
El mes de julio pasado seguimos el proyecto, comenzado el verano anterior con el viaje a La Palma, de visitar y, en su caso, conocer todas las islas Canarias; en esta ocasión la isla de El Hierro.
Era nuestra primera visita, e íbamos con la consiguiente expectación, que no nos defraudo, por cierto.
Era finales de julio y los temblores, precursores de la erupción del volcán submarino, ya habían empezado, pero tengo que decir que no se notaba en absoluto, solo lo advertían los sismógrafos.
Pasados unos meses la erupción ha empezado y creo que en estos momentos continua, algunos días mas que otros, produciendo el consiguiente trastorno en la isla.
Desde un punto de vista volcánico es una erupción de baja intensidad, pues no creo que vaya a salir ningún islote, solo provoca gases, trozos de magma y escoria.
Para
La Restinga, pueblo costero que está enfrente de la erupción, es un desastre, no solo por las incomodidades que ha producido a la población, que ha tenido que ser evacuada mas de una vez, sino que, por el momento, sus medios de vida, que son la oferta del deporte del submarinismo, y la pesca, están vedados.
Volviendo a nuestro viaje, en principio pensamos en ir en el ferry con el coche, desde Tenerife, donde estábamos pasando el verano, pero eso que a primera vista puede parecer fácil, no lo es. No hay servicio todos los días de la semana y el horario no es bueno, pues solo hay un viaje al día, desde Tenerife, y al caer la tarde, de tal manera que se llega pasadas las nueve.
Bien, pues lo conveniente resulto ser ir en avión.
Salimos temprano, y después de cuarenta minutos de vuelo, estábamos en el aeropuerto del Hierro, cerca de la capital Valverde
y su puerto,
La Estaca.

El tiempo era magnífico, y así continuo los tres días de nuestra estancia. Habíamos oído hablar de las nieblas del Hierro, que a veces son muy densas, e impiden la visibilidad, pero como digo, no fue nuestro caso.
En el mismo aeropuerto alquilamos un coche, practicamente la única manera de moverse por la isla, y de allí fuimos al Parador, que teníamos reservado.
El Parador de Turismo está en la parte de la isla llamada Las Playas, lugar bellísimo, y reservado, pues la carretera que lleva hasta él, acaba allí, y para llegar hay que pasar por un túnel excavado en la montaña, por el que solo puede circular un coche, circulación que esta regulada por sendos semáforos, en ambos lados del túnel.
El Parador está al borde del mar, desde la habitación se oye el incesante rumor de las olas, y se ve la costa y la inmensidad del océano. Una maravilla.
Es un bonito edificio, con rincones agradables de sabor canario, plantas, fuentecitas y sobre todo el mar, tan cercano.

Antes de pasearnos por la isla, sepamos un poco de ella.
El Hierro es la mas pequeña, meridional y occidental de la Islas Canarias. Fue declara, en 2.000, Reserva de la Biosfera, por la Unesco.
Es la de formación mas reciente del Archipiélago, con la mayor cantidad de volcanes.
Goza, como todo el Archipiélago canario, de un clima excelente, durante todo el año.
Tiene una muy accidentada geografía, atravesada de oeste a este por una cadena de montañas, que forman una linea dorsal, siendo su mayor altura el pico de
Malpaso (1.501 m.),
que desciende hasta la costa en abruptas laderas, acabadas en enormes acantilados de mas de 1.000 m. de altura, que ocupan el 90% del litoral.
Hay muy pocas playas de arena, mayormente pequeñas calas de difícil acceso. Para el baño se utilizan los entrantes de mar y piscinas naturales, algunos acondicionados, con facilidades como escaleras y puentes, como pudimos ver.
Por su forma se la compara con una bota, y también con la y griega.
Entre sus accidentes geográficos, todos espectaculares, el mas impresionante es el
Valle del Golfo, producido tras un deslizamiento de parte de la isla, durante su formación.
Son también a destacar la
Punta de la Restinga, enfrente y cerca de la cual se está produciendo la erupción submarina, en estos días, y punto mas meridional de España, y la
Punta de Orchilla, punto mas occidental de España.
Fue considerada como la isla del Meridiano Cero, citada como tal por Ptolomeo, hasta el año 1.884 en que los ingleses se lo llevaron a Greenwich.
Su población es de cerca de 11.000 habitantes, habiendo tenido siempre dificultades demográficas, por la escasez de agua, y las penurias económicas.
El Hierro era desconocido para el resto de los habitantes del Archipiélago, por la falta de comunicaciones entre las las islas. La población que allí habitaba, antes de la llegada de los españoles, era como en las demás islas, de origen bereber, y aunque, sin duda, habían llegado atravesando el mar, desconocían el arte de la navegación. Vivían en cuevas y se dedicaban al pastoreo y a una primitiva agricultura. Según parece se llamaban a si mismos
bimbaches.
El rey
Enrique III de Castilla comenzó, en 1.402, la colonización y evangelización, empresas siempre unidas en la época, de Canarias, contratando y enviando al navegador, comerciante y mercenario,
Juan de Bethencourt para cumplir el objetivo, con apoyo y financiación, en la que también intervenía la Santa Sede, que promulgo varias Bulas a tal efecto.
Los aborígenes ofrecieron poca resistencia, al contrario que en otras islas del archipiélago, y, sin grandes disturbios, pronto fue incorporada a la Corona de Castilla.
En su segundo viaje a América, Colón hizo una escala de dos semanas largas, en El Hierro, para aprovisionarse de víveres y agua y esperar la mejora de los vientos alisios.
En el s. XIX, los sucesivos gobiernos utilizaron algunas de las islas como Fuerteventura y El Hierro para el destierro de políticos, militares y liberales. La cárcel, que se suponía para estos desterrados, fue beneficiosa para los habitantes de la isla, pues de esta forma fue a parar allí el primer médico que hubo en la isla, Leandro Pérez, que, entre otros servicios, comprobó las propiedades curativas del Pozo de la Salud, del que hablaremos mas adelante.
Mientras tomábamos posesión de la habitación, con vistas al mar, en el Parador, se había hecho la hora de comer. Así que nos fuimos a Valverde para cumplir con esta agradable ocupación, y visitarlo.
Valverde, capital de la isla, con unos 2.000 habitantes, esta situado a 600 m de altitud, completamente colgada en un acantilado; es la única capital insular que no está en la costa.

Esta altura hace que con frecuencia este cubierta por las nubes que traen los vientos alisios, siendo su clima húmedo.
Su nombre completo es
La Villa de Santa María de Valverde, desde la conquista en el s. XV, y hace alusión a la laurisilva que cubría los parajes, y casi toda la isla, antes de ser convertida en pastizales.
Vista desde fuera ha perdido casi todo su sabor colonial, que conserva, sin embargo, en su pequeño casco antiguo, con calles típicamente canarias.

Lo mas sobresaliente, como monumento, es la
Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Concepción, s. XVIII, con fachada en blanco y negro, de piedra de lava y cal, como es muy característico de las construcciones antiguas en las Islas Canarias.

Dentro de la iglesia hay una talla de la Inmaculada Concepción, patrona de Valverde, tambien del s. XVIII, que preside el altar mayor,

un notable púlpito de madera tallada,y algunas otras tallas y retablos, de fuerte sabor colonial.

Por encima de la Iglesia de la Concepción se encuentra el Ayuntamiento, en una grande y bonita plaza rodeada de balaustradas, que hace de mirador, ya que desde allí se ve el mar.
El Ayuntamiento, tiene un imponente edifico de principios del s. XX, ya que el anterior se quemo en un pavoroso incendio en 1.886, que destruyo todo el archivo de la isla, que se conservaba desde 1.553.

Comimos en un restaurante del casco antiguo, con comida abundante, buena y barata.
Seguimos a continuación hacia el
Mirador de La Peña, en el mismo municipio de Valverde.
Desde él se puede disfrutar de uno de los mas espectaculares paisajes de la isla.

Situado en el risco de Tibajate, a unos 700 m sobre el nivel del mar, es obra del arquitecto lanzaroteño César Manrique, que, como es habitual en sus trabajos, respeta los materiales tradicionales, obteniendo una obra integrada en el paisaje.

Ha sido declarado Bien de Interés Cultural en 2.001, por el Gobierno de Canarias, con categoría de monumento.
El mirador consta de diversos niveles, desde los que disfrutamos de las excepcionales vistas del
Valle del Golfo, los
Roques de Salmor y las cumbres herreñas, y donde estuvimos un buen rato.
Una de las mayores ofertas en el Hierro es el senderismo, perfectamente señalado, por dondequiera que se vaya; y eso fue por lo que continuamos, en nuestra primera tarde.
Con la intención de conocer una de las leyendas de la isla, fuimos en el coche hasta el pueblo de San Andrés, del que parte la Ruta del Agua, para llegar hasta el
Garoé, nombre indígena para Árbol Sagrado.
Esta ruta totalmente señalizada, la mayor parte por pista de tierra, va informando, por medio de pequeños paneles, de noticias escritas sobre el árbol sagrado, desde la época de la conquista, hasta mas recientes, de poetas y novelistas.
Por poner dos de los relatos sobre el mítico árbol, copiare lo que escribió, en el s. XVI, el cronista de Indias Iñigo López de Gomara:
"El Hierro, según
la opinión de muchos, es la Pluitina, donde no hay otra agua, sino la que destila un árbol cuando está cubierto de niebla, y se cubre cada día por las mañanas: rareza admirable del natural"
y un siglo mas tarde, en 1.678, otro historiador, José Martinez de la Puente.
"La isla del Hierro ..., en ella no había agua, ni pozo; y la Providencia Divina (que a nada falta) ordeno que sobre un árbol muy copado que estaba en ella siempre verde (y lo que es mas sin crecer, ni envejecerse, llamado Til, todos los días al amanecer se ponía una niebla, a manera de nube alba, que le cubría de rocío, y se destilaba por las hojas agua dulce muy buena, que llenaba un estanque que, dispuesto a propósito al pie de él, para cogerla, de donde bebían todos los hombres y ganados de la isla... Este árbol Til, duro así mas de 3.000 años, hasta el de 1.626 de nuestra Redención, que le arranco un gran temporal..."
En efecto, en 1.610, el cronista se equivoca en unos cuantos años, un gran temporal arranco el Til, que no fue sustituido por otro ejemplar de la que se supone era su especie, (
Ocotea Foetens), hasta 1.949.

Caminamos pues unas cuatro horas largas, entre ir y volver, por un país de montañas bajas, en el que, como en otras partes de la isla se veían las antiguas cercas de piedra de las distintas fincas, hoy abandonadas, casi todas.

El sendero atravesó también un denso bosque de pinos, del cual me llamo bastante la atención que los arboles estaban enfermos. Tenían un aspecto decrépito, unos mas que otros, pero en general todos estaban afectados seguramente por un parásito, no sé si animal o vegetal.
Por fin llegamos al Árbol Sagrado, llamado
Garoé, por los nativos bimbaches.

No es raro que lo consideraran sagrado, ya que era la única fuente de agua dulce de la dispusieron.
Los vientos alisios se quedaban suspendidos en esa zona de lomas suaves y destilaban el agua por el mítico árbol.
Siempre que se ve algo sagrado impresiona, aunque sea una reproducción del original.
El lugar donde está ubicado, predispone a la sensación de que se está en un santuario.
La humedad es enorme, y en las pozas de agua que se forman, hay musgos, plantas acuáticas y mucho verde.

Volvimos hasta el coche.
Después de la caminata teníamos ganas de descansar.
El aperitivo y la cena en el acogedor Parador, fueron muy agradables.