sábado, 9 de enero de 2010

Capitulo III Maine

Al día siguiente, cuando miramos hacia fuera, empezaba a amanecer y estábamos atracando en el puerto de Portland; la vista era impresionante y nuestro corazón se alegro al ver algo más que agua por todos lados.

En esos momentos no llovía, pero mirando con mas atención, a lo lejos hacia la izquierda, se iba poniendo cada vez mas gris y desdibujado. Efectivamente era la lluvia que avanzaba hacia nosotros.

Y eso fue lo que tuvimos, un día pasado por agua.

El grupo, eramos unos cuarenta, había quedado con nuestro guía en el paseo central del barco para salir al exterior.

Tengo que hacer mención a nuestro guía, C., un colombiano naturalizado estadounidense, con grandes dotes para dirigir turistas. Hombre de gran experiencia, maneras educadas y sentido del humor; nos hizo el viaje agradable, poniendo todo lo que pudo de su parte.

La salida al exterior iba acompañada de diversos controles, que nos retrasaron hasta las once de la mañana.

Fuera llovía a cantaros, así que la primera parte de la visita transcurrió dentro del autobús,
Como chofer llevábamos a un simpático chico, no podía ser mas típico, llamado Everett.

El comienzo de la visita era la ciudad de Portland.

Este Portland está en el estado de Maine, cuyo nombre proviene de la región francesa homónima.
Y es que este, junto Luisiana en el sur, son los únicos estados con fuerte tradición y presencia francófona en Estados Unidos, lo cual se debe a su historia, pues esas regiones fueron colonizadas y ocupadas por franceses en primer lugar, que perdieron todas sus colonias, incluidas las de Canadá, en la guerra contra los ingleses.

Portland ha tenido tres nombres, a saber

  • Machigonne, como la llamaban los nativos algonquinos;
  • Casco , que le dieron los pescadores ingleses allí establecidos en el s. XVII
  • Vienticinco años mas tarde los mismos ingleses le cambiaron el nombre por Falmouth
  • En el s. XVIII, un barrio, que llamaron Portland, se desarrollo mucho y acabo dando nombre a toda la ciudad.
Hay un monumento que conmemora los cuatro nombres.

Ha sufrido cuatro grandes incendios, por eso su escudo tiene la palabra latina "Resurgam" (Me levantare de nuevo).

Hoy día es la ciudad mas grande de Maine, capital económica, cultural y social del Estado.

Su población es de cerca de 70.000 habitantes y tiene un aire mas bien provinciano.

Se ha hecho una gran labor de conservación y restauración de los diversos estilos, que varios grandes arquitectos norteamericanos dejaron allí, desde el s. XIX hasta mediados del XX.

En conjunto tiene un aspecto victoriano y hace honor al nombre de la región, Nueva Inglaterra.

C., nuestro guía, lamento mucho que no pudiéramos bajar del bus, solo los mas arriegados lo hicieron varias veces para hacer fotos.

Vimos al pasar un faro que es usado como observatorio, la bahía de Casco, envuelta en brumas, una parte de la ciudad restaurada con alegres colores y gran variedad de bonitas mansiones victorianas, alguna convertida en museo de la ciudad

La excursión prosiguió después a Fort William Park. Íbamos a ver un faro, que por lo visto van a conocer todos los visitantes de Portland.
Es uno de los muchos faros que hay en esa costa, pero este debe ser de los mejor situados para la visita.

Sus luces fueron alimentadas con aceite de ballena hasta el año 1.958

El día seguía lluvioso y en las proximidades del faro hacía un fuerte viento. El lugar es pintoresco.
Ah!, pero el día no invitaba al paseo, ni a la contemplación. La mayor parte de los del grupo se metieron en una diminuta tienda de recuerdos, o bien en un diminuto museo que había allí. También se podía uno refugiar, con el paraguas abierto, debajo de un diminuto porche.

Después recorrimos un buen trecho de la costa, con alguna playa, que estará llena en el verano, pues es costa de veraneo, pero que ofrecía el mismo paisaje intensamente gris.

Pasamos, sin poder parar, ya que está prohibido, cerca de la residencia del ex presidente de Estados Unidos George Bush padre, en Kennebunkport.

Esta mansión mandada edificar por el abuelo materno de George Bush hijo, fue utilizada como la residencia de verano del padre, en otros tiempos. Ahora la ha convertido en permanente.

Tanto él como su hijo, el presidente George W. Bush, han recibido en ella a lideres mundiales, durante los años de sus mandatos.

Hay grandes medidas de seguridad alrededor de la mansión , pero se puede ver bastante bien.

En esta zona apenas hay urbanización, solo un pequeño núcleo con alguna tienda, el resto se compone de casas grandes, a veces mansiones, o mas pequeñas, diseminadas por un bosque, sin tapias, ni cercas.
Es una costumbre americana no "cerrarse" con ningún obstáculo para los habitantes de la casa, vecinos, paseantes e incluso cacos...

Otra curiosidad de este país es que los cementerios están en medio de las casas, también sin separación, muros, ni ningún tipo de valla; las pequeñas lápidas que están generalmente de pie, se encuentran clavadas en una gran superficie de césped, con bastante espacio entre unas y otras y algunos arboles por aquí y por allá.

La calle o serie de casas pueden tener como panorama, con el que levantarse todos los días, la vista del cementerio.

Tuvimos ocasión de ver varios cementerios de este tipo en nuestro recorrido por esa pequeña parte de Nueva Inglaterra. Tengo que decir que a pesar de lo que pueda parecer, no resulta demasiado siniestro.

También visitamos otro pueblo al lado de este y llamado casi igual, Kennebunk. En él estuvimos demasiado tiempo, pues no había nada que ver, excepto una calle llena de tiendas de recuerdos y otras variedades.

Cuando uno va a visitar algunos países, te dicen sin tapujos, después de una visita mas o menos cultural, que te van a llevar a una tienda magnifica, etc. etc. donde podrás comprar todo lo que quieras. Y efectivamente consiguen que compres algo, aunque no tengas la pulsión enfermiza de la compra, por aburrimiento, debido al enorme tiempo destinado a esa actividad.

En otros, como el que estábamos visitando, no hay ninguna advertencia; te llevan a un pueblo, y te dan mucho mas tiempo del que necesitas para hacer la foto del río y del puente locales. Acabas comprando, aunque sea una postal.

La idea era volver a comer al barco, pero aunque nuestro chofer enfilo con ganas la autopista 195, por la que transitábamos, autopista que va desde Canadá a Florida, no era posible llegar antes de que el buffet del barco hiciera una pequeña pausa entre la comida y la merienda.

Pero nuestra organización lo resolvió rapidamente. Comimos en un restaurante de carretera, al lado de un centro comercial, donde había un gran buffet bien surtido... y mucho color local, pues era un lugar para los habitantes de la zona, que aprovechaban el fin de semana para hacer sus compras, no un lugar para turistas.

Pudimos comprobar que no todos los obesos del país estaban reunidos en el barco. La obesidad se extiende como una plaga por doquier, en E.E.U.U.

Al llegar a Portland, se nos ofreció dejarnos en el centro de la ciudad, pues hay allí un afamado Outlet.

C. se quiso ir al barco; como había parado de llover, o casi, preferí quedarme paseando por la ciudad, con algunos del grupo.

Compras no hice, pero caminamos por la ciudad, que parece bien surtida y ordenada, con cierto sabor inglés.

El día acabo con la cena formal, en nuestros asignados sitios.

Hasta pronto.

jueves, 7 de enero de 2010

Capitulo II Navegando hacia Maine

Nuestro primer día completo en el barco, transcurrió enteramente surcando el Océano Atlántico, sin mas que ver que el inmenso mar a un lado y otro del inmenso barco: "la prisión dorada".

En él te proporcionan toda la comida y toda el agua, e incluso zumos, tés y cafés que quieras, pero la diversión escasea.

Si eres norteamericano y estas dispuesto a entretenerte como tal, la dirección ofrece diversas charlas, p. e. sobre nutrición, problema que, ya he apuntado, es grave entre los pasajeros, por su exceso de peso.
O pasatiempos como pintar dibujitos, como los que pintan los niños en la guardería, dirigidos por un tutor como allí se hace.
También puedes ir al gimnasio a castigar el cuerpo en los aparatos ad hoc, e incluso bañarte en los yacuzis exteriores, soportando después el gélido aire ambiental al salir.
Debe haber todavía alguna que otra diversión mas, todos los días nos pasaban el programa completo de a bordo, como cursillos de fotografía en incluso clases de bridge para principiantes. Todo, natural y rigurosamente en inglés.

Otros pasatiempos, muy concurridos aunque más peligrosos para la cuenta corriente son los que necesitan utilizar la tarjetita proporcionada a la entrada del barco, con tentaciones diversas para que la uses; así hay dos joyerías, una perfumería, otras dos tiendas de recuerdos, que incluyen ropa y objetos diversos, venta de cámaras de foto, y por si fuera poco, todos los días, en el paseo central, llamado La Promenade, ponen caballetes donde venden bisuteria y camisetas.
Es fácil caer en la compra compulsiva después, de tantas horas de barco.
También, pagando por el mismo procedimiento, puedes someterte a los ciudados de masajistas, con las diversas modalidades, del spa.

Después del desayuno optamos por caminar por la cubierta 14, acondicionada para este fin, con trayectoria marcada en el suelo. Tuvimos suerte pues el día era de buena temperatura y soleado. Pudimos ver que solo el agua nos rodeaba, vista impresionante.

A las 11 nuestro guía nos había convocado para una instructiva y, según él, necesaria charla, sobre cosas interesantes que teníamos que conocer, a cargo de un miembro de la tripulación, llamado pomposamente "embajador internacional".

Este resulto ser un "morenito" colombiano, muy alto y que hablaba además de su y nuestro idioma materno, otra varias lenguas, como a lo largo de los días tuvimos ocasión de comprobar; además de presentarse, su misión, las cosas interesantes prometidas, se podía resumir en una sola: una incitación repetida al consumo dentro del barco.

Comimos en el buffet, que era variado aunque nada exquisito. La masa a la que hay que dar de comer en estos barcos impide la buena calidad

Por la tarde, antes de la cena, tuvo lugar el "Saludo del Capitán de la nave" al pasaje, que ha sustituido la cena de gala que aparecía en la serie Vacaciones en el mar, de hace unos cuantos años.

El capitán vestido con su uniforme de gala y subido a un simulacro de puente de mando que hay en el paseo central, dirige a los pasajeros unas palabras y luego presenta a la tripulación, incluido el chef. Tengo que decir que nuestro capitán era como de encargo, alto, mediana edad, guapo.

Los norteamericanos son muy animados pues se visten de gala para este evento, que va acompañado de una copa de champán.
Están dispuestos a disfrutar con todo.

Cenamos, a continuación en el enorme salón llamado Da Gama, en nuestros puestos asignados. Para la cena te ofrecen una pequeña carta, para elegir; hay que ir con cuidado porque algunas cosas no están nada apetitosas; con los días descubriríamos que lo mejor era pedir siempre carne a la plancha. La bebida es asunto de la tarjetita.

Bien, pues así había pasado nuestro primer día, navegando, navegando... hasta nuestra primera parada que iba a ser en Portland, Maine.

Hasta entonces...

domingo, 3 de enero de 2010

Crucero a Nueva Inglaterra y Canadá

Capitulo I Embarque


Teníamos, C. y yo gran ilusión por hacer un crucero. Habíamos oído comentarios como: "yo ya no quiero mas que cruceros para viajar", "fantástica organización", "la comida es excelente y los servicios de a bordo muy buenos" etc.Todos ellos parecían una clara recomendación para hacer alguno; así que nos embarcamos en el enorme barco con bastante entusiasmo.

Fuimos desde Nueva York al puerto de embarque de estos trasatlánticos, que esta en Cape Liberty, New Jersey.
El trayecto tarda mas de una hora. Parece ser que estos barcos, tan grandes, no caben en el puerto de Nueva York, que no tiene calado suficiente . El puerto ha sido poco desarrollado desde que la Mafia acabo con él, hace varias décadas.

El muelle de embarque es un sitio desolado, con grandes hangares para albergar al enorme número de pasajeros que íbamos a compartir el viaje, en consonancia con el enorme barco.
Allí después de una cola, que iba rápida, comprobaron los pasaportes y nos proveyeron de una tarjeta con la cual debíamos pagar cualquier gasto en el barco; el dinero no se admite. Se abona el total de gastos el último día.

Al final de la cola había un puesto con café y galletas, anticipo de los servicios de restauración del barco, que están disponibles las veinticuatro horas del día.

Ahora dos palabras sobre los viajeros. La mayor parte de los mas de 3.000 pasajeros eran estadounidenses, y digo esto desde ya, porque todo el viaje estaba orientado a los gustos y necesidades de tal colectivo. Destacaba la edad media, con lo que parecía una gran cantidad de mayores de 70 años. Por último empezamos a ver otro de los fenómenos de la sociedad norteamericana actual: una gran cantidad de personas con sobrepeso. En general el sobrepeso era casi universal, había algunos ejemplares increíbles.

A continuación subimos al barco y nos fue asignado nuestro camarote, que era confortable; amplio, bien decorado, con un balcón sobre el mar.

El barco es enorme, pero esa enormidad es limitada y produce algo de claustrofobia. La decoración es recargada y estrambótica, de dudoso gusto. Hay bares, tiendas, un teatro, gimnasio, y hasta un casino.

La salida del barco es espectacular. Se puede ver la linea de rascacielos de Manhatan, la estatua de la Libertad, la isla de Ellis, el puente Verrazzano... Estuvimos un buen rato contemplando este magnifico paisaje, mientras navegábamos hacia el océano Atlántico

En el barco la comida del mediodía se hace en un buffet, disponible, casi sin interrupción, desde el desayuno hasta la cena. Para la cena, que se sirve en otra sala inmensa, hay puestos asignados para toda la travesía con los mismos comensales y tiene un carácter mas formal.

Después de la cena estuvimos en uno de los acogedores bares tomando una copa.

Así se acabo nuestro primer día como "navegantes"