
Era nuestro último día en Guayaquil y en Ecuador, ya que por la noche cogíamos el avión de vuelta a España y a Oviedo.
Había que aprovechar el día.
De las diversas fundaciones de Guayaquil, la que mas se resalta, hoy día, es la Francisco de Orellana, a la cual rinde honores la ciudad, con un monumento cercano al Cerro Santa Ana


Avanzamos, pues, por la conocida Avenida 9 de Octubre; mientras circulábamos, lentamente, alrededor del Parque Centenario, contemplando la columna de mas de 10 m de fuste y las estatuas mitológicas que guardan las cuatro esquinas de la plaza, íbamos recibiendo información, prescindible, por poco interesante, sobre su significado.

Nos dirigimos, seguidamente a visitar la Catedral Metropolitana, dedicada a San Pedro, situada en el centro de la ciudad.

La actual catedral data de 1.948; es de estilo neogótico, con tres naves que se alzan sobre pilares que se cruzan en lo alto de las bóvedas, formado ojivas. Tiene espaciosos ventanales con vidrieras, y un altar de mármol.
Me llamo la atención ver, en la pared lateral derecha del templo, un altar dedicado a uno de nuestros recientes santos: Monseñor José Mª Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei.

En la otra pared lateral, el altar está dedicado a una venerada santa ecuatoriana.
Después de recorrer despacio este gran templo, salimos al jardín de enfrente llamado Parque Seminario o Parque de las Iguanas.
En él conviven la estatua ecuestre de Simón Bolívar, un precioso quiosco de música, en hierro forjado,



Después de recorrer la plaza y hacer cábalas durante un interminable rato, a alguien se le ocurrió que la desaparecida se hubiera extraviado en la iglesia y sin vernos, ni buscarnos, hubiera vuelto al hotel.
Eso era, precisamente, lo que había ocurrido. En algún momento L. se había separado del grupo, y sin vernos, ni buscarnos, había procedido de manera drástica a coger un taxi y volver al hotel. Y nos había dado un susto, si señor.
Pequeño incidente de una hora mas o menos que fue solventado por uno de los guías, yendo al hotel por ella.
Continuamos la visita en el Malecón Simón Bolívar o Malecón 2000, que ya conocíamos del día anterior.
En el Hemiciclo de la Rotonda, recuerdo en mármol y bronce de la misteriosa "Entrevista de Guayaquil", entre José de San Martín y Simón Bolívar, de la cual no salio ningún acuerdo, ni una gran federación de toda la parte que había administrado España durante 300 años, como deseaba este último, pero que sin embargo es conmemorada tan vistosamente, empezamos la detallada visita.

Desde allí se tiene una magnifica vista del recuperado río Guayas, en cuanto a limpieza de sus margenes, que frecuentan las aves y supongo que también los peces.

El Malecón es un pilar histórico de la ciudad, que se expandió desde él, y en sus comienzos tuvo un importante desarrollo; después del traslado del puerto de Guayaquil a su nueva ubicación mas al sur, toda la zona portuaria fue abandonada y sufrió una intensa degradación, con aumento de la marginalidad y la delincuencia. Desde el año 1.999 se han emprendido grandes obras, que han transformado toda la zona y han convertido a Guayaquil en una de las mas bonitas y prosperas ciudades del país.

Precisamente en lo que mas nos detuvimos fue en el jardín de plantas.


El ceibo es un árbol del bosque seco tropical. Llega a ser gigantesco, ayuda con sus enormes y fuertes raíces tablares a fijar el suelo, a estabilizar y controlar la erosión de la tierra. Puede almacenar agua en su tronco, en época de lluvias y filtrarla al suelo en etapa de sequía.
Su proceso de crecimiento puede durar hasta 100 años; para protegerse durante su, digamos época juvenil, que puede durar un cuarto de los 150 años de vida que suele tener, su tronco esta enteramente recubierto de espinas cónicas, fuertes y gruesas.
Después de protegerse de esta forma, acaba ensanchando mucho el tronco, que puede llegar a convertirse, años después, en madriguera de diferentes mamíferos.
El ceibo del jardín del Malecón era todavía muy joven; su tronco era bastante delgado y completamente cubierto de espinas.
Hay en el jardín muchas flores que le dan gran colorido

El Palacio Municipal o Cabildo de Guayaquil, es la sede de la Municipalidad y del Alcalde de Guayaquil. Está edificado sobre la antigua Casa Consistorial o Cabildo Colonial, que fue demolido en 1.908, durante la epidemia de peste bubónica que asolo la ciudad.

El Palacio de la Gobernación que está en la siguiente manzana, fue también encargado y proyectado en los mismos años que el Palacio Municipal; es formalmente diferente, tiene mas aspecto neorenacentista, pero muy parecido en cuanto a volumen.

En la misma calle se eleva el monumento al mariscal Sucre, que tanto intervino en la Independencia de Guayaquil.
Al final del malecón se llega al solar fundacional de Guayaquil, el Cerro Santa Ana, llamado antes Cerrito Verde.

Estos escalones y la fantástica vista de Guayaquil, ya lo habíamos hecho la tarde anterior; ahora subimos a una altura media, desde donde ya hay una buena vista de la ciudad, para bajar seguidamente y recorrer el Barrio Las Peñas, que esta en la base del Cerro Santa Ana.
El Barrio Las Peñas es el mas antiguo de la ciudad; esto no quiere decir muy, muy antiguo, pues como ya he relatado, Guayaquil ha tenido, tanto pavorosos incendios, que la dejaron practicamente en cenizas, como epidemias y pestes, que necesitaron de traslados y movimientos diversos.
Así que las casas de este barrio datan de poco mas de cien años. Sin embargo, sus caracteristicas formales y estructurales son muy parecidas a las mansiones de los s.s. XVIII y XIX.
Hasta hace algún tiempo era un barrio abandonado, solo quedaban en él algunos artistas; pero en los últimos años ha sido rescatado, para convertirse en uno de los mas interesantes núcleos turísticos de la ciudad.
Aquí vivieron personajes ilustres de la historia del país y de la ciudad, como los presidentes de la República: Robles, Tamayo, Arosamena, Baquerizo Moreno, Eloy Alfaro..., escritores, músicos, pintores, etc. También fue cuna de industriales, marineros y un largo etc. de gentes de la ciudad.
Al pie del cerro está el pequeño bastión llamado La Planchada, donde vivió el poeta ecuatoriano Numa Pompilio Llona, que da nombre a una de las calles mas típicas.
Las casas restauradas, hoy día, son muy atractivas y bonitas y conforman, con su unidad, un lugar soberbio, por el hicimos un paseo encantador.

Todavía hicimos una visita, esta vez desde el autobús, a la zona moderna, el barrio residencial de Samborodón, cercano al Estero Salado, de gran expansión.

Volvimos al hotel pasando al lado del Cementerio de Guayaquil, conocido también como la Ciudad Blanca, declarado Patrimonio Cultural Nacional en 2.003.
Su perímetro, al lado del Cerro del Carmen tiene forma de trapecio. Fue inaugurado en 1.843, y es considerado como uno de los mejores de América Latina, en su genero.
Es un legado cultural que posee estatuas y relieves realizados por artesanos locales y extranjeros. En conjunto es como una ciudad, con calles, avenidas, caminos, escaleras y con un gran muro, que lo aisla del bullicio ciudadano
Fue ese muro y algunos mausoleos que sobresalían por encima de él, lo que pudimos ver desde el bus.
Pasamos algunas horas en el hotel, preparando la marcha, disfrutando de la tranquilidad y buen servicio del bar, donde tomamos unos bocadillos.
Por último nos trasladamos al aeropuerto. Aquí tuve ocasión de comprobar cuanto incomodan los terroristas en el mundo, pues después de algunas amenazas de bomba del género, y tras facturar el equipaje, tuve que ir a un enorme angar, donde la policía revisaba algunas maletas elegidas al azar, entre las cuales toco la mía.
Después de un examen minucioso del equipaje, pude embarcar sin mas contrariedades.
El viaje a Ecuador había concluido. De un país, casi desconocido para mi, había resultado un maravilloso viaje, que he tratado de describir en estos capítulos, para mis recuerdoss y para el que pueda interesarle.
Espero que os haya gustado.
Hasta el próximo, gracias por la atención que me habéis prestado.
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