viernes, 1 de agosto de 2014

Madrigal de las Altas Torres

                                                                               
                                                                 
Hoy dedicamos la mañana a visitar una  población cercana a Arévalo de bello nombre, de ilustre pasado, gran resonancia española y gran importancia histórica: Madrigal de las Altas Torres, que es un complemento, diría casi indispensable, de la exposición Edades el Hombre, que transcurre en Arévalo.

Así que después del desayuno hicimos los, poco mas de 26 km que hay entre Arévalo y Madrigal, que en coche son unos 22 minutos. La carretera es recta y podíamos ver que el cielo estaba nublado, con nubes altas, y los campos se extendían en la plana meseta, hasta perderse de vista.

Pocos pueblos pueden presumir de un nombre tan hermoso como Madrigal, como así se llamaba antes de apellidarle, de las Altas Torres, por las torres y campanarios de sus iglesias y palacios, que fueron mas de cien.

Es, después de Arévalo, la población mas importante de la comarca de La Moraña, en la provincia de Ávila, con cerca de 1.600 habitantes, situada a 809 m de altura sobre el nivel del mar, entre los ríos Zapardiel y Trabancos, afluentes del Duero.

Madrigal de las Altas Torres con todo su importante pasado, tanto histórico como cultural, vivió mejores momentos, y hoy la villa, resguardada por sus altas murallas medievales, tiene un aspecto un tanto decadente, que rezuma melancolía y tristeza, fácil de sentir cuando se llega a ella.

Su nombre nada tiene que ver con el poema breve de la misma denominación, sino con la palabra árabe magerit o mayrit, de la que deriva también Madrid, que quiere decir arroyo matriz de aguas subterráneas, y hace referencia a las canalizaciones de acuíferos que realizaron los musulmanes.

El origen de Madrigal se encuentra en la repoblación de toda la zona, tras la recuperación de estos territorios por los cristianos; ya en el s. X el obispo de Burgos le otorgo fueros, confirmados después por Alfonso VIII , en 1.168. Desde entonces empezó a destacar como plaza bien amurallada y lugar predilecto de la realeza.
                                                                       
En ella se celebraron los esponsales entre el rey Juan II de Castilla e Isabel de Portugal, en 1.447 y en ella nació el 22 de abril de 1.451, la que llegaría a ser la reina Isabel La Católica, uno de los personajes mas sobresalientes y decisivos de la Historia de España.
                                                                             

La villa alcanzo su máximo esplendor tras la construcción del palacio veraniego de Juan II, y la fundación del Hospital Real, por su primera esposa María de Aragón, en 1.443.

Tras el matrimonio de Isabel I de Castilla y Fernando V de Aragón. conocidos, mas tarde, como los Reyes Católicos, fueron convocadas Cortes en Madrigal, en 1.476, en las que se juro a Isabel como heredera del reino.

A finales del s. XVI se produjo en Madrigal un gran escándalo, protagonizado por el pastelero Gabriel de Espinosa y urdido por algunos nobles, cuando este se hizo pasar por el fallecido rey Sebastian de Portugal. La aventura acabo con el pastelero en la horca.

Madrigal de las Altas Torres está rodeado por los restos discontinuos y semirruinosos de la muralla medieval mudéjar, construida en el s. XIII, que traza un circulo, casi perfecto, alrededor de la villa y que tiene gran importancia como ejemplo de fortificación militar, que llego a tener mas de cien torres albarranas,

                                                                         
y cuatro puertas con los nombres de las poblaciones a las que abrían paso: Medina del Campo, Cantalapiedra, Peñaranda y Arévalo, y es un caso único de villa medieval fortificada en una llanura, sin ningún tipo de defensa natural.
                                                                       

Bien, pues una vez llegados al casco histórico nos dirigimos al Hospital, donde se adquieren las entradas para visitar todos los monumentos de la villa, empezando por el propio Hospital.

El Real Hospital de la Purísima Concepción, su nombre completo, fue fundado en 1.443, por doña María de Aragón, primera esposa del rey Juan II de Castilla, padre, como ya hemos visto mas arriba, de Isabel la Católica.

Su mejor época fue durante los s.s. XVII y XVIII, y continuo funcionando como hospital hasta 1.934.

Hoy día está dedicado a Casa de la Cultura.


El exterior de este edificio renacentista, tiene una bella galería y una balaustrada de columnas con capiteles

En el s. XVIII  se le adoso una capilla, en la foto de arriba, a la izquierda, cuyo interior preside el retablo del venerado Cristo de las Angustias, imagen del s. XV.

                                                                         
Acompañados por una guía emprendimos la visita al recinto, subiendo por una magnifica escalera                                                                                

y su precioso patio, tan castellano, con columnas, de dos pisos.
          

En una de las estancias se ha hecho una reconstrucción, no muy afortunada, pues mas parece de algún siglo mas próximo a nosotros, que del s. XV, de lo que podría haber sido la habitación de Isabel la Católica.


En otro de los salones del Real Hospital esta instalado el Museo Vasco de Quiroga, en memoria del hijo de Madrigal, que fue el primer obispo de Michoacan, (Méjico),Vasco Vazquez de Quiroga, y que contiene mas de doscientas piezas procedentes de Méjico.

Después de recorrer el hospital y contemplar la vista de las murallas y del palacio de Juan II, nos quedaban las dos iglesias mudéjares de Madrigal, y, por consejo de la guía, empezamos por Santa María del Castillo, para ver, después, la mas interesante, San Nicolás de Bari.

Esto, desde luego, es una manera de hablar, pues las dos son grandes y magníficos monumentos, tanto por fuera como por dentro, pero seguimos su consejo y empezamos por Santa María del Castillo.
                                                                           

La iglesia se asienta sobre una pequeña elevación que domina la villa, donde debió de existir el antiguo y desaparecido castillo de Madrigal.

Construida en estilo románico-mudéjar hacia la segunda mitad del s. XIII, constaba de tres naves y tres ábsides, que quedaron reducidas a una, en una torpe y mala restauración del s. XVIII. Del primitivo templo románico quedan dos ábsides, el muro contiguo del lado norte y el cuerpo inferior de la torre.
                                                                         

En los años 60 del s. XX aparecieron restos de pinturas románicas murales; la iglesia nos fue enseñada por dos jóvenes del lugar que, con gran acierto, están empeñados en la restauración y conservación del gran patrimonio de Madrigal y han formado para ello una Asociación, cuyo esfuerzo y trabajo aplaudo.
                                                                               

Después fuimos a la otra iglesia mudéjar de Madrigal, San Nicolás de Bari
                                                                          

San Nicolás de Bari es una de las mas importantes iglesias mudéjares de España, que es como decir del mundo. Data del s. XIII, con una importante remodelación en el s. XV y añadidos posteriores de estilo renacentista y barroco. En ella  caso el rey Juan II de Castilla en segundas nupcias, con Isabel de Portugal, padres de Isabel la Católica, que fue allí bautizada, en una pila que podemos contemplar hoy día.
                                                                           

Tiene dos sobresalientes ábsides mudéjares
                                                                       

 y una torre campanario de 50 m de altura, que ha contribuido al nombre del lugar, en forma de prisma y muy sobria, que destaca en el paisaje de Madrigal.
                                                   

Siendo magnifico el exterior, sin embargo, es mas importante el interior, donde sobresale el artesonado mudéjar de la bóveda central, una extraordinaria, y por suerte, conservada pieza.
                                                                       

No sufrió la misma suerte el retablo primitivo, que fue retirado en el s. XVIII, para instalar uno barroco; el retablo gótico renacentista fue arrinconado y maltratado, de manera que gran parte de los cuadros que lo componían han desaparecido, y que en la última y mas cuidadosa restauración se exhibe, al lado del coro, lo poco que queda de él.
                                                                 
                                                                   
Dentro de la iglesia, que nos enseño una eficaz guía, hay una especie de museillo, donde se encuentra la pila bautismal de Isabel la Católica, que he mostrado mas arriba, y diversos cuadros, esculturas y objeto sacros, algunos de ellos recogidos del importante Monasterio de San Agustín, en las afueras de la ciudad, hoy casi por completo en ruinas.
                                                                   

El convento fundado en el s. XV, ocupado durante su primer siglo de existencia por monjas agustinas, y cedido después por ellas, a monjes de su misma regla.

 Fue Casa Capitular de Castilla, con cátedras de Cánones, Teología, Leyes, Filosofía y Humanidades.

En él murió, en el verano de 1.541 Fray Luis de León, gran poeta y  humanista de la escuela salmantina, cuya celda aún se puede ver en las ruinas.

Después de la Desamortización de 1.835, se vendió en pública subasta y fue utilizado como silo; entonces comienzo su deterioro, que lo ha conducido a la ruina.

Nos quedo por ver el Palacio de Juan II, regentado hoy día por unas monjas que han puesto un horario reducido, después de comer, y no podíamos quedarnos, pues habíamos citado a mi hijo mayor, y a su familia para comer en Arévalo.

Dejamos Madrigal de las Altas Torres con cierta pena por no poder completar la visita, aunque contentos con lo que habíamos visto y conocido de este histórico lugar.                                        

domingo, 8 de junio de 2014

Bacalao estilo Alcantara

                                                                    

El bacalao salado se presta a muchos y ricos platos. A mi suele gustarme de todas las maneras posibles.

Esta vez lo he preparado según esta receta que, al parecer, tomaban los monjes benedictinos del Monasterio de Alcántara, en Cáceres, durante la Cuaresma, para seguir el precepto de no comer carne. Hoy día este plato parece suculento, y no puedo pensar en él como una penitencia, sino todo lo contrario

Ingredientes
                                                                           

1/2 k de lomos de bacalao
300 g de patatas
250 g de cebolla
1k de espinacas
Aceite de oliva

Elaboración

Desalar el bacalao dos días, cambiando el agua cuatro o mas veces, cada día, manteniendo el bacalao con el agua en la nevera, para que se conserve perfectamente.

Una vez desalado, pasar los lomos por harina y freírlos en abundante aceite.
                                                                 
Reservarlos.

Poner las espinacas en un bol y cocerlas, sin agua, en el microondas, durante 5 minutos.

Si no se dispone de microondas cocerlas en poca agua, durante 10 minutos, escurrirlas bien, machacarlas y rehogarlas en un poco de aceite.

                                                                                 
Cortar la cebolla en rodajas finas y freírlas ligeramente.
                                                                     

Pelar las patatas en rodajas finas y colocarlas en el fondo de una cazuela.
                                                                       

Colocar encima de las patatas, el bacalao, la cebolla, las espinacas, el pimentón espolvoreado, algo de sal y pimienta y medio vaso de agua.  Se deja cocer, a fuego lento, unos 20 minutos 


domingo, 1 de junio de 2014

Edades del Hombre. La sede. Arevalo


Tuvimos, en Arévalo, un excelente hotel instalado en una casona, en lo que fue la antigua judería, junto a la iglesia de Santo Domingo, en la Plaza del Arrabal.
                                                                         

 La casa fue levantada sobre antiguos cimientos del s. XIII, teniendo diversas ocupaciones y usos como vivienda, bodega o almacén. Hoy día, totalmente rehabilitada para hotel, ha conservado elementos originales, perfectamente integrados en el ambiente moderno.

La restauración y rehabilitación de Arévalo se percibe por  toda la ciudad. Habíamos visitado el lugar hace años y lo encontramos cambiado a mejor, a mucho mejor. Ahora su gran patrimonio histórico está puesto en valor y luce adecuadamente.

En efecto la ciudad es uno de los lugares importantes para la historia de  España, como veremos en este breve repaso.

Arévalo, con algo mas de 8.000 habitantes, pertenece  a la provincia de Ávila, y a la comarca de La Moraña, llamada también Tierra de Arévalo.

                                                             
Está rodeada de grandes llanuras y enclavada en  una lengua de tierra, entre los ríos Adaja y Arevalillo, cursos de agua que ofrecían, en otros tiempos, una buena defensa militar para la villa.

                                                         
Nombre de toponimia discutida, según unos de origen celta, según otros, de -acrifulu- abeto en latín, está dedicada, desde siempre, en sus grandes llanuras, a la producción de cereales de secano y a leguminosas. Tiene también abundancia de pino gallego y buenos pastos de invierno.

Después del paso por estas tierras de romanos y visigodos y tras la invasión musulmana, con el avance de la Reconquista, protagonizada por los reyes de Asturias primero y luego de León y Castilla, el territorio donde está situado Arévalo quedo en la Extremadura Castellana, franja comprendida entre el Duero y el Sistema Central, escenario de  continuas incursiones de unos y otros, y escasamente poblada, durante varios siglos.

Arévalo aparece documentada por primera vez en el año 1.090, con ocasión de la repoblación de la zona llevada a cabo por Raimundo de Borgoña, por orden de su suegro, el rey Alfonso VI, con gentes venidas del norte.

Los s.s. XII y XIII fueron de crecimiento para Arévalo, con la aparición de la arquitectura mudéjar, que la caracteriza.

 Durante la Edad Media, Arévalo, que era ciudad de realengo y plaza fortificada, paso progresivamente a ser controlada por cinco familias nobles, conocidas como los Cinco Linajes, los Tapia, Sedeño, Montalbo, Briceño y Berdugo.

Sufrió mucho, como  otros pueblos de Castilla. durante la Guerra fratricida entre Pedro I y su hermanastro Enrique de Trastamara, que fue apoyado por Arévalo, lo cual, al ganar Trastamara favorecio la economía local.

En Arévalo paso siete años de su infancia la futura reina Isabel la Católica, nacida en la cercana Madrigal de las Altas Torres, una época bastante penosa para Isabel y su hermano Alfonso, pues además de ver los ataques de locura de su madre, pasaron dificultades de todo tipo, incluso económicas.

A partir del s. XVI comienza un declive generalizado en Castilla, que también afecta a Arévalo, con descenso demográfico y perdida de actividad económica y comercial.

La villa se recupera en el s. XVIII, cuando se convierte en un importante centro fabril y de servicios, recuperación, que, como en otros muchos lugares, ciudades, pueblos, etc. es interrumpida por la invasión de Napoleón, con su cortejo de incendios, y expolios en palacios, casonas, iglesias y conventos. Arévalo perdió durante la Guerra de la Independencia gran parte del patrimonio de la Iglesia.

En la zona se produjeron acciones de guerrilla, contra los invasores, acompañadas de fusilamientos, cuando eran hechos prisioneros los patriotas.

Arévalo ostenta el titulo de ciudad desde 1.894, y es Cabeza de Partido Judicial desde la reforma administrativa de 1.833.

El s. XX ha visto el resurgimiento de la ciudad, que ha diversificado su actividad, tradicionalmente solo agraria, con desarrollo del comercio, la industria maderera y el turismo.

Pues, bien, salimos después del desayuno en el agradable patio del hotel,

                                                                                               
para dirigirnos a visitar dos sedes de las tres, en que está instalada la exposición Edades del Hombre.
                                                               
Atravesamos la plaza cercana al hotel donde se halla la iglesia de Santo Domingo, pasamos debajo del Arco de Alcocer, o Arco de la Cárcel, llamado así por haber sido utilizado como tal en algunos periodos, que fue la puerta principal de la ciudad.

                                                         
                                                                         
por la que se accede a la Plaza Real, centro de la Corte de Castilla, cuando estaban los reyes en esta ciudad.
                                                                     
                                                                 
En está plaza están el Ayuntamiento, una de las fachadas renacentistas mas bellas de Arévalo, prototipo de la casa-palacio, construido a mediados del s. XVI.

                                                                           
Enfrente, y hacia un lado, se encuentra la Iglesia de San Juan Bautista, que fue, originalmente, la capilla del palacio de Juan II, en estilo románico-mudéjar, muy reformada en el exterior en los s.s. XVI y XVII, y en el interior en el XVIII.

Del románico mudéjar queda la torre, embutida en otras construcciones.


Frente a la iglesia de San Juan se hallaba el palacio de los Trastamara, donde vivió su niñez Isabel la Católica, destruido en los años 70, del siglo pasado, por la inclemente piqueta y la falta de escrúpulos, sobre el patrimonio cultural e histórico de las autoridades de la época, para construir pisos.

Continuamos por  las calles de Arévalo, salpicadas a cada  tramo por antiguos palacios,
                                                                           
  
 y casonas, muestras de su antiguo esplendor, aunque algunas amenazando ruina.
                                                                                                                                             

Pronto llegamos a uno de los espacios mas bellos de Arévalo, la Plaza de la Villa, centro histórico desde la Edad Media, donde están dos de las iglesias en las que se desarrolla la Exposición.

                                                       
La magnifica plaza es un buen ejemplo de la arquitectura castellana medieval, soportada, casi por completo, por 31 columnas de piedra y 25 de madera sobre las que se asientan casas con entramado de madera y ladrillos. Gran espacio publico, fue escenario de festejos, mercados, justas, torneos y corridas de toros, a la antigua usanza.
                                                                       

Está rodeada por tres majestuosas torres mudéjares, cada una distinta, ejemplos del mudéjar castellano tan presente en Arévalo, que corresponden a las iglesias de Santa María y San Martín, ambas edificadas en el s. XII, alrededor de las cuales se fue asentando la plaza.
                                                                               
                                                                             
En ella se encuentra la Fuente de los Cuatro Caños, gótica, del s. XV; hecha en piedra, con forma de copa rematada por una bola escamada, fue reformada en el s. XVI, dotándola de escalinatas y muros.
El agua llegaba de un acueducto a 7 m. de profundidad, y servía para abastecer a los vecinos de Arévalo.
                                                                           

Hoy día se encuentra en un subnivel, en una esquina de la Plaza de la Villa.
                                                                                                 
Destaca en la plaza la casa de los Sexmos, que acoge, hoy día, el Museo de Historia de la Ciudad y donde se adquirían las entradas para las tres sedes de la Exposición, dos de ellas en las iglesias de Santa María y de San Martín en la misma plaza, y la tercera en la Iglesia del Salvador, que vimos ayer y cuya visita he relatado en el capítulo anterior.

                                  

La Casa de los Sexmos servía de lugar de reunión, almacén e incluso de alojamiento para los sexmeros, representantes de la institución medieval de los Sexmos, asociaciones territoriales de villas y aldeas de la Tierra de Arévalo, para la mejor defensa de sus intereses comunes, que llego a comprender mas de cien pueblos.

En esta casa fue firmado, en 1.494,  por los Reyes Católicos, el Tratado de Tordesillas, entre España y Portugal, que estableció el reparto de las tierras conquistadas y anexionadas en el Nuevo Mundo.

Al lado mismo de la Casa de los Sexmos se encuentra la iglesia de Santa María, primera sede de la Exposición. 
                                                                                   

La bella iglesia románica de Santa María, llamada la Mayor por ser la parroquia matriz de Arévalo, fue construida entre finales del s. XII y principios del XIII. Tiene una sola nave, un precioso ábside semicircular y una torre que se eleva sobre un arco de la muralla, y que es la mas alta de la ciudad.

En el interior está la primera parte de la Exposición de las Edades del Hombre, llamada este año CREDO.

Al entrar en la iglesia nos encontramos con un conjunto de pinturas medievales en la bóveda del ábside, como es el Pantocrator o Cristo en Majestad,
                                                                     

 y bajo él, en la cornisa, una cenefa de rostros humanos, característicos de la zona, que han inspirado al artista Eduardo Palacios para diseñar el cartel anunciador de la exposición.
                                                                       

Pinturas, todas del s. XIV, sobre la vida de Cristo, y esculturas entre las que cabe destacar la "Alegoría de la Fe" de Mariano Benlliure, procedente de la Catedral de Cuenca, de estética clasicista y simbólica.
                                                                       

La siguiente sede estaba en el otro extremo de la Plaza de La Villa, en la Iglesia de San Martín.                                                                                              

La iglesia de San Martín fue construida entre los s.s. XIII y XIV, por el linaje de los Tapia, para su reposo eterno, y para sus juntas, pero ha sido remodelada y restaurada a lo largo del tiempo transcurrido desde su fundación.

Fue parroquia hasta 1.911, en que perdió su función religiosa, siendo en la actualidad un centro cultural, donde se ha instalado una de las sedes de la actual exposición de las Edades del Hombre.

En su costado occidental se conserva la única galería porticada de la provincia, pues la de San Vicente, en Avila, es posterior, al menos de un siglo.

                                                                                                                                              
Otros elementos arquitectónicos destacables son sus dos "torres gemelas", únicas en Arévalo. Las dos tienen planta cuadrada, aunque desigual altura y decoración, la mas baja es llamada Torre de los Ajedreces, debido a la espectacular decoración de dameros que presenta en su parte superior, mientras que la torre mas alta o Torre Nueva tiene en el cuerpo superior, como troneras, dos arcos doblados.

En el interior bajo el título de "Creo en Dios Padre" se exhiben pinturas, esculturas, tapices y pequeños objetos, para ilustrar este título. No puedo reseñar todas las maravillas que hay en esta iglesia, pero destacare una pila bautismal de alabastro, gótica, con pie renacentista, que recibe al visitante


un precioso tapiz de del s. XVII, cuyo autor es Jan Earth, de la serie "Génesis", procedente del Museo Catedralicio de Burgos, un bello relieve, de Francisco de Juli, de 1.553, que viene de la Colegiata de Villafranca del Bierzo
                                                                     

un San Juan Bautista de Luis Salvador Carmona, destacado escultor del s. XVIII, perteneciente a la escuela castellana de imaginería.
                                                                 

En escultura moderna, que supone la vigencia del interés por los temas propuestos por la exposición, respecto a la Fe, hay en esta sede dos esculturas que representan a Adán y Eva, del escultor Juan Bordes, de 1.986, que vienen del Museo de Escultura de Leganés.

                                               

También sorprende, una escultura cubista, de Pablo Gargallo, "El Profeta" la mas importante, seguramente de su autor, que procede del Museo Pablo Gargallo de Zaragoza, de gran vigor expresionista.
                                                             

Otros muchos objetos, algunos procedentes de culturas alejadas de nosotros como Japón, China, India se exponen en la Iglesia de San Martín, todos relacionados con la linea conductora de la exposición.

Después de acabar esta visita, bastante extensa, por cierto y eso que la habíamos dividido en dos días, continuamos con el recorrido de los permanentes monumentos de Arévalo, entre los que sobresale su castillo.                                                                       


Situado en las afueras del pueblo, el castillo de Arévalo está ubicado en un altozano, en la confluencia de los ríos Adaja y Arevalillo que le servían de foso, lugar que ya había ocupado un castro íbero  y una fortificación musulmana.
                                                                                
                                                                              
Su construcción, como torre de vigilancia incluida en las murallas, se remonta al s. XIV; fue mandado reconstruir, en el s. XV por don Alvaro de Zuñiga, del cual paso al Condestable de Castilla, don Alvaro de Luna, favorito del rey Juan II de Castilla. Al caer en desgracia y ser decapitado, el castillo de Arévalo paso a los Reyes Católicos, siendo reformado por Fernando el Católico, que consciente del valor estratégico de Arévalo, lo convirtió en una fortaleza artillera, dotándolo de troneras y baluarte defensivo.


 Ilustres residentes en el castillo fueron Isabel, la Católica, que vivió en él con su madre, y Beatriz de Portugal, esposa de Juan I y reina de Castilla.

Prisioneros ilustres también, vivieron en el castillo, como Blanca de Borbón, única esposa legitima de Pedro I de Castilla y repudiada por él, a los pocos días del enlace y Guillermo de Nassau, príncipe de Orange.

El castillo fue construido en piedra caliza con aditamentos y remates de ladrillo, en el s. XIV, para ser reformado en los s.s.XV y XVI, lo cual es perfectamente visible, cuando se lo contempla.
                                                                              

Recientes excavaciones, cuando fue restaurado en 2.005, han dejado al descubierto algunas comunicaciones del castillo con el exterior., como esta que muestro en la fotografía.

 

En el s. XIX se aprovecho como cementerio.

Tras haber sido arruinado durante la Guerra Civil, paso a pertenecer al Ayuntamiento de Arévalo, que lo cedio al Ministerio de Agricultura, con la condición de que se usara como silo de cereal. En la actualidad ha pasado al Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino. y es usado como centro de reuniones, y para las visitas turísticas.

El interior se ha transformado casi totalmente, solo quedan del original la estructura en tres pisos, y la estructura semicircular de la torre del homenaje.

Tiene forma de pentágono, con torres redondas en los ángulos y garitas de vigilancia.

Acompañados de una simpática guía, visitamos todo el interior del castillo, donde se rememora la posible residencia de Isabel la Cátolica, con su hermano Alfonso y su madre Isabel de Portugal, que fue recluida por su marido, el rey, cuando dio inequívocas muestras de demencia.
                                                                        
                                                                               
Tambien se muestra una de las estancias como posible habitación de Blanca de Borbón, que como sabemos estuvo encarcelada en el castillo.   


En el último piso hay un pequeño museo dedicado a los cereales, antes de pasar a la explanada de la torre del Homenaje, desde la que se tiene una completa vista de la ciudad, y sus muchas torres.

                                                                              
 Interesante y bonita visita del castillo de Arévalo, que vale la pena.

Después nos fuimos a comer con mis hijos y nietos, que viven en Madrid, y habían acudido a reunirse con nosotros, ya que desde ambas poblaciones solo se tarda una hora en coche.

Comimos en el restaurante mas antiguo de Arévalo, cuando solo existía ese establecimiento, y que sigue dando muy bien de comer. Tomamos cochinillo asado que es una de las especialidades de la zona y que nos dejo bien satisfechos. Después de un rato de tertulia y paseo, ellos se fueron de vuelta a Madrid y nosotros recorrimos algunos otros lugares de los muchos que tiene Arévalo, como el puente de Medina, sobre el río Arevalillo, del s. XIV, una de las obras civiles mas destacables de la localidad.

Sobre él hubo una puerta de la muralla y un torreón, de los que quedan restos.

Este gran puente fue construido en ladrillo, y era el punto de unión entre el exterior de la muralla y el castillo.
                                                                            




                                                                                    

Para llegar al puente hay que pasar por el Arco de Medina, también conocido como Puerta de Medina, del s. XVIII, acceso principal a Arévalo por el lado occcidental.



Todavía teníamos que visitar otra de las mejores iglesias de Arévalo, que aunque fuera de la Exposición de las Edades del Hombre, forma parte del patrimonio de la ciudad, como un representante del estilo mudéjar, tan presente en la ciudad, la iglesia de San Miguel.

La iglesia de San Miguel de cuya fabrica original, quedan los muros exteriores, la cabecera, y la torre desmochada es de mampostería con verdugadas de ladrillo.
                                                                             

 En el interior tiene un precioso retablo debido al taller del maestro Marcos Pinilla, realizado entre 1.507 y 1.509,


que preside, en el centro la imagen de su patrón, San Miguel.

                                                               
Después de esta, casi, exhaustiva visita a Arévalo, nos tomamos un descanso sentándonos en la terraza de nuestro hotel a tomar una copa.

Toda la jornada había sido variada y gratificante, y habíamos podido comprobar las grandes restauraciones y puestas en valor de este lugar tan importante para la historia, y para el disfrute de sus habitantes y visitantes.