miércoles, 8 de abril de 2009

Capítulo V. Edfú

Salimos del barco después de desayunar y de buena hora, como todos los días, algo así como las siete y media, para realizar la visita más importante del día; el templo de Edfú.

Cuando llegamos al templo, los turistas afluían en gran cantidad de autobuses. Según la costumbre de los guías egipcios, todos, y éramos muchos, nos tuvimos que meter juntos en el templo, oír al guía bien comprimidos y una vez acabada la breve explicación, salir de nuevo todos juntos.

En los cinco minutos que nos dejaban para hacer fotos y contemplar tanta maravilla, era mejor emplear dos minutos en esperar que el gran tropel saliera y estar tranquilos los tres minutos restantes.

Esta ciudad, situada en la ribera oeste del río, en un valle resguardado de las crecidas del Nilo, es la Apolinopolis Magna de los griegos; llamada Uetyeset-Heru (Lugar donde Horus es alabado) y Dyeba por los egipcios, del cual deriva el nombre copto de Etbo, y de este, el árabe Edfú.

En el lugar hubo un templo dedicado al dios halcón Horus, desde tiempos prehistóricos, y varios faraones construyeron allí, pero el templo que hoy podemos ver es de la época de los Ptolomeos, sucesores del general de Alejandro Magno, al que tocó Egipto en el reparto que se hizo del imperio a su muerte. Los Ptolomeos adoptaron la religión y gran parte de las costumbres de los egipcios como método para que su dominacion fuera aceptada por los poderosos sacerdotes y por la sociedad egipcia; hay que decir que muchas de las costumbres egipcias les fascinaron de tal manera que las prefirieron, por ej. los ritos funerarios de los conquistados .

El templo de Edfú fue iniciado por Ptolomeo III Evergetes. Tardó 180 años en estar acabado. Durante su construcción hubo periodos de gran agitación politica por aquellos lugares, de tal manera que los artesanos que esculpieron en las paredes los "cartuchos" con el nombre del faraón de la época, los dejaron vacíos para no tener que estar borrando.

Forma parte de los tres importantes templos de los Ptolomeos dedicados a la Triada Isis, Hathor y Horus.

Según la mitología egipcia, Horus hijo de Isis y esposo de Hathor residía en Edfú. Una vez al año Hathor, cuyo templo estaba en Dendera, viajaba hasta el templo de Edfú para encontrarse con su esposo Horus, celebrándose una gran fiesta.

El templo es el mejor conservado de todos los de Egipto, en parte gracias a que estuvo casi sepultado por la arena durante siglos. Es totalmente egipcio, pero algo del genio griego también se pude ver, p.e. en la gran variedad de formas de los capiteles de las columnas, y en el equilibrio entre sus diversas partes.

Es verdaderamente impresionante.

Esta precedido por el pilono con sus dos torres, donde el faraón Ptlomeo está representado agarrando a sus enemigos de la cabellera, según la iconografía consagrada. Las dos torres son como un espejo una de la otra y son bellas e impresionantes.

El templo es enorme; sorprende el deambulatorio alrededor de las capillas y el gran número de éstas, diez, dedicadas a diversas fases del culto; el santuario tiene la cripta para la estatua del dios y una reproducción de la barca sagrada.

Todas las paredes están decoradas con escenas del mito de Horus,

su lucha contra su tío Seth, el malvado, que había matado a su propio hermano Osiris, padre de Horus; escenas del nacimiento de Horus y por supuesto del faraón haciendo ofrendas a todos los dioses.

Los patios y las salas hipóstilas son magníficas: estas últimas conservan parte de las pinturas, algo chamuscadas y ennegrecidas, ya que el templo fue usado como vivienda e iglesia por los cristianos, llamados en Egipto coptos, en tiempos antiguos y como almacén, establo y cuartel hasta el s. XIX. El arqueólogo francés Mariette, gran egiptólogo, fue el que lo desenterró.

En el exterior hay un "mamissi" o paritorio, donde nació el dios Horus,

y un nilómetro, para ver el nivel de la crecida del río, que servía para calcular los impuestos.

Hay dos magnificas estatuas de Horus, una a la entrada de la primera sala hipóstila, en la que el Halcón esta coronado con la doble corona de Egipto y otra más antigua antes del pilono; por cierto para poder sacarse una foto con Horus sería oportuno tener una tira de números para coger vez.

Alrededor del aparcamiento de los autobuses han montado innumerables tenderetes, desde donde nos gritaban los precios de las diversas mercancías, pero no hubo tampoco tiempo para comprar. Este lugar no era el designado para tal fin.

Así que volvimos al barco a la temprana hora de las diez y media. Todavía nos esperaban muchas experiencias para el resto del día, pero eso será tema para otro capítulo.

viernes, 6 de marzo de 2009

Capítulo IV. El Valle de los Reyes

Seguimos las visitas en este día cargado de impresiones artísticas y visuales.

Paramos para ver el gran templo funerario de Hatshepsut, de la XVIII Dinastía, sucesora de su padre Tutmosis I, a título de faraón, como única mujer-faraón de la milenaria historia de Egipto.

El templo fue diseñado y construido por el administrador, arquitecto y probablemente amante de la reina, Senenmut, como lugar de su póstuma veneración y para gloria del dios Amón, cuyos poderosos sacerdotes fueron aliados de Hatshepsut.

Por casualidad, pues entonces no sabía que iba a ir a Egipto, había leído recientemente la novela histórica La Dama del Nilo, de la escritora Pauline Gedge, que recomiendo a los amantes del género. Es entretenida e ilustra la vida de esta reina y su época. Con esta información disfrute la visita aún más.

Fue una pena que nuestro guía decidiera que sólo vieramos el templo de lejos: según dijo, lo más interesante es la vista general, pues han hecho diversas irregularidades en su reconstrucción; nos tuvimos que conformar con ese punto de vista... mientras otros turistas ascendían por la escalinata principal hacía el interior.

El templo, Dyeser-Dyeseru, nombre egipcio que significa "El Sublime de los Sublimes" situado en Deir el-Bahari, es uno de los monumentos más originales y bellos de todas las construcciones egipcias. Tiene una serie de terrazas escalonadas, con columnas y largas rampas, que seguramente estaban adornadas con jardines. Su emplazamiento esta magnificamente elegido, con una montaña que sirve de fondo y rocas escarpadas alrededor. Parece un lugar preparado por la naturaleza para este templo, tan bien combinan ambos.

Aunque Hatshepsut fue nombrada heredera por su padre, al no tener hijos varones, tuvo que casarse con su hermanastro, Tutmosis II, hijo de una esposa de poco rango, y coreinar con él.

Tutmosis II murió pronto, dejando dos hijos, una niña de Hatshepsut y un niño de una concubina, el futuro Tutmosis III. Según las costumbres egipcias este tenía que casarse con la hija de la reina-faraón, matrimonio que fue dilatado indefinidamente por Hatshepsut. Mientras ella se hacia proclamar hija de Amón, como pocos faraones habían osado hacer, y gobernaba durante largos años, relegando a su sobrino y sucesor, aunque dándole una muy buena formación, tanto cultural como militar.

Su reinado fue de gran prosperidad para Egipto y ella fue una gran constructora; además de su grandioso templo funerario, mando construir la "Capilla Roja" en Karnak, y los obeliscos mayores que se habían construído en Egipto hasta esa fecha.

Pero cuando Tutmosis III accedió al trono, eliminó la memoria de su tía-madrastra, destruyó muchas de las imágenes, tanto esculturas como pinturas, haciendo borrar su nombre de las inscripciones. La condenó a la muerte y el olvido eternos, castigo terrible para los egipcios, haciendo que su reinado figurara como continuación del de su padre.

Ha sido un largo trabajo de los arqueólogos rescatar a Hatshepsut de esa terrible condena, la peor para los egipcios, y volver a situarla en el lugar que tuvo esta fascinante mujer.

De ahí viajamos hasta el Valle de los Reyes, que está cerca. Dicho Valle dominado por el pico el-Qurn, que tiene forma de pirámide, está formado por una serie de gargantas o antiguos cursos de agua donde construyeron sus tumbas los faraones de las dinastías XVIII, XIX y XX, a partir de Tutmosis I. También hay sepultados allí reinas, príncipes y grandes dignatarios. Hay 62 tumbas catalogadas y otras muchas todavía por excavar.

En el Valle de los Reyes está la famosa tumba de Tutankamon, faraón de la XVIII Dinastía que murió entre los 17-19 años después de reinar menos de diez años.

Esta tumba fue descubierta en 1.922 por el arqueólogo inglés Howard Carter, que trabajaba para Lord Carnavon, un coleccionista de antigüedades.

La importancia de la tumba de Tutankamon se debe a que se halló prácticamente intacta, con todo su ajuar funerario. Este se componía de variadas y maravillosas piezas. Todo lo que el faraón podía necesitar para su vida eterna. El sarcófago de más de 5 m de largo y 3 de alto, contenía otros sarcófagos hasta llegar al de la momia real, y estaba enteramente recubierto de oro. Mucha gente conoce la encantadora y joven faz deTutankamon, gracias a su máscara mortuoria de oro. Pero... no visitamos esta tumba, que por otro lado estaba en obras. Tuvimos ocasión de contemplar esos tesoros en una visita posterior al Museo Arqueológico de El Cairo.

En el Valle de los Reyes sólo es posible visitar diez de la tumbas, aunque no son siempre las mismas. Las van rotando para evitar el deterioro producido por el contacto con los visitantes.
Desde la entrada hasta el comienzo de la zona funeraria se puede ir y volver en un trenecito con toldo, que siempre se agradece dada la intensidad del sol y el calor.


Nosotros sólo bajamos a tres, y digo bien bajar, pues están excavadas en la roca y el descenso a la tumba, propiamente dicha, es angosto tanto a los lados como por el techo. Hay que ir a gatas en algunas de ellas, otras son muy empinadas. En algunos casos las paredes de los corredores están pintadas y se conservan en perfecto estado. También hay inscripciones jeroglíficas; escenas del Juicio al que son sometidos todos los hombres; en general todo referente a la relación del correspondiente faraón con los dioses de Egipto y con su vida futura. Da pena que la visita sea tan reducida. Yo tuve la ocasión de ver en el Museo Arqueológico de Madrid la exposición de la exacta copia de la tumba de Tutmosis III. Una tumba grande que tiene sus paredes decoradas con el Libro de los Muertos, en dibujos esquemáticos, pero fascinantes. Me resultó muy interesante. Con las técnicas modernas se puede copiar el dibujo de la roca y resulta como el original.

Así que en total conozco cuatro de las 62 catalogadas. Hubiera visitado varias tumbas más, pero cuando va uno guiado, no tiene más remedio que seguir al guía.

Este nos llevo a continuación a una fábrica de objetos de alabastro, material que en Egipto ha sido utilizado desde la Antigüedad. Los artesanos que se dedican a esto viven por aquellos alrededores, y según nos contó Y., están siendo desalojados, ya que el gobierno egipcio quiere dejar aquello como zona turística únicamente. Ellos están muy disgustados, pero no tiene más remedio que irse: aquel es un país que lleva 40 años o más en estado de excepción.


La exhibición de la fábrica de alabastro comprendía una parte en el exterior,

con unos jovenes artesanos vestidos a la moda egipcia, y una tienda con preciosos objetos de ese material y algún otro. Varios de los del grupo compraron recuerdos.

Después volvimos atravesando el Nilo de nuevo, a nuestro barco, donde comimos y descansamos. Por la tarde subimos a la cubierta del barco donde nos ofrecieron té con pastas, mientras el barco navegaba a lo largo del río,

pasando por la esclusa de Esna. Ya era de noche, el barco iba muy muy despacio. Nos asomamos a la ventana del camarote para comprobar que íbamos emparedados durante un buen rato. Pero todo transcurrió felizmente.

En la cena C. nos invitó a un tinto local y luego brindamos por él, con una grapa.

jueves, 26 de febrero de 2009

Capítulo III. De Luxor al Valle de los Reyes

                                                                       
Día de san Carlos Borromeo y por lo tanto santo de mi marido. Lo felicité en cuanto nos levantamos, esperando poder brindar a su salud a lo largo del día.

Pero primero teníamos una larga jornada para seguir visitando el maravilloso país "don del Nilo".

Así que nos levantaron bien pronto para llegar a poco más de las 7 a.m. al templo de Luxor.

                                                                             
 Fue una visita agradable, ya que estábamos solos, circunstancia que se aprecia aún más en Egipto.

Poco rato estuvimos viéndolo, alrededor de una hora, para tanta magnificencia. Es mucho más armónico y ordenado que Karnak, que es como un laberinto, construido durante veinte siglos. En Luxor se superponen tres lugares de culto diferentes:

                                                                         

  •  El templo de Amón



  • la mezquita de Abu al-Haggag, que se apoya sobre los muros de

  • una iglesia copta, 
en una sorprendente síntesis histórica.

El templo egipcio es imponente; está precedido por el pilono, donde están grabadas escenas de la batalla y victoria de Kadesh, de Ramsés II contra los hititas, tema legendario que fue representado en muchos de los templos edificados por Ramsés II. Delante del pilono hay un obelisco.

                                                                           
En los templos siempre había dos obeliscos; el que falta en el templo de Luxor está en la Plaza de la Concordia de París, desde el año 1839. Según una versión, el rey de Francia Luis XVIII, negoció con el sultán de Egipto de aquellos años, Mohammed-Ali, el intercambio del obelisco por un reloj, que ahora está en la Mezquita de Alabastro de El Cairo, y que además de no tener ningún valor artístico, nunca funcionó... Otra versión dice que el estado francés pagó 300.000 francos por él. Sea como fuere, el arte egipcio está presente en el mundo.

                                                                              
Los obeliscos estaban dedicados al culto del Sol y representaban, precisamente, el rayo del Sol que da energía y vivifica; están grabados con jeroglíficos desde la base hasta el vértice, con inscripciones piadosas, manifestaciones del amor de Amón por su "hijo" el faraón, y amenazas a los enemigos del mismo..

El templo de Luxor estaba dedicado a la Triada tebana:
  • Amón
  • su esposa Mut y
  • el hijo de ambos Jonsu.
El dios residía todo el año en el templo de Karnak, pero para la fiesta de Opet, que era un rito de renacimiento, y para conmemorar la crecida del Nilo, se trasladaba, por tierra, a lo largo de la avenida de más de 2 km que unía Karnak con Luxor, en la barca sagrada, llevada a hombros por los sacerdotes, así como también viajaban, en sus correspondientes barcas Mut y Jonsu. Había numerosas capillas para descansar de tan larga procesión. La vuelta se hacía navegando por el Nilo. Posteriormente la ida y la vuelta se hicieron por el Nilo; supongo que habrá sido alguna petición, envuelta en motivos religiosos, de los sacerdotes porteadores... Esta fiesta, que fue adquiriendo mucha importancia, duraba hasta tres semanas. La advocación de Amón en el templo de Luxor era Amón-Min, o el engendrador, ya que se creía que el dios consumaba el matrimonio con la madre del rey, del cual nacía el faraón.

Aunque los principales constructores del templo fueron Amenofis III, de la XVIII Dinastía y Ramsés II de la XIX, otros muchos faraones dejaron sus huellas, con capillas, estatuas, dedicatorias, hasta Alejandro Magno, que fue reconocido como faraón por los sacerdotes de Amón, los Ptolomeos y los romanos. Hay una de las capillas que fue adecuada para el culto de Augusto y otra con frescos de la época de Diocleciano. En lo que queda de los muros hay bajo relieves de la fiesta de Opet.

Como habíamos empezado la visita tan temprano el sol era suave, y la luz todavía recién estrenada, proyectaba sombras, luego fue calentando, pero el cambio de intensidad de la luz añadió un nuevo esplendor al templo.

                                                                         
                                                                             
Tanto Karnak como Luxor están en la margen oriental del río, por donde sale el sol. También estaban en esta orilla todas las construcciones, casas, palacios, almacenes, etc., donde desarrollan su vida los vivos. Para los muertos dejaron la margen occidental, por donde se pone el sol. Allí fuimos navegando por el río, en una motora.

                                                                               
 Llegamos a la gran necrópolis de Tebas, donde construyeron sus tumbas los faraones de las dinastías XVIII, XIX y XX. Toda la necrópolis está en el desierto de la ribera occidental de Nilo, como he dicho; hay unos montes que delimitan el terreno, donde hicieron sus tumbas personajes de rango menor, pero vayamos por orden...

Nuestra primera visita fue a los colosos de Memnon, enormes estatuas de cuarcita rosa, que representan al faraón Amenofis III sentado en su trono, que precedían al gran templo funerario de este rey, demolido ya en la Antigüedad, del cual sólo quedan estas dos gigantescas estatuas. Verdaderamente su nombre es apropiado porque son colosales e impresionantes. Aunque muy deterioradas, pues han sufrido además del largo tiempo transcurrido, ataques variados, incluidos terremotos, dan una idea de la riqueza de Egipto y del poder faraónico, que se expresaba por medio de gigantescas construcciones. A los pies del faraón, en pequeñas estatuas, están representadas su madre, Mutemuia, y la gran esposa real Tiy.

                                                                                  
Continuamos nuestra excursión hasta el templo de Medinet-Habu el templo funerario del faraón Ramses III de la XX Dinastía. Es el único templo egipcio rodeado de una muralla. Esta precedido de una torre cuadrada como las que había en Asia menor y que Ramsés conoció durante sus campañas militares.


  El pilono del templo y algunas de las paredes del gran patio están decoradas con escenas de guerra, con Ramsés sometiendo a grupos de prisioneros. El faraón los sostiene por la cabellera. También están representados algunos de los suplicios a los que eran sometidos los vencidos, como corte de sus órganos genitales, que yacen en el suelo junto con algunas lenguas cortadas. Todo un compendio de la crueldad humana con sus semejantes.


 El templo está dedicado a la Triada tebana: Amón, Mut, Jonsu. Está levantado aprovechando construcciones anteriores, en un lugar considerado sagrado por ser la tumba de las ocho deidades primordiales, creadoras del mundo. Tutmosis III construyó allí un pequeño templo, antes que Ramsés y después, también tuvo numerosas aportaciones de otros faraones como Taharqa, el faraón nubio, Nectabeo I e incluso el emperador romano Antonino Pío. Fue dedicado además del culto a la administración, función que continuó cuando en el templo ya no había culto.

                                                             
 En este templo, como en otros, algunos obreros se dedicaban a la restauración de los monumentos. Eso sí, con el "tempo" egipcio, mucha calma, mucha tranquilidad.

 Contemplamos en los diferentes patios, uno de ellos con colosos osiriacos de Ramsés,


                                                                                                                                                                    los muros recubiertos de jeroglíficos, las salas con restos de pinturas... otra inmersión en esa fastuosa civilización.

De allí fuimos a Deir el-Medina, la aldea de los artesanos. Fue fundada por Tutmosis I, cuando decidió cambiar la hasta entonces tradicional sepultura en forma de mastaba, por las tumbas excavadas en la roca. Este poblado está excavado en su totalidad y es muy curioso. La calle que atraviesa el recinto tiene sus casas bien ordenadas e incluso posee un templo. Así podemos hacernos una idea de la vida fuera del templo y del palacio. Aquí vivían los canteros, albañiles, pintores y escultores que trabajaban en la realización de las tumbas del Valle de los Reyes y del de las Reinas, al cual se trasladaban andando por el borde del acantilado de Deir el-Bahari. También vivían allí escribas, que levantaban acta de todo lo que pasaba y médicos para cuidar de los artesanos. Era como se puede suponer un poblado próspero.
                                                                    
 Tiene también esta aldea la etiqueta de haber protagonizado la primera huelga de la historia. Sucedió en tiempos de Ramsés III. El salario se percibía con raciones de alimentos, mayores o menores, según la importancia del trabajo desempeñado. En ese momento los pagos se retrasaban demasiado y los trabajadores hambrientos, abandonaron su trabajo para lanzarse a la calle a protestar.

                                                                                       
 Cerca de la aldea visitamos dos tumbas de dignatarios del poblado, no sé si el arquitecto, el capataz o algún otro personaje importante. Bien se ve que el faraón tenía a los mejores artistas de cada época, pues estas dos pequeñas tumbas son dos joyas. Aunque angostas, tienen todas las paredes pintadas maravillosamente, con la familia del difunto celebrando una fiesta y algunos asuntos mitológicos.




                                                                                   
Después de esta visita continuamos hacia el Valle de los Reyes... pero ese relato quedará para el próximo capítulo.