
Visitábamos a una amiga, viuda de uno de los mas entrañables amigos de C., que nos había invitado a una cena, con unos cuantos amigos, en su casa.
Su amabilidad y disposición hizo que también nos hospedáramos en su casa. Así pudimos convivir un poco con ella y con sus tres hijos, niños cercanos, aunque no todavía, a la adolescencia, la época, quizás en que los niños, todavía dan todo lo que tienen, que es mucho, y se muestran cariñosos y curiosos con las novedades, entre las cuales estábamos nosotros.
Conozco Burgos, podría decir, desde tiempo inmemorial. Una de mis amigas de la infancia vive allí, al haberse casado con un burgalés, y la he visitado en numerosas ocasiones.
Mi hijo mayor hizo el servicio militar, que entonces existía aun, en un cuartel de Burgos y allí juro bandera.
Mientras preparaba una peregrinación, con otros militares, a Santiago de Compostela, en bicicleta, tuvo un accidente, la rotura del hueso cúbito, por lo que tuvo que ser operado y hospitalizado, en el Hospital Militar de esa ciudad.
En fin, no sigo con esos hechos y otros, acaecidos, algunos, hace bastantes años, porque supongo que serán de poco interés, pero sirve de introducción, para decir que conozco bastante bien la ciudad.
En años mas recientes, y como ha pasado con todas las ciudades y pueblos de España, ha mejorado notablemente y, hoy es una ciudad que ha puesto en valor, como les corresponde, las muestras de su glorioso pasado.
Es una ciudad muy bonita, con un gran paseo que recorre el cauce del río Arlanzón, de lado a lado, rodeado de arboles y parques.


Los restos allí encontrados, de espécimenes muy antiguos, pertenecientes a la primera oleada, desde África, del hombre de neanderthal, que supone la primera población humana en Europa, ha requerido un nuevo nombre para la especie: Homo Antecesor.
Pero esta vez me referire, solamente, a las dos visitas que hicimos en este viaje: la Cartuja de Miraflores y el Monasterio de las Huelgas.
Llegamos a Burgos a la hora de comer en un frío día de diciembre, mientras lloviznaba. Fuimos a un buen asador en la zona del Hospital del Rey, que hoy día alberga la Facultad de Derecho y el Rectorado de la Universidad de Burgos.
Dimos cuenta de un menú muy típico de Burgos, una tapita de morcilla, lechazo acompañado de ensalada de lechuga, y queso de Burgos con dulce de membrillo como postre, todo ello rociado con un buen tinto de Ribera del Duero.
Teníamos varias horas antes de reunirnos con I., que estaba ocupada en sus quehaceres, y pensamos en visitar la Cartuja de Miraflores.
Hace muchos años ya habíamos estado por allí, pero tengo que decir que no me acordaba apenas; solo tenia el recuerdo de que era un gran monumento.
Tuvimos la suerte de verla nosotros solos; en diciembre el turismo casi brilla por su ausencia en estos parajes fríos, solo al final de nuestra visita apareció un autobús, con los sufridos usuarios del Imserso, que no se dejan impresionar por el termómetro.
Bien, pues hacia allí enfilamos, ya que la Cartuja está en el lado opuesto al Hospital del Rey, en el oeste de la ciudad, a unos 3 km del centro.
El conjunto monástico se encuentra en lo alto de una loma entre arboles, en el Parque de Fuentes Blancas. Qué bonito estará cuando llegue la primavera! Ahora los arboles desnudos, hacían juego con el tiempo gris.
En el año 1.441 el rey Juan II, hizo donación de su palacio de caza a la orden de los cartujos, que allí se instalaron. Un incendio, en 1.452, destruyo el palacio.
En 1.453 se decidió hacer un nuevo edificio, que es el que vemos hoy día. Las obras se prologaron hasta 1.484, concluyendose durante el reinado de Isabel la Católica.
El resultado es una joya del estilo gótico tardío, en el cual destaca la iglesia, con portada en estilo gótico isabelino, decorada con los escudos de los fundadores.


Podría uno pasarse horas mirándolo y apreciando sus detalles.

Colocado en el centro de la nave, delante del Altar Mayor, está el fastuoso sepulcro de Juan II y de su esposa Isabel de Portugal, padres de la reina Isabel, en forma de estrella de ocho puntas, realizado en alabastro, con las esculturas de los reyes y decorado con profusión con personajes del antiguo y nuevo Testamento, además de los escudos reales.

El infante esta arrodillado en actitud orante, mirando al altar

Los sepulcros, así como toda la cartuja han sido restaurados recientemente, en 2.006, y los recuperados restos pueden descansar en paz.
Los dos monumentos funerarios son dos joyas de la escultura del gótico tardío.
Antes de entrar en la nave de la iglesia se halla la estatua barroca (1.634), realizada por el escultor Manuel Pereira, de san Bruno, canónigo, catedrático, y posteriormente ermitaño y fundador de la orden contemplativa de los cartujos, en el año 1.084, extendida por varios países de Europa, la mayor en austeridad de todas las ordenes religiosas.
También hay que destacar el Coro, compuesto por cuarenta sillas en nogal realizadas en 1.489, por el ebanista Martín Sánchez, con todos los respaldos de los asientos diferentes.

Por la puerta situada a la derecha, se pasa a la exposición, inaugurada en marzo del año pasado, "El esplendor cartujo. De lo bello a lo divino", que muestra los tesoros patrimoniales de la comunidad de monjes cartujos de Miraflores, dentro de la inauguración de las obras de restauración realizadas en la Cartuja, que puede ahora mostrar muchas de sus riquezas, antes ocultas, en mal estado, tapiadas etc.

Allí nos detuvimos un buen rato. La tranquilidad, ya que estábamos solos, y los tesoros expuestos, invitaban a contemplarlo despacio.
Preciosa visita esta que habíamos hecho.
Volvimos a la zona del Hospital del Rey, ya que nuestra amiga vive por allí, y pronto nos reunimos con ella. Fuimos a su casa y pasamos un buena velada charlando con ella y los niños.
El Monasterio de las Huelgas, que visitamos al día siguiente lo dejaremos para otra entrada.