jueves, 6 de octubre de 2011

Dos días en Córdoba. España. 1er día


¡Oh excelso muro, oh torres coronadas

De honor, de majestad, de gallardía!,
¡Oh gran río, gran rey de Andalucía,
De arenas nobles, ya que no doradas!

¡Oh fértil llano, oh sierras levantadas,
Que privilegia el cielo y dora el día!
¡Oh siempre gloriosa patria mía,
Tanto por plumas como por espadas!

Si entre aquellas ruinas y despojos
Que enriquece Genil y Dauro baña
Tu memoria no fue alimento mio,

Nunca merezcan mis ausentes ojos
Ver tu muro, tus torres y tu río,
Tu llano y sierra, ¡oh patria, oh flor de España!

Luis de Góngora y Argote

Comienzo esta visita a Córdoba con el soneto que le dedicó uno de sus mas ilustres hijos, el gran poeta español del s. XVII, Luis de Góngora.

Y aun con verbo tan exquisito, nada puede describir de forma completa esta ciudad.

Y es que Córdoba evoca un pasado conformado por un patrimonio histórico, cultural y artístico realmente importante.

Habíamos tenido la idea, después de una temporada en Madrid, de hacer el viaje a Córdoba en el tren AVE, que tarda menos de dos horas y es muy cómodo. Se nos habían unido en la visita, aunque llegando un día antes, nuestros primos T. y R. lo que hacia la excursión aún mas agradable.

Hicimos, pues, el viaje en el tren rápido, que se paso en un momento y llegamos a la bonita estación de Córdoba, bastante cercana al hotel.

Un taxi nos dejo en el hotel Selu, muy cerca del barrio de la Judería, muy cerca de los grandes monumentos del casco antiguo.

Antes de recorrer lo que nos dio tiempo en los dos días escasos, hagamos un poco de historia, para situarnos.

Por su posición geográfica en la ribera del río Guadalquivir, la región fue habitada desde la prehistoria, teniendo yacimientos de la Edad del Bronce, de los s.s. IX y VIII a.C.

Fue fundada entre los años 169-152 a.C por el general romano Claudio Marcelo, con el nombre, casi igual al actual, de Corduba, llegando a ser capital de la provincia de Hispania Ulterior, durante la república romana y posteriormente de la Bética, durante el imperio, lo cual da idea de su importancia.

En esta época llego a tener tantos edificios lúdicos como la propia Roma, y personajes ilustres como el filósofo Lucio Anneo Seneca, oradores como Marco Anneo Seneca y poetas como Lucano.

A la caída del imperio romano, hubo invasiones de diversos pueblos germánicos, que fueron desplazados finalmente por los visigodos, aliados de los romanos.

Durante un periodo de debilidad del reino visigodo, el imperio bizantino se hizo con parte del territorio de la Bética, debido al intento del emperador Justiniano I de restaurar el imperio romano.

La provincia bizantina mas occidental, llamada Spania, peduro durante los s. VI y VII.

Establecidos los visigodos en todo el territorio de España, pero con un reino inestable debido a sus continuas luchas sucesorias, en el año 711 fue invadida por los musulmanes, que en siete años se hicieron con todo el territorio de la Peninsula Iberica, exceptuando Asturias.

Convertida en Emirato Independiente y mas tarde, en Califato Omeya de Occidente, paso a ser la capital de los musulmanes, alcanzando su máximo apogeo.

En el s. X llego a ser la mayor ciudad de Europa, así como un gran centro cultural, político y económico. En este siglo se completo la construcción de la Mezquita.

Contaba con universidad y biblioteca, estaba adornada con jardines y palacios, tenia alcantarillado, fuentes y baños públicos, como ninguna otra ciudad en Europa.

En el año 1.236 el rey Fernando III el Santo, la reconquisto, convirtiéndola, de nuevo, en cristiana.

Actualmente es una de las ciudades mas bellas y mejor conservadas de España, cuyo casco antiguo, uno de los mas extensos del mundo, ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, en 1.984.

Bien, pues era la ocasión de conocer, al menos, alguno de sus monumentos, de pasear por sus calles y de percibir el monumental ambiente.


Tomamos posesión de nuestra habitación, nos encontramos con los primos y salimos al exterior.

Atravesamos la Plaza de Las Tendillas, considerada el centro urbano de Córdoba, que debe su nombre a las multitud de pequeñas tiendas que antiguamente la rodeaban, donde se celebran manifestaciones, conmemoraciones, discursos y triunfos deportivos.

Aunque sus orígenes se remontan al s. XIV, hoy día es una plaza moderna, con buenos edificios de finales del s. XIX, y principios del XX, presidida, en su centro por la estatua ecuestre del Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba, hombre fundamental en la rendición de Boabdil, rey de Granada, el último bastión musulman de España, y por lo tanto del final de la Reconquista, en 1.492, y de las exitosas campañas de conquista de Nápoles, de la cual llego a ser Virrey.

Erigida para conmemorar los 400 años de su muerte, fue trasladada definitivamente a la Plaza de las Tendillas en 1.927.

La estatua en bronce, obra de Mateo Inurria, tiene una curiosa cabeza en mármol, que ha dado origen a leyendas urbanas, sobre su modelo. Algunos dicen que es la cara del torero Lagartijo, aunque, parece que lo cierto es que el modelo fue un organista de la iglesia de San Nicolás. En todo caso llama bastante la atención.

De allí llegamos enseguida a la espectacular zona de la mezquita, el puente sobre el río Guadalquivir, el arco de triunfo, y la Torre de la Calahorra

Vayamos por partes.

Queríamos, por supuesto, visitar la Mezquita-Catedral, uno de los monumentos mas importantes del mundo, pero dentro del gran patio, lleno de naranjos alineados, había una enorme cola de deseosos visitantes, bajo un sol tórrido, que aunque por las fechas era primaveral, apretaba mas allá de los treinta y pico grados C.

Después de consultar los horarios decidimos dejarlo para el día siguiente, a primeras horas de la mañana, y fuimos a conocer alguna de las muchas cosas que ofrece esta mítica ciudad.

Al lado de la Mezquita se encuentra el Alcázar de los Reyes Cristianos, declarado Bien de Interés Cultural desde 1.931.

El conjunto tiene un aspecto sobrio en su exterior, y esplendido en su interior, con preciosos patios y jardines.

Mandado a construir por el rey Alfonso XI de Castilla, en el año 1.328, sirvió de alojamiento a los Reyes Católicos, que dirigieron desde allí, la campaña de la Toma de Granada.

En otra de sus dependencias, la Torre del Homenaje, Cristóbal Colón solicito, en 1.488, fondos para la aventura marítima, que culmino con el descubrimiento de América.

La sala principal del edificio se llama muy apropiadamente "Salón de Los Mosaicos", ya que en ella se pueden admirar los magníficos mosaicos romanos encontrados a finales de los años 50, en la Plaza de la Corredera.

Los mosaicos romanos siempre me han atraído, y los expuestos en el Alcázar son verdaderamente buenos, como se puede ver por la muestra.

Después de admirarlos un buen rato, dimos un paseo por los esplendidos jardines,

que ocupan una gran superficie de 55.000 m2, y que corresponden a la antigua Huerta del Alcázar, en los que hay gran variedad de arboles. Palmeras, cipreses, naranjos y limoneros, además de preciosos parterres llenos de flores, rodean las elegantes fuentes y estanques.

Bordeamos la mezquita viendo sus muchas puertas, a cual mas bella.

Por esa calle, hoy peatonal, se llega al río donde hay otras cuantas muestras del glorioso pasado de Córdoba.

En primer lugar el monumento barroco dedicado al arcángel San Rafael, custodio de la ciudad, al cual los cordobeses tienen gran devoción, que tiene, en la ciudad, varios monolitos en su honor.

El llamado Triunfo de San Rafael, está situado al lado de la Puerta del Puente

El monumento que tiene una verja protectora alrededor, fue comenzado en el año 1.765, y después de algunas dificultades presupuestarias, fue financiada, finalmente, por el cabildo catedralicio y acabada en 1.871.

Al lado está la Puerta del Puente, que antaño perteneció a las murallas.

Después de haber ocupado este lugar otras puertas, romanas y musulmanas, en 1.572, durante el reinado de Felipe II, se decidió hacer una puerta nueva, que sustituyera a la que había en mal estado. Ahora despojada de las murallas, tiene aspecto de arco de triunfo.

La Puerta del Puente está al lado del Puente romano, que atraviesa el río Gualdalquivir.

El puente construido en el s. I de nuestra era, por orden del emperador Octavio Cesar Augusto, fue el único puente con el que contó la ciudad, durante veinte siglos, hasta la construcción de un nuevo puente en el s. XX.

Probablemente la Vía Augusta, que iba desde Roma hasta Cádiz pasaba por él, ya que fue el único paso del Guadalquivir por tierra, sin tener que utilizar ningún tipo de embarcación.

A lo largo de los siglos ha sufrido distintas remodelaciones, mas de carácter estético que estructurales, ya sabemos lo sólidamente que hacían las obras de ingeniería los romanos, la última de las cuales ha acabado en el año 2.008, y ha dado, lugar a una gran polémica, por haber conseguido un aspecto insólito para la zona peatonal del puente, alejado de la estética conveniente.

Concretamente nosotros quedamos horrorizados por los elementos introducidos, tanto en el suelo, cuyo adoquinado ha sido sustituido por placas de granito, como por la iluminación, que ha cambiado las farolas decimonónicas, por luces funcionales de estilo "Ikea" y por un parapeto en cemento, que remata todo. Pueden ser ejemplos, no solo del mal gusto del arquitecto que lo ha proyectado, sino de las autoridades que lo han encargado.

Aun así el puente resiste, y se contempla su grandiosa estructura con gusto y asombro.

Al final del puente está la Torre de la Calahorra.

Construida por los árabes como torre de vigilancia de la entrada a la ciudad por el puente romano, fue reformada en el s. XIV por Enrique II de Trastámara, par defenderse de su hermano Pedro I, en las luchas que ambos mantuvieron, para lo cual se añadió otra torre a las dos existentes.

En 2.008 fue restaurada, y ahora se encuentra en perfecto estado.

El sol caía a plomo sobre nosotros, y la hora de comer había llegado. Fuimos a un agradable restaurante, el Caballo Rojo, con especialidades cordobesas, entre las cuales el "salmorejo", me pareció muy rico. Es como un gazpacho mas fuerte y denso, de lo mas apropiado para los calores veraniegos, que tanto gastan por allí.

Las berenjenas fritas, las setas y las gambas también figuraron entre las tapas que tomamos.

Seguidamente y aunque el sol apretaba, nos fuimos a ver el museo de Julio Romero de Torres, famoso pintor español, que nació y murió en Córdoba, donde vivió casi toda su vida.

Es Romero de Torres un pintor tan copiado y reproducido, que a veces se olvida su originalidad. Pinto en una época en que lo que sobresalía eran los nuevos cauces de la pintura moderna, con Picasso, Juan Gris, etc, etc., pero él siguió pintando de manera clásica, y nos dejo cuadros magníficos, de honda raíz andaluza y española.

Nos llegamos, pues hasta la histórica Plaza del Potro, lugar encantador, donde el mismo pintor había residido, y donde se ubican, hoy día, tanto el Museo a dedicado a Julio Romero de Torres, como el Museo Municipal de Bellas Artes de Córdoba.

La plaza esta presidida por una fuente, de la época de Felipe II, coronada con la estatuilla de un potro, que seguramente habrá sido el origen de su nombre.

Miguel de Cervantes vivió durante diez años en Córdoba, y esta placita sale mencionada en dos de sus novelas, la inmortal "Don Quijote de la Mancha", así como "Rinconete y Cortadillo", una de las Novelas Ejemplares.

A la entrada de la plaza hay otro Triunfo de San Rafael, obra de Verdiguier.


Los museos están instalados en el edificio que fue Hospital de la Caridad de Nuestro Señor Jesucristo, fundado por los Reyes Católicos, que perteneció a los franciscanos hasta la desamortización de Mendizabal, de 1.835, pasando en 1.837 a a la Diputación de Córdoba.



La mayoría de los cuadros del museo Romero de Torres provienen de la donación que hizo la familia del pintor, a su muerte, en 1.930, para su memoria y conservación, nutrido con otras donaciones de particulares, y con las obras y mobiliario del estudio del pintor, en Madrid.

Por desgracia, el museo estaba cerrado, en obras de restauración, circunstancia que se encuentra con frecuencia el turista en sus visitas, por dondequiera que vaya.


Nos tuvimos que conformar con recorrer el Museo de Bellas Artes, cuya puerta está enfrente.

Este pequeño museo se nutre, principalmente, de obras provenientes de los conventos que fueron expropiados durante la desamortización, y tiene algunos cuadros notables; recorrimos sus salas con agrado.

Todavía teníamos ánimo para seguir paseando por esta monumental ciudad, así que subimos por la calle de San Fernando, que tiene algunas notables casas, hasta llegar a las elegantes columnas del Templo Romano, que destacan, como subidas en un podio.

Las ruinas del templo romano fueron descubiertas en los años 50 del siglo pasado, durante una ampliación del Ayuntamiento.

Las columnas que se conservan son de orden jónico.

Fue construido durante el reinado del emperador Claudio, (41-54 d. C.) en el s. I de nuestra era, aunque se acabo bajo el mandato de Domiciano, en el lugar que ocupaba el Foro; el material usado para la construcción fue mármol; se cree que estaba consagrado al culto imperial.

Otra muestra del esplendor de la Colonia Patricia Corduba en tiempo de los romanos.

Después de otra caminata llegamos a lo que sería nuestra última visita del día, pues a estas alturas de la tarde, ya no teníamos capacidad para ilustrarnos mas.

Pero esta visita era obligada: el Cristo de los Faroles.

El Cristo de los Desagravios y de la Misericordia, conocido popularmente como Cristo de los Faroles, está enclavado en la Plaza de los Capuchinos, uno de los lugares mas tradicionales de Córdoba, rodeado de ocho faroles, que le dan el sobrenombre.

Antiguamente la plaza de los Capuchinos pertenecía al convento del Santo Ángel, de dicha orden, que lo dono a la ciudad. La plaza mantiene su empedrado original, y es lugar de culto predilecto en Córdoba, pues además del Cristo de los Faroles, la iglesia alberga otras cuatro tallas, de las que salen en las procesiones de la Semana Santa.

El Cristo de los Faroles ha sido objeto de innumerables canciones y coplas, la mas famosa de las cuales, del mismo nombre, interpretada por Antonio Molina, ha sido la base de una película de igual nombre.

Cansados, pero pletóricos de arte y cultura llegamos al hotel donde descansamos un buen rato, antes de salir a cenar a un restaurante de la Judería cercano al hotel, "El Churrasco".

Este barrio de noche tiene embrujo, y la cena, en el bonito restaurante, fue un digno colofón a un día bien aprovechado.

Al día siguiente nos esperaba la Mezquita...

2 comentarios:

  1. No quiero decir que esté equivocada, pero en el cole me machacaron a fuego y sangre que la invasión mora comenzó en el año 711, no 710.

    El menú me encanta, estoy salivando.

    La ciudad de enseño. Creo que no voy a abandonar nuestro país en vacaciones hasta que me lo haya recorrido todo.

    Besos

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  2. Tienes razón. La invasión musulmana empezo en 711.

    Voy a corregirlo, porque, aunque hace mucho tiempo, y costo mucho volver a conquistar nuestro territorio, no podemos darles un año mas. No se como aparecio el 0 en vez del 1.

    Conocer España mas, incluso repasar como es el caso, para mi, de Córdoba, es un placer y, podriamos decir, una obligación, casi inabarcable, pero hay que intentarlo.

    Besos

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