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viernes, 22 de abril de 2016

Por tierras de Zamora: Tábara


De camino hacia Madrid, en los principios del otoño, todavía con un excelente tiempo, pensamos en explorar un poco la provincia de Zamora y Zamora ciudad, que conocíamos, pero en la que no habíamos estado desde hacia años.

Nuestra primera parada fue en Tábara, villa antigua e interesante del centro norte de la provincia.

Tábara, es la capital de la comarca de Tierra de Tábara; se encuentra a 744 msnm, siendo el centro geológico de la Depresión de Tábara, junto a las estribaciones de la Sierra de la Culebra.

Su situación en el centro del valle ha hecho de ella un lugar de paso obligado para algunas de las mas concurridas rutas del noroeste peninsular, hecho que ha sido determinante en su historia.

Su nombre puede venir del paleoeuropeo, idioma anterior al celta y al germano, con base taw- o tab-, que deriva de la raíz indoeuropea ta-, derretirse, fluir.

La historia de Tábara comienza en la Alta Edad Media, cuando después de la invasión musulmana de 711, los visigodos se repliegan al norte comenzando, con la fundación del reino de Asturias, la Reconquista.

 Un extenso territorio, los Campos Góticos, son escenario de las escaramuzas entre moros y cristianos, que allí practican el pillaje, y además el, por parte de los cristianos, traslado de población al norte, quedando una enorme zona despoblada, que ha venido en llamarse Desierto del Duero.

Después del triunfo del rey Afonso III, el Magno, en la batalla de la Polvoraria, sobre el emir de Córdoba, en 878, comienza la repoblación del territorio.

También a finales del s. IX San Froilan (833-904) funda el monasterio dúplice, (masculino y femenino), de San Salvador de Tábara, promovido por los obispos de León y de Zamora, durante el reinado de Alfonso III.

En este monasterio de Tábara se copiaron e iluminaron en el scriptorium, varios "Beatos", comentarios al Apocalipsis de San Juan, escritos en 776 por el Beato de Liébana (Cantabria), que tuvieron gran importancia e hicieron conocer Tábara en toda Europa y le dieron un inmenso prestigio cultural.

 Entre ellos están el Beato de San Miguel o de Magius, por el nombre de su autor, de excelente ejecución, que está actualmente en la Biblioteca Morgan de Nueva York,: el Beato de Tábara,  depositado en el Archivo Histórico Nacional, y el Beato de Gerona, que está en el Museo de la Catedral de Gerona.
                                                             

A finales del s. X el monasterio fue destruido por el caudillo musulmán  Almanzor, y hubo que esperar a su desaparición en 1.002, para reconstruir la iglesia del monasterio, Santa María de Tábara, no así el mismo, que nunca se reconstruyo, y los destrozos ocasionados en la zona.

Seguidamente las tierras del monasterio son declaradas de dominio real o realengo y su propiedad va pasando a varios miembros de la casa real hasta que en el s. XII (1.130), su dueña, doña Sancha Raimundez se las entrega a los templarios, Orden fundada en Jerusalén en 1.120, cuya misión era  proteger los limites de los reinos cristianos.

Tras la desaparición de la Orden de Temple, decretada por el papa Clemente V en 1.308, en Castilla se confiscan todas sus propiedades en 1.368, que pasan a otras Ordenes, como Santiago, Calatrava o Alcántara, y a distintos nobles que el rey premia por los servicios prestados.

Tras ser dueños de estas tierras diferentes señores, tanto civiles como religiosos, en el s. XVI  pasan a ser propiedad del I Marqués de Tábara, don Bernardino Pimentel, que llego a poseer extensos pagos por toda la comarca.

Los conflictos, entre los Señores y luego Marqueses y los pueblos de la zona por abusivos impuestos, duraron siglos, hasta la definitiva desaparición del régimen señorial en 1.837.

Tras las graves crisis agrarias, su principal actividad económica, de finales del s. XIX y parte de XX, y su progresivo declive demográfico, que dura hasta ahora mismo, Tábara se va recuperando y ofrece al visitante un gran interés debido a su importante pasado.

Muestra de ese pasado son los monumentos que pudimos ver en nuestro paseo por la villa, cuyo casco urbano es un ejemplo de la arquitectura civil de la comarca.

Destaca la iglesia de Santa María, por su gran torre y precioso porche románico, para cuya construcción, por los vestigios encontrados, debieron emplearse materiales del desaparecido cenobio,  del cual solo queda la estancia de la base de la torre, que dota a la iglesia de gran monumentalidad.

Fue consagrada en 1.137 por el Obispo Roberto de Astorga, construida sobre las ruinas del monasterio de San Salvador de Tábara
                                                                       

A lo largo de sus muchos siglos sufrió tranformanciones  en los s.s. XII, XV y XVIII, en el que fue realizada una remodelación completa.

Otra iglesia notable es la de Nuestra Señora de la Asunción, llamada también el Convento, por haber albergado, en otros tiempos, a sucesivas congregaciones religiosas.
                                                           

Fue construida en 1.559, formando parte del Palacio del Marqués de Tábara, que la utilizaba como capilla de la familia.

Desde su construcción hasta 1.580 fue regida por los monjes Jerónimos, pasando después a los Dominicos, hasta la Desamortizacion de 1.835. y restaurada en 1.925

Varios monumentos mas se pueden ver en Tábara, como es la estatua de uno de sus mas insignes hijos, el poeta León Felipe, (1.884-1.968), una de las personalidades mas relevantes del la Generación del 27.

Para complacer a su padre estudio la carrera de Farmacia, profesión que ejerció en distintos periodos de su vida bohemia y llena de peripecias.

Ahora, la estatua, que se encuentra en la plaza Mayor está, podemos decir, profanada por los gamberros que la han "adornado" con pintura roja.
                                                           

Se había hecho la hora de comer, así que elegimos uno de los restaurantes de la villa donde dimos cumplido consumo de un menú, nada que recordar de esa actividad reparadora, y seguidamente continuamos hasta Zamora.

lunes, 8 de junio de 2015

Lagunas de Villafáfila y Villalpando

                                                                                   

En la primavera pasada mi marido y yo cumplimos un deseo que teníamos hace tiempo.

 Con frecuencia, cuando circulamos por la autovía Oviedo-Madrid, pasamos cerca del cartel que anuncia "Lagunas de Villafáfila", sugestivo nombre con reminiscencias del pasado, puede que desde que los visigodos poblaron estos lugares, y por su propia naturaleza.

Tengo que lamentar que no escogimos bien la temporada, pues, ya en el pueblo de Villafáfila, donde nos paramos a preguntar, nos informaron que el mejor tiempo para ver estos lugares es el otoño, durante las migraciones de la gran cantidad de aves acuáticas, que paran en las lagunas, desde el norte de Europa, buscando lugares mas cálidos para invernar.

Bien, pues ya estábamos allí y decidimos visitarlas, a pesar de todo, en lo que estaba incluido el cierre estacional del Centro de Interpretación, desde donde. creo, se tiene la mejor vista de las lagunas.

Las Lagunas de Villafáfila, situadas en la provincia de Zamora, ocupan parte de las comarcas de Tierra de Campos y de Tierra del Pan; es uno de los mas importantes humedales del norte de España, y de Europa, para las aves acuáticas, esteparias y migratorias.

Esta formado por tres grandes lagunas, Salina Grande, Barrillos y Salinas, y algunos humedales mas pequeños, ocupando los suelos arcillosos alrededor de la cuenca del río Salado.

Entre las aves migratorias destaca la avutarda, que forma en las lagunas la mayor población de su especie en Europa.


 La avutarda es el ave voladora mas pesada del mundo; en las Lagunas de Villafáfila se concentra el mayor número de ejemplares, de los 19.000 que hay en España, con cerca de 2.300 en la época de cría. por lo que el área es un punto de referencia para la conservación de la especie.


Las lagunas se encuentran en un extenso paisaje cerealista, en el cual adquieren una especial belleza, acentuada a la salida y a la puesta del sol.

Forma parte del paisaje el importante patrimonio arquitectónico de tapial y adobe o, así llamada, "cultura del barro", creado a lo largo del tiempo, cuyas mejores exponentes son los palomares; estos refugios para palomas tienen variados representantes; durante una época estuvieron descuidados y ruinosos, pero ahora se han restaurado y reconstruido algunos, que hacen de complemento al esplendido paisaje.
                                                                                      

Otra curiosidad de la zona donde se avistan las Lagunas y Villafáfila al fondo, es el pueblo deshabitado de Otero de Sariegos.

Otero de Sariegos está situado en un pequeño cerro llamado Serigo o Seriego, que pudo darle nombre, aunque otra posibilidad sobre el topónimo sea una tranformación de saliego, nombre de los habitantes del pueblo, que extraían sal de las aguas salobres de las lagunas.

Desde esa pequeña colina se divisan, además de las lagunas, los campos de cereales, los palomares, algunos en ruinas y otros restaurados.

Hasta hace pocos años quedaban unos cuantos vecinos, que también lo abandonaron, y ahora solo hay actividad dos veces al año, en que se abre la iglesia de San Martín de Tours, que sigue resistiendo como un atalaya, para commemorar las festividades de San Marcos (25 de abril) y de San Martín (11 de noviembre).

La iglesia de origen medieval, como el propio pueblo, fue modificada en el s. XVI. La gran torre, con aspecto de no durar ya demasiado, es de ladrillo, así como la iglesia, mientras que la portada es de piedra.
                                                                           


Después de un último vistazo al entorno , en el que también había este precioso campo de amapolas
                                                                                 

seguimos viaje hasta el cercano Villalpando, otro de los pueblos con mucha historia entre sus calles y murallas.

Villalpando, capital de la comarca de Tierra de Campos, nombre que proviene, no de sus dilatadas llanuras, sino del antiguo nombre Campos Góticos (Campi Gothorum), así llamado desde los inicios de la Reconquista, tiene alrededor de 1.600 habitantes.
                                                                                

Dos ríos la atraviesan, el Valderaduey, afluente del Duero, y el Navajos, pequeño río afluente del Valderaduey.

El poblamiento de la zona alrededor de Villalpando es muy antiguo, siendo los primeros conocidos por su nombre los vacceos, tribu celtibera.

A juzgar por los restos arqueológicos de algunas villas tardoromanas, los romanos dominaron la región donde se encuentra Villapando; se sucedieron los visigodos, a la caída del Imperio Romano, y varios siglos después aconteció la invasión musulmana, quedando la zona practicamente deshabitada, al estar sometida a las incursiones cristianas de los reyes asturianos, en busca de pobladores para su territorio y a las razzias, incursiones de saqueo, musulmanas.

La existencia del lugar aparece por primera vez, en un documento de fines del s. X, en que se la denomina Alpando.

Pasa después a la Orden Templaria, que defendía los limites de los territorios conquistados por los cristianos a los moros.

En la siguiente centuria aumenta su importancia, hasta que en el s. XII, Fernando II de León amplia las primitivas murallas, como protección para su proyecto de repoblación y defensa en sus continuas disputas con Castilla, mientras. el rey recupera, para la corona, gran parte de los bienes que poseían los Templarios.

El s. XIII es de prosperidad para Villalpando, vinculada a la corona, ya que obtiene el derecho de celebrar mercado los martes y los sábados.

En el s. XIV, se restaura la muralla y en el XVI la villa, que pertenecía por donación de Enrique II al mercenario francés Arnao de Solier, pasa, como dote matrimonial de su hija, a poder de los Velasco, Condestables de Castilla. al casar esta dama con Juan Fernandez de Velasco, 

Los Velasco residieron varios siglos en Villalpando, donde construyeron el Castillo, arruinado, hoy día, hasta su caída en desgracia con el cambio de dinastía de Felipe de Borbón, al haber apoyado al pretendiente Habsburgo. Abandonaron, entonces, Villalpando y tanto el castillo como la propia villa comenzaron una decadencia de la que ha tardado en recuperarse hasta fechas recientes.

La Guerra de la Independencia contra el invasor Napoleón, fue desastrosa, como para toda España, para la comarca, que dejo aun mas postrada. El ejercito francés ocupo durante cuatro años Villalpando, fusilando a cuantos se oponían a su dominio. 

A pesar de su secular historia, y de los importantes monumentos que produjo, Villalpando tiene un aspecto desolado, pues ha perdido gran parte de lo que fue su rico patrimonio, tanto civil como eclesiástico, y bastante de lo que queda, ofrece un aspecto ruinoso.

La villa estuvo cercada de murallas, reforzadas por el castillo de los Condestables, y las torres de algunas iglesias, que montaban directamente sobre las murallas. 
                                                                                      

El patrimonio religioso llego a contar con doce parroquias, y varios conventos, que se habían quedado en ocho en el s. XIX, de las cuales solo subsisten, hoy día, dos.

De la muralla se conservan dos de las cuatro puertas que tuvo, las de Santiago y San Andrés, que tomaron su nombre, como las ya desaparecidas, de las parroquias cercanas a ellas.

En nuestro recorrido por el casco histórico pudimos ver la de San Andrés.

La imponente Puerta de San Andrés es un armonioso conjunto del s. XVI, que recuerda otras puertas de muralla, como la de la Bisagra de Toledo. En el centro de la puerta, flanqueada por dos enormes cubos almenados, luce el escudo de la villa rodeado por el cordón franciscano, aludiendo al convento franciscano que estaba situado delante de la puerta, del cual no queda nada.
                                                               
                                                                             
En realidad este fue el último monumento de Villalpando, que vimos ya que está a las afueras de la villa.

El primero fue la Plaza Mayor, con las típicas columnas adinteladas; aunque con añadidos modernos, que rompen el conjunto, la plaza tiene fuerte sabor castellano.
                                                                               

El Ayuntamiento se halla en esta Plaza Mayor, integrado en la misma.

En nuestro paseo antes y después de comer, encontramos una de las iglesias, puede ser la mas interesante, aunque mal conservada, la iglesia románico-mudéjar de Santa María la Antigua, cuya construcción data del s. XII.

A pesar de su evidente interés, su estado actual es ruinoso, ya que falta la techumbre y los pilares interiores; solo se conserva la soberbia cabecera triabsidal, formada por arcos ciegos de ladrillo, con algunas estrechas saeteras.
                                                                             

También está todavía en pie la torre, que se apoyaba en la primitiva muralla, reforzándola, aunque es bastante posterior a la iglesia, de principios del s. XVIII

Tuvo culto como iglesia, hasta 1.933, en que se derrumbo una parte, al ceder uno de sus pilares. Desde entonces fue abandonada y su continua degradación ha llevado a la ruina actual.

No es este, ni mucho menos, el único importante monumento de Villalpando, en estado ruinoso, a pesar de su belleza e historia; mucho mas destruido está el que fue castillo-palacio de los Condestables de Castilla, del cual solo quedan en pie unos muros y una torre, utilizada actualmente como depósito de agua.
                                                         
                         
                                                                             

Después de la caída en desgracia de los Condestables de Castilla, abandonaron el castillo, que fue arruinándose, hasta que en 1.727, fue desmantelada la techumbre y sus materiales utilizados en la reforma de la iglesia de San Nicolás, otra de las iglesias de Villapando, así que el comienzo de su ruina viene de lejos; da dolor verlo actualmente.

Y para acabar con las ruinas en Villalpando, también nos detuvimos a contemplar las de la que fue la iglesia a la que acudían los Fernandez de Velasco, mientras habitaban su castillo-palacio, la iglesia de San Miguel Arcángel, en cuyo solar hubo, antes, un antiguo templo visigodo.

Una amable señora del lugar, que nos contó que había nacido, hacia ya muchos años, y vivido toda su vida en el pueblo, al lado, precisamente, de esta iglesia, vio como parte de ella se derrumbaba, con gran dolor de su corazón, como quien dice ante sus propios ojos.
                                                                     

Por último, después de un, corto paseo encontramos la Torre de San Lorenzo, único vestigio de la torre mudéjar de la iglesia del Monasterio benedictino de San Lorenzo, fundado en el s. XI y demolido en 1.918.
                                                                         

Un poco amargados por tanta ruina, fruto en parte de la escasez, y en aun mayor parte de la desidia y el desinterés en la historia y en el patrimonio monumental, nos despedimos de Villapando, donde aun quedaban muchos monumentos, ¿en ruinas quizás? para ver, y seguimos nuestro viaje a Madrid.