viernes, 29 de mayo de 2015

Lohengrin en el Teatro Real de Madrid

                                                                             

Ya hace mas de un año, el 24 de abril de 2014, asistí, en el Teatro Real, a la representación de Lohengrin, ópera en tres actos del compositor alemán Richard Wagner, con libreto del mismo compositor.
                                                                     

Richard Wagner (1.813-1.883) nació en Leipzig, en una familia sin tradición musical.  Cuando su madre quedo viuda, al poco de nacer Richard, se caso de nuevo con un amigo de su difunto marido, Ludwig Geyer, del cual Wagner sospecharía, mas tarde que, en realidad, era su padre, gran aficionado al teatro, afición que compartía con el pequeño, y que propicio su enseñanza musical, en la ciudad de Posenhofer, cercana a Dresde, donde entonces vivían.

Aunque Geyer murió cuando Wagner tenia ocho años, su formacion musical continuo, financiada por un hermano de Geyer. Ya para entonces el jovencito había escuchado la ópera El cazador furtivo de Carl María von Weber, que le habia impresionado grandemente, y que, junto con la obra de Gaetano Meyerber, inspiraron sus primeras composiciones

Lohengrin pertenece a la época romántica del compositor, y es una de sus mas representadas y aclamadas óperas. Fue estrenada en el Hoftheater de Weimar el 28 de abril de 1.850, bajo la dirección de Franz Liszt, en ausencia del compositor que se encontraba huido en Lucerna, por sus actividades revolucionarias, y no tuvo la adecuada puesta en escena, por contar con una exigua orquesta, cuando necesita de una grande.
                                                           

Lohengrin cierra el ciclo de óperas románticas de Wagner, en la que se pueden encontrar aun, algo parecido a duos, arias etc., pero ya muestra los signos distintivos de los futuros dramas musicales del compositor, como la melodía infinita, el leit motiv, la importancia de la orquesta. Tiene partes muy conocidas del público, incluso del que no ha oído, ni visto nunca una ópera, como el preludio del acto I, y la marcha y coro nupcial, que acompaña en muchas ocasiones las bodas.

Desde mi modesto punto de vista, sin formación musical, encuentro la música de Wagner, casi diría, celestial, y los coros magníficos, no así las partes cantadas, en las que tengo que hacer abstracción de lo que me parecen gritos que suben y bajan, cánticos duros para el oído, pero ya he dicho que, aunque la ópera me gusta mucho, solo soy una aficionada, y es muy probable que esta opinión sea una herejía musical.

Wagner es un artista integral ya que no solo compuso sus óperas, algunas de ellas gigantescas trilogías, sino que escribió los libretos de todas, así como la escenografía de las mismas.

Para afianzar su nacionalismo alemán eligió, con frecuencia, temas de la mitología alemana y medieval, mezclando a veces unas con otras, como es el caso para Lohengrin, caballero artúrico de la Tabla Redonda en busca del Santo Grial, que se inmiscuye en asuntos amorosos y políticos, ayudando al rey Heinrich a conservar su reino, y a su hija Elsa, a vencer a su despechado y rechazado pretendiente Telramund, de su deseo de ser rey en lugar de Gottfried, hermano de Elsa y heredero legitimo, que ha desaparecido misteriosamente, y para lo cual desea desposar a Elsa.

Lohengrin aparece, en su búsqueda del Santo Grial por esas tierras germánicas, de riguroso incógnito, no puede desvelar su nombre, ni su procedencia, como paladín de Elsa, y  después de derrotar a Telramund en un torneo, de los considerados como "juicio divino", es aceptado como caudillo por Heinrich y Elsa, que quiere casarse con él; pero la esposa de Telramund, Ortrud, pone en entredicho la procedencia e intenciones del desconocido, y la justicia del juicio divino, diciendo  que el poder del caballero procede de un hechizo. Sin embargo el casamiento entre Elsa y el desconocido se efectúa, sin mas perturbaciones.

Todo parece clarificarse cuando Elsa, saltándose la prohibición de no preguntar por la identidad del caballero, consigue que este le desvele quien es, y que hace allí. Telramund le reta de nuevo, es vencido y Lohengrin le mata, pero deja de ser caudillo, ya que se ha roto la prohibición de conocer su nombre y su búsqueda, momento en que Lohengrin amplia sus datos y confiesa que es hijo de Parsifal y cual es su misión, y la circunstancia de que debe regresar a Montsalvat, residencia de los Caballeros de la Tabla Redonda inmediatamente, guiado por un cisne, que resulta ser el encantado Gottfried.

El encantamiento se rompe, y Gottfrid regresa con su forma humana a su familia.

Como se puede ver complicado, romántico y legendario argumento, de los temas preferidos por Wagner.
                                                                         

No se que hubiera pensado Wagner de la puesta en escena que se nos ofrecio, él que era también el escenógrafo de sus óperas, pero el director de escena alemán  Lukas Hamleb  ha optado por una anodina cueva, donde para hacer algo original, luce en el centro una especie de monolito incandescente, con tintes de ciencia ficción.

Todos los personajes, coro incluido, van vestidos asimismo como si quisieran pasar desapercibidos, de color gris rata, menos los protagonistas, Lohengrin y Elsa que van de blanco y el rey cuya referencia es una banda rosada que le cruza el pecho.
                                                                   

Sin embargo, al lado de otros montajes de estos últimos años, que eran ofensivos para la vista y para la ópera, este no molesta, aunque tampoco gusta.

La orquesta, que se mostró magnifica, fue dirigida por el veterano director aleman Hartmut Haenchen, de forma magistral.

El coro estuvo a la altura a la que nos tiene acostumbrados, con una fabulosa interpretación, dada la importancia coral en Wagner.
                                                                   

El elenco de cantantes fue bastante homogeneo, con algunas matizaciones; el tenor británico Christopher Ventris, lleva una carrera ascendente y domina el exigente papel de Lohengrin, tanto como cantante, como por su interpretación del personaje.
                                                               

Elsa interpretada por la soprano estadounidense Catherine Neglestad, estuvo excelente en su interpretación musical, vocal y teatral.
                                                                   

Pero uno de los mas sobresalientes, para mi gusto fue el rey, que corrió a cargo del bajo barítono alemán Franz Hawlata, interprete de óperas wagnerianas representadas en el Festival de Bayeruth
                                                                                   

A destacar la interprete de Ortrud, la soprano  estadounidense Deborah Polasky, que ya había tenido ocasión de escuchar en varias óperas, en el Teatro Real, que me acuerde ahora de Jenufa, y El prisionero y Sor Angélica. Aunque tiene ya una edad, conserva su fuerza dramática, en su voz y en su interpretación de este personaje wagneriano, podíamos decir "la mala de la historia".

Una buena noche de ópera, con la divina música de Wagner y mas que aceptable en todo lo demás

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