viernes, 8 de marzo de 2013

Gran Canaria 5º día. De la Cruz de Tejeda a Agaete.

                                                                                                       
Para el  último día completo en la isla de Gran Canaria nos trasladamos a Agaete, población en el norte de la isla desde la que sale, varias veces al día, el ferry con destino a Tenerife, donde, como cada año, íbamos a pasar el resto del verano.

Así que de buena hora, y con un luminoso día en las alturas, dejamos el Parador y su extraordinario entorno, para trasladarnos a Agaete, pasando por diversos y muy interesantes pueblos y paisajes.

Nuestro primer destino fue Firgas, en el mismo camino que va de la Cruz de Tejeda a Teror.

Firgas, con una población actualmente de algo mas de 7.500 habitantes, está enclavada en el Parque Natural Monte Doramas, con magnificas vistas sobre el océano y sobre el norte, este y oeste de la isla de Gran Canaria, por lo cual también se la conoce como el balcón del Atlántico.

                                                                               
Es una de las poblaciones mas antiguas de la isla, ya que fue fundada en 1.484 por Tomás Rodriguez de Palenzuela, caballero burgalés que participó en la conquista de la isla, al lado de Pedro de Vera, y que fue recompensado con la rica zona, de aguas abundantes y buenas tierras de Arucas, dentro de la que estaba Firgas.

En ellas estableció un ingenio azucarero, que le proporcionó una cuantiosa fortuna; Tomas Rodriguez de Palenzuela  levantó la ermita de San Juan de Ortega, alrededor de 1.506, en el mismo emplazamiento donde hoy se encuentra la parroquia de San Roque, que constituyó el núcleo original del futuro municipio.

                                                       
De la primitiva ermita subsisten la puerta principal y el artesonado de la nave central, así como una importante obra de imaginería, entre la que destaca el Cristo crucificado que preside el altar mayor.

                                                                             
 En el año 1.613, un biznieto del fundador, Juan Suárez de Palenzuela, consiguio del gobernador el establecimiento del Convento Dominico de San Juan Ortega, cuyos monjes se ocuparían de los cultos religiosos y de la enseñanza, convento que, después de doscientos años, desapareció con las leyes desamortizadoras del año 1.835, y cuyo solar ocupan la iglesia de San Roque y la Casa Parroquial.

                                                             
El templo tuvo que cerrarse para proceder a su restauración, que se realizó el año 2.008, y ahora se puede visitar este precioso monumento histórico, completamente remozado.

Desde la Plaza de San Roque, donde se ubica la iglesia, se puede contemplar una de las mas bellas vistas del norte de Gran Canaria, donde, por días claros, se divisan las islas de Tenerife y Fuerteventura.

En un lateral de la plaza se encuentra una adornada acequia, con curiosos añadidos, que servía en otros tiempos de lavadero público.

                                                             
 Firgas perteneció al municipio de Arucas, hasta que logró constituirse como Ayuntamiento en 1.835, después de una larga serie de desencuentros y conflictos.

Hoy día su economía está ligada, como secularmente, a la agricultura, y a la planta embotelladora de agua mas importante de Canarias.

Sobre el agua de Firgas tengo que decir que es mi agua con gas preferida, y la consumo siempre que tengo ocasión. Como la producción es limitada, es un artículo que solo se encuentra en las islas.

El pueblo es pintoresco y está muy cuidado.

Son a destacar en el casco histórico, el  Paseo de Gran Canaria y el Paseo de Canarias, que ocupan la antigua calle Real, vías peatonales con una pendiente natural donde se ha construido una cascada de treinta metros que representa la riqueza hídrica de la zona;

                                                            
en un lateral del paseo están fijados los veintidós escudos heráldicos de los municipios de Gran Canaria, además del escudo insular, y en los bancos de azulejos, un episodio, o un monumento de la ciudad, donde está cada Ayuntamiento;

                                                                      
en el lado mas alto del paseo están representadas en el suelo las siete islas canarias, con sus respectivos escudos, además de un paisaje representativo de cada una.

                                                                          
Impactante y entretenido monumento que recorrimos detenidamente, así como también algunas calles de fuerte sabor canario y bastante pendiente.

                                                                          
Antes de dejar Firgas tengo que decir, para el que quede en ella a comer, que su especialidad gastronómica es el potaje de berros, rico plato, que aprecio mucho, y cuya receta figura en este blog.

Dejamos Firgas para trasladarnos a Arucas, otro lugar bello y sorprendente.

                                                                       
Arucas cuyo nombre procede del termino aborigen, muy parecido, de Arehucas, está asentada al pie del volcán Montaña de Arucas, desde el que un mirador ofrece una vista de los cuatro puntos cardinales.

Su población es de cerca de 37.000 habitantes, siendo la agricultura su principal recurso económico, con extensas plantaciones de plataneras. Otra de sus fuentes de riqueza, también tradicional, es la elaboración del ron miel, procedente de la caña de azúcar, riquísimo licor, muy apreciado en el archipiélago, y por todos los que tienen la ocasión de degustarlo.

La agricultura ha ido variando a lo largo de los siglos, y según las posibilidades de cada época, desde el cultivo de la caña de azúcar, la cochinilla y actualmente el plátano, y otros cultivos menores, pero sin embargo importantes, como el maíz, el trigo, las patatas y los arboles frutales.

Arucas fue fundada, al igual que Firgas, por el caballero burgalés Tomas Rodriguez de Palenzuela que, como sabemos, había recibido la zona, tras la conquista de la isla y el repartimiento de tierras y aguas, abundantes en la región.

La ciudad empezó a desarrollarse alrededor de una primitiva Ermita de San Juan Bautista, erigida en el mismo solar que hoy ocupa la gran iglesia del mismo nombre.

La ciudad moderna se consolidó en los s.s. XIX y XX, reflejo del poder económico y social de la burguesía local, que apoyándose en las corrientes estéticas del momento creó el  actual centro histórico, declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1.976.

En este entorno destaca sobre manera la imponente iglesia de San Juan Bautista, levantada por iniciativa del procer local Francisco de Gourié, para sustituir a la antigua iglesia erigida en 1.515, que no podía albergar al creciente número de fieles, al haber aumentado considerablemente la demografía ciudadana.

                                                                  
Entre los proyectos presentados se aprobó el del arquitecto Manuel Vega, discípulo de Gaudí, siendo desarrollado por el arquitecto Fernando Navarro.

Las obras comenzaron en 1.909, abriéndose al culto en 1.917, aunque las obras continuaron setenta años mas, hasta quedar terminada, finalmente, en 1.977.

El gran templo, de estilo neogótico, construido en piedra azul labrada a mano, de las canteras locales,  tiene una torre campanario de 65 m altura, y otras cuatro torres de menor altura, formando un conjunto impresionante, que se ve desde muchos puntos, y que la hacen ser conocida como la Catedral de Arucas, aunque catedral no es.

                                                                                                                                 
En el interior de la iglesia, destacan las grandes columnas, que debían sostener una torre central, que no pudo construirse porque su enorme peso que la hacia inviable, y las vidrieras francesas colocadas entre 1.916 y 1.938, de temática variada, en algunas de las cuales están los santos patronos de los donantes, con sus nombres.

                                              
Dentro del templo hay interesantes capillas y esculturas que recorrimos  como la Capilla de San Juan Bautista, la Capilla del Sagrado Corazón, o el Altar Mayor con un Cristo Crucificado del s. XVII y varias capillas mas que seria largo enumerar.

                                                           
El templo tiene una estructura tan monumental, que tendría que haber dispuesto de mas espacio, ya que me hizo el efecto de demasiado alto y demasiado grande, para una superficie pequeña en comparación con sus dimensiones arquitectónicas. En todo caso es un magnifico y sorprendente monumento.

Recorrimos luego las calles peatonales, como la calle León y Castillo, donde se levantan varios inmuebles del s. XIX, como la llamada Casa Escuela, la casa Grau Bassas, de 1.892, sede, hoy día de la Fundación Mapfre,

                                                                                
hasta llegar a la Plaza de la Constitución, centro neurálgico de Arucas durante los s.s. XIX y XX, donde de alzan la Casas Consistoriales y el antiguo Mercado Municipal.


Algunos edificios importantes del rico pasado del s. XIX, se hallan en ruinas, solo se ha conservado la fachada y parecen querer construir algo en el interior.

                                                                                                                                
Por allí llegamos a otra de las joyas de Arucas, el Parque Municipal.

El recinto del Parque dispone de mas de 7.000 m2, y formó parte en el pasado de la casa del procer local Francisco de Gourie, por lo que también se le conoce con este nombre; formado por varias zonas pavimentadas y arboladas, contiene una gran variedad de arboles y plantas ornamentales de todos los continentes, de ahí la denominación de Arucas como Ciudad de las flores.

                                                                         
Desde la Avenida del Parque se pueden ver otros notables edificios de la ciudad, como el de la Heredad de Aguas de Arucas y Firgas, construido entre los años 1.908-12, que desempeñó un papel importante económico, cultural y social.

                                                                           
Después de este recorrido por Arucas continuamos nuestro viaje, parando, aunque brevemente,  en otras villas emblemáticas de Gran Canaria, muy próximas a Agaete.

La primera fue Santa María de Guía, mencionada también en los mapas como Guía de Gran Canaria

Guía  ha tenido diversos nombres, desde su primera denominación, cuando fue fundada en 1.525, como Villa de Guía, mas tarde, ya en el s. XVIII, como Guía, y posteriormente en el s. XX de Guía de Gran Canaria y Santa María de Guía, tiene, hoy día, mas de 14.000 habitantes.

Fue fundada por Sancho de Vargas, que erigió una ermita dedicada a Santa María, alrededor de la cual se desarrolló la población, que era la manera fundacional acostumbrada en la época posterior a la conquista y al repartimiento de tierras.

Un recorrido por sus calles, aunque breve, como el que hicimos nosotros, permite advertir la belleza de sus edificios, restaurados y pintados en los últimos años, que le han devuelto su pasado esplendor.

El casco histórico fue declarado Monumento Histórico-Artístico Nacional en 1.982.

                                                                                      
De sus monumentos pudimos admirar la Iglesia Parroquial de Santa María de Guía, que fundada, como hemos visto, en el s. XV, fue reedificada en el s. XVIII.

La iglesia que podemos ver hoy día es de estilo neoclásico, con una parte central donde se encuentran las portadas y dos alas laterales enmarcadas por sendas torres.

                                                                         
 La iglesia estaba cerrada a nuestro paso por Guía; nos llamó la atención una placa colocada en uno de sus laterales, que recordaba al compositor francés Camille Saint-Saëns, que en el año 1.900 inauguró su magnifico órgano italiano, único en todo el archipiélago, interpretando diversas piezas.

Hay que saber que Saint-Saëns era, desde hacia años, asiduo visitante de la isla, alojándose, en su cuarta visita a Guía, en la Villa Melpomene, propiedad de su compatriota, el comerciante francés Juan de Ladeveze, y desde allí intervino con su consejos, en la adquisición del órgano.

 El órgano se pudo reinaugurar en 2.003, después de una complicada restauración de varios años.

En las cercanías de la iglesia, en la misma Plaza Mayor, se encuentra otro monumento de la villa, la Casa de los Quintana, que data del s. XVII, con una fachada de sillares almohadillados y un gran balcón de madera.

                                                               
Después de esta breve parada en Guía continuamos hasta Gáldar, donde comimos y descansamos un buen rato.

Gáldar está muy cerca de Guía, a la cual está última perteneció hasta el año 1.871.

Gáldar es uno de los lugares pre-históricos de Gran Canaria, ya que allí hubo un reino aborigen antes de la llegada de los españoles, de nombre parecido al actual, Agaldar.

Después de diversas maniobras y muchas vicisitudes, el último rey indígena llamado Tenesor Semidan, fue llevado a Toledo, presentado a los Reyes Católicos y bautizado con el nombre de Fernando de Guanarteme, el cual tuvo un importante papel en la integración de la isla a la corona, que se consiguió con el Pacto de Calatayud, firmado por Fernando de Guanarteme y los Reyes Católicos.

Con la conquista, el termino se convierte en la Villa de Santiago de los Caballeros de Gáldar. Se levanta una primitiva iglesia, alrededor de la cual crece la población, en la cual, según la tradición dijo la primera misa el obispo Juan de Frías, personaje importante entre los conquistadores de Gran Canaria, que recibió en premio por su colaboracíón en bienes y actuaciones, el Señorío de Agüimes, como he relatado en el blog.

Gáldar, con mas de 22.000 habitantes, es una preciosa villa, donde disfrutamos de un rato de descanso mientras comíamos, en la Plaza de la Iglesia.

                                                                      
La iglesia de Gáldar, como muchas de las iglesias de la isla, es imponente.

 Sorprende tanta monumentalidad, pues en muchas villas y pueblos hay unas grandiosas construcciones.

La Iglesia Matriz de Santiago de Gáldar es uno de estos templos.


Su fundación, como hemos visto, data de los primeros momentos de la conquista de la isla

                                                                                                                                     
La primitiva iglesia del s. XV, que era pequeña para la creciente población de Gáldar, fue sustituida en el s. XVIII por la que podemos ver hoy día. Las obras comenzaron en 1.778, debido, en gran parte, a la colaboración y empeño de un ilustre vecino de Gáldar, el capitán Esteban Ruiz de Quesada, que donó gran parte de su fortuna para la construcción del templo; dándose por concluidas las obras en 1.826. 

Y, en verdad, resulta una construcción llamativa e imponente. Su estilo es neoclásico con elementos barrocos tardíos, siendo el primer templo de este estilo, que tuvo mucha influencia en las posteriores iglesias de la isla.

 La fachada principal de dos cuerpos, está coronada por dos torres gemelas de 35 m de altura. Tanto la fachada como las torres están realizadas en piedra dorada.

Como dato curioso, se trata de la única sede jacobea en el archipiélago, cuyo Camino de Santiago está señalado en diversos puntos, de los cuales recuerdo haber visto uno en San Bartolome de Tirajana.

Después de comer dimos un paseo admirando la  iglesia, en la que no pudimos entrar por estar cerrada, y por las calles adyacentes.

Seguidamente continuamos nuestra ruta hasta Agaete, donde tomamos posesión de nuestra habitación en el hotel, desde la que se tenía una preciosa vista de la costa y el mar.

Dejaremos Agaete para el siguiente capítulo, ya que este ha resultado enormemente largo.

viernes, 1 de marzo de 2013

Blanqueta de ternera




 Os presento, hoy, un guiso de ternera de origen francés. Con esta forma de cocer la carne se consigue una salsa cremosa, y deliciosa.

Ingredientes

                                                                             
1 k de carne de guisar
1 cebolla
1 zanahoria
Agua fría
Perejil
Laurel
Sal
Pimienta en grano

50 g de mantequilla
1 huevo
3 cucharadas de harina
1/ cucharada de zumo de limón
1/4 k de cebollitas


Elaboración

Cortar la carne en trozos regulares.

Lavarla y colocarla en la olla expres, con 1 l de agua fría, la cebolla, la zanahoria, perejil laurel y unos granos de pimienta.



Cocer cuando está establecida la presión 20 minutos, o la que esté indicado par la marca de la olla.

Mientras de preparan las cebollitas:

Pelarlas y ponerlas a cocer en una cacerola pequeña con agua fría, media hora.
Reservar.
Después de cocida la carne, sacarla a un plato mientras se hace la salsa.

                                                                       

Poner en una cacerola la mantequilla y cuando este caliente añadir la harina.

Cocer un poco y después ir agregando poco a poco el caldo de cocer la carne, previamente colado

Dejar cocer unos minutos una vez que haya espesado.

                                                            
 Añadir la yema de huevo, el limón y las cebollitas, y sal al gusto.

Poner la carne cocida en esta salsa y dejar cocer unos minutos

Servir con arroz blanco, o con patatas cocidas
 
                                                                                         

                                                                                          

viernes, 22 de febrero de 2013

Gran Canaria, 4º día. Agüimes y Maspalomas

                                                                            
 Después de un descanso tras recorrer Telde, seguimos viaje hasta otra interesante población de Gran Canaria en el sureste de la isla, situada entre los municipios de Ingenio y Santa Lucía de Tirajana: Agüimes.

Agüimes es uno de los municipios mas antiguos de la isla, ya que fue fundado, tras la conquista, en 1.491; creado como villa de Señorío Episcopal por los Reyes Católicos, tras la petición del obispo Frías, como pago por los haberes que este aportó a la financiación de la conquista, otorgamiento que llego tarde al Obispo, que ya había fallecido, cuando se hizo efectivo.

En el régimen de Señorío Episcopal permanecio mas de 400 años, sucediéndose en ella cuarenta y cinco obispos, hasta la abolición del régimen señorial en 1.835.

Los primeros edificios de la villa se levantaron tras una montaña, que los ocultaba de la vista de los piratas, que asolaban la costa de la isla, en busca de riquezas y esclavos.

                                                                                   
El centro histórico es un buen representante del pasado señorial de la villa, perfectamente restaurado y mantenido, actualmente.

                                                                   
Paseamos por sus calles estrechas y adoquinadas, donde se suceden preciosos rincones, por sus placitas recoletas y por la gran plaza a la que dan sombra laureles de Indias,

                                                                               
presidida por la iglesia Parroquial de San Sebastian que tiene cierto aire catedralicio, buen exponente del estilo neoclásico canario, declarado Monumento Histórico-Artístico Nacional en 1.981.

La construcción de la iglesia de San Sebastian duró largo tiempo, entre los s.s. XVIII, XIX y XX.

                                                                          
Tiene una imponente fachada neoclásica, con una hornacina donde, recientemente, en 1.995, fue colocada una imagen, en mármol, de San Sebastian.

                                                                  
Mientras paseabamos por allí se hizo la hora de comer, así que la gran iglesia estaba cerrada, y no pudimos admirar algunas de las obras que adornan el templo. Otra vez será.

                                                                                   
En uno de los laterales de la iglesia de San Sebastian se encuentra el Palacio Episcopal; destacan en él, tanto la puerta de acceso y el resto de carpintería, como toda la cantería, procedente de la única cantera de la zona.

                                                                       
Hoy día alberga el Museo de la Historia de Agüimes, con ocho salas dedicadas al legado histórico de la villa.

En uno de los restaurantes de los que había varios, tomamos unas tapitas muy ricas, para seguir después, a Maspalomas, a la cual llegamos tras vueltas y mas vueltas.

Maspalomas es el lugar mas frecuentado de la isla y el mas deseado por gran parte de los habitantes del continente europeo.

Esta populosa zona, está, en efecto, llena de turistas europeos, además de los nacionales y de los habitantes permanentes de la isla.

                                                                                  
Maspalomas se encuentra en el sur de la isla de Gran Canaria, donde ha crecido el principal enclave turístico de la isla.

Pertenece al municipio de San Bartolome de Tirajana, que se encuentra montes arriba, ya que así se creaban los núcleos de población en otras épocas, para evitar la proximidad del océano, lleno de peligros, como altas mareas, tempestades y, particularmente, piratas de toda procedencia, desde corsarios a bucaneros, siempre buscando riquezas, y nativos para llevárselos y venderlos como esclavos.

La moderna ciudad de Maspalomas, con 33.000 residentes, que pueden llegar a multiplicarse por seis, empezó a construirse en la década de los 60 del siglo pasado, sobre un pequeño poblado, del cual quedan algunas casas integradas en el barrio de San Fernando, núcleo apartado de la costa, y habitado por los trabajadores de la zona.

Los principales atractivos de Maspalomas son  su extensa playa de arenas blancas, la mayor de la isla, su excelente clima, del cual disfruta también el resto del archipiélago, y el espacio natural que conforman las dunas, la charca y el palmeral.

                                                  
El ecosistema de las dunas de Maspalomas, tiene la consideración de reserva natural especial,

                                                                                
 ya que se trata de un conjunto dunar, único en la isla de Gran Canaria, con algunas especies vegetales y animales autóctonas y únicas,

                                                                                
 que debe ser protegido, al convivir, de tan cerca, con el desarrollo turístico.

Llama la atención, también su imponente faro de 55 m de altura, cuya silueta se recorta por encima de los edificios, y del palmeral.





Esta magnifica obra de ingeniería fue encargada  por el diplomático y político Fernando León y Castillo, hijo de Telde, del cual he hablado en otro capítulo, y realizada por su hermano, el ingeniero Juan León y Castillo.

Las obras de construcción se prolongaron durante veintiocho años, de tal manera que su luz se encendió, por primera vez, en 1.890. Servía de guía a los barcos que cubrían la ruta entre Europa y América.

Los valores monumentales e históricos del faro de Maspalomas han hecho que fueran declarado, en 1.990 Bien de Interés Cultural.

Allí llegamos a primera hora de la tarde.

                                                         
Mi intención era dar un paseo por las dunas, que ocupan una gran extensión preservada, pero un sol de justicia y una temperatura cálida, aunque no tórrida, acompañada de una extraordinaria cantidad de gente que iba y venia, hizo que contempláramos las dunas, y el paisaje en general, sentados en un banco, al lado de la gran charca, con toda tranquilidad.

                                                                                                                                                                    El lugar es magnifico y digno de revisitarse en otra ocasión, quizás cuando el verano, y el veraneo, no estén en su punto mas alto.

Con este esplendido paisaje en la retina, emprendimos el regreso a las cumbres, por barrancos, simas y enormes tajos, hasta llegar a la capital del municipio, San Bartolomé de Tirajana, colocado estratégicamente, desde donde se puede contemplar el extraordinario paisaje geológico.

                                                                             
No entramos en el pueblo pues antes de llegar, hay un mirador muy a propósito para apreciar las vistas.

Seguimos monte arriba, donde la carretera discurría por  algunos extensos pinares, hasta llegar a nuestra base, desde donde pudimos ver, de nuevo, los roques y al fondo, mas allá del océano, el gran Teide.