sábado, 21 de agosto de 2010

Cullera, la Albufera, el valle de la Valldigna

Tuvimos mala suerte con el tiempo para nuestra última excursión. El día era lluvioso y desapacible, incluso pensamos en que se suspenderían las visitas; pero no fue así, a la hora fijada salimos hacia Cullera, nuestro primer objetivo.

Cullera está al norte de Playa Gandía, yendo hacia Valencia. En nuestros recorridos por esa carretera, habíamos visto el nombre de Cullera escrito con llamativos caracteres gigantes en la montaña, mas bien meseta del pueblo, que da a la carretera.

Buen reclamo, pues no puedes dejar de verlo.

Cullera es una bonita población costera de la comarca de la Ribera Baja de Valencia.

Tiene unos 25.000 habitantes con un alto porcentaje de extranjeros, principalmente de la UE, entre los que destacan los franceses. La población puede triplicarse o aún mas en la época estival

Tiene un estupenda playa y está al lado de la desembocadura del río Jucar, que irriga toda la comarca.

El término municipal se extiende por una gran llanura, cuya única elevación es el "Monte de las Zorros" de 223 m de altura. Por su situación geográfica desde esta montaña se controlan todos los alrededores, de manera que ha sido habitada y utilizada como atalaya, desde siempre.

La ciudad, poblada desde el Paleolítico Superior, como demuestran los restos hallados en una cueva, siguió habitada durante el Neolítico y la Edad del Bronce.

La ciudad que los griegos llamaron Sicana, fue posteriormente denominada Sucro oppidum por los romanos, estando ubicada en lo alto del Monte de Cullera o de los Zorros.

Mas tarde, durante la ocupación musulmana paso a llamarse Colla- Aeria (Cumbre alta), de donde derivo su nombre actual.

En el Cantar del Mio Cid aparece citada con el nombre de Gujera.

La reconquista de este territorio corrió a cargo del rey Jaime I, el Conquistador.

Uno de los sucesos históricos mas relevantes para Cullera, fue el asalto a la ciudad llevada a cabo por el corsario berberisco Dragut, acontecida el 25 de marzo de 1.550, como parte de la campaña de este pirata de saqueo del mar Mediterraneo, en el que consiguió un gran botín en bienes y cautivos, y que dejo a Cullera despoblada durante décadas.

Para compensar esta desgracia, hoy día, la cueva aprovechada para el asalto por los piratas, como entrada a la ciudad, es un gran reclamo turístico, donde hay instalado un museo provisto de material mas o menos de la época, que ilustra la piratería en el s. XVI y donde incluso ofrecen un pequeño espectáculo de luz y sonido, con el tema de la invasión pirata. Las desgracias históricas convertidas en fuente de riqueza después de siglos...

La economía tradicional basada en la agricultura, cultivo del arroz y cítricos, ha ido cediendo terreno a un importante desarrollo del turismo, tanto nacional como internacional, a partir de los años 60 del siglo pasado.

Este cambio ha sido acompañado de la especulación urbanística, que ha empeorado el paisaje, con construcciones aberrantes.

Empezamos nuestra visita por la cueva del pirata Dragut, como ya he mencionado, habilitada con objetos, vestidos e incluso una nave mas o menos de la época.

El relato de la invasión pone los pelos de punta, pues la población estaba completamente desprevenida.

Seguidamente fuimos al Castillo de Cullera, al que se puede acceder andando por el Camino del Calvario, un zigzagueante via-crucis con las 14 estaciones de la Pasión de Cristo.


Nosotros fuimos en el bus por la otra vertiente.

El Castillo mandado a construir por Jaime I el Conquistador en el s. XIII, sobre una antigua fortaleza árabe, se encuentra en lo alto de la montaña dominando tanto el pueblo, como la llanura y el mar.

De las murallas que tuvo subsisten algunos tramos; también hay restos de las antiguas torres que formaban parte de la muralla.


Al lado del Castillo se encuentra el Santuario de la Virgen del Castillo, templo de estilo neo bizantino edificado en el s. XIX.

Dadas las fechas, cercanas y posteriores a la Navidad, todavía se podía ver un espléndido Belén, que estaba aún sin recoger.


También contemplamos desde aquella altura, la playa y el pueblo de Cullera, así como la desembocadura del Júcar y a su derecha la costa ondulada, con los entrantes de las conchas de las playas, hasta perderse de vista. Y eso que el día era gris y neblinoso. ¡Qué precioso debe ser con el sol radiante! a pesar de los edificios, con sus diferentes alturas y diferentes gustos.


Bajamos, luego, al pueblo, donde tuvimos un buen rato para recorrerlo y pasear por él.

Siguiendo la calle principal llegamos a la Iglesia Parroquial de los Santos Juanes, del s. XVI, recientemente restaurada.


Del antiguo templo gótico sobre el que se construyo el actual de estilo neoclásico, subsisten la sacristía y el interior del campanario.

Mientras paseábamos por Cullera empezó a llover.

Todo el tiempo temíamos por nuestra siguiente visita a la Alfubera. Pero aunque el tiempo continuo gris y nublado, en el lago no llovía, ni llovió.

Fue una pena tanto gris, porque aquello con sol debe ser mucho mas bonito, pero... si uno está un día, casi mejor decir un rato, en un lugar, hay que aceptar lo que toque, en cuanto a los meteoros se refiere.

La Albufera, nombre que proviene del árabe, al-buhayra, "pequeño mar", está actualmente en el Parque Natural de la Albufera, que también comprende el entorno húmedo de la Albufera y el cordón litoral adyacente a ambos, desde el año 1.986.

La Albufera es, desde el punto de vista geográfico, una laguna costera somera, de una profundidad media de 1 m, separada del mar por una estrecha barra litoral arenosa, que se llama restinga y estabilizada por un bosque de pinos. Es una zona de paso para muchas aves migratorias, algunas en peligro de extinción, de lo cual deriva su gran importancia ecológica.

La costa de la provincia de Valencia estaba antiguamente formada por una sucesión de albuferas y marjales, de los cuales solo se conserva en buen estado la Albufera, aunque aún se pueden ver bastantes marjales a lo largo de la costa.

El lago está a 10 km de la ciudad de Valencia, es el mayor de España; antiguamente las aguas eran cristalinas, se podía ver el fondo y podían ser consumidas sin peligro por los pescadores que habitaban en sus margenes.

Actualmente el lago se ha reducido a un tercio de lo que fue hasta el s. XIX, debido al aprovechamiento de sus margenes para el cultivo del arroz.

Por él navegan las viejas barcas, impulsadas antiguamente por velas latinas, perchas y remos, hoy sustituidas en gran medida por las lanchas de motor.


Nosotros hicimos un paseo turístico, en una lancha con percha manejada por un barquero.

Dimos una gran vuelta contemplando el lago, con sus margenes llenas de cañizo donde se podían ver grupos de pájaros que anidan allí; otros volaban por encima de ese extenso humedal ; también se veían algunos pequeños botes, supongo que de pescadores.

Un recorrido bonito e interesante.

En las margenes vimos alguna barraca, bastante arruinada, y alguna otra mas adecentada, que evocaban otros tiempos.

Gran número de excursionistas recordamos la serie de TV "Cañas y barro" basada en la novela del mismo nombre, del escritor valenciano Vicente Blasco Ibañez, que describe la vida de la Albufera en otros tiempos.

Había llegado la hora de comer. Lo hicimos en un restaurante del pueblo donde habíamos embarcado, que prepara paella hecha al fuego de leña.


Ya se sabe que la paella depende, además del fuego, de lo que se le ponga. Puede variar desde exquisita a corriente. La que nos sirvieron, precedida por una ensalada, era corriente, aunque estaba buena. El arroz es muy agradecido y se pone sabroso con poco.

Todavía nos quedaba otra visita, de camino a casa.

Fue una parada en el hermoso valle de la Valldigna.

El valle, dedicado al cultivo de la naranja desde los años 50 el s. XX, está totalmente rodeado de montañas, excepto por el este, en que se abre al Mar Mediterraneo.

Según la leyenda su nombre procede de las palabras que dirigió el rey Jaime II de Aragón a su capellán y abad del Monasterio de Santes Creus, cuando se encontraba de camino por la zona:

 "Qué valle más digno para un monasterio de nuestra religión", a lo que el abad contesto: "Valle digno, señor, valle digno",

tras lo que el rey dono las tierras al abad de Santes Creus para una nueva fundación cisterciense en el valle, que tomaría el nombre de Monasterio de Santa María de la Valldigna.

Este monasterio, situado en la población de Simat de Valldigna, iba a ser nuestra última visita del día y del viaje a Levante.

La lluvia que había aguantado con poca exhibición, solamente algo en Cullera, se puso a caer fuerte durante la visita al Monasterio. Aún así lo vimos con detenimiento.

El monasterio, que tuvo que ser magnifico, tiene una primera implantación gótica, siguiendo el canón de la Orden del Cister, con dos puntos neurálgicos, la iglesia y el claustro; después del terremoto de 1.644 se hicieron muchas reformas en estilo barroco.


Fuera del conjunto monumental están el Palacio residencia del abad, construido entre los s. XIV y XVI, la hospedería, la bodega, el almacén y el resto de dependencias agrícolas.

Después de la Desamortización de Mendizabal, del año 1.835, el monasterio fue abandonado por los monjes y vendido a particulares, que lo dedicaron a explotaciones agropecuarias y lo sometieron al expolio y la destrucción patrimonial, con el derribo de la mayoría de los edificios.

Los sillares de los arcos y las losas del pavimento fueron vendidos como material de construcción, mientras que los arcos góticos del claustro alto del Palacio del abad se incorporaron al Palacio del Canto del Pico, en Torrelodones (Madrid), siendo comprados por la Generalidad Valenciana a sus propietarios y devueltos a su lugar original.

Con estos y otros elementos dispersos en diferentes parroquias de la región, se ha emprendido su restauración desde el año 2.003.

A pesar de tanta destrucción es un lugar digno de ver, con una iglesia barroca magnifica,

y el encanto romántico que tienen las ruinas.

Paseamos por la iglesia y demás dependencias, tratando, además de ver, de evocar su pasado esplendor.

Saciados con nuestras y variadas visitas volvimos a nuestra base en Playa Gandia.

Hemos hecho un gran recorrido de la región, aunque se han quedado bastantes cosas por ver.

Pero con esta aproximación hemos visto la gran riqueza artística, cultural, y en cuanto a la naturaleza de esta región, como de resto en toda España.

Hasta el próximo capitulo...

martes, 3 de agosto de 2010

Risotto con esparragos verdes, con queso canario de la Isla del Hierro

He visto esta receta, hecha con otro tipo de queso.

Como ahora disfruto de una larga estancia en las Islas Afortunadas, así llamadas con toda la razón, pues este clima es verdaderamente "afortunado", y el entorno muy bonito, se me ha ocurrido cambiar el queso por uno local, concretamente de la Isla del Hierro.

Todas la Islas Canarias tienen quesos extraordinaros, muchos de ellos de leche de cabra, como es el caso del que yo he empleado.

Y despues de esta pequeña introducción pasemos a la receta, que es muy sencilla.

Esta es la forma en que los italianos hacen el arroz, usando la variedad redonda, combinandolo con muchas cosas, verduras, setas, marisco,etc.etc.

Para lograr el exito con un risotto hay que hacerlo despacio y removiendo continuamente, con la cuchara de madera, para que vaya soltando el almidón y quede meloso.

Ingredientes para cuatro personas


  • 200 g de arroz redondo
  • 4 chalotas
  • 2 manojos de esparragos verdes
  • 1 l de caldo de ave
  • 100 g de nata
  • 100 g de queso del Hierro
  • Aceite de oliva
  • Sal

Elaboración
Pelar y picar las chalotas.

Rehogar en un chorro de aceite con un poco desal, hasta que esten ligeramente doradas.

Añadir los esparragos picados, sin la parte leñosa

Rehogar unos minutos.

Añadir el arroz .

Rehogar unos minutos.

Ir agregando el caldo, poco a poco, sin dejar de remover, según se va absorviendo hasta que el arroz este tierno.

Incorporar la nata y el queso del Hierro troceado.

Mezclar bien hasta que el queso se derrita.

Servir inmediatamente.

Es un plato delicioso.

Animaros a hacerlo, solo requiere un ratito.

miércoles, 28 de julio de 2010

Jávea y Denia

Dedicamos una mañana a conocer Jávea y Denia.

El día había amanecido nublado, aunque no llego a llover.

Emprendimos camino hacia el sur, desde Playa Gandia, ya que estas dos poblaciones están al norte de la provincia de Alicante.

Las dos se encuentran al pie del Montgó, imponente roque de más de 750 m de altura, que las separa.

Jávea es una bonita ciudad costera, situada en la comarca alicantina de la Marina Alta, con una espectacular situación geográfica entre el Cabo de San Vicente y el Cabo Prim, entre los cuales se forma la bahía de Jávea.

A continuación de este último cabo, se encuentra el Cabo de La Nao, que es la parte del litoral levantino que mas se adentra en el mar.

Su nombre, probablemente viene de la palabra árabe Xabiga que quiere decir pozo de aljibe, de los que había muchos por esa zona.

Hay por allí otros cabos menores y algunas islas e islotes que forman el espectacular paisaje.

El Montgó sirve de parapeto a las borrascas que llegan del Norte, dando lugar a un microclima
local, considerado uno de los mejores del mundo.

Jávea tiene, como población, unos 35.000 habitantes, de los cuales mas de la mitad son extranjeros, europeos en su mayor parte, sobre todo ingleses, seguidos a distancia por los alemanes, y de otras nacionalidades.

Jávea tiene una historia larga, pues ya fue poblada en tiempos anteriores a la Historia.

Después de la Reconquista por el rey Jaime I el Conquistador, sufrió diversos avatares; mencionare que durante la Guerra de Sucesión fue la única población de la comarca que tomo el partido borbónico, apoyando al, ya rey, Felipe V, por lo que al acabar la guerra obtuvo una serie de privilegios que la impulsaron demográfica y economicamente, convirtiéndose su Puerto en un motor del desarrollo local.

Después de un pasado en el que la agricultura, y en menor medida la pesca, fueron sus principales fuentes de ingresos, en el s. XX, Jávea, como casi todos los municipios del Levante, se convierte en uno de los lugares privilegiados para el turismo.

En los años 60 del pasado siglo, se inicia esta actividad con la creación del Parador de Turismo en la playa del Arenal, la única de arena.

Jávea cuenta con gran variedad de playas, de distintos materiales, grava, tosca (roca), piedra, pero esta es la única playa de arena.

Como ciudad antigua que es, tiene un casco histórico, en el cual destaca la Iglesia de San Bartolomé, del s. XVI; su campanario se puede ver desde cualquier punto de la comarca.

Nosotros visitamos otra iglesia: la Iglesia de la Virgen de Loreto, en el barrio del puerto.
Antes de esta construcción moderna hubo allí otra iglesia de la misma época que la de San Bartolomé.

Se trata de un conjunto de tres edificios diferentes:
  • La Escuela
  • El Convento
  • La Iglesia parroquial
Esta última es la mas interesante.

Construida en 1.967, está considerada, junto con la catedral de Brasilia y la catedral de Liverpool, como uno de las tres mas importantes templos católicos de arquitectura vanguardista.

Los materiales empleados son el hormigón armado y el hierro. En el exterior los doce pilares que la sustentan son una alegoría de los doce Apóstoles, aunque hay quien también ve los tentáculos (estilizados) de un pulpo.

El interior es una nave única, que recibe luz cenital de unos ventanucos en la parte superior, lo cual ayuda a subrayar la espiritualidad del recinto.

El techo es de madera de pino rojo, en forma de quilla invertida, que recuerda la barca del Divino Pescador y también alude al oficio de los promotores de la iglesia.

Su ubicación en el barrio del Puerto, entre estrechas callejas, no es la mejor para destacar su arquitectura, pero al mismo tiempo tiene el encanto del carácter marinero del entorno.

Después de visitar con detenimiento esta iglesia dimos un paseo por la avenida del puerto, que tiene una de las playas de Jávea, la playa de la Grava, de piedras de tamaño mediano. La vista desde este paseo es preciosa.

Jávea tiene también bastantes casas, que se adornan con un dintel en las puertas de piedra porosa de color dorado, tosca se llama allí, muy abundante en los acantilados y roquedales de la costa; debido al gran uso y abuso que se ha hecho de la tosca, se ha puesto en peligro su conservación por lo que ahora está prohibido emplearla para las puertas o adornos de los edificios, desde 1.980.


Después del paseo subimos hasta el Parque Natural del Montgó.

Este paraje fue declarado Parque Natural en 1.987. Desde allí se puede ver el Montgó en todo su esplendor, así como el cabo de San Vicente y algunas islas.

Como el día no estaba demasiado bueno, vimos al Montgo con una corona de bruma. Según nos contaron cuando este monte lleva puesto el casquete de nubes, anuncia lluvia para los tres días siguientes. Y creo recordar que la predicción se cumplió para uno, al menos.

Al subir pudimos ver diversas construcciones, que llaman molinos, que han sido compradas y restauradas por sus nuevos dueños.

Aunque allí nos dijeron que eran molinos, parece que hay dudas sobre su origen y usos, pues también se piensa que fueran atalayas de vigilancia para avistar a los posibles piratas que infestaban el Mediterraneo, atacando cuando les parecía, causando terror y destrozos en las poblaciones de la costa.

El Montgó se encuentra muy cercano a la costa con la que enlaza por una llanura, llamada Las Planes, que finaliza en el mar Mediterraneo en abruptos acantilados.

En el parque natural hay muchas especies vegetales, algunas autóctonas y gran cantidad de vida animal.

Su privilegiado emplazamiento hace que haya sido habitado por el hombre desde la mas remota antigüedad.

A pesar de que el día no era demasiado luminoso, desde el Parque disfrutamos de una esplendida vista de Jávea y alrededores hasta el cabo de San Antonio.

Seguidamente visitamos la otra ciudad costera del otro lado del Montgó: Denia.

Denia es la capital de la comarca alicantina de la Marina Alta.

Aunque hay restos de un poblado íbero, su origen es romano. Estos la llamaron Dianium .

Tuvo gran importancia durante el Alto Imperio romano y también durante el reino visigodo. La diócesis de Denia dependía de Toledo.

Después de la reconquista cristiana tuvo un periodo de decadencia por el desplazamiento de la población musulmana.

Renacida de nuevo tras de diversos avatares históricos, en el s. XVIII, al contrario que su vecina Jávea, durante la guerra de Sucesión tomo partido por el Archiduque Carlos de Habsburgo, lo cual origino diversas represalias, que provocaron la decadencia de la ciudad.

En el s. XIX se inicia su recuperación con la aparición de una potente burguesía comercial que atrajo empresas extranjeras y propicio un gran aumento demográfico.

En los años 60 del s. XX, al igual que otra zonas costeras de Levante, el turismo se convierte en su motor económico, que le ha dado un gran desarrollo urbanístico y gran prosperidad.

Denia tienes unos 45.000 habitantes de los cuales un 30% son extranjeros, principalmente de la U.E.

Los habitantes pueden aumentar hasta 200.000 en los meses de verano. A esta avalancha de veraneantes contribuyen su buen clima, y los 20 km de playas de los que dispone.

Su paisaje es bastante menos espectacular que el de la vecina Jávea, pero, según nuestra guía, es una ciudad mas animada y con mas servicios que esta última. Más agradable para vivir, en una palabra.

De allí salen barcos que van a Ibiza, que solo está a 90 km. En los días claros se puede ver la isla, pero a nosotros no nos fue dado verla, al estar el día nublado y brumoso.

En esta corta visita nos limitamos a pasear por la avenida cercana al puerto, viendo los barcos.

Y a llegarnos al interior del casco histórico donde vimos una parte de la muralla y una iglesia, del estilo que son todas por esa región.

El Ayuntamiento cercano al puerto tiene un aspecto excelente.

Sin duda Denia tiene monumentos interesantes, que merecen una visita más larga, pero el tiempo se había acabado.

Lo de veranear allí me parece imposible. Demasiada gente y demasiado desmadre urbanístico; lo pudimos ver al volver, pues el autobús paso cerca de las playas, donde se ha construido de forma caótica, como en toda la zona.

Pero en la época del año, invierno, en que nosotros hicimos estas excursiones, todo se podía ver, si había tiempo, con toda tranquilidad.

Hasta la próxima y última excursión