sábado, 26 de diciembre de 2009

Capítulo XV. El Cairo, copto, islámico, egipcio.

Último día de estancia en Egipto; nuestras fascinantes dos semanas de viaje llegaban a su fin.
También lo aprovechamos bien. Nos quedamos en El Cairo, y dimos una vuelta por tres de los elementos, entre otros, que han conformado su imagen y su cultura:

  • Copto
  • Islamico
  • Egipcio
El nombre de copto designaba a los egipcios en general, pero ahora se refiere solamente a los cristianos. Los coptos son los egipcios cuyos antepasados abrazaron el cristianismo en el s. I.

En primer lugar visitamos el barrio copto, en la zona más antigua de la ciudad, surcado por callejuelas, de aspecto descuidado. Se entra por una gran puerta que da a una estrecha calle que conserva su antiguo empedrado.

Hay muchas iglesias en el barrio; nosotros sólo tuvimos ocasion de visitar la elegida por el guía: fue la iglesia de San Sergio y San Baco, llamada también Abu Serga, construída sobre una cueva que según la tradición albergó a La Sagrada Familia, cuando escapó de Herodes.

Considerada la más antigua del barrio, es el modelo de las primeras iglesias coptas, de planta basilical y con un iconostasio. Fue construída en el s. V,  y ha sido reconstruída y restaurada en numerosas ocasiones. Como sucede con los santuarios religiosos, sobre todo tan antiguos, dentro se percibe una atmósfera trascendente.Tanta antigüedad y tantas oraciones elevadas al Altísimo le dan un halo sacro.

Nuestro guía se mostró muy ufano al explicarnos la tradición de la gruta subterránea, debajo de la iglesia, que fue habitada por la Sagrada Familia, de ahí que él pensara que en Egipto se desarrolló el primer cristianismo. Sólo tuvimos la información, pues la gruta no la vimos.
Hay que tener en cuenta que Y. se había presentado como buen musulmán. Su conocimiento del Cristianismo era reducido, no pasaba de algún cliché al uso en ese país.

Seguidamente, allí al lado, visitamos la Sinagoga de Ben Ezra.

Este templo judío fue antiguamente una basílica cristiana, construida, a su vez, sobre una antiquísima sinagoga fundada por los judíos, que conducidos por Jeremías volvieron a Egipto, en el s.VII a.C., justo en el lugar en que Moisés se detuvo a rezar en el s. XIII a.C. Tengo que decir que las fechas en Egipto siempre asustan.

El gran rabino Ben Ezra consiguió recuperar los terrenos, sobre los que estaba la iglesia, para los judíos en la Edad Media y ordenó reconstruir la sinagoga. A pesar de sus muchas reconstrucciones, aún se puede ver la planta basilical originaria. Su última destrucción se debió a un incendio. Recientemente ha sido restaurada por un magnate judío, tal como era en tiempos antiguos. En una de las restauraciones, durante el s.XIX, se decubrió, en una cámara secreta, un enorme archivo, que constituye una gran fuente de información sobre El Cairo de la época fatimí.

Después de esto dejamos el barrio copto para ir a la Ciudadela de Saladino en lo alto de la ciudad, en la colina Muzzattam. Para llegar a la Ciudadela atravesamos parte de la ciudad, con su tráfico imposible, su densa contaminación, viendo lo que podíamos al pasar.

Hay un cementerio enorme, ya cerca del recinto amurallado, donde sucede un fenómeno, único en el mundo; los vivos viven en las moradas de los muertos. Allí, en efecto, hay numerosos mausoleos, algunos grandes, que han sido ocupados por familias enteras, que, es de suponer, no tienen otro lugar donde vivir. Por supuesto que no hay tendido eléctrico, ni red subterranea sanitaria. Los muertos no lo necesitan. A ese grado de hiperpoblación y miseria ha llegado esta ciudad.

Enfrente de la Ciudadela hay una antiquísima cantera de la cual extraían los egipcios de la época faraónica la piedra necesaria para sus monumentos.

Dentro de la Ciudadela hay unas cuantas mezquitas y unos cuantos palacios, de los cuales visitamos un solo monumento, la Mezquita de Alabrastro. La Ciudadela fue amurallada por Saladino en el s. XII para protegerla de los ataques de los Cruzados, pero su fundación es más antigua, data del s.IX.

Allí residieron todos los gobernantes de Egipto desde la conquista árabe hasta el s. XIX. Su último restaurador y embellecedor fue Mehmet Ali, constructor de la Mezquita de Alabastro y fundador de la última y efímera monarquía egipcia.


  • Exterior de la Mezquita de Alabastro
  • Patio con la fuente de abluciones y el reloj cambiado por Francia, a la derecha en alto
  • Cúpula de otra de las mezquitas
  • Mausoleo de Mehmet Ali
El autobús tuvo que quedarse al pie de las murallas; subimos a pie, ofreciéndosenos otro espectáculo: cientos de niños de las escuelas de El Cairo son llevados a ver ese monumento, por turno, todos los días. Eran niños de diversas edades, vestidos de las maneras más variopintas, tanto a la europea, como con ropas más tradicionales. Iban muy contentos, hablando y riendo, daba gusto verlos.

En esta mezquita se puede entrar, siempre que vayas descalzo, hay una fundas para los pies, que te proporcionan a la entrada, y las mujeres con los brazos cubiertos; aquí no es necesario llevar el cabello cubierto, como por ejemplo en Turquía.

Dentro había gran cantidad de gente, pero se podía circular bien. La mezquita es un monumento fastuoso de estilo ecléctico. Todo el material es, como indica su nombre alabastro, en cuanto a la piedra; también hay otros materiales preciosos, como maderas, dorados y lámparas.
El arquitecto se inspiró en el arte europeo, Renacimiento sobre todo, con toques orientales. En su interior, entre otras curiosidades, está la tumba del fundador de la última dinastía egipcia: Mehmet Ali. Se cree que había nacido en Grecia, aunque era de origen albanés. Fue cuando Egipto estaba en poder de los otomanos cuando Mehmet Ali, brillante soldado, aprovechó un vacío de poder para convertirse en el dueño de Egipto, al que desarrolló y modernizó.

En uno de los muros del patio esta instalado el reloj que Francia cambió por el obelisco, procedente de Luxor, que es el centro de la plaza de Concordia, en París. Cambio totalmente desigual, pues el tal reloj es una obra menor del Modernismo y además nunca funcionó.

Desde la balaustrada del patio se ve una gran panorámica de El Cairo, empañada por la densa contaminación.

Debajo y cerca, está la mezquita de Al Rifai, donde está la tumba del último sha de Iran, Mohamed Reza Pahlevi, derrocado por el ayatolá Jomeini, que instauró una República Islámica, en 1979.

Todavía nos quedaba otra visita al Egipto islámico: Un paseo por el zoco Jan al-Jalili, que debe su nombre a un antiguo caravanserallo construido en el s. XIV. Se accede a él por la calle Sikka al-Badistan enfrente de la mezquita al-Hussein, que alberga las reliquias de al-Hussein el último hijo del profeta Mahoma, santo martír de los chiitas. De ella sólo vimos el exterior, ya que nuestro guía tenía orientada la visita a nuestras posibles compras.

El zoco es uno de los elementos característicos de la cultura oriental. En un dédalo de estrechas callejuelas se van sucediendo toda clase de negocios, ropa para ponerse, ropa para la casa, objetos de adorno, algunos quizás de alguna utilidad, mientras otros no se sabe qué son, platerías, joyerías, muebles... un sin fin de cosas. Ya que estuvimos un buen rato deambulando por allí, finalmente compramos una cucharita de plata, como recuerdo. En una estrecha callejuela del zoco está el café al-Fichaui o "Café de los Helados" lugar de encuentro de artistas e intelectuales a principios del s.XX. Naguib Mahfuz, premio Nobel de Literatura de 1988, hizo de él su cuartel general.

Después de esta visita fuimos a comer. Lo hicimos en uno de los barcos que están atracados a orillas del Nilo, enfrente, casi, de nuestro hotel. Estos barcos, algunos de los cuales dan paseos por el río, se dedican también a la restauración y creo que algunos hacen de discotecas por la noche.

El lugar era agradable, veíamos el Nilo mientras comíamos. La comida, de buffet, era poco apetitosa, pero la localización muy buena.

Aún nos faltaba otra gran visita. Al Museo Egipcio de El Cairo. Como ya he contado, C. y yo habíamos ido el primer día de nuestra estancia en la ciudad. Ir otra vez no nos importaba, al contrario.

Esta vez era una visita guiada, con Y., que lo hizo en orden cronológico y muy bien. Empezamos por el Imperio Antiguo, del que hay allí piezas soberbias. Desde mi punto de vista el arte egipcio alcanzó la cima en sus principios; sólo puedo mostrar unos pocos, muy pocos ejemplos de cada uno de los periodos:

Imperio Antiguo


  • Estatua del faraon Kefren (Jafa), IV Dinastía
  • El general y sacerdote de Heliopolis Rahotep y su esposa Nofrit, IV Dinastía
  • Estatua de Cheik-el-Beled, IV Dinastía
  • Relive de Hezy-Ra, de su mastaba descubierta en Saqqara, III Dinastía
Imperio Medio


  • Estatua del faraón Sesostris III, XII Dinastía
  • Estatuta del faraón Mentuhotep II, XI Dinastía
  • Relieve del sarcófago de la reina Kawit, en Deir-el-Baari, XI Dinastía
  • Maqueta de una barca real
Imperio Nuevo

De esta etapa hay mucho en el Museo, pero sólo mostraré algunas imágenes del tesoro de la tumba de Tutankhamnon, que vimos con detenimiento


  • La máscara de oro de Tutankhamon
  • Ojo de Horus
  • El trono, donde está representada una escena familiar del faraón con la Gran Esposa Real Anjesenamon.
  • Estatua representando el "Ka" de Tutanhkamom
  • Caja que contenía los vasos canopos
  • Tutankhamon en su carro de guerra venciendo a los enemigos de Egipto
Esta tumba, la única que se ha encontrado intacta, produjo en el momento de su descubrimiento una gran emoción entre los arqueólogos, y demás público interesado.

Todas la tumbas habían sido saqueadas desde la antigüedad. Por muchos cuidados y complicados
pasadizos, laberintos y otros ingenios que se pusieran en las tumbas de los más importantes personajes, empezando por el faraón, los mismos que habían hecho las diferentes obras tenían información para volver a entrar y llevarse los tesoros. Había redes orgnizadas con ese fin.

La tumba de Tutankhamon, en el Valle de los Reyes, la Necrópolis de Tebas, había quedado enterrada por un derrumbamiento de muy difícil acceso, así que fue olvidada por los ladrones, y eso la salvó para el futuro. Fue el arqueólogo inglés Howard Carter, el que, por encargo de lord Carneavon, trabajó durante varios años, hasta encontrarla en 1.922.

Tutankhamon, faraón de la XVIII Dinastía, falleció a los 19 años, y reinó unos nueve años. Por lo inesperado de su fallecimiento tan joven, la tumba tuvo que ser hecha a toda prisa, y es relativamente pequeña. Sin embargo sus tesoros son de la más alta calidad. ¡Qué no serían las de los de los faraones longevos, que se dedicaban toda su vida a preparar su tumba!

A pesar de tan corto reinado, Tutankhamon tiene cierta importancia en la Historia egipcia, pues fue el sucesor del faraón hereje Akhenaton; no se sabe si era su hermano o quizás su hijo, de hecho su nombre de la época de Amarna, capital de Akhenaton, era Tutankhaton. Tutankhamon volvió a la ortodoxia religiosa y restableció el culto de Amón y con el a los sacerdotes de Amón que habían estado muy enfadados, en la etapa de su predecesor.

Muchas obras de su tumba tienen un aire, digamos amarniano, pues Akhenaton no sólo instauró un nuevo culto religioso, el culto al disco solar como único dios, sino que revolucionó el arte egipcio, haciéndolo más realista, menos rígido.

De Tutankhamon sabemos que estaba casado con la princesa Ankhesenamon, anteriormente llamada, en tiempos de la herejía, Ankhesenaton, una de las hijas de Akhenaton y Nefertiti.

Y para acabar, otras pocas imagenes de la tumba:


  • Rótulo de la tumba de Tutakhamon, en el Valle de los reyes
  • Pinturas murales en la tumba
  • El dios Anubis en forma de chacal
  • La máscara funeraria de oro, vista de perfil
Demasiadas maravillas para tan corta visita, aunque fuera la segunda. En ese Museo hay verdaderas piezas maestras del arte egipcio, por otro lado esparcido por el mundo en muchos museos y fundaciones.

Pero en Egipto, además de este magnifico museo, tienen el propio país, que es también un verdadero y gran muestrario de este arte. Y también como hemos visto de otras culturas, muy distintas, pero también interesantes.

Nuestra última velada la pasamos en el salón vip, disfrutando de deliciosos bocaditos egipcios, tanto salados, como dulces.

El viaje había acabado, pero las sensaciones "egipcias" son fuertes y se conservan mucho tiempo.

Espero haberos entretenido durante algun rato, en que no tuvierais cosa mejor que hacer que visitar Egipto a través de mis ojos.

Saludos a todos, y hasta que otros viajes nos reunan en mi blog.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Capítulo XIV. Las Pirámides

De vuelta de Menfis, hacia la otra parte de la necrópolis menfita, las grandes pirámides de Giza, paramos en una fábrica de papiro. Todos los turistas tienen que someterse, de grado o por fuerza, a estas visitas de "compras". Suelen llevarte a las más diversas tiendas, que ya tienen preparadas en grandes locales, con miles de objetos, algunos fastuosos, que pueden ser comprados.

En Egipto es molesta la costumbre del regateo. Esta práctica hoy desechada en muchos países, forma parte de la cultura oriental desde tiempos antiquísimos; nosotros la abandonamos después del descubrimiento, por parte de los comercios, del "precio fijo" que se supone es más ajustado desde el primer momento. Hay personas a las que les gusta el regateo, entre las cuales no me cuento. Sólo lo hago si no tengo más remedio, y a veces, es asombroso como puede bajar el precio en poco tiempo, con lo cual te queda la sensación de que no lo has hecho bien del todo y no has agotado todas las posibilidades de rebaja.

Bien, pues decía que entramos en una fábrica de papiros. Hablemos un poco del papiro. Procede de una planta acuática, común en el Nilo, y en algunos países mediterráneos. Su nombre egipcio per-peraâ, flor de rey, pasó helenizado, a papiro, del cual deriva la palabra papel. Este material fue empleado por los egipcios desde los más antiguos tiempos, debido a sus cualidades de accesibilidad y resistencia, para sus manuscritos. Su elaboración era monopolio real, y fue muy apreciado entre los pueblos de la cuenca oriental del Mediterráneo, siendo exportado en rollos de gran valor, durante siglos. El fragmento más antiguo que se conoce procede de la tumba de Hemaka, visir del faraón Den, de la I Dinastía, en la necrópolis de Saqqara.

En la fábrica nos mostraron la planta, tal como es en la naturaleza, nos explicaron el proceso de fabricación del soporte de papiro, que es muy curioso e interesante, y luego nos mostraron copias de papiros faraónicos, que tapizaban las paredes del local, informándonos de que estaban realizados por estudiantes de la Facultad de Bellas Artes de El Cairo, y que venían con un certificado. Todo esto era innecesario, pues la vista de los papiros ya nos indicaba que eran de calidad, pero, así ellos se quedan más tranquilos...

Hay maravillosos papiros copiados tal como eran , y papiros modernos, con motivos antiguos, sobre imágenes que originalmente son frescos, estatuas, muebles, todos encontrados en las tumbas que se hicieron a lo largo de toda la historia de Egipto. Nos resultaron de lo más atractivo y, no hay que dejar de lado cuando uno viaja lejos, facilmente transportables. Tuvimos que seleccionar mucho y aún así compramos media docena.

Luego llegamos a la gran meseta de Giza, cerca de El Cairo, donde estan las tres pirámides.
De todos los monumentos que nos ha legado la civilización egipcia los más portentosos y emblemáticos son las tres grandes pirámides de Giza, tumbas de los faraones Keops, Kefren y Micerino, en egipcio, Jufu, Jafra y Menkaura , de la IV Dinastía, (a. 2.500 a.C) en el Imperio Antiguo. Fueron famosas desde la Antigüedad, visitadas y admiradas por viajeros como el historiador y geografo griego Herodoto, al que también se puede calificar como el primer turista de la Historia.

No se sabe con certeza como se construyeron, pues no se ha conservado ningún documento de la época que lo describa, pero muestran los grandes conocimientos de los técnicos egipcios y la gran capacidad de organización que poseían, para erigir tales monumentos con medios muy simples, como trineos, rodillos, rampas e ingenios de madera, y... fuerza humana, desde luego.

La mayoría de los enormes bloques de piedra eran cortados en canteras próximas a la construcción, que todavía se pueden contemplar enfrente de la Ciudadela de Saladino. Otros se transportaban desde las canteras del sur del país en grandes barcazas. Luego se colocaban sobre trineos y se arrastraban hasta su emplazamiento definitivo. Tampoco se sabe, a ciencia cierta, quiénes las construyeron. Existe la leyenda de que fueron miles de esclavos; pero hoy día se piensa que fueron obreros, bien tratados, ya que se han encontrado en el poblado cercano, donde vivían, muchos huesos de vaca y muchas raspas de pescado, suficientes para alimentar a miles de hombres durante casi un siglo. No hay que olvidar tampoco que el faraón era considerado un dios por el pueblo egipcio, y la fe que ese pueblo tenía en sus creencias. Y sabemos que la fe mueve montañas. La época del año en la que se realizaba la construcción era durante la crecida del Nilo. Entonces no se podía trabajar en el campo durante al menos tres meses, y la mano de obra vacante era empleada en estos trabajos de... "obras públicas". Además el agua llegaba hasta cerca de la pirámide y se podían trasladar los bloques de piedra, y los ingenios necesarios, en las barcazas.

La pirámide de Keops, la mayor, es el único monumento que queda en pie de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo, hoy día declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Tiene 145 m de altura y una base de 52 m2 y hasta la edificación de los grandes rascacielos fue el edificio más alto del mundo. Las piedras usadas en su construcción pesan más de dos toneladas cada una y tiene más de ¡dos millones de bloques!

En Giza se alzan las pirámides con su forma perfecta, pero esta forma es el resultado de una larga evolución de varios siglos y diferentes etapas: mastaba, mastabas apiladas y pirámide escalonada. En el plano simbólico la pirámide es un medio para que el faraón difunto ascienda hacia el firmamento y se reuna con su padre, el dios Ra (el Sol), y por otra parte es, en sí misma, una emanación de Ra; una cristalización de los rayos del Sol. Los egipcios tenían muchos más significados para las pirámides, pero seguramente estas dos son las más importantes.

Las otras dos pirámides, que corresponden a los sucesores, hijo y nieto de Keops: Kefren y Micerino, son más pequeñas, aunque enormes, y componen un magnífico panorama. También hay algunas pequeñas pirámides, que pasan casi desapercibidas, de familiares de los faraones allí sepultados, madres, esposas e hijos.

Contemplamos con el mismo asombro y admiración que las generaciones anteriores, esta obra ciclópea y perfecta.

Después de pasear un buen rato por los alrededores de las pirámides, descendimos hasta la Gran Esfinge.

Las esfinges son animales mitológicos con cabeza humana y cuerpo de león.

La Esfinge de Giza es una enorme estatua tallada en un montículo natural de piedra caliza. Mide 20 m de altura, 72 de longitud y 14 de anchura. El rostro podría ser el del faraón Kefren.

Formaba parte de su templo funerario y está comunicada con su pirámide a través de una larga avenida procesional. Ha sufrido mucho con la erosión del tiempo y del maltrato humano, pero la arena, en la que estuvo sumergida ha ayudado a preservarla. En diferentes épocas fue restaurada y desenterrada.

Famoso es el sueño del faraón Tutmosis IV, de la XVIII Dinastía, que mientras descansaba a su sombra, después de una cacería, cuando era joven principe, oyo en sueños que la Esfinge le pronosticaba que sería elegido como rey, si la despejaba de la ardiente arena que la cubría. Aunque era un segundón, hizo lo que la esfinge le pedía y su augurio se cumplió. Una estela del faraón, que está entre las patas de la esfinge, lo relata.

Había sido una mañana muy densa; tantas maravillas, vistas sin descanso, nos dejaron agotados, aunque felices, llenos de sensaciones.

Fuimos a comer a un restaurante de Giza, desde donde se veían las pirámides a traves de los cristales y de un ligero vaho de contaminación. Nos ofrecieron comida casera local. Tardaron mucho, pero la comida fue abundante y bien preparada.

El día no se había acabado, ni mucho menos. La siguiente parada fue en una enorme joyería, donde también había artículos de adorno, como cajas con incrustaciones de nácar; cajas de marquetería; lámparas; tableros de juego; pequeños muebles de inspiración faraónica o árabe, etc.. Tenían cosas muy bonitas. Mi marido me ofreció un recuerdo que consistió en un escarabajo de oro y lapislázuli; un pequeño dios Khepri, que me encantó.

Llegados al Hotel, paramos poco tiempo, ya que teníamos programada una cena en el centro comercial de El Cairo. C. no se sentía bien y se quedó en la habitación.

El restaurante se llamaba Felfela, decorado en estilo oriental, pero como para turistas y efectivamente casi todos los que estabamos allí, que éramos muchos, lo éramos. Este restaurante pasa por ser bueno, dan un menú de degustación, pero algo denso y pesado. Nada como la cena, con platos típicos, que disfrutamos en el barco.

El día, con los monumentos únicos, compras y comida se habia acabado.

Hasta el próximo capítulo.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Capítulo XIII. Menfis

Este capítulo va a ser más corto de lo que su sugerente nombre podría indicar. Efectivamente, Menfis, capital del nomo I, fue también la primera capital de Egipto; fundada alrededor de 3.050 a.C. por el primer faraón, Menes.

Menfis es hoy y, desde hace mucho tiempo, un lugar desolado que atraviesa un canal donde vierten hasta lo que suele ir por las alcantarillas. Toda clase de escombros se apilan a los lados del canal.

Menfis, en egipcio Inebu-hedy-"Muro blanco"-, -Anj-tauy -"Lo que Une los Dos Paises", Men-nefer, nombre de la pirámide de Pepi I, en Saqqara, utilizado a partir de la Dinastía XVIII como nombre para toda la zona, convertido por los griegos en Menfis y Hu-ka-Ptah -"El templo del ka de Ptah", de donde deriva el nombre helenizado de Egipto, tiene una gloriosa historia, de la que casi nada queda.

La ciudad propiamente dicha, o lo que pueda quedar de sus palacios, templos y demás edificios hay que buscarla en el área de cultivo al este de la necrópolis, enterrada por los depósitos de lodo que quedan tras las crecidas del Nilo. Cubierta por asentamientos, campos y vegetación, ha dificultado enormemente el estudio de los yacimientos arqueólogicos, de tal manera que pocas partes han salido a la luz: en Mit Rahina, el actual poblado y Saqqara, cerca de la pirámide de Teti.

Estaba situada en el sur del Delta del Nilo, en la región que unía el Bajo y el Alto Egipto. Fue la ciudad más importante del país durante gran parte de la historia egipcia, considerada siempre así, incluso cuando la capitalidad paso a otras ciudades.

Su necrópolis es la más extensa de todo Egipto; incluye Dashur, Saqqara, Abusir, Zawyet el-Arian, Giza y Abu Ruash, aunque estas dos últimas pertenecían administrativamente al nomo II del Bajo Egipto, en la Antigüedad.

El dios Ptah era su protector. Allí se desarrolló una de las cosmogonías más interesantes de la religión egipcia, ya que era considerado como soberano de los dioses, al haber creado el mundo a través de la palabra.

Lleva los títulos de "Señor de la Magia", "Señor de la Oscuridad", "Señor de la Verdad", "Señor de las Serpientes y de los Peces", nombres que podrían estar relacionados con su función creadora.

Menfis esta citada en la Biblia ocho veces; solamente expondré una de las profecías, que me parece se hizo efectiva con el devenir de los tiempos:

"Hazte equipaje de cautiverio,
moradora hija de Egipto,
porque Menfis será un desierto,
será asolada hasta no quedar morador"
Jeremías 46:19

Tuvo numerosos templos, el más importante dedicado a su dios tutelar Ptah, del cual sólo se conservan algunos sillares, pues fue utilizado principalmente para construir la fortaleza de al-Fustat por los árabes, que llegaría a ser El Cairo con el tiempo.

De tanta riqueza constructora, solo se han conservado las necrópolis menfitas y algunas pirámides del Imperio Medio.

A principios del siglo XIX los arqueólogos lograron encontrar su emplazamiento en la actual
Mit Rahina, localidad a 30 kms de El Cairo, y rescatar algunas estatuas con las que se ha fundado el Museo al aire libre de Menfis, lugar que visitamos a continuación.

La primera visita fue para la colosal y magnifica estatua del faraón Ramsés II, que se alzaba a la entrada del templo de Ptah. La estatua había caído de cara, lo que impedía ver el fascinante rostro del faraón; fue el ingeniero inglés Bagnol el que le dio la vuelta; podemos ahora contemplar toda la escultura gracias al recinto donde está instalada, con galería elevada para poder contornearlo. La estatua mide más de 10 m, a pesar de que le faltan los pies; tiene el lado izquierdo erosionado por el agua con la que estuvo mucho tiempo en contacto.

Ramsés viste un faldellín, lleva la doble corona del Alto y Bajo Egipto, su nombre aparece grabado en el pectoral, la hebilla del cinturón y en el hombro derecho. Es de lo más impresionante.

Ya al aire libre, en medio de un agradable jardín, hay otras estatuas, entre las cuales destaca la esfinge de alabastro, también procedente del exterior del templo de Ptah. Mide más de cuatro metros de altura por ocho de longitud y pesa 80 toneladas. Los egipcios, como ya hemos visto en otras ocasiones no se arredraban ante esas dimensiones. Puede que sea del faraón Amenofis II; nuestro guía nos dijo que quizás fuera de Hatsepshut, y efectivamente el rostro se parece mucho al de otra esfinge , más pequeña que hay a la entrada del Museo Egipcio de El Cairo, que se cree es ella.

Hay algunos restos arquelógicos más. Por allí paseamos el tiempo, siempre breve que nos dieron.

A pesar de las maravillas que llevábamos vistas, aún nos quedaba el plato fuerte del día, como si dijéramos, pero... eso ya será otro capítulo.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Capítulo XII. Necrópolis de Saqqara, mastaba y pirámides

Hoy nos esperaba un día muy interesante. En los alrededores de El Cairo están algunos de los monumentos más importante de la cultura egipcia y podríamos decir universal. Pero... vayamos más despacio.

Nos levantamos de madrugada, como habitualmente, y fuimos en bus a la necrópolis de Memphis, la capital del Imperio Antiguo, en Saqqara. Esta necrópolis es la más extensa e importante históricamente de Egipto, pues allí están representadas todas las dinastías desde la primera, hasta las de la época ptolemaica y persa.

El dios Sokar, frecuentemente representado de color verde, con cabeza de gavilán (no confundir con el dios Horus), era el patrono de la necrópolis, de la cual deriva el nombre.

Las primeras sepulturas fueron mastabas; esto es una construcción troncopiramidal de base rectangular; en las más suntuosas las paredes podían llegar a medir 20 m. Las primeras se construyeron de ladrillos de adobe, para pasar luego a la piedra cuando los instrumentos para tallarla se fueron perfeccionando. Hay muchas mastabas en Saqqara pues los nobles y grandes funcionarios adoptaron esta forma de enterramiento, desde la III Dinastía.

Nosotros visitamos la del gran visir del faraón Teti I y Sumo Sacerdote de Ra en Heliópolis Kagemni, que estaba casado con una hija del faraón, la princesa Nebtinubjet.

Fue supervisor de la construcción de la pirámide de Teti, lo cual explica su acceso a los mejores artesanos de la época.

Pues efectivamente, la decoración de las salas es de gran calidad; muestran escenas tanto de su vida política, como cotidianas. Hay representados animales, escenas de caza y pesca, escenas de lucha contra los hipopótamos y cocodrilos. Están reflejados hasta los más mínimos detalles como flores de loto flotando, las redes de los pescadores, ranas, libélulas. Hay también escenas de ordeño de vacas, o de alimentación de cachorros. Kagemni está representado con toda solemnidad ejerciendo su ministerio, recibiendo a los escribas, etc.

Todo este conjunto es espléndido; de una perfección que asombra. Ya de fechas tan antiguas el arte egipcio había llegado a la cumbre, y fue muy superior al de otras épocas.

Enfrente de la mastaba de Kagemni esta la pirámide de su faraón, Teti I, de la VI Dinastía. Los más decididos del grupo entramos en ella, casi reptando por un corredor descendente que llega hasta la cámara del sarcófago, de basalto negro.

En las paredes de la cámara está escrito el Texto de las pirámides, conocido allí por primera vez. Es la más antigua colección de encantamientos que tenían la finalidad de ayudar al rey difunto a llegar al más allá y son base de muchas de las concepciones teológicas y religiosas de los egipcios.

El nombre egipcio de la pirámide de Teti: "Duraderos son los lugares de Teti", no resultó del todo exacto, pues la pirámide está medio derruída, ya que se utilizó como cantera desde la antigüedad.

Cerca de ella están la tumba de su esposa Juit, que originalmente era una mastaba, la de otra esposa , Iput, hija del faraón Unas, y las mastabas de los grandes funcionarios, como hemos visto en la de Kagemni.

Todo esto nos fue preparando para ver una obra única, la pirámide escalonada del faraón Zoser, que está en las proximidades. Es el monumento más importante de la necrópolis de Saqqara, prototipo de las grandes pirámides de Giza.

La pirámide escalonada, Dyeser-Dyeseru "La más sagrada" del faraón Zoser, es una maravilla única en Egipto. Consiste en seis mastabas gigantescas colocadas una encima de otra, y es la primera obra de enormes dimensiones en la que se utilizó la piedra, no sólo en Egipto sino en todo el mundo.

El arquitecto que la diseñó se llamaba Imhotep, "el que viene en paz", bonito nombre en toda época. Fue visir del faraón Zoser, Sumo Sacerdote de Heliópolis, médico, astrónomo y arquitecto. El primer "científico" de la historia. Tal fue su fama que acabó siendo divinizado, dos mil años después de morir, como hijo de Ptah. También se le vinculó al dios Thot.

Tuvo que organizar el proceso de construcción, controlar a cientos de obreros, solucionar el problema del peso de las piedras, que resolvió usando bloques relativamente pequeños, más fáciles de transportar y manejar. Hay que tener encuenta que el único metal conocido entonces era el cobre.

La pirámide formaba parte de un complejo para celebraciones, entre otras el Heb Sed, o fiesta del jubileo del faraón, una fiesta de renovación de la energia sobrenatural del faraón.
El complejo funerario incluía un templo, varios edificios más y estaba rodeado de una muralla con contrafuertes.

La entrada al complejo, es una pequeña puerta, de no más de un metro de ancha, en medio de grandes torres. Dentro hay preciosas columnas de piedra imitando los haces de cañas, que formaron los soportes de los templos primitivos. Se siente con fuerza el impacto de esa civilización. Quisiera uno quedarse un gran rato para disfrutar de esas sensaciones visuales y espirituales, pero... el programa debe continuar de forma implacable, como implacables eran ya los rayos de Amon-Ra.

Hasta el próximo capítulo.

martes, 23 de junio de 2009

Capítulo XI. El Cairo

A la mañana siguiente nos levantamos muy temprano para ir al aeropuerto de Abu Simbel, de allí a Assuan y seguidamente a El Cairo.

Ya nuestro guía, la noche anterior, de una forma entre misteriosa e inapelable, nos había comunicado que aunque ellos hacían todos los esfuerzos porque el plan se cumpliera, quizás, tal vez, no pudiéramos llegar a El Cairo y tuviéramos que quedarnos algunas horas en Assuan, donde, por otro lado, seríamos tratados muy bien.

Bien, pues esta especie de amenaza se materializó, en ausencia de nuestro guía, que había desaparecido, yendose con otros dos turistas, con más suerte que nosotros a... precisamente El Cairo.

Dejados en el aeropuerto de Assuan, en compañía de guías desconocidos, que nos anunciaron que tendríamos que pasar todo el día en Assuan, tuvimos que emplearnos a fondo, y exigir que nos llevaran a El Cairo, tal como estipulaba nuestro plan de viaje.

Una de nuestras compañeras dirigió la operación "protesta", llegando a hablar hasta con la agencia en España.

El único que había conservado el plan de viaje era C., mi marido. Al llegar a Egipto nos habían pedido los papeles de la agencia, pero C. le pidió a M., nuestro primer guía, fotocopia del mismo, a lo que no se pudo negar. Eso nos sirvió mucho, pues allí estaba la hora del vuelo Assuan-El Cairo y hasta el número del vuelo.

Después de un cierto desconcierto, aparecieron cinco plazas en el avión, al cual nos subieron a uña de caballo. Cuando ya estabamos dentro del avión comprobamos que faltaban dos personas de nuestro grupo, información que no nos habían dado.

Esto hizo que viajáramos inquietos. Al llegar al aeropuerto de El Cairo, nos fue aclarada la situación. Nuestros dos compañeros venían en el vuelo siguiente. Se nos ofreció llevarnos al hotel, donde podríamos esperarlos con toda comodidad, pero optamos por quedarnos hasta que llegaran. No queríamos más sorpresas. Al fin llegaron y pudimos olvidarnos del incidente. "Cosas egipcias" nos dijimos.

Moraleja: "Nunca sueltes un plan de viaje suministrado por la agencia... y ningún otro papel".

Nos llevaron pues, atravesando El Cairo al Hotel Conrad en la avenida del Nilo. Gran hotel, con magnificas vistas sobre el río. Nos alojaron en la planta Ejecutiva, que entre otra cosas tenía buffet frío y refrescos todo el día y caliente durante dos horas al día, con posibilidad de tomar bebidas alcohólicas, en un gran salón reservado a tal fin en el piso 22.

Mientras atravesábamos la ciudad, para llegar al hotel, ya nos dimos cuenta del enorme caos de esa aglomeración humana, una de las mayores del mundo.

Según oímos, fue proyectada para cuatro millones de habitantes y va camino de los dieciocho.
Una densa capa de contaminación la cubre, y las bellezas que contiene están sumergidas en el hiperurbanismo, que la posee. También hay mucha basura a la vista, pues los cairotas tiene la costumbre de dejar lo que les sobra encima de las terrazas de las casas, así sean restos de algún arreglo, como ladrillos o cemento, o trastos viejos de diversos usos. Sospecho que el servicio de recogida de basuras no está muy extendido y/o no es eficaz.

Se veían muchos minaretes de las innumerables mezquitas y bastantes cruces de las iglesias cistianas.

Al llegar al hotel fuimos directamete al salón Ejecutivo donde tomamos unos canapés y unos refrescos que nos sirvieron de comida. Tomamos posesión de la habitación donde había una enorme cama con almohada de plumas, muy cómoda y una terracita desde la que se podía contemplar el Nilo y el caos urbano.

El Cairo, Al-Qahira en árabe, que significa "La Triunfante", es la mayor ciudad del mundo árabe y de África. Llamada también por sus habitantes "La madre de todas las ciudades" y "la ciudad de los mil minaretes".

Su fundación por los romanos, como campamento militar, data del s. II a.C., pero su nombre actual se debe a los fatimíes que la refundaron en el s. X. Tiene una larga y complicada historia, como se desprende de su larga existencia y muchos monumentos importantes e interesantes, pero la superpoblación e hiperurbanizacion, han destruído el encanto que sin duda tuvo.

Es la primera ciudad africana que visito y debe ser la más grande e importante, pero ya se nota que uno está en otro mundo.

Teníamos la tarde libre. Decidimos C. y yo ir andando al Museo Egipcio. Para llegar tuvimos tres cuartos de hora de recorrido a pie. Atravesamos el caos circulatorio, sin semáforos, sin pasos de cebra, sin señales; pero... los conductores se entienden, a veces a gritos, no de protesta sino de ayuda y colaboración, y no pasa nada, aunque parece continuamente que va a ocurrir una catástrofe. Para los peatones es peor. Nadie les hacen el menor caso, y hay que jugarse el tipo para atravesar la calle.

Pasamos, pues, por tiendas, más bien tienduchas, donde el dueño estaba fuera sentado charlando con los del barrio, talleres de reparaciones diversas, paradas de bus que contribuían no poco al caos circulatorio, algún gran hotel como el Hilton, varios ministerios y organismos oficiales, con vigilancia militar. Había, en cada edificio oficial, un soldado armado con metralleta, parapetado tras un escudo fijo, que le tapaba todo menos la cabeza. Hay que tener en cuenta que Egipto lleva más de cuarenta años en régimen de excepción, lo cual quiere de decir que tendrá las libertades democráticas más o menos suspendidas. Allí se ve mucho militar armado.

Hay una polícia militar, dedicada al turismo, que se llama apropiadamente Policía Turística.

Por fin llegamos al Museo Egipcio, en la plaza Tahir. Allí está la colección de arte egipcio más importante del mundo.

Desde 1.798, con la conquista de Egipto por Napoleón, se sacaron del país innumerables tesoros,
hasta la creación, en 1.835 del Servicio de Antigüedades de Egipto, fundada, para proteger los monumentos y los tesoros, de la expoliación.

Los objetos y tesoros del Egipto faraónico han tenido diversas visicitudes, aún con la creación de este Servicio, pues la primera colección reunida, fue regalada por el pachá Abbas al emperador Maximiliano de Austria durante su visita a Egipto. Parte de los objetos depositados en el siguiente Museo se perdieron en una crecida del Nilo. El actual Museo se inauguró en 1.902, diseñado por Champollion, historiador y linguista francés, considerado el padre de la egiptología. En 1.922 experimentó un gran crecimiento con la incorporación del contenido de la tumba de Tutankhamon, descubierta en el Valle de los Reyes, por el arqueólogo inglés Howard Carter, única tumba encontrada sin expoliar. Actualmente se está construyendo un gran Museo en Giza, que contendrá 150.000 piezas.

En el Museo pasamos un par de horas, de las que se hacen cortas. Aunque el espacio es insuficiente para el gran número de tesoros que tienen, parte de los cuales están en los depósitos, lo que hay expuesto es magnifico. Esta dividido según los periodos de la historia egipcia, con mucho orden.

Algunas de las obras de arte que pudimos ver en la gran sala, con claraboya, del museo. Lo mostrado en el collage es:
  1. La paleta de Narmer, de los primeros tiempos de la historia. Asombra la perfección que había alcanzado esta civilización.
  2. Una de las columnas que representan a Akenathon, XIX dinastía, el faraón hereje, procedente del templo de Amón en Karnak, de cuando todavía era Amenofis IV, pero ya con su extraña fisionomia.
  3. La impresionante escultura del faraón Zoser, de la III dinastía, cuya pirámide escalonada está en Saqqara, no lejos de El Cairo.
  4. La triada del faraón Micerino, IV dinastía, con la diosa Hathor y la representación femenina de uno de los nomos de Egipto.
  5. Los esposos Rahotep y Nefret, sacerdote y lugarteniente del faraón; ella de la familia del faraón Keops, IV dinastía. Era costumbre pintar al varón más oscuro y a la mujer más clara, como se puede observar.
Pensaban los egipcios que las esculturas y demás representaciones del faraón debían ajustarse lo más posible a su imagen real, de manera que se le identificara perfectamente en el otro mundo. Lo mismo regía para los demás personajes. De ahí el realismo que acompañó siempre este arte.

Otra de la cosas que nos llamó la atención fue la Estela de Merenptah, faraón de la dinastía XIX, que reinó de 1.213 a 1.203 a.C. La estela fue encontrada en su templo funerario del Valle de los Reyes, en la gran necrópolis de Tebas, en Luxor. Ha alcanzado gran notoriedad porque el texto incluye la única mención de los egipcios a Israel o mejor dicho a los israelitas, en la penúltima línea, dentro de la enumeración de los pueblos derrotados por Merenptah.

La referencia es esta:

                                 ---Ysriar (Israel) está derribado y yermo, no tiene semilla---

Se habla de las gentes de Israel, por el gentilicio que acompaña al nombre, mostrando que para los egipcios de esa época, Israel no era considerada como un país propiamente dicho. La cita hace pensar que Merenptah es el faraón mencionado en el texto bíblico del Éxodo.

Todas estas obras aunque muy importantes, son sólo una pequeñísima parte de lo que hay allí.

Dejamos el Museo a la hora del cierre y volvimos por el mismo camino al hotel; esta vez fuimos por el paseo que va a lo largo del Nilo. Tuvo que ser muy bonito y aún conserva parte de su encanto; pudimos ver que es un lugar elegido por las jóvenes parejas para pasear. Pero el caos circulatorio se lo ha comido con los escalectrix, que salen del mismo paseo y otras aberraciones. Aún así disfrutamos de las vistas y del gran río.

Acabamos la velada en el salón reservado, donde habíamos quedado con F. y A. Hicimos honor a las bebidas fuertes y a los manjares del buffet, pequeña muestra de especialidades egipcias.

Hasta el próximo capítulo...

martes, 9 de junio de 2009

Capítulo X. Abu Simbel

Desde la Gran Presa nos llevaron al aeropuerto de Assuan, donde cogimos el avión hasta Abu Simbel. El viaje dura media hora. Mirando hacia abajo se ve el desierto en todo su esplendor, abrasado por el sol. Y es que Abu Simbel está al sur de Egipto, en lo que fueron los limites del antiguo reino. Los faraones cuidaron siempre la vigilancia de esa frontera con la antigua Nubia y, en parte, construyeron esos templos como símbolos de su poder, para amedrentar a sus enemigos.

Llegamos al hotel Seti I, sobre el lago Nasser. Es un hotel de bungalows, con bonitas terrazas y piscinas, que no invitan a ponerse el bañador, debido a los potentes rayos de Amón-Ra. Más bien se va buscando la sombra con gran interés. El hotel, algo anticuado, pienso que fue proyectado para recibir turismo de calidad, aprovechando la cercanía del lago y de los monumentos, pero... aquello está muy, muy lejos de todo.

La comida corrió por nuestra cuenta. Tomamos un bocadillo en la terraza, ya que teníamos que salir enseguida, para visitar los templos. Nos llevaron en bus, junto con los demás turistas del hotel; tardamos muy poco, ya que están muy cercanos al mismo.

Antes de continuar tengo que hablar de la ingente obra que se hizo con este complejo, en los tiempos actuales.

Cuando se construyo la Presa Alta o Gran Presa de Assuan, el monumento iba a quedar sumergido completamente, al estar a orillas del río.

En la gran operación de rescate, promovida por la UNESCO, se decidió cortar los templos en grandes bloques, que fueron numerados y trasladados 65 m más arriba, y 200 m hacía dentro, conformando previamente una colina existente, de forma idéntica a la que tenía en su emplazamiento original. Allí se monto de nuevo este enorme "rompecabezas".

La faraónica obra salvó el complejo, para gloria de la técnica moderna y de la cooperación internacional.

Tuvimos otra novedad, por cierto muy agradable, que consistió en que pudimos ver el interior de los templos sin guía. Estos tiene prohibida la entrada en ellos. El nuevo guía local nos dio las explicaciones, por cierto mejores que las que nos daba nuestro guía habitual, en el exterior y nos dejo bastante tiempo para que cada cual fuera a su ritmo. Una delicia.

Abu Simbel significa "la montaña pura". El complejo está formado por dos templos excavados en la roca, mandados edificar por el faraón de la XIX dinastía Ramsés II, uno a mayor gloria suya y el otro a la de su esposa favorita o Gran Esposa Real, Nefertari. Son dos maravillosas construcciones. Están muy bien conservados, en parte porque permanecieron sepultados bajo la arena hasta el s. XIX.

El propósito de la fundación era la de impresionar a los vecinos y afianzar la religión y el reino de Egipto, después de las turbulencias religiosas y políticas del reinado de Akenathon, de la XVIII dinastía, el faraón "hereje", que había querido cambiar el culto de Amón por el de Athón, y había dejado el país sumido en el caos.

La construcción empezó en 1.284 a.C., y duro veinte años.

El templo mayor está dedicado a tres dioses de tres grandes ciudades de Egipto, Amón de Tebas, Ptah de Menfis y Ra de Heliópolis, y al propio faraón divinizado. En la roca de la fachada hay cuatro estatuas colosales que representan a Ramsés, sentado en el trono, con la doble corona del Alto y el Bajo Egipto. Una de ellas fue deteriorada por un terremoto y se partió. A sus pies, según la costumbre, están los miembros de su familia, su esposa Nefertari, su madre Tuya y varios de sus hijos e hijas. Los colosos miden 22 m de altura.

Encima de la puerta de entrada hay un nicho con un grupo escultórico: es un criptograma que representa el nombre de pila de Ramsés: User Maat Ra. Más arriba, coronando la fachada, hay esculpidos veinticuatro babuinos, que saludan al sol naciente.

El templo es colosal por fuera y también por dentro. Los ocho pilares osiriacos que sostienen la sala hipóstila y que representan a Ramsés, miden 10 m cada uno. En las paredes de la sala hay maravillosos bajorrelieves. Son como una lección de Historia.

Está ilustrada la batalla de Quadesh, en Canaán (actual Siria), contra los hititas, que fue reivindicada por Ramsés como una gran victoria. Sin embargo, parece que el rey hitita contra el que luchó, Muwatallish, también se jactó de haber ganado.

El caso es que acabo en un tratado de paz, y para sellarla Ramsés se casó con una princesa hitita, hija del rey; el relato de dicha unión también decora las paredes del templo.

Hay también filas de prisioneros asiáticos y algunos de los suplicios que se les infringían, como cortarles las manos y los genitales.

Hay capillas adyacentes, todas decoradas con pinturas, para diferentes usos y ritos, alguna de ellas inacabada. Se ve al faraón efectuando ritos de purificación, abrazado por los dioses, elevándoles ofrendas...

Cada una de las salas va siendo más baja hasta llegar al sancta sanctorum donde están sentados los tres dioses, Ptah, Amón-Ra, Ra-Horajty y Ramsés divinizado.

Sucede en él un curioso efecto, que nos indica a que gran nivel había llegado la técnica en Egipto. El recinto esta proyectado para que dos veces al año los rayos del Sol iluminen las caras de Amón, Ra y Ramsés, y ejerzan su poder vivificador. La cara de Ptah permanece en la penumbra, ya que era considerado el dios de la oscuridad, entre otros atributos. Esto sucede los días 20 de febrero y 20 de octubre, que se cree eran respectivamente, los del cumpleaños y coronación de Ramsés.

Después del traslado del templo el fenómeno ocurre dos días después. Tanto el emplazamiento, como la historia, el interior, las salas, capillas y el santuario de los dioses, dan al templo un halo misterioso.

Me sentí más que en ningún otro lugar transportada a aquellas lejanas épocas y en comunión con aquella cultura.

El templo menor, está muy cerca del otro. Dedicado a Hathor, diosa del amor y de la belleza y a Nefertari, esposa favorita de Ramsés. Gran aprecio tuvo que tenerle el faraón para dedicarle un templo al lado del suyo, caso único en la historia de Egipto.

La fachada excavada en la roca tiene seis colosos de pie que miden 10 m cada uno, cuatro representan a Ramsés y dos a Nefertari, todos de la misma altura, algo poco frecuente pues las estatuas del faraón solían ser de mayor tamaño. A los pies de ellas hay diferentes príncipes y princesas.

La dedicatoria del templo indica claramente lo que sentía Ramsés por su esposa,

"Una obra pertenenciente por toda la eternidad a la Gran Esposa Real Nefertari-Marienmut, por la que brilla el sol".

El templo, su dedicatoria, todo en suma, es una grande y bella prueba de amor.

La entrada conduce a la sala hipóstila que tiene seis columnas con capiteles decorados con la cabeza de la diosa Hathor. Todas las paredes están pintadas con historias del faraón y su amada, y formulas de adoración a deidades femeninas, como la propia Hathor, Mut, la esposa de Amón, Isis, Anuket, (cuyo nombre significa la "Abrazadora" ) la diosa del agua, de las cataratas y del Nilo, y también de la lujuria, especialmente adorada en Nubia.

Aunque se sabe poco de Nefertari, algunas fuentes dicen que era nubia, y que ese fue uno de los motivos de Ramsés para elegir ese emplazamiento.

La sala hipóstila, así como la capilla y el santuario donde está la estatua de Hathor están maravillosamente decorados. Conforman una auténtica joya.

Se diría que son mas íntimos. Allí también se siente el misterio y el recuerdo de Nefertari.

Para el último acto del día, aún teníamos que esperar, pues debía ponerse el sol. En efecto, era un espectáculo nocturno de luz y sonido, con los templos como escenario. Nada podía ser más apropiado, pues ningún escenógrafo hubiera podido imaginar algo tan impresionante.

Paseamos un rato contemplando el immenso lago, y viendo el ocaso del sol, que en Egipto siempre es magnifico.

Casi de noche comenzó el espectáculo; para nuestra suerte fue en español, los otros visitantes tenían que ponerse unos cascos para oír la narración en inglés.

Como sucede siempre con la iluminación, todo se ve distinto. El misterio aumenta y las huellas del tiempo desaparecen. Todo es mágico.

Estaban resaltadas todas las estatuas, tanto los colosos como la familia, madre e hijos de Ramsés y Nefertari, a los cuales se les veía mucho mejor.

Mientras, la voz relataba los avatares del monumento, por medio de sonidos y luces cambiantes, tanto su historia reciente, con el aparatoso traslado de lugar, como la reproducción del terremoto que lo dañó, el recuerdo de las batallas de Ramsés contra distintos pueblos y el relato del amor de los esposos, por medio de sugerentes diálogos.

Se me hizo corto.

Volvimos al hotel. En el restaurante había mucha gente y un buffet. Ambas cosas nos hicieron recordar con nostalgia nuestro barco, y su estupendo cocinero.

Y nada más por hoy. Hasta el capítulo siguiente.

domingo, 31 de mayo de 2009

Capítulo IX. La Gran Presa de Assuan

Después de desayunar abandonamos, con pesar, nuestro precioso barco. El pequeño crucero por el gran Nilo se había acabado. Ya no veríamos más las orillas del río desde la cubierta del barco, o desde el ventanal de nuestro camarote, mientras navegabamos; ya no comeríamos tan bien como se hacía en el comedor naútico, pero... había que seguir con el plan previsto y lo que todavía teníamos que conocer bien valía este obligatorio sacrificio.

En primer lugar fuimos a conocer la Gran Presa del Nilo o Presa Alta. Mientras íbamos hacia allí, nuestro guía Y., se mostró más locuaz que en anteriores ocasiones. Esta vez nos hizo un relato sobre la construcción de la Gran Presa.

Todos los egipcios, excepto los nubios, están muy contentos y orgullosos con esta "faraónica" obra de los tiempos modernos. Y tienen motivos para ello.

Los ingleses habían construido una presa, llamada Presa Baja, que fue inaugurada en 1.902, que se había mostrado insuficiente para los fines deseados. En efecto, tanto las crecidas incontrolables del río, con la consiguiente perdida de cosechas, como las sequías asolaban el país. En el 1.952, Nasser, el nuevo dirigente del país, tras la Revolución que derrocó al rey Faruk, y proclamó la República, tomó la determinación de construir una gran presa para evitar esos males.

La financiación, que en un principio iba a correr a costa del propio Egipto con los ingresos que proporcionaba el canal de Suez, pronto se reveló imposible. Luego fueron los americanos los que iban a ayudar, pero con el viraje de Egipto hacia el socialismo, era la época de la Guerra Fría, se retiraron. El proyecto, al menos un tercio del coste, gran cantidad de técnicos y la maquinaria etc. fue pagado y proporcionado por la Unión Soviética, que tiene allí un monumento, bastante anodino por cierto, en nada comparable a las maravillas grandes y pequeñas que alberga el país. Fue empezada en 1.960 e inaugurada diez años después, en 1.970.

Sus dimensiones son enormes. Tiene 3.600 m de longitud, 1.000 m de anchura y para contener al gran río tuvieron que levantar una pared de piedra y arcilla de 111 m de altura. Son medidas a la altura de los faraones. La presa produjo un gigantesco embalse, llamado lago Nasser, que tiene una capacidad entre 150 y 165 km3 de agua.

Sus beneficios han sido considerables y los egipcios están contentos. Además del agua que proporciona el enorme embalse, también surte de electricidad a buena parte del país, y aún puede vender parte del sobrante al vecino Sudán. Pero también ha provocado desastres humanos, ecológicos y culturales.

La baja Nubia quedo inundada, muchos pueblos fueron sepultados por las aguas y la mayor parte de la población fue desplazada. Para los habitantes ribereños aumentaron las enfermedades derivadas del agua estancada, malaria y parásitos de un caracol.

Al llegar reducido el caudal del río al mar Mediterráneo, se ha producido una salinización del Delta, que ha acabado con la agricultura en la costa cercana a la desembocadura. También hay efectos desastrosos sobre el antiquísimo eco-sistema, flora y fauna. Nada de todo esto se tuvo en cuenta en el proyecto y en la construcción.

En cuanto a los monumentos, muchos importantes, iban a desaparecer bajo las aguas.

Entonces se monto una operación de rescate, patrocinada por la UNESCO, que localizo, excavo y desmontando piedra a piedra, salvo veinticuatro de estos monumentos. Otros cuatro fueron donados a los países que habían colaborado y quisieron llevárselos. En España, Madrid, hay un pequeño templo, mandado construir por Ptolomeo IV Filopator, el templo de Debod, dedicado al dios Amón.

Pero... volvamos a la Presa Alta.

Llegamos a la Presa en el pequeño bus, y allí estuvimos un buen rato, contemplando el enorme lago Nasser y en la lejanía uno de los templos salvado de las aguas, el templo de Kalabsha.

Este templo, el más grande de Nubia, fue mandado hacer por el emperador Augusto en honor del dios local Mandulis. Hoy día hay cruceros que llevan a los visitantes hasta allí.

Al cabo de un rato seguimos hacia el aeropuerto de Assuan, donde íbamos a coger el avión que nos llevaría a Abu Simbel. Otra de las maravillas de Egipto...