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martes, 26 de mayo de 2009

Capítulo VIII. El Obelisco inacabado y Philae

Salimos, pues, después de comer. Teníamos una tarde bien atareada, ya se sabe que los días del turista son de mucho ajetreo.

Fuimos en primer lugar a las canteras del sur de Assuan, canteras de la época de los antiguos egipcios, donde íbamos a ver un obelisco inacabado, que quedó empotrado en la roca, casi hecho.

Fue desechado por una grieta en la parte superior. Los obeliscos debían ser perfectos, sin ninguna fisura ni defecto, ya que eran la representación del divino rayo solar.

Aunque no está datado, no tiene ninguna inscripción, se cree que lo mandó hacer Hatshepsut. Hubiera sido el mayor obelisco de Egipto... pero se quedó ahí, para ejemplo de las técnicas que utilizaban los egipcios y objeto de estudio para los arqueólogos.

Como todo en esta cultura, es impresionante. Es asombroso que con medios tan limitados, mazas de madera, cuñas, también de madera, bolas de diorita, y, eso sí, mucha fuerza humana, lograran esculpir y mover estas enormes moles.

Paseamos un rato por la cantera, mientras Ra nos aplastaba con sus rayos.

Luego embarcamos en una motora que nos iba a llevar a la isla de Philae o File.

Montamos, pues, en la motora y navegamos por el Lago hasta Philae. Hay en esta islita un gran templo dedicado a Isis y a su hijo Harpocrates (Horus niño). Hay también otras construcciones como el mamissi, el templo de Hathor y otros, dedicados a divinidades meroíticas, por lo que se supone que fue un condominio de los faraones y los reyes del reino de Meroe.

Debido a la construcción de la primera presa de Assuan o Presa Alta, inaugurada en 1.902, el templo estaba sumergido una parte del año, sólo se podía ver un poco de la parte superior; pero cuando se proyecto la Presa Baja, todo el templo iba a ser englutido por las aguas. Para evitar tal desastre, el templo fue desmontado piedra a piedra y reconstruído, después de una titánica labor, y con el patrocinio de la Unesco, en la vecina isla de Agilkia, donde sigue mostrándonos todo su esplendor.

El viaje en la motora fue muy bonito. Después de ver las verdes márgenes y las rocas en medio del agua del lago, se llega al grandioso templo, que luce así.

Es uno se los templos dedicado al mito de Osiris. Ya habíamos visto el templo de Edfú, dedicado a Horus el grande. El de Philae esta dedicado a Isis, hermana y esposa de Osiris y madre de Horus. El culto de Isis es bastante tardío en la civilización egipcia y tiene pocos lugares de culto, a pesar de que Isis forma parte de los ocho dioses primordiales, creadores del mundo.

Fue empezado en el s. IV a.C. por un faraón llamado Nectabeo, del cual se conservan algunas columnas, aunque hay restos más antiguos, pero principalmente fue mandado hacer por los ptolomeos. Los emperadores romanos desde Augusto hasta Lucio Vero continuaron con la construcción y decoración del templo.

Está bastante bien conservado y es impresionante como todo el arte egipcio. El mito de Isis está grabado en magníficos bajorrelieves en las paredes, así como otros muchos elementos rituales.
Además de la diosa titular y Horus, su hijo, se adoraron en él otros dioses como Hathor o Imhotep, el médico y arquitecto de Zoser, divinizado. También tienen capillas dioses nubios, como Arensnufis y Mandulis.

El culto de Isis, muy extendido en el Imperio Romano, continuo hasta que fue prohibido por el emperador Justiniano en el s. VI d.C. Al mismo tiempo, hubo allí una iglesia cristiana dedicada a san Sebastián lo que muestra la coexistencia de religiones.

El complejo tiene además la ventaja de su ubicación en la isla, que resalta su arquitectura y bellezas, está hecho según los cánones egipcios, pero el clasicismo greco-romano también se advierte, por ejemplo en el gran patio de columnas.

Es magnífico el quiosco de Trajano, hecho para el reposo de la barca sagrada, cuando Isis volvía en ella después de sus desplazamientos. Su piedra dorada tiene un particular brillo con los rayos del sol poniente.

Tiene otra interesante particularidad el templo de Philae. En sus paredes están las últimas inscripciones que se escribieron en jeroglífico, de finales del s. IV d.C., y en demótico, de mediados del s. V d.C.

El día aun tenía más "sorpresas". La primera de tipo comercial, nos llevaron, al desembarcar, a una fábrica de perfumes. Allí nos ofrecieron un té y una demostración de los perfumes y remedios que producen. Son gente encantadora que sabe vender, así que acabamos comprando todos, perfumes, remedios y algunos preciosos frasquitos de cristal.

La segunda "sorpresa" fue en el barco. Después de la cena, se nos ofreció un espectáculo, muy ponderado por el guía, pero que sólo se podría calificar para turistas despistados.

Una muchacha, con pocos conocimientos del tema y bastante rolliza, hizo como que bailaba la danza del vientre, baile bastante difícil, que ella no conocía. A continuación, un pseudoderviche, con traje parecido al de estos, pero de vivos colores, hizo algunos números inspirados en el baile religioso de los derviches, con tintes circenses, aunque con más estilo que su predecesora.

Después de dejarlos con sus contorsiones y bebernos un aguardiente nos fuimos a dormir, para recuperar fuerzas. El día siguiente sería tan intenso como de costumbre.

¡Hasta el próximo capítulo!

miércoles, 13 de mayo de 2009

Capítulo VII. Nubia

Después de cenar anoche, concertamos con el guía una excursión, fuera de programa, para visitar Nubia.

El día empezó con una paseo en faluca, embarcación egipcia que se ha usado desde la más remota antigüedad. Tiene una vela característica, que además de su utilidad adorna el paisaje fluvial.

Enfrente de nuestro barco había un muelle con falucas, algunas con las velas recogidas y otras preparadas para navegar. A la temprana hora que salimos para este paseo la luz era espléndida, esa luz que ya no es la del amanecer pero todavía es recién estrenada.

Nos embarcamos pues en la faluca, pero... el viento necesario para que la vela se hinche y la barca navegue, no se presentó. En realidad era de esperar, pues el viento empieza cuando el calor va aumentando y no a esa temprana hora matinal, así que el paseo fue muy corto.

De allí pasamos a la motora que nos iba a llevar a Nubia.

Y., nuestro guía habitual, nos presentó a un conocido suyo, que nos iba a hacer de guía en su region natal, Nubia, donde vive. Para nuestra sorpresa Y. había vivido ocho años en España, fue bailarín y coreógrafo de bailes étnicos en la Compañía de Víctor Ullate. En esos años se casó con una española, que llego a venir de visita hasta esta remota región.

Pero... siempre hay un pero, los nubios son extremadamente celosos de su identidad y sus costumbres y según Y. no se pueden casar más que con nubias y vivir de acuerdo con sus ancestrales tradiciones. Ellos lo hacen todo bien y no mienten; los demás, en cambio, no quieren más que perjudicarlos (me pareció una letra conocida la de esta canción) y tienen que estar vigilantes. Las madres mandan mucho y por supuesto la suya no estuvo en ningun momento de acuerdo con su matrimonio. Ahora esta felizmente casado, por fin, con una mujer nubia y tiene varios hijos.

También nos habló de la tragedia del pueblo nubio, que data de más de 35 años, y que sucedió con la construcción de la Gran Presa de Assuan y la creación del lago Nasser, que produjo un cambio total en la cuenca hidrográfica del Nilo. Más de cuarenta pueblos se vieron sumergidos por las aguas, muchos nubios fueron desplazados a otros lugares creados para ellos o a otras ciudades y regiones del país; hay muchos de ellos en El Cairo.

Los que se quedaron se apegan a sus costumbres y se dedican sobre todo al turismo y al comercio derivado de esta actividad.

Hoy dia Nubia esta repartida entre dos estados: Sudan y Egipto. En la Antigüedad fue llamada Kush, en la Biblia, Tai-Seiti, la tierra de la" gente del arco", por los antiguos egipcios.

La historia de Egipto y de Nubia están estrechamente relacionadas a través de toda la antigüedad. Egipto iba a buscar allí muchas riquezas de las que carecía: pieles, animales salvajes, oro, piedras preciosas, diorita para esculpir sus estatuas.

Hubo campañas belicas para dominar a sus levantiscos habitantes, periodos en que Nubia fue sometida a Egipto.

En tan larga historia las cosas tornaron a veces, de manera que en el s. VIII a.C., hasta tres principes nubios fueron faraones, la Dinastía XXV, y ciñeron la doble corona en Menfis.

Cuando se tuvieron que retirar a su región de origen fundaron allí el reino de Napata, que más tarde se traslado al sur, a Meroe, y duró más de mil años. Este reino tuvo una fuerte influencia de la cultura y de la religión egipcias, aunque conservo también rasgos originales.

Bien, pues nuestro pequeño grupo subido en la motora y acompañados del guía nubio Y. que nos iba contando la tragedia, las costumbres de su pueblo y su vida, navegamos desde Assuan hasta Nubia,

pasando delante del Mausoleo, en granito rosa, del Aga Khan III, príncipe indio, imán de la secta islámica de los ismaelitas. Vino a este lugar para curarse de una enfermedad reumática debido al efecto saludable de la arena del desierto, y quedó tan encantado que decidió hacer allí su tumba, en la que también está su esposa Begum Habiba, una francesa nacida Yvonne Blanche Labrousse.

Pasamos delante del Jardín Botánico de Assuan, Gerizet al-Nabatat, en la isla Kitchener, llamada así por el general inglés que ganó una batalla contra los derviches y para compensar, les hizo un jardín botánico en esta pequeña isla , convirtiéndola en un paraíso de árboles, plantas exóticas y preciosos paseos.

Seguimos navegando por entre islotes y vegetación, disfrutando de unos parajes preciosos, donde además de agua, rocas y plantas, vimos algunos pájaros que los egipcios adoraron como dioses, por ejemplo el ibis, que para ellos era Toth, dios de la escritura y de la sabiduría.

Atravesamos la Primera Catarata. No sé cómo sería antes de la construcción de la Gran Presa de Assuan, pero hoy sabes que estás pasando por una catarata por unos carteles colocados allí, en el agua apenas hay unos pocos remolinos.

Durante el viaje se nos presentó, no sé cómo decirlo... un espectáculo, un entretenimiento inesperado. Un chico adolescente subido en algo como una plancha, se acerco remando rápidamente con su solo remo improvisado y se agarró a la motora mientras cantaba a voz en grito el Asereje; continuó luego con La española cuando besa... y asi nos acompañó un rato cantando (?) en algo, que sin duda, él creía que era español; no se si su repertorio incluiría algo más, pero después de la propina, se soltó del barco, que ya se alejaba de su orilla. Lo que hace el ingenio para conseguir unas monedas...

Al poco la vegetación se hizo menos abundante y vimos en el desierto colindante los camellos que también iban con sus turistas a Nubia; esa es otra forma de llegar hasta el pueblo nubio.

Llegamos a Nubia. Y. nos llevo directamente a su casa. Según sus explicaciones, esta es una típica casa nubia, construída y adornada de la forma más tradicional. Allí estuvimos un buen rato, mientras eé resolvía sus asuntos; nuestra compañía fue su hijito menor Adam, de dos años que nos entretuvo un buen rato con las gracias propias de su edad.

Cuando Y. volvió, nos enseñó la casa que estaba muy bien puesta en su estilo. Había varias y buenas habitaciones, una terraza, un porche, varios dormitorios, un patio con una especie de recipiente que contenía crías de cocodrilo. No tenían un aspecto demasiado amistoso a pesar de ser de tamaño mediano. La visita a la casa incluyó también una tienda con objetos más o menos étnicos. Algunos del grupo compraron cosas.

El ultimo "servicio" consistió en la oferta de un "tatuaje" a la jena. Aceptamos dos mujeres del grupo. Vino una joven nubia de la familia de Y., muy guapa, y nos lo pintó, con poco arte, en el brazo. Lo peor fue que la tal pintura tarda mucho en secar. Íbamos con miedo de manchar todo, más o menos como cuando encuentras un banco recién pintado, en este caso un brazo.

Después recorrimos el pueblo, que era destartalado y sucio, pero con su encanto turístico. Había telares con los artesanos tejiendo, tiendas de especias de un gran colorido, tiendas de ropa, con vestidos nubios blancos, de algodón muy fino. Camellos y camelleros recorriendo el pueblo en busca de clientes. Hasta vimos a esta preciosa chica que nos sonrió así

Llegó la hora de volver a Assuan. Esta vez lo hicimos por el camino corto, sin islas ni rocas que vadear. Pasamos delante de la isla Elefantina, enfrente de Assuan, que fue muy importante en la Antigüedad, pues aquí estaba el último nomo egipcio, que tenía que vigilar la frontera con Nubia.

En esos tiempos hubo allí un templo dedicado a la Triada Khum, Saket, Anuket, que fue destruído por el rey persa Cambises en el s. VI a.C., ahora sólo hay restos que le dan un aire aún más misterioso a la isla en forma de elefante.

Como curiosidad para los amantes de la literatura policiaca, en el Hotel Catarats, que está enfrente de la isla Elefantina se desarrolla una de las novelas de la escritora inglesa Agata Christie: Muerte en el Nilo, también llevada al cine.

Por último desde la motora pudimos ver la gran catedral copta del Arcángel Miguel, que sobresale entre los edificios de la ciudad. Fue consagrada recientemente, en 2006.

Volvimos al barco, tras esta intensa mañana.

Debíamos reponer fuerzas pues aún nos esperaban muchos "descubrimientos" por la tarde.

Eso será el próximo capítulo.

miércoles, 22 de abril de 2009

Capítulo VI. El Nilo y Kom Ombo

Volvimos pues al barco, a la temprana hora de las diez y media, llenos de las impresiones que nos había producido el maravilloso templo de Edfú.

Como compañeros teníamos, entre otros, a un grupo de chilenos, que habían venido de tan lejos a conocer Egipto y para luego continuar hasta Tierra Santa. Habíamos conocido la noche anterior, a una señora chilena, de profesión juez, que nos invitó a una misa, que iba a celebrar para el grupo el sacerdote que iba con ellos. Nos pareció una buena idea. Los acompañamos en la ceremonia, que resultó edificante. Un descanso en medio de tantos dioses y tantos cultos complicados.

El resto del día hasta por la tarde navegamos por el Nilo, contemplando sus márgenes, espléndidas y variadas. Desde la cubierta se apreciaba el largo oasis que circunda las dos riberas, y que pocas veces es casi inexistente. En esas ocasiones el desierto está tan cerca que casi da miedo.

Egipto fue llamado "el don del Nilo", y nada es más verdad. Del Nilo ha dependido Egipto durante milenios. Ha sido fundamental para el desarrollo de su civilización desde la Edad de Piedra. Es un río de mas de 6.000 km de largo, de los cuales mas de 3.000 están en Egipto.

Como decía antes, es un gigantesco oasis que se debe a las crecidas anuales de su caudal. En verano, durante tres meses, el río se desbordaba e inundaba las tierras adyacentes, aportando un limo muy fértil. Cuando el agua se retiraba, los antiguos egipcios plantaban y cosechaban trigo y cebada, pescaban y cazaban aves en sus riberas, de tal manera que vivieron mejor que otros pueblos de la antigüedad.

También les proporcionó un larguísimo y cómodo medio de comunicación, sin accidentes geográficos, sin mareas ni vientos, por el cual transportaban en barcazas alimentos, bloques de piedra para sus construcciones y todo tipo de productos. La mayor parte de la población, todas la ciudades del Medio y Alto Egipto están en sus riberas, y también la mayor parte de sus grandes monumentos.

Los antiguos egipcios creían que la crecida era provocada por el dios Hapi, que cada verano levantaba su sandalia y dejaba correr el agua que había estado reteniendo en una cueva. Hoy se explica científicamente y se sabe todo al respecto, pero... su explicación es más imaginativa.

Los Egipcios no sabían donde nacía el río. Ahora se sabe que nace en el lago Victoria, atraviesa las montañas africanas, selvas ecuatoriales y desiertos, para desembocar en el Mar Mediterráneo formando un Delta con siete brazos.

La inundación anual implicó que un poder fuerte se tuviera que hacer cargo de la organización de las crecidas y de los numerosos canales, diques etc. que necesitaba la irrigación. A ello se dedicaron todos los gobernantes de Egipto, desde la más remota antigüedad.

Descansamos después de comer y luego subimos a la cubierta a tomar una taza de té mientras navegabamos contemplando sus variadas orillas, rumbo a nuestra siguiente parada: Kom Ombo.

Al cabo de una rato oímos unas voces que provenían del exterior y al asomarnos vimos que unos cuantos habitantes de las riberas se habían procurado una barca y gritaban para atraer la atención de los pasajeros y tratar de venderles algunos productos: gorros, pañuelos, vestidos, collares, etc., y yo qué sé... lo cierto es que no me interesó más que el espectáculo. Habían amarrado su barca al costado del barco y se dejaban llevar por el mismo. Sin duda algo de negocio harán, ya que los numerosos barcos, que como el nuestro, navegaban por el río rumbo a Kom Ombo llevaban cada uno su correspondiente "rémora".

Llegamos a Kom Ombo cuando la tarde ya declinaba. La vista desde el barco es magnifica. Además de la luz del atardecer, que desde mi punto de vista es la más favorecedora del día, el templo, mejor dicho los templos, pues son dos, están en un pequeño promontorio, y se les puede ver desde lejos.

Kom Ombo, llamado por los egipcios Nubt "Ciudad de oro", tiene dos templos, uno pequeño, más alejado del río, dedicado a Isis y el gran templo dedicado a dos divinidades que parecen antagónicas: Sobeck el dios cocodrilo y Haroeris, Horus el Grande, el dios halcón. Al igual que la dedicatoria, todo en ellos está duplicado; es totalmente simétrico, tiene dos entradas, dos salas hipoótilas, dos santuarios.

Los cocodrilos abundaban en esa parte del Nilo, de ahí la dedicación a Sobeck, un dios dañino; después se le añadió el culto a Haroeris, un dios benigno, en un intento de sincretismo.

El templo que vemos es de la época ptolemaica. Lo empezó a construir Ptolomeo VI, Filometor, en el s. II a.C., y lo acabó Ptolomeo XI, Soter II, un siglo después. Hubo allí culto desde la Dinastía XVIII, y todavía los emperadores Augusto, Tiberio y Domiciano continuaron con su embellecimiento y decoración.
El templo está en ruinas, en una parte debido a la humedad del río que ha socavado sus cimientos, en otra gran parte porque ha sido utilizado como cantera para otras construcciones.

Aún así es impresionante. Maravilla, una y otra vez, lo magníficos constructores que fueron los egipcios; qué sentido de la belleza tenían y cómo pudieron hacer esos enormes templos.

La visita la hicimos con los últimos y dorados rayos de sol y con la iluminación que está instalada para resaltar el monumento. De esta forma, como pasa siempre, las imperfecciones se atenúan y desaparecen, todo parece mágico.

Hay que hacer lo mismo que en todos las visitas a templos, sólo que aquí hay menos espacios cerrados debido al estado del templo. Cuando la multitud se retira se puede estar más tranquilo.

Entre las curiosidades, hay en los muros del deambulatorio unos bajorrelieves referentes a la función médica del templo, que servía de "hospital", con una serie de instrumentos quirúrgicos, no demasiado distintos de los que se usan hoy día; hay también un parto, con la mujer en cuclillas.

También hay numerosas representaciones del dios Sobeck, e incluso unos cocodrilos momificados de aquella época, en la capilla de Hathor, diosa que también tiene su culto en este templo.
Asimismo aquí hay un mammisi, paritorio donde nació Horus, muy deteriorado; y un nilómetro para medir la crecida y calcular los impuestos.

Todavía nos esperaba diversión en el barco pues nos habían anunciado una cena con especialidades egipcias. Habían dispuesto el comedor con adornos y velas. Lucía muy bonito. La cena consistió en un bufet con delicias de la cocina egipcia. Nos gustó mucho y nos pareció
bastante similar a la cocina de Oriente Medio, libanesa, palestina, islaelí...

El collage esta hecho con una pequeña muestra de algunos de los platos más característicos:
  1. Tahine o crema de sésamo
  2. Mahsi, verduras rellenas de carne picada, cebolla, perejil, hierbas
  3. Aish bafadi o pan, delicioso
  4. Baklava, pastelitos de hojaldre y frutos secos empapados en miel, que a mí me resultan algo empalagosos, pero que son muy apreciados en general
  5. Umm ali, mezcla de pan o arroz con pasas, frutos secos y crema, mi preferido
Y aquí uno de los platos ya bien surtidos con los que nos regalamos.

Hasta el próximo capítulo.

miércoles, 8 de abril de 2009

Capítulo V. Edfú

Salimos del barco después de desayunar y de buena hora, como todos los días, algo así como las siete y media, para realizar la visita más importante del día; el templo de Edfú.

Cuando llegamos al templo, los turistas afluían en gran cantidad de autobuses. Según la costumbre de los guías egipcios, todos, y éramos muchos, nos tuvimos que meter juntos en el templo, oír al guía bien comprimidos y una vez acabada la breve explicación, salir de nuevo todos juntos.

En los cinco minutos que nos dejaban para hacer fotos y contemplar tanta maravilla, era mejor emplear dos minutos en esperar que el gran tropel saliera y estar tranquilos los tres minutos restantes.

Esta ciudad, situada en la ribera oeste del río, en un valle resguardado de las crecidas del Nilo, es la Apolinopolis Magna de los griegos; llamada Uetyeset-Heru (Lugar donde Horus es alabado) y Dyeba por los egipcios, del cual deriva el nombre copto de Etbo, y de este, el árabe Edfú.

En el lugar hubo un templo dedicado al dios halcón Horus, desde tiempos prehistóricos, y varios faraones construyeron allí, pero el templo que hoy podemos ver es de la época de los Ptolomeos, sucesores del general de Alejandro Magno, al que tocó Egipto en el reparto que se hizo del imperio a su muerte. Los Ptolomeos adoptaron la religión y gran parte de las costumbres de los egipcios como método para que su dominacion fuera aceptada por los poderosos sacerdotes y por la sociedad egipcia; hay que decir que muchas de las costumbres egipcias les fascinaron de tal manera que las prefirieron, por ej. los ritos funerarios de los conquistados .

El templo de Edfú fue iniciado por Ptolomeo III Evergetes. Tardó 180 años en estar acabado. Durante su construcción hubo periodos de gran agitación politica por aquellos lugares, de tal manera que los artesanos que esculpieron en las paredes los "cartuchos" con el nombre del faraón de la época, los dejaron vacíos para no tener que estar borrando.

Forma parte de los tres importantes templos de los Ptolomeos dedicados a la Triada Isis, Hathor y Horus.

Según la mitología egipcia, Horus hijo de Isis y esposo de Hathor residía en Edfú. Una vez al año Hathor, cuyo templo estaba en Dendera, viajaba hasta el templo de Edfú para encontrarse con su esposo Horus, celebrándose una gran fiesta.

El templo es el mejor conservado de todos los de Egipto, en parte gracias a que estuvo casi sepultado por la arena durante siglos. Es totalmente egipcio, pero algo del genio griego también se pude ver, p.e. en la gran variedad de formas de los capiteles de las columnas, y en el equilibrio entre sus diversas partes.

Es verdaderamente impresionante.

Esta precedido por el pilono con sus dos torres, donde el faraón Ptlomeo está representado agarrando a sus enemigos de la cabellera, según la iconografía consagrada. Las dos torres son como un espejo una de la otra y son bellas e impresionantes.

El templo es enorme; sorprende el deambulatorio alrededor de las capillas y el gran número de éstas, diez, dedicadas a diversas fases del culto; el santuario tiene la cripta para la estatua del dios y una reproducción de la barca sagrada.

Todas las paredes están decoradas con escenas del mito de Horus,

su lucha contra su tío Seth, el malvado, que había matado a su propio hermano Osiris, padre de Horus; escenas del nacimiento de Horus y por supuesto del faraón haciendo ofrendas a todos los dioses.

Los patios y las salas hipóstilas son magníficas: estas últimas conservan parte de las pinturas, algo chamuscadas y ennegrecidas, ya que el templo fue usado como vivienda e iglesia por los cristianos, llamados en Egipto coptos, en tiempos antiguos y como almacén, establo y cuartel hasta el s. XIX. El arqueólogo francés Mariette, gran egiptólogo, fue el que lo desenterró.

En el exterior hay un "mamissi" o paritorio, donde nació el dios Horus,

y un nilómetro, para ver el nivel de la crecida del río, que servía para calcular los impuestos.

Hay dos magnificas estatuas de Horus, una a la entrada de la primera sala hipóstila, en la que el Halcón esta coronado con la doble corona de Egipto y otra más antigua antes del pilono; por cierto para poder sacarse una foto con Horus sería oportuno tener una tira de números para coger vez.

Alrededor del aparcamiento de los autobuses han montado innumerables tenderetes, desde donde nos gritaban los precios de las diversas mercancías, pero no hubo tampoco tiempo para comprar. Este lugar no era el designado para tal fin.

Así que volvimos al barco a la temprana hora de las diez y media. Todavía nos esperaban muchas experiencias para el resto del día, pero eso será tema para otro capítulo.

viernes, 6 de marzo de 2009

Capítulo IV. El Valle de los Reyes

Seguimos las visitas en este día cargado de impresiones artísticas y visuales.

Paramos para ver el gran templo funerario de Hatshepsut, de la XVIII Dinastía, sucesora de su padre Tutmosis I, a título de faraón, como única mujer-faraón de la milenaria historia de Egipto.

El templo fue diseñado y construido por el administrador, arquitecto y probablemente amante de la reina, Senenmut, como lugar de su póstuma veneración y para gloria del dios Amón, cuyos poderosos sacerdotes fueron aliados de Hatshepsut.

Por casualidad, pues entonces no sabía que iba a ir a Egipto, había leído recientemente la novela histórica La Dama del Nilo, de la escritora Pauline Gedge, que recomiendo a los amantes del género. Es entretenida e ilustra la vida de esta reina y su época. Con esta información disfrute la visita aún más.

Fue una pena que nuestro guía decidiera que sólo vieramos el templo de lejos: según dijo, lo más interesante es la vista general, pues han hecho diversas irregularidades en su reconstrucción; nos tuvimos que conformar con ese punto de vista... mientras otros turistas ascendían por la escalinata principal hacía el interior.

El templo, Dyeser-Dyeseru, nombre egipcio que significa "El Sublime de los Sublimes" situado en Deir el-Bahari, es uno de los monumentos más originales y bellos de todas las construcciones egipcias. Tiene una serie de terrazas escalonadas, con columnas y largas rampas, que seguramente estaban adornadas con jardines. Su emplazamiento esta magnificamente elegido, con una montaña que sirve de fondo y rocas escarpadas alrededor. Parece un lugar preparado por la naturaleza para este templo, tan bien combinan ambos.

Aunque Hatshepsut fue nombrada heredera por su padre, al no tener hijos varones, tuvo que casarse con su hermanastro, Tutmosis II, hijo de una esposa de poco rango, y coreinar con él.

Tutmosis II murió pronto, dejando dos hijos, una niña de Hatshepsut y un niño de una concubina, el futuro Tutmosis III. Según las costumbres egipcias este tenía que casarse con la hija de la reina-faraón, matrimonio que fue dilatado indefinidamente por Hatshepsut. Mientras ella se hacia proclamar hija de Amón, como pocos faraones habían osado hacer, y gobernaba durante largos años, relegando a su sobrino y sucesor, aunque dándole una muy buena formación, tanto cultural como militar.

Su reinado fue de gran prosperidad para Egipto y ella fue una gran constructora; además de su grandioso templo funerario, mando construir la "Capilla Roja" en Karnak, y los obeliscos mayores que se habían construído en Egipto hasta esa fecha.

Pero cuando Tutmosis III accedió al trono, eliminó la memoria de su tía-madrastra, destruyó muchas de las imágenes, tanto esculturas como pinturas, haciendo borrar su nombre de las inscripciones. La condenó a la muerte y el olvido eternos, castigo terrible para los egipcios, haciendo que su reinado figurara como continuación del de su padre.

Ha sido un largo trabajo de los arqueólogos rescatar a Hatshepsut de esa terrible condena, la peor para los egipcios, y volver a situarla en el lugar que tuvo esta fascinante mujer.

De ahí viajamos hasta el Valle de los Reyes, que está cerca. Dicho Valle dominado por el pico el-Qurn, que tiene forma de pirámide, está formado por una serie de gargantas o antiguos cursos de agua donde construyeron sus tumbas los faraones de las dinastías XVIII, XIX y XX, a partir de Tutmosis I. También hay sepultados allí reinas, príncipes y grandes dignatarios. Hay 62 tumbas catalogadas y otras muchas todavía por excavar.

En el Valle de los Reyes está la famosa tumba de Tutankamon, faraón de la XVIII Dinastía que murió entre los 17-19 años después de reinar menos de diez años.

Esta tumba fue descubierta en 1.922 por el arqueólogo inglés Howard Carter, que trabajaba para Lord Carnavon, un coleccionista de antigüedades.

La importancia de la tumba de Tutankamon se debe a que se halló prácticamente intacta, con todo su ajuar funerario. Este se componía de variadas y maravillosas piezas. Todo lo que el faraón podía necesitar para su vida eterna. El sarcófago de más de 5 m de largo y 3 de alto, contenía otros sarcófagos hasta llegar al de la momia real, y estaba enteramente recubierto de oro. Mucha gente conoce la encantadora y joven faz deTutankamon, gracias a su máscara mortuoria de oro. Pero... no visitamos esta tumba, que por otro lado estaba en obras. Tuvimos ocasión de contemplar esos tesoros en una visita posterior al Museo Arqueológico de El Cairo.

En el Valle de los Reyes sólo es posible visitar diez de la tumbas, aunque no son siempre las mismas. Las van rotando para evitar el deterioro producido por el contacto con los visitantes.
Desde la entrada hasta el comienzo de la zona funeraria se puede ir y volver en un trenecito con toldo, que siempre se agradece dada la intensidad del sol y el calor.


Nosotros sólo bajamos a tres, y digo bien bajar, pues están excavadas en la roca y el descenso a la tumba, propiamente dicha, es angosto tanto a los lados como por el techo. Hay que ir a gatas en algunas de ellas, otras son muy empinadas. En algunos casos las paredes de los corredores están pintadas y se conservan en perfecto estado. También hay inscripciones jeroglíficas; escenas del Juicio al que son sometidos todos los hombres; en general todo referente a la relación del correspondiente faraón con los dioses de Egipto y con su vida futura. Da pena que la visita sea tan reducida. Yo tuve la ocasión de ver en el Museo Arqueológico de Madrid la exposición de la exacta copia de la tumba de Tutmosis III. Una tumba grande que tiene sus paredes decoradas con el Libro de los Muertos, en dibujos esquemáticos, pero fascinantes. Me resultó muy interesante. Con las técnicas modernas se puede copiar el dibujo de la roca y resulta como el original.

Así que en total conozco cuatro de las 62 catalogadas. Hubiera visitado varias tumbas más, pero cuando va uno guiado, no tiene más remedio que seguir al guía.

Este nos llevo a continuación a una fábrica de objetos de alabastro, material que en Egipto ha sido utilizado desde la Antigüedad. Los artesanos que se dedican a esto viven por aquellos alrededores, y según nos contó Y., están siendo desalojados, ya que el gobierno egipcio quiere dejar aquello como zona turística únicamente. Ellos están muy disgustados, pero no tiene más remedio que irse: aquel es un país que lleva 40 años o más en estado de excepción.


La exhibición de la fábrica de alabastro comprendía una parte en el exterior,

con unos jovenes artesanos vestidos a la moda egipcia, y una tienda con preciosos objetos de ese material y algún otro. Varios de los del grupo compraron recuerdos.

Después volvimos atravesando el Nilo de nuevo, a nuestro barco, donde comimos y descansamos. Por la tarde subimos a la cubierta del barco donde nos ofrecieron té con pastas, mientras el barco navegaba a lo largo del río,

pasando por la esclusa de Esna. Ya era de noche, el barco iba muy muy despacio. Nos asomamos a la ventana del camarote para comprobar que íbamos emparedados durante un buen rato. Pero todo transcurrió felizmente.

En la cena C. nos invitó a un tinto local y luego brindamos por él, con una grapa.

jueves, 26 de febrero de 2009

Capítulo III. De Luxor al Valle de los Reyes

                                                                       
Día de san Carlos Borromeo y por lo tanto santo de mi marido. Lo felicité en cuanto nos levantamos, esperando poder brindar a su salud a lo largo del día.

Pero primero teníamos una larga jornada para seguir visitando el maravilloso país "don del Nilo".

Así que nos levantaron bien pronto para llegar a poco más de las 7 a.m. al templo de Luxor.

                                                                             
 Fue una visita agradable, ya que estábamos solos, circunstancia que se aprecia aún más en Egipto.

Poco rato estuvimos viéndolo, alrededor de una hora, para tanta magnificencia. Es mucho más armónico y ordenado que Karnak, que es como un laberinto, construido durante veinte siglos. En Luxor se superponen tres lugares de culto diferentes:

                                                                         

  •  El templo de Amón



  • la mezquita de Abu al-Haggag, que se apoya sobre los muros de

  • una iglesia copta, 
en una sorprendente síntesis histórica.

El templo egipcio es imponente; está precedido por el pilono, donde están grabadas escenas de la batalla y victoria de Kadesh, de Ramsés II contra los hititas, tema legendario que fue representado en muchos de los templos edificados por Ramsés II. Delante del pilono hay un obelisco.

                                                                           
En los templos siempre había dos obeliscos; el que falta en el templo de Luxor está en la Plaza de la Concordia de París, desde el año 1839. Según una versión, el rey de Francia Luis XVIII, negoció con el sultán de Egipto de aquellos años, Mohammed-Ali, el intercambio del obelisco por un reloj, que ahora está en la Mezquita de Alabastro de El Cairo, y que además de no tener ningún valor artístico, nunca funcionó... Otra versión dice que el estado francés pagó 300.000 francos por él. Sea como fuere, el arte egipcio está presente en el mundo.

                                                                              
Los obeliscos estaban dedicados al culto del Sol y representaban, precisamente, el rayo del Sol que da energía y vivifica; están grabados con jeroglíficos desde la base hasta el vértice, con inscripciones piadosas, manifestaciones del amor de Amón por su "hijo" el faraón, y amenazas a los enemigos del mismo..

El templo de Luxor estaba dedicado a la Triada tebana:
  • Amón
  • su esposa Mut y
  • el hijo de ambos Jonsu.
El dios residía todo el año en el templo de Karnak, pero para la fiesta de Opet, que era un rito de renacimiento, y para conmemorar la crecida del Nilo, se trasladaba, por tierra, a lo largo de la avenida de más de 2 km que unía Karnak con Luxor, en la barca sagrada, llevada a hombros por los sacerdotes, así como también viajaban, en sus correspondientes barcas Mut y Jonsu. Había numerosas capillas para descansar de tan larga procesión. La vuelta se hacía navegando por el Nilo. Posteriormente la ida y la vuelta se hicieron por el Nilo; supongo que habrá sido alguna petición, envuelta en motivos religiosos, de los sacerdotes porteadores... Esta fiesta, que fue adquiriendo mucha importancia, duraba hasta tres semanas. La advocación de Amón en el templo de Luxor era Amón-Min, o el engendrador, ya que se creía que el dios consumaba el matrimonio con la madre del rey, del cual nacía el faraón.

Aunque los principales constructores del templo fueron Amenofis III, de la XVIII Dinastía y Ramsés II de la XIX, otros muchos faraones dejaron sus huellas, con capillas, estatuas, dedicatorias, hasta Alejandro Magno, que fue reconocido como faraón por los sacerdotes de Amón, los Ptolomeos y los romanos. Hay una de las capillas que fue adecuada para el culto de Augusto y otra con frescos de la época de Diocleciano. En lo que queda de los muros hay bajo relieves de la fiesta de Opet.

Como habíamos empezado la visita tan temprano el sol era suave, y la luz todavía recién estrenada, proyectaba sombras, luego fue calentando, pero el cambio de intensidad de la luz añadió un nuevo esplendor al templo.

                                                                         
                                                                             
Tanto Karnak como Luxor están en la margen oriental del río, por donde sale el sol. También estaban en esta orilla todas las construcciones, casas, palacios, almacenes, etc., donde desarrollan su vida los vivos. Para los muertos dejaron la margen occidental, por donde se pone el sol. Allí fuimos navegando por el río, en una motora.

                                                                               
 Llegamos a la gran necrópolis de Tebas, donde construyeron sus tumbas los faraones de las dinastías XVIII, XIX y XX. Toda la necrópolis está en el desierto de la ribera occidental de Nilo, como he dicho; hay unos montes que delimitan el terreno, donde hicieron sus tumbas personajes de rango menor, pero vayamos por orden...

Nuestra primera visita fue a los colosos de Memnon, enormes estatuas de cuarcita rosa, que representan al faraón Amenofis III sentado en su trono, que precedían al gran templo funerario de este rey, demolido ya en la Antigüedad, del cual sólo quedan estas dos gigantescas estatuas. Verdaderamente su nombre es apropiado porque son colosales e impresionantes. Aunque muy deterioradas, pues han sufrido además del largo tiempo transcurrido, ataques variados, incluidos terremotos, dan una idea de la riqueza de Egipto y del poder faraónico, que se expresaba por medio de gigantescas construcciones. A los pies del faraón, en pequeñas estatuas, están representadas su madre, Mutemuia, y la gran esposa real Tiy.

                                                                                  
Continuamos nuestra excursión hasta el templo de Medinet-Habu el templo funerario del faraón Ramses III de la XX Dinastía. Es el único templo egipcio rodeado de una muralla. Esta precedido de una torre cuadrada como las que había en Asia menor y que Ramsés conoció durante sus campañas militares.


  El pilono del templo y algunas de las paredes del gran patio están decoradas con escenas de guerra, con Ramsés sometiendo a grupos de prisioneros. El faraón los sostiene por la cabellera. También están representados algunos de los suplicios a los que eran sometidos los vencidos, como corte de sus órganos genitales, que yacen en el suelo junto con algunas lenguas cortadas. Todo un compendio de la crueldad humana con sus semejantes.


 El templo está dedicado a la Triada tebana: Amón, Mut, Jonsu. Está levantado aprovechando construcciones anteriores, en un lugar considerado sagrado por ser la tumba de las ocho deidades primordiales, creadoras del mundo. Tutmosis III construyó allí un pequeño templo, antes que Ramsés y después, también tuvo numerosas aportaciones de otros faraones como Taharqa, el faraón nubio, Nectabeo I e incluso el emperador romano Antonino Pío. Fue dedicado además del culto a la administración, función que continuó cuando en el templo ya no había culto.

                                                             
 En este templo, como en otros, algunos obreros se dedicaban a la restauración de los monumentos. Eso sí, con el "tempo" egipcio, mucha calma, mucha tranquilidad.

 Contemplamos en los diferentes patios, uno de ellos con colosos osiriacos de Ramsés,


                                                                                                                                                                    los muros recubiertos de jeroglíficos, las salas con restos de pinturas... otra inmersión en esa fastuosa civilización.

De allí fuimos a Deir el-Medina, la aldea de los artesanos. Fue fundada por Tutmosis I, cuando decidió cambiar la hasta entonces tradicional sepultura en forma de mastaba, por las tumbas excavadas en la roca. Este poblado está excavado en su totalidad y es muy curioso. La calle que atraviesa el recinto tiene sus casas bien ordenadas e incluso posee un templo. Así podemos hacernos una idea de la vida fuera del templo y del palacio. Aquí vivían los canteros, albañiles, pintores y escultores que trabajaban en la realización de las tumbas del Valle de los Reyes y del de las Reinas, al cual se trasladaban andando por el borde del acantilado de Deir el-Bahari. También vivían allí escribas, que levantaban acta de todo lo que pasaba y médicos para cuidar de los artesanos. Era como se puede suponer un poblado próspero.
                                                                    
 Tiene también esta aldea la etiqueta de haber protagonizado la primera huelga de la historia. Sucedió en tiempos de Ramsés III. El salario se percibía con raciones de alimentos, mayores o menores, según la importancia del trabajo desempeñado. En ese momento los pagos se retrasaban demasiado y los trabajadores hambrientos, abandonaron su trabajo para lanzarse a la calle a protestar.

                                                                                       
 Cerca de la aldea visitamos dos tumbas de dignatarios del poblado, no sé si el arquitecto, el capataz o algún otro personaje importante. Bien se ve que el faraón tenía a los mejores artistas de cada época, pues estas dos pequeñas tumbas son dos joyas. Aunque angostas, tienen todas las paredes pintadas maravillosamente, con la familia del difunto celebrando una fiesta y algunos asuntos mitológicos.




                                                                                   
Después de esta visita continuamos hacia el Valle de los Reyes... pero ese relato quedará para el próximo capítulo.