viernes, 6 de marzo de 2009

Capítulo IV. El Valle de los Reyes

Seguimos las visitas en este día cargado de impresiones artísticas y visuales.

Paramos para ver el gran templo funerario de Hatshepsut, de la XVIII Dinastía, sucesora de su padre Tutmosis I, a título de faraón, como única mujer-faraón de la milenaria historia de Egipto.

El templo fue diseñado y construido por el administrador, arquitecto y probablemente amante de la reina, Senenmut, como lugar de su póstuma veneración y para gloria del dios Amón, cuyos poderosos sacerdotes fueron aliados de Hatshepsut.

Por casualidad, pues entonces no sabía que iba a ir a Egipto, había leído recientemente la novela histórica La Dama del Nilo, de la escritora Pauline Gedge, que recomiendo a los amantes del género. Es entretenida e ilustra la vida de esta reina y su época. Con esta información disfrute la visita aún más.

Fue una pena que nuestro guía decidiera que sólo vieramos el templo de lejos: según dijo, lo más interesante es la vista general, pues han hecho diversas irregularidades en su reconstrucción; nos tuvimos que conformar con ese punto de vista... mientras otros turistas ascendían por la escalinata principal hacía el interior.

El templo, Dyeser-Dyeseru, nombre egipcio que significa "El Sublime de los Sublimes" situado en Deir el-Bahari, es uno de los monumentos más originales y bellos de todas las construcciones egipcias. Tiene una serie de terrazas escalonadas, con columnas y largas rampas, que seguramente estaban adornadas con jardines. Su emplazamiento esta magnificamente elegido, con una montaña que sirve de fondo y rocas escarpadas alrededor. Parece un lugar preparado por la naturaleza para este templo, tan bien combinan ambos.

Aunque Hatshepsut fue nombrada heredera por su padre, al no tener hijos varones, tuvo que casarse con su hermanastro, Tutmosis II, hijo de una esposa de poco rango, y coreinar con él.

Tutmosis II murió pronto, dejando dos hijos, una niña de Hatshepsut y un niño de una concubina, el futuro Tutmosis III. Según las costumbres egipcias este tenía que casarse con la hija de la reina-faraón, matrimonio que fue dilatado indefinidamente por Hatshepsut. Mientras ella se hacia proclamar hija de Amón, como pocos faraones habían osado hacer, y gobernaba durante largos años, relegando a su sobrino y sucesor, aunque dándole una muy buena formación, tanto cultural como militar.

Su reinado fue de gran prosperidad para Egipto y ella fue una gran constructora; además de su grandioso templo funerario, mando construir la "Capilla Roja" en Karnak, y los obeliscos mayores que se habían construído en Egipto hasta esa fecha.

Pero cuando Tutmosis III accedió al trono, eliminó la memoria de su tía-madrastra, destruyó muchas de las imágenes, tanto esculturas como pinturas, haciendo borrar su nombre de las inscripciones. La condenó a la muerte y el olvido eternos, castigo terrible para los egipcios, haciendo que su reinado figurara como continuación del de su padre.

Ha sido un largo trabajo de los arqueólogos rescatar a Hatshepsut de esa terrible condena, la peor para los egipcios, y volver a situarla en el lugar que tuvo esta fascinante mujer.

De ahí viajamos hasta el Valle de los Reyes, que está cerca. Dicho Valle dominado por el pico el-Qurn, que tiene forma de pirámide, está formado por una serie de gargantas o antiguos cursos de agua donde construyeron sus tumbas los faraones de las dinastías XVIII, XIX y XX, a partir de Tutmosis I. También hay sepultados allí reinas, príncipes y grandes dignatarios. Hay 62 tumbas catalogadas y otras muchas todavía por excavar.

En el Valle de los Reyes está la famosa tumba de Tutankamon, faraón de la XVIII Dinastía que murió entre los 17-19 años después de reinar menos de diez años.

Esta tumba fue descubierta en 1.922 por el arqueólogo inglés Howard Carter, que trabajaba para Lord Carnavon, un coleccionista de antigüedades.

La importancia de la tumba de Tutankamon se debe a que se halló prácticamente intacta, con todo su ajuar funerario. Este se componía de variadas y maravillosas piezas. Todo lo que el faraón podía necesitar para su vida eterna. El sarcófago de más de 5 m de largo y 3 de alto, contenía otros sarcófagos hasta llegar al de la momia real, y estaba enteramente recubierto de oro. Mucha gente conoce la encantadora y joven faz deTutankamon, gracias a su máscara mortuoria de oro. Pero... no visitamos esta tumba, que por otro lado estaba en obras. Tuvimos ocasión de contemplar esos tesoros en una visita posterior al Museo Arqueológico de El Cairo.

En el Valle de los Reyes sólo es posible visitar diez de la tumbas, aunque no son siempre las mismas. Las van rotando para evitar el deterioro producido por el contacto con los visitantes.
Desde la entrada hasta el comienzo de la zona funeraria se puede ir y volver en un trenecito con toldo, que siempre se agradece dada la intensidad del sol y el calor.


Nosotros sólo bajamos a tres, y digo bien bajar, pues están excavadas en la roca y el descenso a la tumba, propiamente dicha, es angosto tanto a los lados como por el techo. Hay que ir a gatas en algunas de ellas, otras son muy empinadas. En algunos casos las paredes de los corredores están pintadas y se conservan en perfecto estado. También hay inscripciones jeroglíficas; escenas del Juicio al que son sometidos todos los hombres; en general todo referente a la relación del correspondiente faraón con los dioses de Egipto y con su vida futura. Da pena que la visita sea tan reducida. Yo tuve la ocasión de ver en el Museo Arqueológico de Madrid la exposición de la exacta copia de la tumba de Tutmosis III. Una tumba grande que tiene sus paredes decoradas con el Libro de los Muertos, en dibujos esquemáticos, pero fascinantes. Me resultó muy interesante. Con las técnicas modernas se puede copiar el dibujo de la roca y resulta como el original.

Así que en total conozco cuatro de las 62 catalogadas. Hubiera visitado varias tumbas más, pero cuando va uno guiado, no tiene más remedio que seguir al guía.

Este nos llevo a continuación a una fábrica de objetos de alabastro, material que en Egipto ha sido utilizado desde la Antigüedad. Los artesanos que se dedican a esto viven por aquellos alrededores, y según nos contó Y., están siendo desalojados, ya que el gobierno egipcio quiere dejar aquello como zona turística únicamente. Ellos están muy disgustados, pero no tiene más remedio que irse: aquel es un país que lleva 40 años o más en estado de excepción.


La exhibición de la fábrica de alabastro comprendía una parte en el exterior,

con unos jovenes artesanos vestidos a la moda egipcia, y una tienda con preciosos objetos de ese material y algún otro. Varios de los del grupo compraron recuerdos.

Después volvimos atravesando el Nilo de nuevo, a nuestro barco, donde comimos y descansamos. Por la tarde subimos a la cubierta del barco donde nos ofrecieron té con pastas, mientras el barco navegaba a lo largo del río,

pasando por la esclusa de Esna. Ya era de noche, el barco iba muy muy despacio. Nos asomamos a la ventana del camarote para comprobar que íbamos emparedados durante un buen rato. Pero todo transcurrió felizmente.

En la cena C. nos invitó a un tinto local y luego brindamos por él, con una grapa.

jueves, 26 de febrero de 2009

Capítulo III. De Luxor al Valle de los Reyes

                                                                       
Día de san Carlos Borromeo y por lo tanto santo de mi marido. Lo felicité en cuanto nos levantamos, esperando poder brindar a su salud a lo largo del día.

Pero primero teníamos una larga jornada para seguir visitando el maravilloso país "don del Nilo".

Así que nos levantaron bien pronto para llegar a poco más de las 7 a.m. al templo de Luxor.

                                                                             
 Fue una visita agradable, ya que estábamos solos, circunstancia que se aprecia aún más en Egipto.

Poco rato estuvimos viéndolo, alrededor de una hora, para tanta magnificencia. Es mucho más armónico y ordenado que Karnak, que es como un laberinto, construido durante veinte siglos. En Luxor se superponen tres lugares de culto diferentes:

                                                                         

  •  El templo de Amón



  • la mezquita de Abu al-Haggag, que se apoya sobre los muros de

  • una iglesia copta, 
en una sorprendente síntesis histórica.

El templo egipcio es imponente; está precedido por el pilono, donde están grabadas escenas de la batalla y victoria de Kadesh, de Ramsés II contra los hititas, tema legendario que fue representado en muchos de los templos edificados por Ramsés II. Delante del pilono hay un obelisco.

                                                                           
En los templos siempre había dos obeliscos; el que falta en el templo de Luxor está en la Plaza de la Concordia de París, desde el año 1839. Según una versión, el rey de Francia Luis XVIII, negoció con el sultán de Egipto de aquellos años, Mohammed-Ali, el intercambio del obelisco por un reloj, que ahora está en la Mezquita de Alabastro de El Cairo, y que además de no tener ningún valor artístico, nunca funcionó... Otra versión dice que el estado francés pagó 300.000 francos por él. Sea como fuere, el arte egipcio está presente en el mundo.

                                                                              
Los obeliscos estaban dedicados al culto del Sol y representaban, precisamente, el rayo del Sol que da energía y vivifica; están grabados con jeroglíficos desde la base hasta el vértice, con inscripciones piadosas, manifestaciones del amor de Amón por su "hijo" el faraón, y amenazas a los enemigos del mismo..

El templo de Luxor estaba dedicado a la Triada tebana:
  • Amón
  • su esposa Mut y
  • el hijo de ambos Jonsu.
El dios residía todo el año en el templo de Karnak, pero para la fiesta de Opet, que era un rito de renacimiento, y para conmemorar la crecida del Nilo, se trasladaba, por tierra, a lo largo de la avenida de más de 2 km que unía Karnak con Luxor, en la barca sagrada, llevada a hombros por los sacerdotes, así como también viajaban, en sus correspondientes barcas Mut y Jonsu. Había numerosas capillas para descansar de tan larga procesión. La vuelta se hacía navegando por el Nilo. Posteriormente la ida y la vuelta se hicieron por el Nilo; supongo que habrá sido alguna petición, envuelta en motivos religiosos, de los sacerdotes porteadores... Esta fiesta, que fue adquiriendo mucha importancia, duraba hasta tres semanas. La advocación de Amón en el templo de Luxor era Amón-Min, o el engendrador, ya que se creía que el dios consumaba el matrimonio con la madre del rey, del cual nacía el faraón.

Aunque los principales constructores del templo fueron Amenofis III, de la XVIII Dinastía y Ramsés II de la XIX, otros muchos faraones dejaron sus huellas, con capillas, estatuas, dedicatorias, hasta Alejandro Magno, que fue reconocido como faraón por los sacerdotes de Amón, los Ptolomeos y los romanos. Hay una de las capillas que fue adecuada para el culto de Augusto y otra con frescos de la época de Diocleciano. En lo que queda de los muros hay bajo relieves de la fiesta de Opet.

Como habíamos empezado la visita tan temprano el sol era suave, y la luz todavía recién estrenada, proyectaba sombras, luego fue calentando, pero el cambio de intensidad de la luz añadió un nuevo esplendor al templo.

                                                                         
                                                                             
Tanto Karnak como Luxor están en la margen oriental del río, por donde sale el sol. También estaban en esta orilla todas las construcciones, casas, palacios, almacenes, etc., donde desarrollan su vida los vivos. Para los muertos dejaron la margen occidental, por donde se pone el sol. Allí fuimos navegando por el río, en una motora.

                                                                               
 Llegamos a la gran necrópolis de Tebas, donde construyeron sus tumbas los faraones de las dinastías XVIII, XIX y XX. Toda la necrópolis está en el desierto de la ribera occidental de Nilo, como he dicho; hay unos montes que delimitan el terreno, donde hicieron sus tumbas personajes de rango menor, pero vayamos por orden...

Nuestra primera visita fue a los colosos de Memnon, enormes estatuas de cuarcita rosa, que representan al faraón Amenofis III sentado en su trono, que precedían al gran templo funerario de este rey, demolido ya en la Antigüedad, del cual sólo quedan estas dos gigantescas estatuas. Verdaderamente su nombre es apropiado porque son colosales e impresionantes. Aunque muy deterioradas, pues han sufrido además del largo tiempo transcurrido, ataques variados, incluidos terremotos, dan una idea de la riqueza de Egipto y del poder faraónico, que se expresaba por medio de gigantescas construcciones. A los pies del faraón, en pequeñas estatuas, están representadas su madre, Mutemuia, y la gran esposa real Tiy.

                                                                                  
Continuamos nuestra excursión hasta el templo de Medinet-Habu el templo funerario del faraón Ramses III de la XX Dinastía. Es el único templo egipcio rodeado de una muralla. Esta precedido de una torre cuadrada como las que había en Asia menor y que Ramsés conoció durante sus campañas militares.


  El pilono del templo y algunas de las paredes del gran patio están decoradas con escenas de guerra, con Ramsés sometiendo a grupos de prisioneros. El faraón los sostiene por la cabellera. También están representados algunos de los suplicios a los que eran sometidos los vencidos, como corte de sus órganos genitales, que yacen en el suelo junto con algunas lenguas cortadas. Todo un compendio de la crueldad humana con sus semejantes.


 El templo está dedicado a la Triada tebana: Amón, Mut, Jonsu. Está levantado aprovechando construcciones anteriores, en un lugar considerado sagrado por ser la tumba de las ocho deidades primordiales, creadoras del mundo. Tutmosis III construyó allí un pequeño templo, antes que Ramsés y después, también tuvo numerosas aportaciones de otros faraones como Taharqa, el faraón nubio, Nectabeo I e incluso el emperador romano Antonino Pío. Fue dedicado además del culto a la administración, función que continuó cuando en el templo ya no había culto.

                                                             
 En este templo, como en otros, algunos obreros se dedicaban a la restauración de los monumentos. Eso sí, con el "tempo" egipcio, mucha calma, mucha tranquilidad.

 Contemplamos en los diferentes patios, uno de ellos con colosos osiriacos de Ramsés,


                                                                                                                                                                    los muros recubiertos de jeroglíficos, las salas con restos de pinturas... otra inmersión en esa fastuosa civilización.

De allí fuimos a Deir el-Medina, la aldea de los artesanos. Fue fundada por Tutmosis I, cuando decidió cambiar la hasta entonces tradicional sepultura en forma de mastaba, por las tumbas excavadas en la roca. Este poblado está excavado en su totalidad y es muy curioso. La calle que atraviesa el recinto tiene sus casas bien ordenadas e incluso posee un templo. Así podemos hacernos una idea de la vida fuera del templo y del palacio. Aquí vivían los canteros, albañiles, pintores y escultores que trabajaban en la realización de las tumbas del Valle de los Reyes y del de las Reinas, al cual se trasladaban andando por el borde del acantilado de Deir el-Bahari. También vivían allí escribas, que levantaban acta de todo lo que pasaba y médicos para cuidar de los artesanos. Era como se puede suponer un poblado próspero.
                                                                    
 Tiene también esta aldea la etiqueta de haber protagonizado la primera huelga de la historia. Sucedió en tiempos de Ramsés III. El salario se percibía con raciones de alimentos, mayores o menores, según la importancia del trabajo desempeñado. En ese momento los pagos se retrasaban demasiado y los trabajadores hambrientos, abandonaron su trabajo para lanzarse a la calle a protestar.

                                                                                       
 Cerca de la aldea visitamos dos tumbas de dignatarios del poblado, no sé si el arquitecto, el capataz o algún otro personaje importante. Bien se ve que el faraón tenía a los mejores artistas de cada época, pues estas dos pequeñas tumbas son dos joyas. Aunque angostas, tienen todas las paredes pintadas maravillosamente, con la familia del difunto celebrando una fiesta y algunos asuntos mitológicos.




                                                                                   
Después de esta visita continuamos hacia el Valle de los Reyes... pero ese relato quedará para el próximo capítulo.

sábado, 7 de febrero de 2009

Captulo II. Karnak, espectáculo nocturno


Antes de seguir con el viaje, tengo que reseñar la visita nocturna que hicimos a Karnak, después de cenar.

Por la noche, y bien iluminado como estaba el recinto, todo se había vuelto mágico; el gentío había desaparecido, el tiempo se había difuminado; todas aquellas maravillas estaban resaltadas y ya no se veían las roturas, desconchaduras y demás agresiones del tiempo. Era una visión muy distinta del pleno sol, más cercana a los tiempos pasados, más sugerente.

Pasamos más de una hora paseando por el Egipto faraónico, mientras la música y una voz, que por suerte hablaba en español, nos iba poniendo al tanto de lo que hacían allí durante los 2.000 que duró el culto al dios Amón.

Los templos egipcios eran la morada del dios, que cada día eran ungido, vestido y llevado al lugar donde el sol le infundiera energía, acciones que realizaban los sacerdotes. Nadie, excepto ellos y el faraón, que tenía categoría divina, entraba en el templo.

                                                                            
 Los fieles sólo veían su estatua cuando salía en procesión en alguna gran fiesta, como por ejemplo el festival de Opet, cuando se trasladaba al templo de Luxor, a través de una avenida de cerca de 3 Km, que tenía esfinges a ambos lados.

En el templo de Luxor era donde simbólicamente el dios consumaba su matrimonio y nacía el faraón. La vuelta se hacía navegando por el Nilo.

Todo esto y muchas más cosas escuchamos sentados cerca del Lago Sagrado, en una especie de regreso a aquellos tiempos...

Y ahora sí he acabado con Karnak: hasta el capítulo III

lunes, 26 de enero de 2009

Viaje a Egipto. Capítulo I De Madrid a Karnak

Estimulada e invitada por mi hija, dueña de este blog, voy a hacer algunas anotaciones sobre el viaje que realizamos mi marido y yo el pasado mes de noviembre, al fascinante país del Nilo.
Hace mucho tiempo C. me había dicho que ese país era el que más le atraía para visitarlo... y por fin se presentó la ocasión.

Hicimos el viaje desde Madrid a El Cairo, el 2 de noviembre, en compañía de R., hermano de C. y A. su mujer, que también se animaron a ir.

Llegamos ya de noche; nuestro primer guía M., un egipcio joven y bien trajeado, nos llevo hasta el Hotel Fairmont cercano al aeropuerto. Tengo que señalar ya el extraordinario nivel de conocimiento del español, y creo que de cualquier otra lengua que pueda hablar un turista, que tienen los guías en Egipto.


A la mañana siguiente de buena hora, nos levantaron y M. nos llevo al aeropuerto. Es
evidente que el número de turistas es mayor que los metros cuadrados del aeropuerto y por tanto cuando nos dejaron allí estuvimos un buen rato hacinados y apretujados con montones de personas.

El sistema de llamada del vuelo correspondiente también es propio de Egipto, pues alguien grita, a pleno pulmón, desde una especie de escenario, la cifra del vuelo y hay que estar muy muy atento. Bueno, pues por fin embarcamos y volamos hacia Luxor. Allí ya nos esperaba nuestro guía para todo el viaje, Y., hombre de buenas maneras y buen español.

En primer lugar nos llevo a nuestro barco, Al Farida, donde íbamos a recorrer una pequeña parte del gran río, en un crucero de cuatro días. El barco era como un buen hotel, con amplio "camarote", magnifico ventanal para poder contemplar el río y sus márgenes, y estupendas instalaciones, terraza, bar, restaurante, etc. Esa era nuestra base, desde allí salíamos a hacer las excursiones y volvíamos para hacer todas las comidas, excelentes por cierto, y descansar.

                                                                        
Y entonces fue cuando empezó la inmersión en el antiguo Egipto, comenzando por la visita a Karnak.

A pesar del mes y de la hora temprana el calor era grande e iba en aumento. El guía se protegía toda la cabeza con una "kefia" (pañuelo palestino), que le tapaba no sólo esta sino el cuello y la boca, además de unas gafas de sol. Me hice el propósito de conseguir un gorro lo más pronto posible.

Karnak está en la antigua Tebas (hoy Luxor), capital de los faraones desde la XI Dinastía y durante los siguientes 1.000 años.


 Primeramente sorprende por su enorme tamaño, ya que no es un templo sino un conjunto de templos, manifestaciones de poder y devoción de muchos faraones que allí dejaron pilonos, salas, obeliscos, estatuas, templetes, etc. a lo largo de 2.000 años. El dios principal, al que está dedicado el conjunto es Amón-Ra; en un principio, dios tutelar de Tebas, mucho antes de que esta ciudad fuera la capital de Egipto.


Por allí deambulamos durante varias horas, maravillados del inmenso trabajo que el conjunto representa; todo impresiona pero, quizás sea la sala hipóstila con sus enormes columnas, como un gran bosque pétreo, todas ellas grabadas con jeroglíficos, lo que deja el espíritu en suspenso; hay que esforzarse para mirar hacia el cielo, tan altas son las columnas, y poder contemplar los capiteles, en forma de capullo, unos de papiro y otros de loto.



También las paredes están llenas de grabados y de jeroglíficos que expresan la piedad y devoción hacia los dioses de los diferentes faraones que engrandecieron Karnak, y que son un testimonio imprescindible para conocer el Antiguo Egipto, para los arqueólogos y egiptólogos, y un placer de contemplar para los visitantes, tan bellos son.

                                                                             
El santuario de Amón-Ra, donde estaba la estatua del dios, ocupa la posición central y es bastante pequeño; es así como se hacía en los templos egipcios.

                                                                                
Vimos los obeliscos de Tutmosis I y de su hija y sucesora Hatshepsut, única mujer "faraón" de la historia de Egipto, que está representada en otro obelisco, este caído y con magníficos bajorrelieves, con todos los atributos de faraón y ninguno de su condición femenina.

Vimos también una columnita coronada por el dios Khepri o sol naciente, el escarabajo sagrado.

                                                              
Vimos colosos de faraones conocidos y de otros de nombre nunca antes oído. Una de estas estatuas es de Tutankhamon, restaurador del culto de Amón en Egipto.

                                                           
Vimos, vimos, vimos. Tanto hay que contemplar que una sola visita no da para todo, sólo para hacerse una idea, eso sí mucho más precisa que todos los libros de Historia y de Arte que se hayan podido consultar antes. Eso es lo que tiene ir a ver en su lugar paisajes, ciudades, monumentos.

La idea de ver las cosas en su propio espacio la tienen y la habían tenido para Karnak muchísimas personas más, y por lo tanto estaba lleno, lleno de gente. En Egipto es así en casi todos sitios y hay que hacer abstracción y disfrutar como se pueda; los guías, además, tiene la costumbre, ellos sabrán por qué, de meter a todos los grupos de turistas al mismo tiempo, en el mismo sitio, de manera que a veces un templo, no tan grande como el complejo de Karnak, está tan lleno que uno no se puede mover.


Con el alma y la vista llenas de sensaciones y con el cuerpo sometido a un ya enorme calor, volvimos al barco, donde comimos en un agradable buffet, y descansamos un rato, para ir por la tarde a visitar el Museo de Luxor, que queda a un paso del muelle donde estaba atracado el barco.

                                                                      
Este Museo, inaugurado en 1.975, es pequeño, pero contiene grandes obras, muy representativas del arte egipcio, maravillosamente colocadas para poder disfrutar de ellas; parte del tesoro de la tumba de Tutankhamon y bustos, estatuas, joyas, utensilios etc. y hasta momias de faraones, que lo hacen una auténtica joya; también contribuía al placer de la visita que el museo tenía pocos visitantes, al contrario que casi todos los lugares en Egipto y que la temperatura ambiental era agradable.

Museo de Luxor
Algunas de las soberbias piezas del Museo:
 
                                       1. El dios cocodrilo Sobek y el faraón Amenofis III

                                        2. Cabeza de una estatua colosal del faraón Sesostris III
     
                                                        3. Esfinge del faraón Tutankhamon

                                          4. Cabeza de una estatua colosal del faraón Amenofis III

Volvimos al barco paseando por la orilla del Nilo. Allí como por otras muchas partes del país había tenderetes, además de centros comerciales y todo lo que suponga vender algo; y en un tenderete encontré un gorro de lona para protegerme de los rayos de Amón-Ra, que me acompañó en el resto del viaje.

En el barco tuvimos una buena cena, ésta servida al modo tradicional, con varios platos. Hay un buen cocinero en este barco. Nos fuimos a dormir pronto pues mañana tenemos otro extenso plan de visitas, así que, hasta el capitulo III.