martes, 9 de junio de 2009

Capítulo X. Abu Simbel

Desde la Gran Presa nos llevaron al aeropuerto de Assuan, donde cogimos el avión hasta Abu Simbel. El viaje dura media hora. Mirando hacia abajo se ve el desierto en todo su esplendor, abrasado por el sol. Y es que Abu Simbel está al sur de Egipto, en lo que fueron los limites del antiguo reino. Los faraones cuidaron siempre la vigilancia de esa frontera con la antigua Nubia y, en parte, construyeron esos templos como símbolos de su poder, para amedrentar a sus enemigos.

Llegamos al hotel Seti I, sobre el lago Nasser. Es un hotel de bungalows, con bonitas terrazas y piscinas, que no invitan a ponerse el bañador, debido a los potentes rayos de Amón-Ra. Más bien se va buscando la sombra con gran interés. El hotel, algo anticuado, pienso que fue proyectado para recibir turismo de calidad, aprovechando la cercanía del lago y de los monumentos, pero... aquello está muy, muy lejos de todo.

La comida corrió por nuestra cuenta. Tomamos un bocadillo en la terraza, ya que teníamos que salir enseguida, para visitar los templos. Nos llevaron en bus, junto con los demás turistas del hotel; tardamos muy poco, ya que están muy cercanos al mismo.

Antes de continuar tengo que hablar de la ingente obra que se hizo con este complejo, en los tiempos actuales.

Cuando se construyo la Presa Alta o Gran Presa de Assuan, el monumento iba a quedar sumergido completamente, al estar a orillas del río.

En la gran operación de rescate, promovida por la UNESCO, se decidió cortar los templos en grandes bloques, que fueron numerados y trasladados 65 m más arriba, y 200 m hacía dentro, conformando previamente una colina existente, de forma idéntica a la que tenía en su emplazamiento original. Allí se monto de nuevo este enorme "rompecabezas".

La faraónica obra salvó el complejo, para gloria de la técnica moderna y de la cooperación internacional.

Tuvimos otra novedad, por cierto muy agradable, que consistió en que pudimos ver el interior de los templos sin guía. Estos tiene prohibida la entrada en ellos. El nuevo guía local nos dio las explicaciones, por cierto mejores que las que nos daba nuestro guía habitual, en el exterior y nos dejo bastante tiempo para que cada cual fuera a su ritmo. Una delicia.

Abu Simbel significa "la montaña pura". El complejo está formado por dos templos excavados en la roca, mandados edificar por el faraón de la XIX dinastía Ramsés II, uno a mayor gloria suya y el otro a la de su esposa favorita o Gran Esposa Real, Nefertari. Son dos maravillosas construcciones. Están muy bien conservados, en parte porque permanecieron sepultados bajo la arena hasta el s. XIX.

El propósito de la fundación era la de impresionar a los vecinos y afianzar la religión y el reino de Egipto, después de las turbulencias religiosas y políticas del reinado de Akenathon, de la XVIII dinastía, el faraón "hereje", que había querido cambiar el culto de Amón por el de Athón, y había dejado el país sumido en el caos.

La construcción empezó en 1.284 a.C., y duro veinte años.

El templo mayor está dedicado a tres dioses de tres grandes ciudades de Egipto, Amón de Tebas, Ptah de Menfis y Ra de Heliópolis, y al propio faraón divinizado. En la roca de la fachada hay cuatro estatuas colosales que representan a Ramsés, sentado en el trono, con la doble corona del Alto y el Bajo Egipto. Una de ellas fue deteriorada por un terremoto y se partió. A sus pies, según la costumbre, están los miembros de su familia, su esposa Nefertari, su madre Tuya y varios de sus hijos e hijas. Los colosos miden 22 m de altura.

Encima de la puerta de entrada hay un nicho con un grupo escultórico: es un criptograma que representa el nombre de pila de Ramsés: User Maat Ra. Más arriba, coronando la fachada, hay esculpidos veinticuatro babuinos, que saludan al sol naciente.

El templo es colosal por fuera y también por dentro. Los ocho pilares osiriacos que sostienen la sala hipóstila y que representan a Ramsés, miden 10 m cada uno. En las paredes de la sala hay maravillosos bajorrelieves. Son como una lección de Historia.

Está ilustrada la batalla de Quadesh, en Canaán (actual Siria), contra los hititas, que fue reivindicada por Ramsés como una gran victoria. Sin embargo, parece que el rey hitita contra el que luchó, Muwatallish, también se jactó de haber ganado.

El caso es que acabo en un tratado de paz, y para sellarla Ramsés se casó con una princesa hitita, hija del rey; el relato de dicha unión también decora las paredes del templo.

Hay también filas de prisioneros asiáticos y algunos de los suplicios que se les infringían, como cortarles las manos y los genitales.

Hay capillas adyacentes, todas decoradas con pinturas, para diferentes usos y ritos, alguna de ellas inacabada. Se ve al faraón efectuando ritos de purificación, abrazado por los dioses, elevándoles ofrendas...

Cada una de las salas va siendo más baja hasta llegar al sancta sanctorum donde están sentados los tres dioses, Ptah, Amón-Ra, Ra-Horajty y Ramsés divinizado.

Sucede en él un curioso efecto, que nos indica a que gran nivel había llegado la técnica en Egipto. El recinto esta proyectado para que dos veces al año los rayos del Sol iluminen las caras de Amón, Ra y Ramsés, y ejerzan su poder vivificador. La cara de Ptah permanece en la penumbra, ya que era considerado el dios de la oscuridad, entre otros atributos. Esto sucede los días 20 de febrero y 20 de octubre, que se cree eran respectivamente, los del cumpleaños y coronación de Ramsés.

Después del traslado del templo el fenómeno ocurre dos días después. Tanto el emplazamiento, como la historia, el interior, las salas, capillas y el santuario de los dioses, dan al templo un halo misterioso.

Me sentí más que en ningún otro lugar transportada a aquellas lejanas épocas y en comunión con aquella cultura.

El templo menor, está muy cerca del otro. Dedicado a Hathor, diosa del amor y de la belleza y a Nefertari, esposa favorita de Ramsés. Gran aprecio tuvo que tenerle el faraón para dedicarle un templo al lado del suyo, caso único en la historia de Egipto.

La fachada excavada en la roca tiene seis colosos de pie que miden 10 m cada uno, cuatro representan a Ramsés y dos a Nefertari, todos de la misma altura, algo poco frecuente pues las estatuas del faraón solían ser de mayor tamaño. A los pies de ellas hay diferentes príncipes y princesas.

La dedicatoria del templo indica claramente lo que sentía Ramsés por su esposa,

"Una obra pertenenciente por toda la eternidad a la Gran Esposa Real Nefertari-Marienmut, por la que brilla el sol".

El templo, su dedicatoria, todo en suma, es una grande y bella prueba de amor.

La entrada conduce a la sala hipóstila que tiene seis columnas con capiteles decorados con la cabeza de la diosa Hathor. Todas las paredes están pintadas con historias del faraón y su amada, y formulas de adoración a deidades femeninas, como la propia Hathor, Mut, la esposa de Amón, Isis, Anuket, (cuyo nombre significa la "Abrazadora" ) la diosa del agua, de las cataratas y del Nilo, y también de la lujuria, especialmente adorada en Nubia.

Aunque se sabe poco de Nefertari, algunas fuentes dicen que era nubia, y que ese fue uno de los motivos de Ramsés para elegir ese emplazamiento.

La sala hipóstila, así como la capilla y el santuario donde está la estatua de Hathor están maravillosamente decorados. Conforman una auténtica joya.

Se diría que son mas íntimos. Allí también se siente el misterio y el recuerdo de Nefertari.

Para el último acto del día, aún teníamos que esperar, pues debía ponerse el sol. En efecto, era un espectáculo nocturno de luz y sonido, con los templos como escenario. Nada podía ser más apropiado, pues ningún escenógrafo hubiera podido imaginar algo tan impresionante.

Paseamos un rato contemplando el immenso lago, y viendo el ocaso del sol, que en Egipto siempre es magnifico.

Casi de noche comenzó el espectáculo; para nuestra suerte fue en español, los otros visitantes tenían que ponerse unos cascos para oír la narración en inglés.

Como sucede siempre con la iluminación, todo se ve distinto. El misterio aumenta y las huellas del tiempo desaparecen. Todo es mágico.

Estaban resaltadas todas las estatuas, tanto los colosos como la familia, madre e hijos de Ramsés y Nefertari, a los cuales se les veía mucho mejor.

Mientras, la voz relataba los avatares del monumento, por medio de sonidos y luces cambiantes, tanto su historia reciente, con el aparatoso traslado de lugar, como la reproducción del terremoto que lo dañó, el recuerdo de las batallas de Ramsés contra distintos pueblos y el relato del amor de los esposos, por medio de sugerentes diálogos.

Se me hizo corto.

Volvimos al hotel. En el restaurante había mucha gente y un buffet. Ambas cosas nos hicieron recordar con nostalgia nuestro barco, y su estupendo cocinero.

Y nada más por hoy. Hasta el capítulo siguiente.

domingo, 31 de mayo de 2009

Capítulo IX. La Gran Presa de Assuan

Después de desayunar abandonamos, con pesar, nuestro precioso barco. El pequeño crucero por el gran Nilo se había acabado. Ya no veríamos más las orillas del río desde la cubierta del barco, o desde el ventanal de nuestro camarote, mientras navegabamos; ya no comeríamos tan bien como se hacía en el comedor naútico, pero... había que seguir con el plan previsto y lo que todavía teníamos que conocer bien valía este obligatorio sacrificio.

En primer lugar fuimos a conocer la Gran Presa del Nilo o Presa Alta. Mientras íbamos hacia allí, nuestro guía Y., se mostró más locuaz que en anteriores ocasiones. Esta vez nos hizo un relato sobre la construcción de la Gran Presa.

Todos los egipcios, excepto los nubios, están muy contentos y orgullosos con esta "faraónica" obra de los tiempos modernos. Y tienen motivos para ello.

Los ingleses habían construido una presa, llamada Presa Baja, que fue inaugurada en 1.902, que se había mostrado insuficiente para los fines deseados. En efecto, tanto las crecidas incontrolables del río, con la consiguiente perdida de cosechas, como las sequías asolaban el país. En el 1.952, Nasser, el nuevo dirigente del país, tras la Revolución que derrocó al rey Faruk, y proclamó la República, tomó la determinación de construir una gran presa para evitar esos males.

La financiación, que en un principio iba a correr a costa del propio Egipto con los ingresos que proporcionaba el canal de Suez, pronto se reveló imposible. Luego fueron los americanos los que iban a ayudar, pero con el viraje de Egipto hacia el socialismo, era la época de la Guerra Fría, se retiraron. El proyecto, al menos un tercio del coste, gran cantidad de técnicos y la maquinaria etc. fue pagado y proporcionado por la Unión Soviética, que tiene allí un monumento, bastante anodino por cierto, en nada comparable a las maravillas grandes y pequeñas que alberga el país. Fue empezada en 1.960 e inaugurada diez años después, en 1.970.

Sus dimensiones son enormes. Tiene 3.600 m de longitud, 1.000 m de anchura y para contener al gran río tuvieron que levantar una pared de piedra y arcilla de 111 m de altura. Son medidas a la altura de los faraones. La presa produjo un gigantesco embalse, llamado lago Nasser, que tiene una capacidad entre 150 y 165 km3 de agua.

Sus beneficios han sido considerables y los egipcios están contentos. Además del agua que proporciona el enorme embalse, también surte de electricidad a buena parte del país, y aún puede vender parte del sobrante al vecino Sudán. Pero también ha provocado desastres humanos, ecológicos y culturales.

La baja Nubia quedo inundada, muchos pueblos fueron sepultados por las aguas y la mayor parte de la población fue desplazada. Para los habitantes ribereños aumentaron las enfermedades derivadas del agua estancada, malaria y parásitos de un caracol.

Al llegar reducido el caudal del río al mar Mediterráneo, se ha producido una salinización del Delta, que ha acabado con la agricultura en la costa cercana a la desembocadura. También hay efectos desastrosos sobre el antiquísimo eco-sistema, flora y fauna. Nada de todo esto se tuvo en cuenta en el proyecto y en la construcción.

En cuanto a los monumentos, muchos importantes, iban a desaparecer bajo las aguas.

Entonces se monto una operación de rescate, patrocinada por la UNESCO, que localizo, excavo y desmontando piedra a piedra, salvo veinticuatro de estos monumentos. Otros cuatro fueron donados a los países que habían colaborado y quisieron llevárselos. En España, Madrid, hay un pequeño templo, mandado construir por Ptolomeo IV Filopator, el templo de Debod, dedicado al dios Amón.

Pero... volvamos a la Presa Alta.

Llegamos a la Presa en el pequeño bus, y allí estuvimos un buen rato, contemplando el enorme lago Nasser y en la lejanía uno de los templos salvado de las aguas, el templo de Kalabsha.

Este templo, el más grande de Nubia, fue mandado hacer por el emperador Augusto en honor del dios local Mandulis. Hoy día hay cruceros que llevan a los visitantes hasta allí.

Al cabo de un rato seguimos hacia el aeropuerto de Assuan, donde íbamos a coger el avión que nos llevaría a Abu Simbel. Otra de las maravillas de Egipto...

martes, 26 de mayo de 2009

Capítulo VIII. El Obelisco inacabado y Philae

Salimos, pues, después de comer. Teníamos una tarde bien atareada, ya se sabe que los días del turista son de mucho ajetreo.

Fuimos en primer lugar a las canteras del sur de Assuan, canteras de la época de los antiguos egipcios, donde íbamos a ver un obelisco inacabado, que quedó empotrado en la roca, casi hecho.

Fue desechado por una grieta en la parte superior. Los obeliscos debían ser perfectos, sin ninguna fisura ni defecto, ya que eran la representación del divino rayo solar.

Aunque no está datado, no tiene ninguna inscripción, se cree que lo mandó hacer Hatshepsut. Hubiera sido el mayor obelisco de Egipto... pero se quedó ahí, para ejemplo de las técnicas que utilizaban los egipcios y objeto de estudio para los arqueólogos.

Como todo en esta cultura, es impresionante. Es asombroso que con medios tan limitados, mazas de madera, cuñas, también de madera, bolas de diorita, y, eso sí, mucha fuerza humana, lograran esculpir y mover estas enormes moles.

Paseamos un rato por la cantera, mientras Ra nos aplastaba con sus rayos.

Luego embarcamos en una motora que nos iba a llevar a la isla de Philae o File.

Montamos, pues, en la motora y navegamos por el Lago hasta Philae. Hay en esta islita un gran templo dedicado a Isis y a su hijo Harpocrates (Horus niño). Hay también otras construcciones como el mamissi, el templo de Hathor y otros, dedicados a divinidades meroíticas, por lo que se supone que fue un condominio de los faraones y los reyes del reino de Meroe.

Debido a la construcción de la primera presa de Assuan o Presa Alta, inaugurada en 1.902, el templo estaba sumergido una parte del año, sólo se podía ver un poco de la parte superior; pero cuando se proyecto la Presa Baja, todo el templo iba a ser englutido por las aguas. Para evitar tal desastre, el templo fue desmontado piedra a piedra y reconstruído, después de una titánica labor, y con el patrocinio de la Unesco, en la vecina isla de Agilkia, donde sigue mostrándonos todo su esplendor.

El viaje en la motora fue muy bonito. Después de ver las verdes márgenes y las rocas en medio del agua del lago, se llega al grandioso templo, que luce así.

Es uno se los templos dedicado al mito de Osiris. Ya habíamos visto el templo de Edfú, dedicado a Horus el grande. El de Philae esta dedicado a Isis, hermana y esposa de Osiris y madre de Horus. El culto de Isis es bastante tardío en la civilización egipcia y tiene pocos lugares de culto, a pesar de que Isis forma parte de los ocho dioses primordiales, creadores del mundo.

Fue empezado en el s. IV a.C. por un faraón llamado Nectabeo, del cual se conservan algunas columnas, aunque hay restos más antiguos, pero principalmente fue mandado hacer por los ptolomeos. Los emperadores romanos desde Augusto hasta Lucio Vero continuaron con la construcción y decoración del templo.

Está bastante bien conservado y es impresionante como todo el arte egipcio. El mito de Isis está grabado en magníficos bajorrelieves en las paredes, así como otros muchos elementos rituales.
Además de la diosa titular y Horus, su hijo, se adoraron en él otros dioses como Hathor o Imhotep, el médico y arquitecto de Zoser, divinizado. También tienen capillas dioses nubios, como Arensnufis y Mandulis.

El culto de Isis, muy extendido en el Imperio Romano, continuo hasta que fue prohibido por el emperador Justiniano en el s. VI d.C. Al mismo tiempo, hubo allí una iglesia cristiana dedicada a san Sebastián lo que muestra la coexistencia de religiones.

El complejo tiene además la ventaja de su ubicación en la isla, que resalta su arquitectura y bellezas, está hecho según los cánones egipcios, pero el clasicismo greco-romano también se advierte, por ejemplo en el gran patio de columnas.

Es magnífico el quiosco de Trajano, hecho para el reposo de la barca sagrada, cuando Isis volvía en ella después de sus desplazamientos. Su piedra dorada tiene un particular brillo con los rayos del sol poniente.

Tiene otra interesante particularidad el templo de Philae. En sus paredes están las últimas inscripciones que se escribieron en jeroglífico, de finales del s. IV d.C., y en demótico, de mediados del s. V d.C.

El día aun tenía más "sorpresas". La primera de tipo comercial, nos llevaron, al desembarcar, a una fábrica de perfumes. Allí nos ofrecieron un té y una demostración de los perfumes y remedios que producen. Son gente encantadora que sabe vender, así que acabamos comprando todos, perfumes, remedios y algunos preciosos frasquitos de cristal.

La segunda "sorpresa" fue en el barco. Después de la cena, se nos ofreció un espectáculo, muy ponderado por el guía, pero que sólo se podría calificar para turistas despistados.

Una muchacha, con pocos conocimientos del tema y bastante rolliza, hizo como que bailaba la danza del vientre, baile bastante difícil, que ella no conocía. A continuación, un pseudoderviche, con traje parecido al de estos, pero de vivos colores, hizo algunos números inspirados en el baile religioso de los derviches, con tintes circenses, aunque con más estilo que su predecesora.

Después de dejarlos con sus contorsiones y bebernos un aguardiente nos fuimos a dormir, para recuperar fuerzas. El día siguiente sería tan intenso como de costumbre.

¡Hasta el próximo capítulo!