lunes, 21 de noviembre de 2011

San Francisco de Asis, ópera en Madrid

Como podrán observar los seguidores de este humilde blog, esta vez no he puesto ópera en el Teatro Real de Madrid, pues la representación de la ópera San Francisco de Asís, se llevo a cabo en el recinto de Madrid Arena, en la Casa de Campo .

En principio me extraño el cambio, pero en todo caso fue, verdaderamente, una función extraordinaria.

Madrid Arena es un pabellón multieventos, sobre todo deportivos, aunque también se realizan en su recinto ferias y, como en este caso, espectáculos.

Se construyo en 2.002, como parte de las instalaciones previstas para la candidatura olímpica de Madrid 2.012, que, como sabemos, no fue escogida como sede, por el C.O.I. . Tiene un aforo de entre 10.000 y 12.000 espectadores, según sea el evento.

Su estructura, gracias a su graderío retráctil, permite adaptar el aforo tanto en número, como en configuración, a cada uso concreto.

Supongo, que debido a la enormidad de la escenografía de esta ópera, las condiciones de espacio y configuración de Madrid Arena, fueron las que lo hicieron elegir para la representación.

Así, un no excesivamente caluroso y agradable, día de verano, el 11 de julio, nos dirigimos a la casa de Campo, atravesando por varias atascadas calles de Madrid, para llegar a las 6 de la tarde, hora fijada para el comienzo del espectáculo.

Íbamos con expectación, por lo inusual de la presentación. Cuando Gerard Mortier llego a la Dirección Artística del Teatro Real, se daba por supuesto que montaría esta opera, que es su favorita y que ya ha hecho representar en otras ciudades.

Esta ópera, la primera vez que se escenificaba en España, necesita de un gran recinto capaz de albergar a los mas de 130 músicos, coro de 120 cantantes, y ocho los solistas, que requiere la obra.

Además de estas necesidades musicales, la producción de Emilia e Ylia Kavokov está concebida para un espacio de grandes dimensiones, pues el elemento principal es una cúpula gigantesca, que evoca las vidrieras y rosetones de las catedrales medievales.

La cúpula es alucinante, con sus 22 toneladas de peso, 13 m de diámetro y 14 m de fondo, y sus luces fluorescentes que cambian de color, dan la impresión de movimiento, sin que lo haya.

Bien, pues íbamos a ver la Ópera de Olivier Messiaen, San Francisco de Asís, única opera de este compositor, y una de las mas importantes óperas del s. XX, estrenada en noviembre de 1.983 en la Ópera de París.

La gestación de esta ópera fue larga. En 1.971, la Ópera de París hizo al compositor el encargo de componer una ópera. Aunque inicialmente se mostró reacio, unas palabras que, el entonces presidente de Francia, Georges Pompidou le dirigió durante una cena en el palacio del Elíseo:

"Messiaen escriba una ópera para la Ópera de París",

le hicieron aceptar el proyecto en 1.975.

Comenzó, entonces, a trabajar en la obra mas ambiciosa de su vida, que le ocuparía los ocho años siguientes, hasta que estuvo acabada en 1.983.

Para la elección de la temática de la opera, hay que tener en cuenta la profunda fe católica del compositor. Sintiéndose indigno de abordar temas que le atraían, como la Pasión de Cristo o su Resurrección, se decanto por la vida de San Francisco de Asís, emulo de Jesucristo en castidad, humildad, pobreza y sufrimiento.

Messiaen escribió la partitura y el libreto para tener la máxima libertad artística. Consulto fuentes franciscanas e hizo múltiples lecturas sobre el tema. Viajo a Asís, para visitar la Basílica de San Francisco y estudiar los frescos de Giotto, e investigo el canto de los pajáros, de importancia capital en la obra.

Se ha criticado, a veces, que la ópera comienza después de la conversión de Francisco; pero Messiaen lo explico: el pecado no le parecía interesante, prefería las flores, por eso lo dejo fuera.

La ingente obra, tiene ocho escenas divididas en tres actos, cantados en francés, que delinean el desarrollo espiritual de Francisco, evocando diferentes pasajes de su vida, cuando ha emprendido el camino de la santidad.

Durante una duración de mas de cuatro horas, se nos muestra la evolución espiritual del santo y su lucha por superar las debilidades humanas y encontrar la gracia y plenitud divinas, a través de escenas de su vida.

En cuanto a la música de Messiaen, tengo que decir, que a pesar de los muchos músicos y gran coro, lo que mas percibí de ella fue la percusión.

No hay ningún elemento tradicional como obertura, interludios o arias. Su compleja estructura rítmica y armónica se inspira en el canto de los pajáros, tema que intereso muchisimo a Messiaen.

Él mismo fue ornitólogo, y recorrió el mundo haciendo multitud de anotaciones sobre dicho canto, que incorporo a su música.

Otro de sus intereses, que estudio e introdujo en sus composiciones, fue la música oriental; esto junto con la incorporación expresiva del leitmotiv, fluye a lo largo de toda la ópera. Enorme importancia tiene el gran coro, para comentar la acción y evocar la voz celestial.

El escenario propuesto en el Madrid Arena es impresionante. Hay muy pocos elementos además de la gran cúpula. Una gran pajarera, con auténticos pájaros que se mueven cuando quieren, y a los que algún rayo de sol, que se filtra por los andamios, ilumina, dándole gran belleza, y una pasarela, que discurre delante de la orquesta, orquesta que está colocada bajo la cúpula, por la que deambulan los diversos personajes.

El ángel, personaje fundamental en la ópera, aparece súbitamente, por entre los andamios, cual ente sobrenatural. Su canto me resulto bellisimo, casi celestial.

La acción se desarrolla muy lentamente, mientras los cantantes van desgranado un texto de gran profundidad filosófica y religiosa.

Todos están muy bien en su papel, aunque, como ya he dicho me subyugo el ángel, interpretado por la cantante sueca Camila Tilling.

San Francisco interpretado por el barítono español Alejandro Marco-Buhrmester, que estudio la ópera durante dos años, cumple su papel a la perfección, así como el resto de los ocho solistas.

La orquesta, dirigida magníficamente por el francés Sylvain Cambreling, director totalmente comprometido con la música contemporánea, era por si mismo otro elemento del espectáculo, por su entrega total, mientras dirigía.

Disfrute bastante, mas de lo que suponía, del gran espectáculo, tanto de la música, como de la puesta en escena. Pero tengo que lamentar que a las cuatro horas largas de duración de la ópera se añadieran dos de descanso, uno de una hora entre el segundo y el tercer acto. Eso suponía salir del Madrid Arena a la doce de la noche.

No solo nosotros, sino mas de la mitad del aforo, considero que tres horas eran suficiente, y la deserción fue patente, con cierta razón, pues la música de Messiaen es preciosa, pero plana; habría que conocerla muy bien, cual no era el caso, para distinguir un pasaje de otro. Así, que lametándolo, pues además, oí comentar luego, que el tercer acto es el mejor, nos fuimos, para llegar al último Metro.

Eso sí, con el corazón lleno.

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