lunes, 22 de julio de 2019

Teatro Real, Madrid. Capriccio

                                                               

El pasado 29 de abril asistí a la opera Capriccio en el Teatro Real de Madrid, una ocasión única de ver esta ópera, en palabras de Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real "un acontecimiento mayúsculo", poco representada en el mundo, exceptuando Alemania.

Dentro de las commemoraciones del 200 aniversario que este año cumple el Teatro Real, se han programado consecutivamente dos operas, a las que he tenido la fortuna de asistir, dos nuevas producciones estrenadas en Madrid, la última ópera de Giuseppe Verdi, Flastaff y la última ópera de Richard Strauss, Capriccio, máximos representantes de dos maneras de concebir la ópera, la italiana y la alemana, en dos siglos diferentes.
                                                                   
                                                                   Teatro Real
                                                                       
Capriccio es la última opera compuesta por Richard Strauss (1.864-1.949), y se puede considerar una síntesis de todo lo mejor que el compositor había logrado hacer en su carrera, y de lo cual el mismo era consciente.
                                                                             
                                                                  Richard Strauss
                                                                                 
Fue estrenada en Munich en 1.942, cuando el Tercer Reich mostraba su cara mas feroz al mundo.

La génesis del libreto procede de una idea, de los años 30, del escritor Stefan Zweig (1.881-1.942)  amigo del compositor, que había encontrado una breve comedia, en la British Library, sobre el tema que inspiro posteriormente Capriccio, y que ya había utilizado, en su momento, el compositor italiano Antonio Salieri (1.750-1.825), en su ópera breve "Prima la musica e poi le parole".

Posteriormente Strauss encargo el libreto, con las ideas de Zweig, a Clemens Krauss (1.893-1-950)
                                                                     
                                                                   Clemens Krauss

discípulo y amigo suyo, que fue director de orquesta de varios importantes teatros, como la Opera Estatal de Viena, el Staatoper de Berlin y la Opera Estatal de Baviera entre otros.

Strauss subtitulo esta ópera como "Una pieza conversacional para música"; el compositor sintió toda su vida fascinación por la importancia respectiva que debe tener, en el opera, la  palabra respecto a la música y que se dramatiza en Capriccio en la historia de la condesa, dividida entre dos pretendientes, Olivier, un poeta, y Flamand, un músico, que tras prolijas disquisiciones en torno a como articular y ordenar los diversos elementos que componen una ópera, acaba convirtiéndose en la ópera misma.
                                                                 

La ópera transcurre en el chateau, cerca de Paris, en la Francia prerrevolucinaria, de la condesa Madeleine, una joven y atractiva viuda, que  no puede decidirse entre sus dos pretendientes,  Olivier, que ha escrito una nueva obra para el cumpleaños de la condesa, que se va a celebrar al día siguiente y Flamand, que ha puesto música al soneto del poeta y que incluso lo canta, lo que abruma a Olivier.

Tras varios intercambios de opiniones entre la condesa, sus dos pretendientes, el conde, hermano de la condesa, el mayordomo La Roche, director de Teatro y Clairon, una famosa actriz, Madeleine propone que todo lo expuesto y los acontecimientos de esa tarde se conviertan en una ópera.

En la escena final, a la luz de la luna, la condesa aun indecisa sobre a que enamorado elegir, canta la imposibilidad de separar las palabras y la música y consulta al espejo para que la saque de sus dudas.

Entonces el mayordomo anuncia "la cena esta servida", final de la opera.

La dirección musical en esta importante ocasión, ha sido encargada a Asher Fisch (1.958), director de orquesta israelí, experto straussiano, de gran trayectoria internacional, y la dirección de escena al celebrado Christof Loy (1.962) director alemán de teatro, especializado en la ópera, y también con amplio recorrido internacional.

Tanto uno como otro cumplen a la perfección sus respectivos trabajos y consiguen una sincronización, entre escena y música, total.

En cuanto a  los interpretes la soprano sueca Malin Byström (1.973), en la que recae la casi totalidad del peso escénico, con un papel que apenas tiene descansos, y que, por tanto necesita una gran resistencia de la cantante, fue muy aplaudida, también por mi, que aprecie mucho su interpretación, con parte del público puesto en pie y lanzando algunos "bravo".
                                                                               
                                                                         

Fue también muy aplaudido el interprete del mayordomo, en la figura del bajo alemán Christof Fischesser (1.970), que canto con gran dinamismo y potencia, y los mismos elogios se pueden dedicar al joven barítono suizo André Schuen (1.984), en el papel de Olivier.

Sin embargo me gusto menos el tenor estadounidense Norman Reinhardt, que interpreto a Flamand, con menos intensidad que sus compañeros.

La puesta en escena de Christof Loy se ha trasladado, del s. XVIII y del chateau francés de la condesa, a una fría sala en tonos grises, cuyo color tiene también el vestuario de ellas y ellos.

Sin embargo como se trata, en todo momento, de un intercambio de opiniones sobre la importancia respectiva de la música o la palabra en la ópera, el escenario con la condesa y sus interlocutores,
es bastante adecuado, aunque el chateau francés haya desaparecido, y la época, de finales del s. XVIII, también.

En resumen una joya de Strauss para la commemoración de los 200 años del Teatro Real, que he disfrutado mucho.

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