que emigraron hacia el norte.

La colonia fue favorecida por el gobierno inglés, que premió su lealtad, con exenciones de impuestos y diversas protecciones.

De hecho y después de varias modalidades de unión con Gran Bretaña, en 1.865 se tomo la decisión de nombrar a esos territorios Canadá, palabra derivada del idioma nativo iroqués, lengua de una de las tribús que poblaban el territorio -kanata-: poblado, asentamiento.

Contrariamente a la Independencia de E.E.U.U., Canadá fue emancipandose de Gran Bretaña de forma gradual, desde 1.867 hasta 1.982, hasta alcanzar plena autonomía.

Hoy día sigue perteneciendo a la Commonwealth , Mancomunidad de Naciones que comparten lazos históricos con Gran Bretaña. La reina de Inglaterra tiene allí un representante político, que actualmente nombra el parlamento canadiense.

Bien, pues volvamos a Saint-John.

Una vez desembarcados y sin tener que pasar mas que un ligero y rápido control de pasaportes, en un edificio al lado del barco, cogimos un autobús, para nuestra excursión.

En esta ocasión, y dado que el número de viajeros había aumentado en cuatro, por habersenos unido unos despistados "navegantes", compatriotas nuestros, que habían emprendido el crucero por libre y se encontraban entre los 3.000 americanos, sin saber que hacer, ni con quien hablar, el bus se revelo demasiado pequeño y nos toco a nosotros ir en la última fila, donde solo había ventana y media, la otra media era ciega, para admirar el paisaje.

Porque la contemplación de los bosques que atravesábamos, era parte importante de la excursión. Pusimos nuestra buena voluntad y miramos todo lo que la situación nos permitía.

Efectivamente, tanto los bosques como las fechas, estaban escogidos para contemplar la belleza de la naturaleza; el otoño ofrecía gran cantidad de colores, verde oscuro de las coníferas, gamas de amarillo, de marrón, rojo de diferentes tonos de los arces. Una delicia para la vista. De vez en cuando veíamos alguna casa aislada, preparada para el duro invierno, gran tejado inclinado y mucha leña en la leñera.

Al cabo de un tiempo llegamos a la primera parada de nuestro viaje. Un pueblo llamado Saint-Martins. Allí en la bahía de Fundy, muy profunda y estrecha, se producen las mareas más altas del mundo, que han excavado unas profundas grutas a un lado de la playa

La playa es de cayados o piedras redondeadas; difícil andar por ellos.

Por suerte en ese momento la marea estaba baja y pudimos ver las grutas.

Fuimos, luego, a otra zona de Saint-Martins, donde lo que había que admirar eran unos curiosos puentes protegidos por una construcción de madera. Quien haya vista la película "Los puentes de Madison" protagonizada por Clint Eastwood, se hará idea de como son. Él interpreta a un fotógrafo de la revista Life, que va a Madison a hacer un reportaje sobre este tipo de puentes.

Entramos y salimos de los puentes. Allí había un faro, que no sé si tenía mas función que adornar ese lugar, pues estaba bastante retirado del mar.

Seguidamente volvimos a Saint-John. En la ciudad hay un enorme parque, Rockwood Park, que mas parece un bosque, dedicado al esparcimiento de los habitantes de Saint-John, en él se pueden practicar muchos deportes. Nos detuvimos en el Centro de Visitantes, adornado con un estanque. Nos entretuvimos un buen rato con los patos del estanque, que se divertían de los lindo.

Volvimos al centro urbano, para visitar su Mercado cubierto, situado en el casco histórico, al lado de una plaza de fuerte sabor decimonónico, con estatuas de los proceres locales.

Tengo que decir que la circulación en Canadá es de lo mas civilizada. Siempre piensan en el peatón y en cuanto ven a alguien con intenciones de cruzar la calle, aminoran la marcha desde lejos y paran, antes de llegar al transeúnte en cuestión. Cosa no vista en otros lugares del mundo.

El mercado cerrado, tenía su encanto como todos los mercados. Estaba limpio y ordenado. Había comida cocinada, que la gente compraba con asiduidad por ser la hora del almuerzo, fruta, vegetales, productos cárnicos, productos del mar... todo lo necesario para llevar a casa y cocinar, puestos menos concurridos, en esos momentos, que los de comida preparada.

También había algunos artesanos de pequeños objetos como collares, pulseras e incluso pequeñas cerámicas. Uno de ellos, que se intereso en mi nacionalidad, tuvo la gentileza de regalarme un pequeño faro, en arcilla cocida, para colgar en la pared. Quería, según me dijo, que recordara mi paso por Canadá y a él. Se puede ver que el carácter de los canadienses es simpático y amistoso

Después fuimos a contemplar otro fenómeno natural, que sucede en la desembocadura del río Saint-John. Debido a la profundidad de la bahía de Fundy, que allí se encuentra con el río, se provoca un retroceso del caudal que llaman "cataratas invertidas". El agua en vez de ir hacia la desembocadura da vuelta atrás, se resiste a ir al mar, provocando unos remolinos y unas olas invertidas. Es curioso, mas fácil de entender viéndolo que explicándolo.

El lugar donde se produce, que es precioso, esta bastante afeado por una gran fábrica de papel en sus margenes. Hay que desviar la vista, porque ofende.

Todavía nos esperaba otra visita con vistas. En efecto, subimos hasta un castillo llamado Carleton Martello Tower, destinado antaño a la vigilancia de la costa durante la guerra de 1.812 y que estuvo en uso hasta la Segunda Guerra Mundial.

Se vislumbraba un amplio panorama, entre otras cosas el muelle donde estaba atracado nuestro barco

Ya era hora de volver al barco para comer. Llegamos por los pelos, pues el buffet cierra una hora para preparar la merienda...

Teníamos toda la tarde para "disfrutar" de nuestro transporte.

Contemplamos Saint-John, mientras el barco se iba alejando de la ciudad. La salida y la llegada del barco a una población son de las cosas mas atractivas del crucero, desde mi punto de visita.

Durante largo rato se va viendo la costa, primero la ciudad que se aleja, el movimiento de los muelles y luego el paisaje en conjunto, así como el océano, con sus luces y sombras.

Pensamos en dar un paseo por la cubierta de marcha. Imposible, el viento soplaba con ganas.
Dimos unas cuantas vueltas por el barco y sus dependencias, para acabar aterrizando en el gran comedor, donde ya había gente merendando: si, en el barco se puede comer a todas horas; pasamos de largo.

Otra de las distracciones es ir de compras, pues en cuanto el barco se pone en movimiento abren las tiendas. Una vez vistas las tiendas, el entretenimiento se acaba rápido. Comprar por comprar no forma parte de mis diversiones.

Por la noche, después de la cena tuvimos un espectáculo ofrecido por la organización, patinaje artístico. Representaban, en una pista de hielo pequeña, una semblanza de las cuatro estaciones del año.

Discreta interpretación que duro alrededor de una hora.

Seguimos navegando durante la noche rumbo a nuestra siguiente escala, que dejaremos para otro capítulo.

Hasta entonces...

5 comentarios:

  1. Me ha encantado y tengo ganas de ir a conocerlo personalmente. NO deja de sorprenderme la dimensión del barco: ¡es enorme! Es que seré un poco palurdilla, pero no me imagino una pista de hielo enterita ahí dentro ¿tenía las dimensiones normales? ¡Qué pasada!
    En el país de los amish que visité este verano también tienen puentes cubiertos. Muy pintorescos.
    Teníamos unos amigos canadienses cuando vivíamos en Brasil y pasaban bastante tiempo explicándonos que no eran estadounidenses y que no entendían porque la gente los confundía...
    Besos

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  2. No recuerdo el puente cubierto que Conguito y yo vimos este verano pasado, pero Pennsylvania tiene más de 200, según se dice (yo no los he contado, jeje). Con el cubierto, se extiende la "vida" de un puente de madera de unos 15 años a 70 u 80, y por eso valió la pena construirlos así.

    Sobre los canadienses, os cuento un chiste:

    ¿Cómo se distingue un canadiense de un americano?
    Diles que no hay una diferencia entre los dos.


    :-)

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  3. Veo cada vez más tu desencanto por la estancia en el barco, no así las visitas a lugares que cada vez detallas con más precisión.
    Canadá tiene que se precioso en otoño.
    Besín

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  4. B. ese chiste, con el cual me he reido, debe enfurecer a los canadienses, pero, desde mi punto de vista es real como la vida misma
    Pulguina.
    La "prisión dorada", no me fue gustando más, sino menos, al tener que pasar de diez dias, tres enteros navegando, con sus correspondientes noches y gran parte de la tarde anterior.
    Aun asi el viaje, como todos los viajes, fue bonito y la cantidad de cosas que ves y aprendes gratificante; y no digo nada lo que he tenido que leer para completar mis pocos conocimientos y poder hacer el relato...
    En ese sentido tengo que agradecer a todos mis seguidores por su ayuda.
    Besos

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  5. He tenido la gran suerte de conocer esa zona de Canada y es preciosa. Que hermosos recuerdos. Mi ocasion fue doblemente feliz pues fui a estar con mi nuevo nieto y con mi hija. Especial la estancia y las excursiones. Canada es majestuoso pais.

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