miércoles, 19 de septiembre de 2012

Popea y Nerón en el Teatro Real de Madrid



La coronación de Popea 
Teatro Real

La última ópera, de esta temporada, para mí, fue esta versión de La coronación de Popea de Claudio Monteverdi, orquestada por Philippe Boesmans (1.936).

La coronación de Popea fue la última ópera de Monteverdi (1.567-1.643), compuesta cuando tenia 74 años, estrenada en el Teatro Grimani de Venecia en 1.642, como parte de los festejos del Carnaval de ese año.

A pesar de que fue bastante representada en su época, cayó luego en el olvido, como el resto de la producción operística de su compositor, durante mas de dos siglos, hasta que revivió el interés por sus obras teatrales, muy a finales del s. XIX, y se empezaron a representar de forma esporádica

 El interés por Monteverdi y las representaciones de sus óperas, aumento cuando se celebraron los aniversarios, 400 años de su nacimiento, y de su muerte 350 años, en los años 90 del s. XX, multiplicándose las representaciones en teatros y festivales.


                                                                         G.F. Busenello

 El autor del libreto, Giovanni Francesco Busenello, toma el argumento de diversos autores romanos, como son los Anales de Tácito, la Vida de los Césares de Suetonio y la Historia Romana de Dión Casio, para lograr el primer argumento de una ópera ambientada en la Historia, y no solamente en personajes míticos, aunque algunos dioses como la Fortuna, la Virtud, el Amor y Palas Atenea, siguen apareciendo en el inicio y a través de la ópera, y hacen comentarios a lo largo de la misma.

Una enorme cantidad de intrigas se desarrollan en esta ópera, en la que la principal es la oportunidad que ve Popea de llegar a ser emperatriz uniéndose a Nerón, al cual ha conocido a través de su marido Otón, funcionario y gran amigo de juergas y orgías del emperador.

Para ello tiene que conseguir que Nerón repudie a su esposa Octavia, hija del emperador Claudio, casar a Otón con Drusila, y así tener el camino libre para unirse a Nerón, meta que consigue finalmente, y que apartándose de la moral literaria tradicional, triunfa.

Séneca, filosofo y preceptor de Nerón se opone, con sus consejos, a los propósitos de Popea, por lo cual esta lo aborrece, y consigue de Nerón que le ordene suicidarse.

En suma, un argumento sobre el poder y la corrupción

Los dioses comentan e influyen en el destino humano, aunque, como ya he dicho, no son los protagonistas.

En cuanto a la versión que vimos el 19 de junio pasado, es una revisión de la orquestación, realizada por Philippe Boesmans, que ya lo hizo en el año 1.986, para el Teatro de la Moneda de Bruselas, por encargo de Gerard Mortier, su Director en aquel entonces, y revisada ahora, por encargo del Teatro Real de Madrid,  donde el mismo Mortier es ahora  su director.

 Hay que decir que Boesmans es uno de los amigos y colaboradores del contovertido Gerard Mortier, que va haciendo desfilar por el Teatro Real, a todos sus amigos, colegas, protegidos etc., en el mundo de la ópera, temporada a temporada.

La ópera de Monteverdi, ciertamente, se presta a ser versionada, pues en los dos manuscritos que se conservan, solamente figura la parte vocal, sin partitura para la orquesta, por lo que se han hecho varias versiones cada vez que se representa, con distintos enfoques, sobre todo historicista, aunque también ecléctico.

La orquestación de Boesmans opta por plantar cara al historicismo, al mezclar instrumentos barrocos con otros modernos, variando el ritmo y el color, sin que, sin embargo, sea apreciable la diferencia; aunque, tengo que decir que me gusto la percusión introducida.

Un problema para escuchar la ópera completa es su duración.. Escuchar hoy día, metido en una butaca, en la que apenas puedes mover los dedos de los pies, cuatro horas seguidas, se hace penoso por momentos.

El ya conocido director de orquesta  francés Silvain Cambreling , que dirigió la temporada pasada la ópera de Olivier Messiaen San Francisco de Asís, tuvo tambien, en esta ocasión, la dirección del conjunto de música clásica contemporánea Klagforum Wien, compuesto por 24 músicos, del cual es el director invitado desde 1.977,  al cual imprimió una enorme lentitud, con solo algunos momentos brillantes.

La ópera de Monteverdi contiene momentos  maravillosos, de gran lirismo y delicadeza, inigualables hoy en día, interpretados por un elenco de cantantes que, en general, me gustaron mucho.

Aunque en la ópera original el papel de Nerón corría, seguramente, a cargo de un castrato, ahora es interpretado por un tenor, que fue, en esta función el tenor estadounidense Charles Castronovo,  que canto un adecuado y convincente Nerón.

Popea corrió a cargo de Nadja Michael, bella soprano alemana, que desempeña a la perfección su papel, tanto en el canto, como en la difícil interpretación que le han asignado, bien complicada.
                                                                                

El bajo jamaicano Williard White, que ya había tenido ocasión de conocer en la ópera Iolanta,
cumplió muy bien en el personaje de Séneca, con su excelente y potente voz.
                                                                 

 
 Aunque no fue apreciada  por bastantes de los asistentes, a mi si que me gusto William Towers, contralto ingles, que gracias a las técnicas actuales logra una voz, sin duda semejante a los de los antiguos castrati, y que desempeño el papel de Otón con gran entereza.



Todos los personajes secundarios cantan bien o muy bien, y hacen en escena lo que les han ordenado.


Pues para acabar esta reseña tengo que referirme a la puesta en escena, que corrió a cargo del director de escena polaco Krzystzof Warlikowski.

La época se traslada, desde el imperio romano, a una universidad del s. XX, en una de cuyas aulas con severa decoración, un Séneca (el cantante  W. White) nos ofrece una aburridisima charla en inglés, de cerca de media hora, con confusas elucubraciones sobre su vida y el amor, además de algún comentario panfletario de política, que, por decirlo de la manera mas suave, sobra por completo.







Después de esta ocurrencia, el resto de la opera transcurre en ese aula; alejada, casi por completo, de las intenciones de sus creadores, Montevedi y Busenello, se convierte en una exhibición de mal gusto, que habrá gustado al lobby gay, con muestras de lesbianismo, travestismo, fetichismo, y para no dejar nada en el tintero hasta de striptease, pues Popea se quita la ropa en escena, aunque dándonos la espalda, para quedarse con una breve prenda bajera.


 Los cantantes se retuercen imitando posturas de coito, solos o acompañados por un cuerpo de baile, vestido de la manera mas ridícula, como si fueran jovencitos.

Compadecí a los cantantes, que tiene que someterse a la dictadura del director de escena y sus ayudantes, y me dio que pensar que se este ultilizando la ópera para estos espectáculos, alejados del gusto de la gran mayoría de los espectadores, pero que se hacen tragar como grandes creaciones.

Por cierto que bastantes espectadores desertaron de la función, incluso sin esperar al descanso, y los aplausos fueron mas que tímidos.

Una pena, ya que la música de Monteverdi es sublime, la orquestación de Boesmans me gusto, y los cantantes también.



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