
Después del desayuno hice una hora de paseo. El día no era esplendido, pero se podía caminar sin mojarse y sin ser arrastrado por el viento.
Otro rato transcurrió en la red, mientras C. estaba en la "biblioteca", pequeña salita adecuada para ese fin, leyendo no un libro de la misma, sino uno suyo.
Me temo que dicha biblioteca estaba surtida con los pocos volúmenes que los pasajeros van dejando al azar; o los olvidan, o quieren desprenderse de ellos.
No hay revistas de actualidad económica o social, o de cualquier otro tema; en resumen allí no hay nada interesante.
También, este día, había los consabidos entretenimientos, pero hace mucho que no tengo edad de guardería, y tampoco me servían.
A la hora de la comida


En primer lugar, nuestro "embajador internacional", el morenito colombiano que ya nos había recibido el primer día, nos dirigió un saludo de despedida, y nos anunció, con gran entusiasmo que la compañía de nuestro crucero iba a poner en el mar, próximamente, un buque de ensueño, en el que cabrían mas de 5.000 pasajeros.
Un angel (helado) paso por encima de nuestras cabezas.
Creo que el sentir general era que ir con mas de 3.000 personas en la "pajarera dorada" era ya suficienteeeee...
Tuvimos una sorpresa interesante pues antes de la copa, se nos ofreció un concierto de guitarra a cargo de uno de nuestros compañeros, M.
Este maestro, de nacionalidad mejicana era un hombre agradable, de maneras muy educadas, que resulto un gran concertista, acostumbrado a giras mundiales.
Su guitarra, según me contó, la había mandado hacer en España, en Granada, donde son especialistas en ese arte.
Interpreto con mucho gusto, varias piezas clásicas.
En la cena el cocinero se esforzó, y esfuerzo había que hacer para dar de comer a tanta gente al mismo tiempo, y que saliera bien. El menú fue bueno. Tuvimos ocasión de tomar otra vez langosta, abundante en esos mares que habíamos recorrido.

Nos despedimos de los camareros que nos habían atendido durante las cenas: el principal R., rumano, y su ayudante O., panameña, los dos muy eficaces.
Despues de la cena nos fue anunciado un desfile temático; se había escogido como motivo decorativo los mares del Sur. La Promenade estaba adornada con articulos étnicos.
Los chicos que habíamos visto, días antes, patinando diestramente, se habían disfrazado de hawaianos y tahitianos, como si del carnaval se tratase y al son de una música a todo decibelio marcharon por el paseo central; hubo, incluso humo, pero no se atrevieron con fuego artificiales.

Al día siguiente estaba amaneciendo cuando llegamos al muelle, ya conocido.
Largas filas de futuros pasajeros llenaban el hangar de los controles, para hacer el "maravilloso viaje exclusivo".
Se veía entre la bruma de esa hora el "skyline" de los rascacielos de Nueva York, el puente Verrazzano, el puente de Bbrooklyn en la lejanía y más cerca la estatua de la Libertad.

Con el deseo de haberos entretenido algun ratito, os saludo y digo adios... hasta el próximo viaje.
Im-pre-sio-nante. El cocinero, un escultor frustrado. El carnaval, si no me dicen que es en un barco, ni me lo creo. Muy bonitas las fotos de NY.
ResponderEliminar¿Cuál es el próximo?
Besos