lunes, 1 de abril de 2013

Exposición Edades del Hombre en Burgos. Primera etapa: Poza de la Sal

                                                                       

 A finales de octubre pasado mi marido y yo visitamos la última edición de la conocida serie Edades del Hombre, promovida por las diócesis de Castilla y León.

En esta ocasión la muestra, con el título de Monacatus, tenia como sede el Monasterio del Salvador en Oña, que este mismo año celebro su milenario.

Bien, pues nuestra base para la visita fue otra población burgalesa, muy cercana a Oña, Poza de la Sal, que bien merece por si sola una visita, de tan interesante y bella que es.

Allí, en un hotelito situado en pleno casco histórico, en la Plaza Vieja, donde antaño se hacia el mercado, nos quedamos dos noches.
                                                               

Desde la ventana de la habitación se podian contemplar los tejados y una amplia panóramica.
                                                                        

El día de nuestra llegada lo dedicamos a conocer Poza de Sal, y dejamos las Edades del Hombre para el segundo día.

Poza de la Sal es una de las muchas ciudades históricas de Burgos, que es tanto como decir de Castilla, dada la importancia que tuvo toda la región en la formación de nuestro país.

La localidad se encuentra en la comarca de La Bureba, con su caserío apretado contra la Peña del Castellar, 
                                                                           

en cuya altura se alza el castillo de Poza de la Sal, desde el que se tienen magnificas vistas sobre el pueblo
                                                                     

 y de toda la Bureba, desde la Sierra de Oña, hasta los Montes de Oca.
                                                                 

La antigua Salionca de los primitivos moradores, los autrigones, cobro importancia con la conquista romana, con la que se convirtió, llamada entonces Flavia Augusta, en uno de los principales productores de sal, elemento indispensable para la conservación de los alimentos.

Después de los romanos, dominaron los visigodos durante 300 años. Tras la invasión musulmana de 711, hubo gran inestabilidad durante la Alta Edad Media, hasta que a finales del s. IX el conde Diego Rodriguez Porcelos,  fue encargado por el rey Alfonso III, último rey asturiano, de la repoblación de la Bureba, en la cual se encuentra Poza.

La historia de Poza de la Sal está estrechamente ligada a la explotación de la mina de sal; durante siglos la propiedad e industria estuvo ligada a diversos monasterios de la región, hasta que estos la cedieron a la corona en tiempos de Alfonso VIII, momento de una segunda repoblación de la localidad.

La organización que establecieron los Reyes Católicos, que duro hasta el s. XIX, beneficio la distribución y comercialización de la sal, con caminos mas adecuados y con mas seguridad.

En el s. XVI  Carlos I crea el titulo de Marques de Poza, para Juan de Rojas, descendiente del primer Señor de Poza.

La explotación de la salina fue convertida en monopolio real por Felipe II, administración que duro hasta la caída de Isabel II, en 1.868.

Digamos ahora dos palabras sobre la extraordinaria mina de sal de la Poza.

La sal era, hasta hace poco, un material precioso como conservante alimentario. A tal punto llegaba su importancia que se utilizaba como forma de pago ya en época romana, siendo, esta práctica, el origen del termino salario.

Hasta la explotación de las minas subterráneas, la producción de sal estaba limitada a la costa y a manantiales salobres, por lo que su posesión era codiciada.

El diapiro salino (nombre de la formación geológica del yacimiento de sal) de Poza de la Sal es el mas grande de Europa, y su formación, como la de las demás minas de sal ha llevado millones de años.

Bien, pues con esta fuente de riqueza que duro siglos, y gracias a su extraordinario entorno, los diferentes dueños de las salinas elevaron un castillo en lo alto del macizo rocoso, de una verticalidad que lo hace inaccesible, para el control de todos los puntos cardinales.

El castillo que vemos actualmente, fue levantado en el s. XIV por la familia Rojas, sobre el anterior castillo del s. IX, construido por el conde Porcelos, al cual se añadieron unas murallas, con lo cual la villa de Poza quedo completamente protegida.
                                                                       

En el s. XVIII el castillo estaba ruinoso, tras sus largos siglos de existencia, pero... fue rehabilitado por las tropas francesas, durante la Guerra de la Independencia, que lo utilizaron para controlar y vigilar una amplia zona. Debe ser de los pocos lugares de España en que el ejercito de Napoleón en vez de destruir, construyo.
                                                                                       

Llegamos a Poza de la Sal pasado el mediodía,  así que después de dejar nuestras cosas en el hotel, salimos a comer, en otro hotel con restaurante, ya que el nuestro no tenia.

Después de una agradable comida, y de un rato de descanso salimos a conocer el pueblo.

El día era magnifico, probablemente el último día bueno en cuanto a temperatura y sol del otoño, ya que en esa comarca la climatología tiende al "pasmo".

La villa es un gran conjunto, que tiene la consideración de Conjunto Histórico-Artístico desde 1.982.

Su trazado refleja el origen medieval, y los restos del castillo, murallas, iglesias, ermitas y el salero, son testimonios de la importancia económica e histórica de la villa durante la Edad Media y la Edad Moderna.

Casi enfrente de nuestro hotel se encuentra la Iglesia Parroquial, dedicada a los Santos Cosme y Damián, principal joya artística de la Poza, declarada Monumento Histórico-Artístico en 1.974; comenzada a construir en el s. XIII, sufriría reformas y añadidos a lo largo de los siglos, que enmascaran su origen gótico temprano.
                                                                 

En la fachada principal, acabada en 1.655, se encuentran las esculturas realizadas por Sebastian López de Frías, de los patronos de la villa, titulares de la iglesia, San Cosme y San Damian, santos hermanos médicos.

En su interior alberga cuadros, esculturas y objetos litúrgicos de gran valor, que no pudimos ver, por estar, casi todos los días de la semana, cerrada.

Seguidamente bajamos por las tortuosas calles del pueblo, llenas de casonas y algún palacio, hasta llegar a la zona de las salinas.

                                                                           

Precediendo a las salinas, se halla un conjunto de lavaderos, abrevaderos y fuentes, que constituyen una de las obras civiles mas importantes de la villa.
                                                   

La obra se realizo en el s. XVIII, aprovechando algunos elementos de la época romana, como el acueducto, el puente y alguno de los manantiales.

Llegamos, a continuación a las salinas, uno de los enclaves mas atractivos, por lo extrordinario, de  la región.

Se trata de un afloramiento salino casi a  cielo abierto, que los pozanos llaman "el Salero" y que forma un gran anfiteatro en cuyo centro se sitúa la Peña Castellar, primitivo asentamiento de Poza.

El complejo proceso de sacar la sal y convertirla en salmuera, seria demasiado largo de explicar; solo diré que en el restaurado Salero, se ven muy bien los estanques para obtener la salmuera y se comprende mejor el proceso.

En la actualidad  las salinas de Poza han perdido su función milenaria, pero constituyen un testimonio único de esas actividades económicas.
                                                                                     

La tarde empezaba a caer cuando llegamos a este entorno, pero con la luz del sol poniente tenia aun mas bonito color. Además el lugar es magnifico con las peñas y roques que las rodean.
                                                                                

Cerca del salero, están todavía en pie, aunque en estado ruinoso, alguno de los almacenes donde se guardaba la sal.

                                                                     
Acabada nuestra visita a las salinas, que nos llevo un buen rato, subimos hasta la puerta de la muralla del castillo, desde la que se tiene una vista a media altura del pueblo.

Tengo que decir que en la restauración de la torre de la muralla me pareció inadecuada una escalera metálica, con baranda de aluminio u otro metal igualmente color acero, que afea el conjunto.

                                                                             
Hay que ver el mal gusto y falta de criterio de los políticos que hoy día se encargan de estos asuntos, (bueno, se encargan de todo), y a pesar de la cantidad de asesores con los que se rodean, acaban produciendo aberraciones.Ya lo he visto en otros monumentos, de otros lugares.

Después volvimos al centro histórico, pasando por el Ayuntamiento, cercano a la iglesia.
El edificio se construyo probablemente en el s. XVI, durante la época de esplendor de la Poza.


Llegamos luego a uno de los lugares urbanos mas atractivos de la villa, la Plaza Nueva construida 1.665 por iniciativa de doña Juana de Rojas, Marquesa de Poza.
                                                                 
El casco antiguo esta rodeado por la muralla medieval, que se conserva en su mayor parte, murallas de cinco metros de altura y dos de grueso,
                                                                 

cuya puerta del Conjuradero, ocupa una de los lados de la Plaza Nueva; el centro de la plaza tiene un bonito quiosco de música, y otro de sus lados, protegido por una barandilla de hierro, se abre sobre La Bureba, ofreciendo una magnifica panorámica.

Varios palacios ocupan los laterales de la plaza; son las casas de las familias ilustres de la villa, como los Gutierrez-Salazar, los Muñoz de Velasco, etc.
                                                               

Y hablando de personajes importantes naturales de Poza de la Sal, tengo que citar al mas conocido en toda España, el tristemente desaparecido, hace ya unos años, Félix Rodriguez de la Fuente, médico y biólogo autodidacta, naturalista y defensor de la naturaleza, a través de su trabajo como realizador de documentales para la radio y la televisión, entre los que destaca la serie El Hombre y la Tierra, que se emitió por TV1 entre 1.974 y 1.980.

Su gran carisma ha perdurado, a pesar del tiempo transcurrido desde su muerte, sucedida en Alaska, E.E.U.U., en 1.980, en un accidente aéreo, mientras realizaba una filmación para un documental, en compañía de dos colaboradores y el piloto del avión. Todos perecieron.
                                                               

Pues bien, llegamos a la Plaza Nueva y disfrutando de la templada y soleada tarde estuvimos un buen rato contemplando el amplio paisaje de la Bureba.

Unas tapas en un bar cercano nos sirvieron de cena.

viernes, 29 de marzo de 2013

Menestra de acelgas

                                                        

 Las acelgas son una verdura muy sabrosa, con un ligero toque amargo, y saludable, por los muchos elemntos esenciales que posee De ellas se aprovecha tanto la penca como las hojas

Ingredientes
                                                               


1 k de acelgas
1/2 k de patatas
1 huevo
1 diente de ajo
3 cucharadas de aceite
Pimienta
Sal

Elaboración

Quitar las hojas de las acelgas, dejando la penca limpia
Lavarlas
Cortas las pencas en tiras y después en trocitos pequeños como daditos.

                                                               


Cocer en abundante agua hirviendo con sal durante 1/2 hora.
Escurrir en un colador y reservar.
                                                                     

Pelar las patatas.
Cortarlas también en daditos.

                                                                     

Freír en una sartén las patatas hasta que queden doradas.

                                                               

Freír el diente de ajo en 3 cucharadas de aceite, hasta quedar tostado.
Echar en este aceite las acelgas.
Rehogarlas.
Añadir las patatas fritas, mezclando todo.
                                                                       

Batir el huevo y echarlo sobre la mezcla anterior hasta que cuaje.
 Servir inmediatamente.

viernes, 22 de marzo de 2013

Gran Canaria. Último día. Agaete. El Anden Verde. La Aldea. El ferry

                                                                                                                                                               

 Llegamos a Agaete y después de unas cuantas preguntas encontramos el hotel que teníamos reservado, Hotel Roca Negra, en la urbanización  El Tundal; esto quiere decir en la parte alta de Agaete, donde se tienen esplendidas vistas sobre el océano, playas y acantilados.

Para descansar estuve un buen rato en la terraza de la habitación, contemplando el mar de un intenso azul, las montañas que llegan casi a la orilla, y la llegada de un pequeño yate, cuyos pasajeros se bañaban en la pequeña bahía, y de algunas motos acuáticas, que corrían por las aguas, con gran diversión de sus conductores.

Mas cerca, casi al pie de las habitaciones, otros clientes del hotel, también se divertían en la piscina, bañándose y tomando el sol.

                                                                         
Al cabo de una hora de descanso decidimos ir a dar una vuelta por el pueblo.

Agaete es otra de las villas históricas de Gran Canaria.

En efecto, en 1.480, al poco de la conquista de la isla, se construyo una torre fortificada, llamada Casa Fuerte, cuyo primer alcaide fue Alonso Fernández de Lugo, que había tenido un papel destacado en la misma.

Al mismo tiempo se empezó a utilizar su puerto natural, llamado por Fernández de Lugo. Puerto de las Nieves, debido a su devoción por esta advocación de la Virgen, puerto que tuvo gran utilidad para la conquista, y durante el s. XVI, para el comercio con el norte de Europa.

Cabe el mérito a Alonso Fernández de Lugo de haber establecido en Agaete el primer ingenio azucarero de las islas, basado en el cultivo de la caña de azúcar, cuyo comercialización tuvo unos brillantes inicios, que no tardaron en desaparecer debido a la competencia de la industria azucarera americana.

Alonso Fernández de Lugo tuvo que vender el Señorío de Agaete para financiar la conquista de la isla de la Palma, empresa que culmino, y mas tarde, también fue el conquistador de Tenerife, donde en San Cristóbal de La Laguna estableció la capitalidad del Archipiélago, siendo nombrado, por los Reyes Católicos, Adelantado de la Islas Canarias

Pero, volvamos a Agaete.

La compra de estas productivas tierras corrió a cargo de Antón de Cerezo, financiero y mercader genovés, afincado en Sevilla, que continuo con el comercio del azúcar, sobre todo con los Países Bajos.

La población se desarrollo en dos núcleos principales, alrededor de la Casa Fuerte y del Puerto de Las Nieves y, en la parte alta, alrededor de la Iglesia de la Concepción, construida hacia 1.515.

Después de estos buenos inicios, y tras la desaparición del cultivo de la caña de  azúcar, en el s. XVII se produjo una gran decadencia en la zona, con la consiguiente merma demográfica, que se tardo tiempo en remontar, hasta la introducción de otros cultivos como la cochinilla, y posteriormente, el tomate .

En la actualidad, su economía sigue basándose en la agricultura, siendo los cultivos de frutas tropicales, mango, papaya, aguacate, etc, los que predominan.

La pesca que tuvo gran importancia, en otros tiempos, está practicamente desaparecida, mientras que, procedente de la ganadería, se elabora un apreciado queso artesanal.

Agaete tiene una población de mas de 5.000 habitantes, y es un pueblo todo blanco, con los dinteles de las puertas, ventanas y balcones en azul; queda muy bonito.

Después del descanso en el hotel, bajamos al núcleo urbano central, desarrollado alrededor de la iglesia de la Concepción.

                                                    
Esta iglesia, fundada en el s. XVI, estaba en estado ruinoso cuando llego el s. XIX, en que se procedió a algunos importantes arreglos, que acabaron en 1.874, y que no duraron mucho, pues un año mas tarde la iglesia sufrió un pavoroso incendio, que destruyo gran parte de su patrimonio en objetos de culto e imágenes.

Después de numerosas gestiones se puso la primera piedra para un nuevo templo en 1.875, que es el que se puede contemplar actualmente.

El templo de tres naves, con fachada ecléctica rematada por una sola torre, resulta esbelto y bello; la Plaza de la Constitución, donde se encuentra la iglesia de la Concepción,  está rodeada de casonas de los antiguos burgueses de Agaete, y tiene, como no, los laureles tan característicos por su frondosa sombra, como en tantos otras villas, pueblos y ciudades canarias.


Fuimos después hasta la sede actual del Ayuntamiento de Agaete, antigua casa de la familia De Armas, que fue de las mas importantes, si no la mas importante de la zona, en los s.s. XIX y XX, algunos de cuyos miembros llegaron a pertenecer a la Diputación de Canarias, con sede en Santa Cruz de Tenerife, presidida por don José de Armas, hermano de los alcaldes de Agaete, don Antonio y don Santiago de Armas.

Esta visita tenía para nosotros, sobre todo para mi marido, un carácter, casi, de peregrinación, ya que él mismo pertenece por parte materna a esta familia, aunque ya desligada de Agaete.

La antigua casa Armas tiene sabor canario, aunque, una especie de bosquecillo de palmeras impide su vista; hay que rodearla para poder verla, aunque la visión total resulta algo incompleta.

                                          
 La familia Armas fundo un jardín botánico, con semillas traídas de todo el mundo, especialmente de América, que llego a tener mas de 300 especies tropicales, el Huerto de las Flores, delicioso jardín donde se reunían destacados poetas y literatos de la isla, como Tomas Morales, Saulo Toron, Alonso Quesada etc.

                                                                  
 No pudimos ver este jardín tropical, pues estaba cerrado  la tarde que pasamos en Agaete; fue una pena.

Regresamos al hotel, para pasar una agradable velada.

Empezamos la mañana siguiente, nuestro último día en Gran Canaria, con un paseo, antes del desayuno.

El hotel tiene un pequeño jardín que da al mar y una rampa de cemento para bajar hasta la orilla,  aprovechada para dos o tres piscinas semi naturales de agua de mar.
                                                         


El sol todavía no "quemaba", mas bien estaba oculto tras las nubes o, quizás, la bruma, y un vientecillo bien fuerte circulaba a sus anchas; hay que saber que el viento es una fuerza constante en Agaete, no descansa nunca.

Llegamos andando por un paseo bien hecho, hasta el final del muelle, donde a la caída de la tarde íbamos a coger el ferry a Tenerife.

 Allí pudimos contemplar el mas conocido "monumento" de Agaete, obra, en este caso, de la naturaleza: el "Dedo de Dios", espectacular roque, que parecía un dedo apuntando al cielo, y que fue "amputado" por el furor de la tormenta tropical Delta, a finales del 2.005.
                                                                         
Antes de Delta
                                                                             
Después de la tormenta
Fue una pequeña caminata muy agradable que nos despertó el apetito para tomar un buen desayuno.

Una vez arreglados y recogido el equipaje, fuimos a conocer el otro núcleo urbano de Agaete, el primero que fue fundado y habitado, el Puerto de las Nieves y su entorno.

En esta ubicación se levanto la Torre o Casa Fuerte de Agaete, comandada por Alonso Fernández de Lugo, que elevo allí una ermita dedicada a la Virgen de Las Nieves, y que dio nombre al puerto.

Como he relatado mas arriba, después de desarrollar un próspero ingenio azucarero, Fernández de Lugo, se vio obligado a vender, con gran dolor, el Señorío de Agaete, para financiar la conquista de la isla de La Palma, que llevo a cabo, al mercader genovés Antonio Cerezo, uno de los personajes históricos mas conocidos y recordados de la villa, por haber encargado en Flandes el Tríptico de Nuestra Señora de las Nieves, atribuido al pintor flamenco Joos Van Cleve, instalado como retablo en la Ermita de las Nieves, y en el que Cerezo aparece, en las tablas laterales, junto con otros miembros de su familia


Paseamos, pues, por el Puerto de las Nieves. La primitiva Casa Fuerte todavía se conserva erguida en la margen derecha del barranco, pero su estado actual amenaza ruina, aunque se han levantado algunas voces pidiendo su restauración.

Vimos de nuevo el Dedo de Dios, pero su proximidad con el acantilado y la hora matinal, en la que se encontraba a contraluz, no lo dejaban ver bien.

Tras esta visita decidimos ir hasta La Aldea de San Nicolás, por la carretera llamada Anden Verde.

Esta carretera merece mención aparte, ya que se trata de una vía de muy difícil conducción, llena de curvas, todo el tiempo al borde del acantilado. Difícil y peligrosa en todo el trayecto y sobre todo en la parte que estaba en obras, que alargaba el transito, pues había que parar en una de las dos manos, y esperar un largo rato.
                                                                         

Las vistas de la costa y de la montaña son espectaculares, compuestas de acantilados con alguna inaccesible playita, y grandes montañas, barrancos y tajos, del otro lado.

Desde la carretera se ve de nuevo el Teide, levantándose sobre el mar.
                                                                             

  Agaete va alejándose conforme transcurren los retorcidos kms.
                                                              

Mi marido, que conducía el coche, quedo agotado de los 40 km de esta carretera, que le parecieron  400.

La Aldea de San Nicolás, nombre que le viene de la ermita fundada por los misioneros mallorquines en el s. XIV, dedicada a San Nicolás de Tolentino. llamada ahora, por lo general, solamente, La Aldea, se encuentra en un extenso valle, y fue inaccesible por tierra hasta la construcción de la carretera a Agaete en 1.935; esa dificultad en las comunicaciones explica que su comercio fuera durante siglos, principalmente, con pequeños barcos que iban a la isla de Tenerife, adonde llevaban los productos agrícolas, maíz, patatas y hortalizas.

La Aldea fue poblada por aborígenes asentados en su costa y valles, que han dejado numerosos vestigios arqueológicos, no demasiado bien tratados, ni conservados por sus sucesivos habitantes, que siguen destrozándolos hoy día.
                                                         
 
Como este yacimiento, en el Anden Verde, en el cual han practicado simultaneamente, el robo y el gamberrismo.

Después de la conquista de Gran Canaria, en el repartimiento de tierras, Pedro Fernandez de Lugo, hermano de Alonso, posteriormente Adelantado de Canarias, obtuvo esta zona de San Nicolás de Tolentino.

Siguieron varios siglos de diferentes dueños y variados pleitos por el agua.

La conexión comercial con Tenerife a través del mar despertó el interés por San Nicolás de Tolentino, de Tomas Grimón, Regidor Perpetuo de Tenerife, que necesitaba tierras para acceder al estamento nobiliario, unido a la terratenencia en aquellos siglos, para lo cual adquirió gran cantidad de terrenos en este valle.

Su descendiente Tomas de Nava-Grimón fue el primer Marques de Villanueva del Prado y la familia conservo esta posesión durante 300 años, hasta que ya entrado el s. XIX, en 1.892 paso a poder de Sebastián Pérez, antiguo administrador y acreedor de los marqueses de Villanueva del Prado, (que casó con la sra. Galdós, padres de nuestro gran literato don Benito Perez Galdós), para pasar entre los años 1923-27 a un consorcio de cuatro propietarios.

 Los conflictos antiguos, ya que no habían dejado de producirse desde el s. XVI, entre los distintos dueños de la tierra y los que la trabajaban, siguieron al rojo vivo entre los nuevos propietarios y los aldeanos, hasta que el pleito fue  resuelto por el Ministro de Gracia y Justicia, Galo Ponte, que visito la zona y fallo a favor de los aldeanos.

Tras la desaparición del latifundio, la introducción del cultivo del tomate y la agrupación de los caseríos dispersos en las fincas, se produjo un entramado urbano que es lo que se conoce, hoy día, como La Aldea.

Por otro lado la dependencia municipal de Tejeda concluyo en 1.812, año en que se constituye como alcaldía, lo que dio lugar, también, a un cierto desarrollo.

Bien, pues después de atravesar el Anden Verde, sufriendo las obras, las curvas y las pendientes, contemplando, sobre todo yo, el esplendoroso paisaje, llegamos al núcleo urbano, La Aldea de San Nicolas, en un extenso valle, hoy día "adornado" con los productivos invernaderos.
                                                                               

El único edificio destacable que vimos fue el de la Parroquia de San Nicolás, heredero de la primitiva ermita, pero de factura nueva, construido en 1.972.
                                                                             
                                                                                     
No he podido saber que fue del edificio antiguo, sin duda destruido.

Después de dar una vuelta por La Aldea, donde hacía bastante calor y de refrescarnos en el interior de un bar, no vimos terraza exterior, con una cerveza bien fría, volvimos a recorrer el Anden Verde de vuelta a Agaete.
                                                                               
 

Las espectaculares vistas y la dureza de la carretera nos acompañaron como a la ida.


Allí nos fuimos a un bar con vistas a la playa, donde, estuvimos un largo rato, con una gran jarra de cerveza bien fría, para reponernos.

 La playa estaba muy animada; a pesar de ser de cayados, nombre que damos en Canarias, no se si también en otros sitios, a las piedras medianas y pequeñas redondeadas, sobre las cuales andar es bastante penoso, grandes y pequeños se desplazaban sin problemas, metiéndose y saliendo del agua. Los niños, sobre todo, lo pasaban en grande.

                                                                                       
Una vez recuperados con esa cerveza y el descanso, nos trasladamos a una terraza cercana, protegida del viento, y esto es importante, pues el alisio no deja de soplar en Agaete. Según me dijo el camarero que nos atendió, y a pesar de que a mi me parecía que había una brisa huracanada, a él le parecía un día "de cine" por lo flojo que soplaba.

Después de tomar una merienda, a base de productos del mar, que nos serviría de cena, dada la hora en que íbamos a llegar a Tenerife, llego el momento de subir al ferry, junto a una gran cantidad de gente, coches y camiones.
                                                                                           

Nosotros habíamos establecido la entrega del coche de alquiler, en el mismo muelle del ferry, cosa que hicimos.

Pudimos contemplar de nuevo el "Dedo de Dios", esta vez iluminado por la mejor luz del día, la de poniente.

El viaje Agaete-Santa Cruz de Tenerife tarda una hora, llegar a casa un poco mas, pues al ser ya de noche y no conocer las salidas del muelle, dimos unas cuantas vueltas extra de mas.

En cuanto al viaje, lo mejor que tiene es que es corto, pues el mar es bastante movido; yo no mareo en barco, pero creí que iba a estrenarme en esa hora.

El viaje a Gran Canaria había concluido. Preciosa isla, que habíamos recorrido; esplendidos e impactantes paisajes que habíamos disfrutado, tanto en la Cruz de Tejeda como en Agaete.

Ahora nos esperaba el resto del veraneo en Tenerife, con el cual disfrutamos también, mucho.