
La dirección de la expedición había decidido que desayunaramos durante el viaje. El motivo era mostrarnos un famoso establecimiento "El Café de la Vaca", muy en boga en estos momentos, que empezó como un mesón para camioneros y ahora se va extendiendo, y ya tiene cuatro restaurantes, todos mas o menos cercanos a Quito.
Nosotros paramos en Cayambe, al lado de la carretera Panamericana Norte, que nos quedaba de camino hacia Otavalo.

Bien, pues llegamos al Café de la Vaca, instalación muy agradable, donde nos dimos un opíparo desayuno americano, versión ecuatoriana: un gran zumo a elegir entre diversas y desconocidas frutas, allí las naranjas, cuyo zumo prefiero, escasean, de hecho, no recuerdo haber visto ninguna; escogí un zumo de naranjilla, que no se parece nada al de naranja, es mas ácido, el parecido solo está en el nombre.
También hubo café, chocolate, huevos con jamón de york, queso y orégano, original de la casa; lo mas rico fue la bollería, tanto el pan, como los bollos y sobre todo unos bizcochos de la zona, llamados de Cayambe, que son verdaderamente deliciosos. Nos contaron que fueron los misioneros españoles, poco después de la conquista, los que enseñaron a los nativos a hacerlos.
Ahora contribuyen a la prospera economía del pueblo, pues hay numerosas fabricas de este producto, además de lugares donde degustarlos y comprarlos.
Otro de los manjares que nos ofrecieron fue queso tierno, poco curado, que también se produce en la zona, y nata de leche para untar el pan o los bollos. Todo riquísimo, como se puede deducir.
Una vez repuestos de la primera parte del viaje, seguimos por la Panamericana, hasta llegar a Otavalo. Fuimos dando vueltas y mas vueltas, contemplado un paisaje muy montañoso, y desolado.

Por el camino se iban divisando, a lo lejos, algunos de los volcanes de la zona, como el Nevado Cayambe (5.790 m), a cuyo pie está la ciudad de los bizcochos, del cual Humbolt, tras su visita a Ecuador, escribió: "Esta montaña puede ser considerada como uno de los monumentos con los cuales la Naturaleza ha hecho una gran diferencia en la Tierra"
Poco después llegamos al Lago San Pablo. Paramos unos minutos para contemplar el lago, a considerable distancia. Lo que estaba cerca era una tienda por la que había que atravesar para llegar a la terraza, desde la que se veía el lago, acompañada de un mercadillo de objetos, supuestamente, artesanales.
El lago, de origen volcánico, está a los pies del lado sur del volcán Imbabura; antiguamente la economía de la zona dependía, además de la agricultura, de la totora, caña flexible, que crece en el lago, con la que se hacían barcas para desplazarse, por ese y otros lagos de la región, y otros objetos como cestas, etc. Hoy día, ya no se utiliza la totora, y está invadiendo el lago, que drena mal; pero todavía es un precioso paisaje.

Estaba coronado por la niebla, que muchas veces, y en casi todos los volcanes, impide verlo por completo, pero aún así era muy bello e imponente.
Seguimos hacia Otavalo, muy cerca allí, donde nos esperaba el tradicional mercado de los sábados; antaño solo había mercado ese día, hoy día ampliado a todos los días de la semana en consideración a su éxito y número de clientes y visitantes, que crece cada año, ya que Otavalo es sede del mayor mercado indígena de Sudamérica.

Posteriormente, poco antes de la llegada de los españoles, habían sufrido la invasión y dominio del Imperio Inca.
Otavalo fue fundada, como Quito, por Sebastián de Belacazar en 1.534 con el nombre de San Luis de Otavalo.
Hoy es una ciudad de 60.000 habitantes. Desde los años 60 del s. XX ha desarrollado su mercado artesanal, visitado, casi obligatoriamante, por los turistas y por la gente de los alrededores, que le ha reportado renombre y beneficios económicos.
Cuando llegamos, el mercado ocupaba la plaza del Centenario, mas conocida como Plaza de los Ponchos, una calle muy larga, la calle Sucre, que atraviesa toda la extensión del pueblo y algunas calles adyacentes.
Tuvimos bastante tiempo, hora y media, para visitar el mercado y el resto de la ciudad.
El mercado, muy colorido, ofrece sobre todo artículos textiles, como mantas, ponchos, hamacas, tapices, gorros, chales, blusas, etc. Hay también gran cantidad de artículos manufacturados, zapatos, mochilas, viseras, etc, y algunos, mas bien pocos, objetos de piedra, de madera o de metal, así como vasijas de barro, con algún artesano trabajando.
Los vendedores van vestidos con el traje regional, mas conservado en las mujeres que en los hombres, que lo van abandonando y sustituyendo por el socorrido atuendo de vaqueros y ropa deportiva.

Apartándonos de la plaza de los Ponchos, y calles adyacentes llegamos al mercado de abastos, que se extiende por la parte mas antigua del pueblo, guarecido, por arcadas y en alguna otra plaza, por toldos fijos.

Muchos de naturales de la zona iban por allí eligiendo frutas y vegetales para su cesta, de lo mas variado. La riqueza del huerto del país es enorme, por poner solo un ejemplo, en patatas tienen entre 400 y 600 variedades, de todas las formas imaginables: aplanadas, redondas, alargadas; de colores de piel, amarillo, rojo, morado, negro, para nosotros desconocidas; una de las mas apreciadas es la "papa chola", con la que hacen la rica sopa serrana locro, que tuvimos ocasión de comer varias veces.


Mientras la visitábamos se estaba celebrando una boda local. Tanto el novio como los invitados iban ataviados con el traje regional, y lucían sus espesas trenzas; no así la novia, que iba de blanco, como todas las novias del mundo.
Siguiendo nuestro paseo por calles con algunos bonitos edificios de tipo colonial, llegamos a la otra iglesia importante de Otavalo la Iglesia de El Jordán, que aunque de fundación menos antigua que la de San Luis, fue construida en el s. XVIII y destruida por el mismo terremoto. Su reconstrucción duro desde 1.910 hasta 1.964; hoy día se puede ver bastante similar a la original, según parece.

Tras algunas dudas sobre la conveniencia de ir a Cotapachi, antes o después de comer, gano la primera opción.
Y es que esta población esta especializada en la confección de cuero.
Cotacachi tiene unos 40.000 habitantes, está situada a los pies de otro gigante andino, el volcán Cotacachi (4.939 m.) y goza de una gran prosperidad debido a su industria del cuero, con exportaciones a E.EU.U. y otros países.
Visitamos algunos comercios de la c/10 de Agosto, en la que se suceden las tiendas de artículos de cuero, tanto de abrigo, como complementos; de allí salimos C. y yo, así como casi todo nuestro grupo, con sendas chaquetas de cuero, muy bonitas por cierto.
Mientras dábamos una vuelta por la plaza cercana a la calle de las tiendas, un paisano local nos dejo sacarle unas fotos con toda su calma. Nos saludamos y nos dejo buen sabor de boca por su amabilidad, de lo mas natural.


Durante 400 años perteneció a dos familias de origen español, como explotación agropecuaria, desde que en 1.602 Felipe II la vendió a la familia Luna.
Después de la construcción de la carretera Panamericana, y el desarrollo del mercado de Otavalo, fue transformada en hotel, aprovechando algunas instalaciones casi en ruinas, que fueron remozadas.
Tras diversos avatares y habiendo caído en una casi total decadencia, el hotel fue vendido en 1.990 a los actuales propietarios, que lo han convertido en unas instalaciones muy atractivas, ampliándolo con la construcción de esa parte del hotel llamado Monasterio, en 1.995.
Esta labor lo ha convertido en un sitio paradisiaco, con preciosos jardines,


En el disfrutamos de una buena comida, seguida de un paseo por el hotel y los jardines.
Era hora de volver a Quito, a donde llegamos de noche.
Y para la noche había proyectada una salida nocturna, para conocer la animación de fin de semana de una zona, en estos momentos emblemática de la ciudad, la calle La Ronda.

Como sucede con mucha frecuencia, el centro de la ciudad había sido abandonado por los habitantes mejor situados economicamente, que buscaban zonas mas modernas, y se había ido deteriorando gravemente, cayendo en la marginalidad y delincuencia; era una zona peligrosa.
Hasta que después de la denominación de Quito como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, en 1.987, las autoridades administrativas han trabajado mucho por la recuperación del casco histórico.
En ese contexto va incluida la rehabilitación de La Ronda.
Ahora es una preciosa calle, muy bien iluminada, con gran afluencia de publico, entre los cuales familias enteras, que comprenden desde los abuelos hasta los nietos, y también mucha gente joven.
Hay establecimientos para todos los gustos, desde bares pequeños, hasta enormes, donde se pude comer y beber, e incluso asistir a un espectáculo folclórico, y muchos con música en vivo.
Después de pasear a lo largo de la calle, y entrar en algún bar demasido lleno, encontramos uno, muy grande, donde teníamos sitio. Nosotros y otra pareja de nuestro grupo, eramos los únicos extranjeros. La gente comía, bebía y celebraba, creo que oímos cantar, mas de una vez, el consabido "Cumpleaños feliz". También había un trío que, mas que cantar bramaba, con mas voluntad que acierto, lo que debían ser canciones conocidas por los asistentes, pero no por nosotros.
Allí probamos una bebida tradicional y muy popular en el país el canelazo, que se hace con aguardiente, azucar, jugo de naranjilla y agua de canela, y se toma caliente, ya que es originaria de la sierra andina.
Tengo que decir que aprecie poco el brebaje, pero hay que probar de todo.
Nuestro variado día... y noche había terminado.
Al día siguiente teníamos que conocer Quito.. de día.
¡Puf! ¡Sólo de imaginarme las curvas en ese autobús ya me mareo! No creo que yo hubiera podido probar bocado de ese desayuno!
ResponderEliminarComo siempre siento una gran envidia de no haber visto todo con mis propios ojos pero al menos tengo estos relatos. Lo que sí quiero ver con mis ojitos son esas cazadoras de cuero y el chal, eso de que no comprastéis nada es una mentirijilla...
Besos
Las veras; seguramente ni me acordaba de esas comparas, cuando salio la conversación. No son para ahora pues son ligeras.
ResponderEliminarEstoy con el siguiente capítulo, que me está saliendo largoooo. Son tantas cosas las que se ven en un día...
Hasta muy pronto.
Besitos