jueves, 1 de agosto de 2019

Dos días en Belorado, Burgos


Esta visita a Belorado, la primavera pasada no era la primera. Hace años, al pasar de camino hacia Oviedo, entramos en este pueblo, famoso entonces y ahora, por su trabajo en piel y tanto mi marido como yo compramos sendos abrigos de piel vuelta y grueso forro, que nos han hecho buen servicio, y yo todavía conservo.

En la ocasión actual, en cambio, hemos conocido bastantes cosas interesantes de  Belorado.

El motivo de nuestra visita era una reunión con varios amigos de distintos lugares del norte de España, que son protectores y contribuyentes económicos del monasterio de clarisas ubicado en el pueblo, y  pasar dos días juntos.

Nos hospedamos en la extensión del monasterio, que es una pequeña ala exenta del edificio histórico, pero todas las comidas las hicimos en el propio convento, preparadas divinamente, valga la expresión, por las monjitas.

Sepamos ahora algo de Belorado y del propio monasterio.

Belorado municipio de la provincia de Burgos, limítrofe con La Rioja, pertenece a la comarca de Montes de Oca, y a la subcomarca de La Riojilla; se encuentra en la falda de la Sierra de la Demanda, al pie de los Montes de Ayago; su principal cauce fluvial es el río Tirón, afluente del Ebro. que nace en la mencionada Sierra de la Demanda. la villa cuenta con cerca de 2.000 habitantes.
                                                                   

En 2.015 la Unesco incluyo, en la denominación Patrimonio de la Humanidad, la ampliación del Camino de Santiago, que aumento en unos 1.500 km, Belorado entro en el Camino francés y en los Caminos del Norte de España, recuperando la importancia que tuvo en el Camino de Santiago, puesta de nuevo de relieve actualmente.

Se cree que antes de la llegada de los romanos la zona estaba poblada por la tribu de origen celta de los autrigones, aunque el primitivo núcleo urbano es de fundación romana.

De estas lejanas épocas se han encontrado restos arquelógicos, como lápidas. cerámicas y otros; aunque el opida romano estaba situado en la otra orilla del río Tirón, que en su actual emplazamiento.

Pocos indicios hay del periodo visigodo, que pueden ser los restos eremíticos encontrados en las cuevas de la zona.

Belorado tuvo especial importancia al comienzo de la Reconquista por su situación estratégica, al ser el paso natural entre el Valle del Ebro y la Meseta, para cuyo control se construyo el castillo, del cual apenas queda un murallón terroso, sobre un cerro y a cuyo pie se traslado la población, para tener mayor protección.

La zona fue inestable hasta que el rey Alfonso III de Asturias (848-910) aseguro definitivamente la frontera oriental y pudo comenzar la repoblación cristiana a comienzos del s. X. A partir de ese siglo el conde Fernán González, y varios reyes de Navarra y Aragón le concedieron privilegios como mercado, fueros, la feria mas antigua de España, fuentes de su prosperidad durante la Edad Media.

Sin embargo la primera referencia documental se encuentra a finales del s. X, en un documento perteneciente al Monasterio de San Millán de la Cogolla, La Rioja, en el que se la menciona con el nombre de Bilforato.

En la Edad Moderna Belorado perteneció a los Condestables de Castilla, el primero del título fue don Pedro Fernandez de Velasco (1.425-1.492), I conde de Haro, a partir del cual el titulo de Condestable fue hereditario.

En el s. XVI con la perdida de importancia del Camino de Santiago, tras la ruptura de la unidad religiosa en Europa, y en los siglos siguientes, aumentó el declive de Belorado debido a epidemias, malas cosechas y crisis económicas y demográficas, no ajenas a la crisis en todo el territorio de Castilla.

Cierta recuperación se inicio en el s. XVIII con nuevos aprovechamientos agrícolas y forestales, recuperación que se vio drasticamente interrumpida con la invasión napoleónica, con su secuela de batallas, robos, violaciones y destrucción del patrimonio nacional.

La despoblación de la cuenca Oca-Tirón durante la década de los 60-70 del s. XX, manifiesta el profundo declive de la zona, de la cual solo pervive entre otros pocos pueblos, Belorado.

Volvamos ahora al convento de clarisas donde nos alojamos.


El monasterio de Santa Clara, también conocido como Nuestra Señora de la Bretonera, por llamarse así el solar donde fue construido, está situado en las afueras de la villa, y en el Camino de Santiago.

El origen del convento fue la decisión de unas piadosas mujeres de vivir en comunidad bajo la Regla de Santa Clara, en 1.358,  para lo cual pidieron y obtuvieron una bula papal que autorizaba la fundación, y para lo cual construyeron un monasterio en ese lugar.

Después de diversos acontecimientos, destrucciones y ruinas, como que durante la Guerra de la Independencia las religiosas tuvieran que abandonar el monasterio, que fue objeto de expolio y destrucción por parte de las tropas francesas, y mas tarde la Desamortización del año 1.835, que desposeyo  a la comunidad de todas sus propiedades, las monjas solo pudieron sobrevivir gracias a algunos caritativos vecinos, que las dotaron

La comunidad actual compuesta por 14 monjas, ha rehabilitado el convento, literalmente con sus propias manos, y lo tiene, francamente, en forma. Para financiar su mantenimiento, así como la vida monástica, se autofinancian con las trufas y bombones que venden en tiendas gourmet y en restaurantes con estrellas michelin, lo que garantiza su calidad.
                                                                   

En el obrador del convento dedican parte de su tiempo a la elaboración de trufas, palitos y bombones de alta gama, hechos con el mejor chocolate. Puedo decir que tienen la fama merecida ya que compramos una caja surtida, para conocer esa delicia.
                                                                       
                                                                   
 Mientras mis amigos asistían a las convivencias y hablaban de sus intereses, yo me di una vuelta por la población, que me pareció bien cuidada y próspera. Observe que seguía habiendo varias grandes tiendas dedicadas a confección en piel, con toda clase abrigos, chaquetas y complementos en piel.

La visita mas turística la deje para el día siguiente, para hacerla en compañía de mi marido.                     

lunes, 29 de julio de 2019

Lanzarote. capitulo 6. Ultimo paseo por Costa Teguise

                                                                                 

Para acabar nuestra semana en Lanzarote, resumiré varios paseos por Costa Teguise que ha sido nuestra base.

Costa Teguise, que pertenece al municipio de Teguise , es una de las tres principales zonas turísticas de Lanzarote, junto con Puerto del Carmen, y Playa Blanca.

Su historia se remonta al comienzo de los años 70, cuando  don Leopoldo Calvo-Sotelo, mas tarde presidente del gobierno de España, compro una finca de 12 millones de m2, con el fin de crear allí una urbanización turística de alto nivel, a la que puso el nombre de "Urbanización Costa Teguise".

Su construcción comenzó en 1970 con el primer hotel de 5 estrellas de Lanzarote, el Gran Meliá Salinas, en el que intervino, junto al arquitecto Fernando Higueras (1.930-2.008), el conocido artista lanzaroteño Cesar Manrique. A este primer hotel han seguido otros muchos hoteles de cuatro y cinco estrellas, en esa zona.
                                                                                     

En mi primer viaje a Lanzarote al final de los años 70 el hotel Salinas era el único de lujo de la zona, la costa era bella, pero agreste y sin playas.

 Ahora hay diversas playas y calas rellenadas con arena y aunque sigue siendo un paisaje magnifico, se podria decir que esta "domesticado", con cuatro playas principales, instalaciones deportivas y toda clase de servicios en bares y restaurantes.

Dimos grandes paseos por el magnifico paseo maritimo de 5 km, tanto en direccion Arrecife hacia la derecha, como hacia la izquierda. Lo único algo molesto es el viento que azota allí como en cualquier lugar de la isla, pero hay que hacer por obviarlo.
                                                                             


Como curiosidad hay que mencionar que en Costa Teguise se encuentra el Palacio de la Mareta, que el rey Hussein de Jordania, su primer propietario, regalo, a finales de 1.980 al rey don Juan Carlos I de España, que lo utilizo con su familia en varias ocasiones, y que hoy pertenece al Patrimonio Nacional, habiendo sido utilizado también por diversas personalidades extranjeras y por varios presidentes del Gobierno de España.
                                                                       

Con este pequeño resumen de nuestros paseos por Costa Teguise acabo el relato de la agradable semana que pasamos en esta preciosa isla, digan de visitar.                                                                       

lunes, 22 de julio de 2019

Teatro Real, Madrid. Capriccio

                                                               

El pasado 29 de abril asistí a la opera Capriccio en el Teatro Real de Madrid, una ocasión única de ver esta ópera, en palabras de Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real "un acontecimiento mayúsculo", poco representada en el mundo, exceptuando Alemania.

Dentro de las commemoraciones del 200 aniversario que este año cumple el Teatro Real, se han programado consecutivamente dos operas, a las que he tenido la fortuna de asistir, dos nuevas producciones estrenadas en Madrid, la última ópera de Giuseppe Verdi, Flastaff y la última ópera de Richard Strauss, Capriccio, máximos representantes de dos maneras de concebir la ópera, la italiana y la alemana, en dos siglos diferentes.
                                                                   
                                                                   Teatro Real
                                                                       
Capriccio es la última opera compuesta por Richard Strauss (1.864-1.949), y se puede considerar una síntesis de todo lo mejor que el compositor había logrado hacer en su carrera, y de lo cual el mismo era consciente.
                                                                             
                                                                  Richard Strauss
                                                                                 
Fue estrenada en Munich en 1.942, cuando el Tercer Reich mostraba su cara mas feroz al mundo.

La génesis del libreto procede de una idea, de los años 30, del escritor Stefan Zweig (1.881-1.942)  amigo del compositor, que había encontrado una breve comedia, en la British Library, sobre el tema que inspiro posteriormente Capriccio, y que ya había utilizado, en su momento, el compositor italiano Antonio Salieri (1.750-1.825), en su ópera breve "Prima la musica e poi le parole".

Posteriormente Strauss encargo el libreto, con las ideas de Zweig, a Clemens Krauss (1.893-1-950)
                                                                     
                                                                   Clemens Krauss

discípulo y amigo suyo, que fue director de orquesta de varios importantes teatros, como la Opera Estatal de Viena, el Staatoper de Berlin y la Opera Estatal de Baviera entre otros.

Strauss subtitulo esta ópera como "Una pieza conversacional para música"; el compositor sintió toda su vida fascinación por la importancia respectiva que debe tener, en el opera, la  palabra respecto a la música y que se dramatiza en Capriccio en la historia de la condesa, dividida entre dos pretendientes, Olivier, un poeta, y Flamand, un músico, que tras prolijas disquisiciones en torno a como articular y ordenar los diversos elementos que componen una ópera, acaba convirtiéndose en la ópera misma.
                                                                 

La ópera transcurre en el chateau, cerca de Paris, en la Francia prerrevolucinaria, de la condesa Madeleine, una joven y atractiva viuda, que  no puede decidirse entre sus dos pretendientes,  Olivier, que ha escrito una nueva obra para el cumpleaños de la condesa, que se va a celebrar al día siguiente y Flamand, que ha puesto música al soneto del poeta y que incluso lo canta, lo que abruma a Olivier.

Tras varios intercambios de opiniones entre la condesa, sus dos pretendientes, el conde, hermano de la condesa, el mayordomo La Roche, director de Teatro y Clairon, una famosa actriz, Madeleine propone que todo lo expuesto y los acontecimientos de esa tarde se conviertan en una ópera.

En la escena final, a la luz de la luna, la condesa aun indecisa sobre a que enamorado elegir, canta la imposibilidad de separar las palabras y la música y consulta al espejo para que la saque de sus dudas.

Entonces el mayordomo anuncia "la cena esta servida", final de la opera.

La dirección musical en esta importante ocasión, ha sido encargada a Asher Fisch (1.958), director de orquesta israelí, experto straussiano, de gran trayectoria internacional, y la dirección de escena al celebrado Christof Loy (1.962) director alemán de teatro, especializado en la ópera, y también con amplio recorrido internacional.

Tanto uno como otro cumplen a la perfección sus respectivos trabajos y consiguen una sincronización, entre escena y música, total.

En cuanto a  los interpretes la soprano sueca Malin Byström (1.973), en la que recae la casi totalidad del peso escénico, con un papel que apenas tiene descansos, y que, por tanto necesita una gran resistencia de la cantante, fue muy aplaudida, también por mi, que aprecie mucho su interpretación, con parte del público puesto en pie y lanzando algunos "bravo".
                                                                               
                                                                         

Fue también muy aplaudido el interprete del mayordomo, en la figura del bajo alemán Christof Fischesser (1.970), que canto con gran dinamismo y potencia, y los mismos elogios se pueden dedicar al joven barítono suizo André Schuen (1.984), en el papel de Olivier.

Sin embargo me gusto menos el tenor estadounidense Norman Reinhardt, que interpreto a Flamand, con menos intensidad que sus compañeros.

La puesta en escena de Christof Loy se ha trasladado, del s. XVIII y del chateau francés de la condesa, a una fría sala en tonos grises, cuyo color tiene también el vestuario de ellas y ellos.

Sin embargo como se trata, en todo momento, de un intercambio de opiniones sobre la importancia respectiva de la música o la palabra en la ópera, el escenario con la condesa y sus interlocutores,
es bastante adecuado, aunque el chateau francés haya desaparecido, y la época, de finales del s. XVIII, también.

En resumen una joya de Strauss para la commemoración de los 200 años del Teatro Real, que he disfrutado mucho.