jueves, 13 de diciembre de 2012

Cinco días en la isla de Gran Canaria. Primer día. Llegada a la isla

                                                              
El verano pasado seguimos nuestro proyecto de visita a cada una de las Islas Canarias, tocándole el turno este año a Gran Canaria.

Hicimos el viaje de la península a la isla a finales del mes de julio, antes de ir a pasar el resto del verano, como de costumbre, a Tenerife, y allí estuvimos cinco excelentes días.

Llegamos a buena hora al aeropuerto de Gando, único aeropuerto de la isla, que estaba en obras, por lo que nos resulto algo complicado encontrar la plaza donde estaba el coche que habíamos alquilado al llegar.

Después de perdernos y preguntar varias veces, encontramos finalmente al coche.

Teníamos que llegar al Parador de Turismo en la Cruz de Tejeda, en el centro y casi en lo mas alto de la isla.

La salida de la capital es fácil, pues hay una autovía. Hay que ir fijándose en los carteles, ya que las carreteras se cruzan y entrecruzan, de manera que es muy posible despistarse.

Bien, eso dura hasta Tafira, mas o menos, luego, para subir a lo alto hay una sola carretera, que se va haciendo mas y mas empinada y con curvas y mas curvas, que parecen no tener fin.

Mientras, el sol poniente nos daba en los ojos, circunstancia que molestaba mucho, y resultaba peligrosa para el conductor.

La geografía de la isla es enormemente escarpada, y se va complicando conforme se sube.

Finalmente llegamos a nuestro destino, la Cruz de Tejeda donde está el Parador, a 1.560 m de altura, en el centro geográfico de la isla .

El Parador, inaugurado en 1.937, ha tenido varias etapas, pues estuvo cerrado durante mas de veinticinco años, siendo  puesto en servicio de nuevo, después de convenientemente restaurado, hace menos de tres años.

                                                               
 Su nombre viene de la enorme cruz de piedra situada delante de la entrada al hotel, replica de la que hubo allí, desde tiempos antiguos, para señalar los diversos caminos que confluían en el centro de Gran Canaria.

Una vez instalados en una estupenda habitación del edificio nuevo, pudimos contemplar las espectaculares panorámicas. Simas, barrancos, roques y acantilados se ofrecen  a la vista; es lo que Miguel de Unamuno describió  como "tempestad petrificada", que es la Caldera de Tejeda, labrada, a lo largo de millones de años, por las aguas e inundada de lavas volcánicas. En este impresionante paisaje destacan los "roques", que taponan los cráteres, el Roque Nublo, símbolo oficial de Gran Canaria, el Roque del Fraile, y el Roque Bentayga , todo lo cual estaba a nuestra vista, desde la terraza de la habitación.

                                                                               
El panorama llega hasta el mar, y mas allá, pues también podíamos contemplar la isla vecina de Tenerife y el grandioso Teide, que la preside. Hay varios lugares del Parador donde se ve con mayor perspectiva, pero, esa primera vista era emocionante; verlo tan lejos y tan cerca.

Después de recorrer las instalaciones, y de observar el silencio y tranquilidad del lugar, rodeado de toda esa vorágine geológica, y de algunos pinares, no pudimos quedarnos en la terraza del bar, pues a esa altura el aire es frío; pasamos al comedor, con preciosas vistas, donde, contemplando el maravilloso atardecer cenamos muy bien.

                                                                     
Hablemos un poco de la isla que habíamos empezado a conocer .

Gran Canaria es la segunda en extensión y en población de las siete Islas Canarias, con unos 900.000 habitantes.

Citada desde la antigüedad por el historiador romano Plinio, que se refiere a las expediciones de exploración ordenadas por el rey Juba II de Mauritania, donde aparece con el nombre de Canaria, va asociada a las Islas Afortunadas o Canarias, llamadas así por la abundancia de grandes perros o canes que había en ellas. 

La siguiente cita , ya como Gran Canaria, aparece en la primera crónica de la conquista de Canarias, "Le Canarien", diario de campaña de los mercenarios franceses, Jean de Bethencout y Gadifer de la Salle, enviados y financiados por el rey Enrique III de Castilla, en el año 1.402, para conquistar y evangelizar las Islas Canarias.

El adjetivo Gran, para acompañar el nombre de Canaria, fue hecho oficial, mas tarde, por disposición de la reina Isabel la Cátolica.

La conquista de la isla y su incorporación a España fue un proceso que duro desde 1.478 a 1.485.

                                                              
La resistencia aborigen y las divisiones entre los conquistadores, alargaron la conquista, que fue llevada a cabo por Juan Rejón, capitán nombrado por los Reyes Cátolicos, en un primer periodo, al que sucedió Pedro de Vera;

                                                           
 tuvo también un papel destacado Alonso Fernández de Lugo, que posteriormente sería el conquistador de La Palma y Tenerife, y Adelantado de Canarias, al capturar al ultimo nativo resistente, el rey de Gáldar. 

La conquista culmino el día 29 de abril de 1.483, aunque siguió habiendo escaramuzas con los nativos dos años mas.

A partir de ese momento crece el tejido político social y económico de la isla, con la creación de varias instituciones como el Obispado y la Real Audiencia de Canarias entre otras, y con el gran desarrollo del comercio hacia Europa y América.

Tras la conquista, durante el s. XVI se produjeron numerosos ataques piratas, entre los cuales destaca el del corsario inglés Francis Drake, cuyo intento de invasión fue rechazado por el comandante Pamochamoso, que con sus hombres a pie de playa, en número muy inferior a los de la flota inglesa, logro rechazarlo.

También fue importante y sumamente destructivo el ataque del almirante holandés Van Der Goes, que con una importante flota y tras una gran resistencia logro hacerse con los fuertes de la capital.

 Pero, nuevamente el comandante Pamochamoso, consiguió derrotar a los invasores, cuando Van der Goes se adentro en el interior de la isla, persiguiendo a los defensores.

Al retirarse, después de la derrota, los holandeses arrasaron todo lo que encontraron a su paso, convirtiendo la capital en una gran hoguera.

La isla sufrió otras catástrofes como pestes, sequías y hambrunas durante los s.s. XVII, XVIII. A mediados del s. XIX,  la situación mejoraría, con la instauración de los puertos francos, un régimen especial económico creado para favorecer el comercio marítimo de las islas. Con las exenciones fiscales y el libre comercio, diversas compañías navieras extranjeras se instalan en la isla.

Esta actividad comercial  producirá, también, un incipiente turismo, popularizandose entre los europeos como lugar ideal de descanso y turismo. Se crean los primeros hoteles, como el Hotel Santa Catalina, de Las Palmas, inaugurado en 1.890, único de aquella época todavía abierto.
                                                   

Se inicio así el turismo, que llegaría a ser la principal actividad económica de Gran Canaria, aunque no sería hasta los años 60 del s. XX, cuando el turismo se desarrollaría en toda su extensión.

El primer vuelo charter llego en la Navidad de 1.957, procedente de Suecia, con lo cual se puede considerar esta fecha la del comienzo del turismo de masas.

Gran Canaria ofrece, como en las demás islas del archipiélago, uno de los destinos principales de toda Europa, durante todo el año, por la benignidad de su clima y sus excelente oferta.

Así pues una vez tomado contacto con la isla, nos fuimos a descansar, dispuestos a visitarla los días siguientes.  

viernes, 7 de diciembre de 2012

Solomillo de ternera con cubierta de jamón y espinacas

Esta receta es  fácil, aunque no parezca tanto, queda muy rico y tiene una bonita presentación, puede servir para un día de fiesta, como los que se avecinan.

Ingredientes

                                                                             
1 solomillo ternera
sal
pimentón dulce
pimienta
2 cucharadas de mantequilla derretida
2 cebollas
2 dientes de ajo
150 g de champiñones
2 cucharadas de nata líquida
500 g de espinacas
2 rebanadas de pan
2 yemas de huevo
150 g de jamón serrano
1clara de huevo

Elaboración

Quitar la grasa y los nervios al solomillo
Condimentar la carne con sal. pimentón y pimienta

Calentar la mantequilla en una sartén.
Dorar el solomillo por todos lados, alrededor de 5 minutos.

                                                                        
Sacarlo y dejarlo enfriar.
Picar finamente las cebollas peladas, los dientes de ajo y los champiñones limpios.
Dorarlos 3 minutos en la grasa caliente.
Añadir la nata.

Colocar las espinacas, lavadas y sin tallos en un trapo de cocina y ponerlas en el microondas 5 minutos.
Remojar el pan.
Escurrirlo y desmenuzarlo.
Agregar el pan y las yemas a la masa de champiñones.

 Formar un cuadrado con las lonchas de jamón.

Disponer encima del jamón la masa de champiñones.

Cubrirlo con las espinacas.
Pasar el pincel por encima de las espinacas con la clara batida.
 Colocar encima el solomillo.
Enrollar con cuidado el jamón alrededor.


Cocer en el horno a 180ºC , con aire envolvente, durante 30 minutos.


La carne debe quedar rosada, y jugosa.
                                                                        

 Acompañar la carne con puré de patatas y guisantes con mantequilla.

Un plato de muy buena presentación y delicioso sabor.

                                                                                                                                                                                                          



sábado, 1 de diciembre de 2012

Opera en el Teatro Real de Madrid: Boris Godunov


La temporada empezó para nosotros, el pasado 5 de octubre con la ópera Boris Godunov de Modest Mussorgsky.

Boris Godunov es una ópera en cuatro actos y un prólogo, con música y libreto del compositor ruso Músorgski, basada en el drama homónimo de Aleksandr Pushkin, y en la Historia del Imperio Ruso de Nikolai Karamzin, y está considerada la obra maestra del compositor.


Rechazada en un primer momento por la dirección del Teatro Mariinski de San Petersburgo, Músorgski introdujo, entonces, varias modificaciones, como el llamado "acto polaco", con la aparición de un personaje femenino, tanto en la extensión, como en la trama de la obra, que condujeron a que fuera estrenada en dicho teatro el 27 de enero de 1.874.


El compositor Modest Músorgski, había nacido en la aldea Karevo al norte de Rusia, en una región campesina donde se desarrolló su infancia hasta los diez años, y a la cual volvía con frecuencia, durante largas temporadas, para saturarse de la sensibilidad y humor de su pueblo, que evocaba, mas tarde, en sus composiciones musicales.

Para ganarse la vida desempeño además del oficio militar, como oficial de un regimiento, otros trabajos mal remunerados, que le proporcionaban recursos, solamente, para una vida de estrecheces económicas.

Su talento musical lo convirtió en uno de los mas importantes compositores rusos de su tiempo, pero su carácter extremedamente nervioso, y su alcoholismo, murió de delium tremens, acabaron con él a la edad de 42 años.

Aunque la cultura popular musical rusa data de tiempos remotos, la música culta surgió en Rusia en el s. XIX, y en cinco décadas llego a  producir excelentes obras, con gran influencia de los cantos, leyendas y tradiciones musicales del pueblo ruso.

Uno de los mas notables compositores de la corriente nacionalista fue Músorsgki, que pertenecía al llamado "Grupo de los Cinco", Glinka, Borodin, Balákirev y Cuí, que cultivaron con determinación el espíritu ruso.

El argumento de la ópera procede de un episodio de la historia de Rusia,

 A la muerte de Iván IV (1.530-1.584), conocido como Iván el  Terrible, su heredero es un niño, Dimitri, que, según el drama de Pushkin, es asesinado por Boris Godunov, elegido a continuación por los boyardos, nobles terratenientes rusos, como nuevo zar.

                                                                                
El asesinato del niño heredero provoca un intenso sentimiento de culpabilidad en Boris Godunov, al cual finalmente sucumbe.

Mientras, en un monasterio, el monje Pimen escribe la historia de Rusia, y, al conocer el capítulo que redacta: -el asesinato de Dimitri-, su discípulo Grigori, se propone hacer justicia, haciéndose pasar por el desaparecido heredero.

Los polacos, grandes enemigos de los rusos, con el apoyo del rey, los nobles y hasta el Papa, apoyan al falso Dimitri.

Suceden después varias peripecias mas, entre las cuales una princesa polaca, Marina, inducida por los nobles polacos, trata de seducir al impostor.

                                                                               
Boris Godunov, que  ha nombrado a su hijo sucesor al trono, no puede superar sus remordimientos y muere.

El pueblo no escucha el relato del monje Pimen, que ha visto muerto al autentico Dimitri, sino que acepta al falso Dimitri y lo acompaña en su marcha triunfal, hasta ser coronado en Moscú.

El argumento busca la exaltación de los sentimientos nacionalistas del pueblo ruso, en su lucha histórica con los polacos, como consolidación de su identidad.

Músorgski, escribió dos versiones, suprimiendo algunas escenas y modificando otras. La versión que nos ha ofrecido el Teatro Real es la segunda, de 1.874, permitiéndose añadir la escena delante de la catedral de San Basilio, que el compositor había suprimido. Es mas que discutible la actitud actual de los montadores de óperas y directores de orquesta, enmendándole la plana al compositor, circunstancia que me molesta, no es la primera vez que se me ha ofrecido, aunque hay opiniones para todos los gustos.

Había tenido ocasión de disfrutar de esta ópera, en la anterior puesta en escena del Teatro Real, hace cinco años; era la época anterior al "reinado" de Gerard Mortier. También hay que decir que no eran tiempos de vacas flacas, como los actuales, y como mi primera aproximación a la ópera rusa, en una de sus mejores obras, me gustó bastante mas.

No sé porqué los actuales escenógrafos abominan del cartón piedra para las representaciones operísticas y tienden a montajes minimalistas, a veces, casi siempre, "modernizados", sea cual sea el siglo que representa o  la época en que transcurre el argumento.

Pues bien, en esta ópera de Boris Godunov, montanda por el holandés Johan Simons, el escenario está totalmente ocupado por el aborrecido cartón piedra, en una de sus mas feas reconstrucciones, ya que se ha trasladado la acción del s. XVI, a la actualidad.

Bueno, en realidad mas parece tratarse de la Rusia Soviética, ya que la escena está ocupada por una parte de un horrible edificio, de estética comunista, que además de feo, amenaza ruina, pues está desconchado por algunos lados.                                                         

 En el  único momento en que no aparece tal edificio, es en la escena polaca, en la que también luce la austeridad del presupuesto.

 Una gran cortina roja y una mesa componen el mobiliario de dicha escena, con el coro femenino y la princesa Marina, que visten diversos matices del rojo, y va ataviada como alguna de las imagenes religiosas de la Virgen María, que se popularizaron en el s. XVIII.

                                                                     
Con todo la ópera es grandiosa y disfruté bastante con la orquesta, el coro y los cantantes.

La orquesta estuvo a cargo del director alemán Hartmut Haenchen, que con gran pericia puso la orquesta al servicio de los cantantes y del coro, en la rica partitura de Musorgski, muy distinta de la ópera europea.

El protagonista, Boris Godunov, estuvo a cargo del barítono austriaco Günter Groissbök, con una actuación digna, aunque anodina, dadas sus escasas dotes interpretativas.

                                                                               
El resto del elenco tampoco estuvo a mas nivel, exceptuando al bajo Dimitri Ulianov, que interpretó al monje Pimen y fue el mas aplaudido por los espectadores, así como también el coro, siempre magnifico.

                                                                              
Todos los demás personajes fueron interpretados por cantantes rusos, que se desenvolvieron bien en sus respectivos papeles, sin llegar a brillar.

Los aplausos fueron corteses, pero no entusiastas, excepto para Pimen; la orquesta y los coros fueron muy aplaudidos, y se oyeron abucheos para Johan Simons.

Tiempos dificiles para la ópera, pues la bajada del presupuesto hace que se presenten espectáculos pobretones, que no hacen mas que reflejar la situación actual de España.