domingo, 1 de septiembre de 2019

Soria


Con motivo de un viaje a Borja (Zaragoza) para asistir a una fiesta familiar, atravesamos desde Asturias a Aragón, con parada en Lerma para dormir, y parada en Soria para comer.

La carretera que recorrimos desde Lerma a Soria está jalonada de bosques, que se corresponden con una parte de sierra, muy bonita de ver.

Siendo Soria un lugar para recordar, y visitándola por tercera vez, pero sin haberla conocido demasiado, decidimos dedicarle un rato de esa mañana.

Sepamos algo de ella antes de recorrerla un poco.

El conjunto natural que forma esta ciudad tiene atrayentes imágenes históricas y culturales.

Soria, capital de la provincia del mismo nombre, tiene algo menos de 40.000 habitantes; situada 1.116 de altitud sobre el nivel del mar, es la segunda ciudad mas alta de las capitales de provincia, después de Ávila. Su altitud y su situación geográfica determinan su clima oceánico, con inviernos largos y fríos, y veranos calurosos y cortos.

El municipio se encuentra en las orillas del río Duero, en su curso alto, sobre las estribaciones del Sistema Ibérico. Soria se extiende sobre dos cerros, el cerro del Castillo y el cerro del Mirón, y la cañada que los separa, en la margen derecha del Duero.
                                                             

 En cuanto al nombre de Soria, hay diversas teorías sobre el mismo, alguna de las cuales tiene mas de leyenda y fantasía, que de realidad, y entre las cuales he elegido, sin información propia alguna, la de la gran piedra con una S que descubrió Alfonso VII (1.105-1.157), el Batallador, cuando reconquisto y reedifico Soria, S que se añadió al nombre de Oria, castillo que hubo en Numancia, y que juntas dan Soria.

Sea esto verosímil o no, Soria tuvo una gran importancia durante la Edad Media, sin que haya datos de ocupación romana o visigoda antes de la invasión musulmana.

Durante las primeras décadas del s. XI los territorios donde se encuentra Soria, fueron repoblándose de manera continuada. El rey Alfonso I de Aragón (1.073-1.134) afianzo la población de Soria, que se convirtió en una importante villa.

Tras disputas entre los reyes de Aragón, de León y de Castilla, Alfonso VII el Emperador 
(1.105-1.157),  la recupero para el reino de Castilla. Su nieto Alfonso VIII de Castilla, el de Las Navas (1.155-1.214) tuvo siempre predilección por Soria, donde había vivido cuando era niño, y donde los sorianos lo habían protegido de su tío Fernando II de León, para que no cayera en sus manos, lo cual le dio el poder efectivo del reino castellano.

Diferentes episodios, batallas, como la derrota de Alarcos frente a los moros, la intentona de hacerse de nuevo con estos territorios por parte de Sancho de Navarra, y la recuperación posterior después de la cual, cuando Alfonso VIII le concede el Fuero Exento, Soria recupera su esplendor.

En el s. XV, tras la unión de los reinos de Navarra, Aragón y Castilla por los Reyes Católicos, Soria pierde su valor estratégico y comienza su declive, que continua durante la Edad Moderna.

La decadencia de Soria, pues, continuo en los siglos XVI y XVII, hasta el comienzo de su recuperación en el s. XVIII, como en general, en toda España.

A comienzos del s. XVIII durante la Guerra de Sucesión, en la que Soria tomo el partido borbónico y apoyo a Felipe V, recupero su importancia, estratégico-militar, durante un tiempo.

Tras la invasión napoleónica de 1.808, Soria se unió a la lucha contra el ejercito invasor, que provoco la toma de la ciudad por las tropas francesas del Mariscal Ney, que produjo tres días de saqueo y destrucción. En 1.812 el general José Joaquín Durán, héroe de la Guerra de la Independencia, reconquisto la ciudad de Soria.

La Guerra de la Independencia supuso, también, grandes daños económicos para Soria, y hubo de esperar a la segunda mitad del s. XIX, para que la ciudad recobrara sus índices de población y riqueza.

Después de la muerte de Fernando VII, Soria se unió al bando carlista.

El s. XX no fue mas tranquilo que el anterior, y los conflictos políticos y sociales condujeron a la Guerra Civil de 1.936-39.

En la actualidad Soria es una pequeña y tranquila ciudad, que conserva mucho de su carácter histórico y medieval, con rincones que han seducido a viajeros de todos los tiempos, así como a poetas y escritores, en las Leyendas de Gustavo Adolfo Becquer, en los versos de Antonio Machado y Gerardo Diego o de Ángela Figueroa Aymerich, incluso ha servido de inspiración para el grupo de pop-rock español Gabinete Caligari, que compuso la canción Camino de Soria (1.987), homenaje a esas tierras castellanas.

Dado que su desarrollo se produjo en los siglos de la Reconquista y de la repoblación del territorio, el arte románico impera en toda la ciudad.

En el s. XIII, la ciudad contó con 35 parroquias, todas románicas, muchas de las cuales fueron reformadas en siglos posteriores, y muchas de ellas desaparecieron, o solo se conservan restos, como muros y algún otro elemento.

Debido al poco tiempo del que disponíamos, solo pasamos, sin entrar, por delante de Santa María la Mayor, construida sobre la antigua iglesia de San Gil, de la que conservan algunos elementos del románico, una austera portada y tres cuerpos de la torre, habiéndose reformado el interior, con la construcción de la capilla mayor y el ábside tardo-gótico.
                                                           

Delante de esta iglesia se encuentran las esculturas de Antonio Machado y de su esposa soriana Leonor Izquierdo, fallecida a los tres años de su matrimonio con 18 años, que fue el gran amor de su vida y cuya desaparición sumió al poeta en una honda tristeza.
                                                           

Mas adelante y ya en la Plaza Mayor, donde desemboca la calle Collado, una de las mas concurridas y comerciales de la ciudad, con edificios destacados de la plaza, encontramos otros monumentos además de la iglesia de Santa María  la Mayor, como son la antigua casa del Común, la torre de doña Urraca, el palacio de la Audiencia y la Fuente de los Leones.


 En ella elegimos una buena terraza entre las varias que había, para descansar y comer algo; probamos una de las especialidades gastronómicas de Soria: torreznos, que precisamente me gustan mucho, y alguna otra cosa.

Seguidamente y sin tiempo para detenernos mas, montamos en el coche y seguimos viaje hasta llegar a Borja.

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