miércoles, 16 de marzo de 2011

Ecuador. Capitulo IX. De la Amazonía a Cuenca, Azuay

Había llegado la hora de despedirnos de la Amazonía.

Recorrimos "La Casa del Suizo", con nostalgia. Desde allá arriba se ve la selva, el río Napo, que describe una pronunciada curva, con su islita de cayados en medio de la corriente, el pequeño embarcadero de Ahuano...

Subimos en la lancha que nos llevo de vuelta a Tena;

Solo habíamos estado dos días en el borde de la selva, pero ya la echaba de menos. Me hubiera gustado adentrarme mas en ella, pero tenía que conformarme y almacenar las turísticas vivencias en mi memoria.

El día fue enteramente dedicado al traslado desde la Amazonía hasta la ciudad de Cuenca, en el centro sur del país.

Para ello volvimos a Quito, recorriendo, en sentido inverso la ruta que habíamos hecho días antes.

Pasamos de nuevo por el Parque Nacional Sumaco Napo-Galeras, por las poblaciones de Archidona y Baeza, por las cercanías de Papallacta, por montañas, valles y mas montañas, hasta llegar a Quito, después de mas de cuatro horas.

En Quito había el correspondiente atasco, que debe haber siempre. Nos dirigimos directamente, lo cual en Quito quiere decir dando numerosas vueltas, al barrio de Cumbayá, en el valle de Tumbaco, al norte de la ciudad, y bastante cercano al aeropuerto, donde teníamos que coger un vuelo para Cuenca.

Comimos bien, en un agradable restaurante italiano llamado Bocatta, situado en un mini centro comercial, con varios restaurantes y tiendas de lujo, en este elitista barrio de Quito, que ha crecido en un antiguo pequeño enclave cercano a la capital, donde la gente adinerada, que ha desertado el centro, ha encontrado terreno para construir sus chalets y mansiones.

Enfrente del centro comercial esta la Universidad de San Francisco, (USFQ), una de las universidades privadas mas prestigios as del país.

Este centro docente es una de las cerca de veinte universidades privadas de Quito; empezó su andadura académica en 1.988, siendo reconocida oficialmente por el gobierno de Ecuador en 1.995. En ella estudian unos 400 alumnos; ofrece casi todas las carreras universitarias.

Bien, pues después de comer emprendimos el camino hacia el aeropuerto, con tiempo de sobra, para coger el avión con destino a Cuenca.

Atravesamos Quito, pasando por barrios y calles llegando al conocido aeropuerto "Mariscal Sucre" de nuevo

Ya en el mostrador de facturación tuvimos problemas, pues la persona encargada de esta operación sostenía que habíamos llegado demasiado pronto (?)... Nuestro guía de la agencia se enfado bastante, tanto con ella como con la guía ecuatoriana G., que nos acompañaba siempre, que carecía de recursos profesionales y mentales y no sabía resolver el asunto. Después de un rato de forcejeo verbal, se facturaron las maletas.

Nuestro vuelo salia a las cinco de la tarde, pero no pudimos embarcar hasta las ocho.

Tuvimos tres horas de espera en una sala destinada a vuelos domésticos, atestada de gente, muy incómoda, donde no daban ninguna información aprovechable.

Parece ser que no hay formalidad en la hora del vuelo y que tuvimos que considerarnos afortunados, pues los que tenían el vuelo de las ocho, se quedaron sin viaje.

No llegamos a enterarnos bien de los motivos del retraso, pero la espera fue larga y aburrida. Parece que suceden todos los días episodios similares.

Una vez en el avión, el viaje es cómodo; dura menos de una hora.

Y en tierra firme de nuevo, donde era de noche hacia horas, nos llevaron a nuestro hotel, Oro Verde.

El hotel era agradable, céntrico y cercano a uno de los ríos de Cuenca. Tomamos posesión de la habitación y bajamos a cenar.

Ese día de la semana celebraban, algo así como, la gastronomía del cangrejo de río; había muchos platos elaborados a base de ese crustáceo. Puedo decir que no me entusiasmaron.

Habíamos tenido lo que se podría llamar un día de traslado. El guía local, que ya habíamos conocido en el bus, nos emplazo para mostrarnos Cuenca desde por la mañana temprano.

2 comentarios:

  1. Este relato me ha catapultado directamente a mis años en Brasil. El aeropuerto era bastante caótico. Mientras aguardábamos en la cola para facturar solía pasar de vez en cuando un empleado de la compañía gritando que el vuelo a tal sitio se iba a cerrar, si había alguien despistado por ahí en la cola equivocada! Una vez en el avión volvían a recordar destino. ¡Hasta hubo una vez que alguien se levantó y se fue porque estaba en el avión equivocado! Y es que en Brasil las distancias son tan enormes y las carreteras tan malas que los aviones son como autobuses y los aeropuertos grandes terminales de transporte.

    Vaya rollo que he soltado!

    Besos

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  2. Por tus comentarios observo que tienes los pensamientos ya en Brasil. Esta bien porque una preparación para viajar siempre es aconsejable.
    Parece que Sudamerica tiene cosas en comun. A mi tambien me ha recordado algo Brasil,y aquellos aeropuertos.

    Besos

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