domingo, 16 de octubre de 2011

Córdoba. 2º día

Al día siguiente nuestro proyecto de visitar la Mezquita incluía madrugar. Era domingo, y el horario de visitas era de 8:30 a 10 de la mañana. De 10 a 2 de la tarde se reservaba el espacio para las celebraciones litúrgicas.

El día era tan bueno respecto a la meteorología, como el anterior. A esa hora el termómetro no había empezado a subir, y el fresco primaveral, que luego se convertiría en tórrido calor, daba gusto.

Atravesamos el barrio de la Judería, uno de los lugares emblemáticos de la ciudad.

Este barrio de trazado irregular y sinuoso, lleno de callejones estrechos, casas encaladas con los muros llenos de flores, y rincones seductores es uno de los mas antiguos de Córdoba.

La Judería de Córdoba es una de las mas grandes de Europa. En este barrio habitaron los judíos desde el s. II, hasta su expulsión de España en 1.492, alcanzando su máxima prosperidad en los s.s. XI y XII, coincidiendo con la época de esplendor del Califato de Córdoba.

Después de recorrer el barrio llegamos a la Mezquita, a tiempo para visitarla durante la hora y media indicada.

Debido a temprana hora había poca gente, y pudimos entrar sin hacer cola y verla  sin aglomeraciones.

La Mezquita-Catedral es de los mas impresionantes y bellos monumentos que nos ha dejado el tiempo.


La Antigua Mezquita de Córdoba, hoy día Catedral de la Asunción de Nuestra Señora, fue declarada, en 1.984, Patrimonio de la Humanidad, por la UNESCO.

Construida sobre la Basílica Visigótica de San Vicente Martir, que había sido el principal templo de la ciudad desde el s. V, y alguno de cuyos elementos aparecieron en la zona mas antigua del recinto, en las excavaciones emprendidas entre 1.931-36, como este precioso mosaico, algunos capiteles y pilares.

Después de la invasión musulmana de 711, y tras un periodo en que los cristianos pudieron celebrar su culto en una parte de la basílica, a cambio de pagar los tributos correspondientes, fue expropiada y mandada a derruir en 786, para construir sobre ella la mezquita, reutilizando gran parte de los materiales.

El inicio de la construcción se debe al primer emir de Córdoba, Abderraman I, aprovechando columnas y capiteles de monumentos de las épocas romana y visigoda, sobre los cuales se añadieron otros pilares y arcos, para dotar al conjunto de estabilidad. El resultado es un inmenso bosque de columnas, coronado por doble arquería que recuerda a un palmeral.

Durante los siguientes siglos la mezquita fue ampliada, pues la ciudad había crecido enormemente, por los sucesivos emires independientes y luego por los califas de Córdoba, añadiéndole el patio, el almiar o torre de oración, y ampliaciones y añadidos para aumentar su riqueza y su belleza.

Tras la reconquista de Córdoba en el año 1.236, el rey Fernando III el Santo, convirtió la mezquita en catedral.
Después de diversas obras de acomodación para el culto cristiano, casi dos siglos mas tarde, en 1.523, se acomete la construcción de una nueva iglesia gótico-renacentista, en el centro de la mezquita .

Sin recibir nuevos aditamentos, lo que vemos hoy es un híbrido que sintetiza los valores artísticos de Occidente y Oriente, que la hacen una obra única.

Yo había visitado la mezquita hacia años, acompañada de una amiga; el lugar me produjo tal impresión que volví al día siguiente sola, para poder recogerme y sentir el impacto místico que había percibido, y conste que mi carácter no me lleva por ese camino; pero la belleza que tiene ese bosque de columnas, la luz que penetra por las lejanas celosías, los colores, las filigranas que adornan las paredes y las bóvedas, en fin todo el entorno, conmueve el corazón y exalta el espíritu.

En ocasión de la visita de hoy, en que también iba acompañada, mi entusiasmo fue mas intelectual, y no me provoco los sentimientos de la primera ocasión. Admire de nuevo el maravilloso bosque de columnas, en un entorno restaurado, pues se han ido corrigiendo los estragos del tiempo, y la mezquita luce esplendorosa.

Paseamos, pues, por todos lados, admirando el mihrab, elemento que en toda mezquita debe servir para indicar la dirección de la Meca, pero que en la mezquita cordobesa no es así, (existen diferentes interpretaciones de esta singularidad), que luce como una joya.







Entramos en el Museo, donde se encuentra el tesoro de la catedral, con importantes piezas de arte sacro, entre las cuales sobresale la custodia realizada por Enrique de Arfe en el s. XVI, con 2,63 m de altura y mas de 200 k de peso, que representa una catedral gótica.

Hay también una colección de cálices, copones de oro y plata, grandes cruces, todas ellas efectuadas en materiales preciosos.

Llegaba la hora de la misa, en que todos los visitantes tienen que salir.

Teníamos bastante tiempo hasta la hora de comer, así que nos demoramos por los alrededores de la mezquita, parando un buen rato en el patio, con sus naranjos alineados, desde donde se ve la torre de la catedral.



y dando la vuelta a la mezquita por el exterior donde se pueden admirar sus puertas, todas distintas y a cual mas bella.




Y, caminando por la ciudad llegamos a la Plaza de la Corredera, lugar emblemático de Córdoba.

Esta plaza, única cuadrangular de Andalucía, recuerda mucho la plaza mayor castellana, de la que hay buenos ejemplos como la Plaza Mayor de Madrid, la de Salamanca, por citar dos de las mas famosas y mas bonitas, pero también de muchas ciudades y pueblos de Castilla.

La Plaza de la Corredera está situada en el centro de la ciudad; ha sufrido muchas remodelaciones a lo largo del tiempo, siendo su configuración actual obra del salmantino Antonio Ramos Valdes, que la trazo en 1.683.

Fue un gran enclave comercial hasta el s. XX, en que se derribo un edifico que albergaba el mercado de abastos que estaba en medio de la plaza. Debajo se encontraron los mosaicos romanos que hoy se encuentran expuestos en el Alcázar de los Reyes Cristianos.

Allí decidimos quedarnos para tomar unas tapas, en alguna de las terrazas que la rodean, buscando, eso si, la sombra, pues el calor apretaba y el sol quemaba.

Hacia mucho calor, el sol caía a plomo, así que después de deambular de nuevo por la ciudad, nos refugiamos en un hotel, recién inaugurado, cerca del Cristo de los Faroles, donde se estaba divinamente, para tomar un café.

De allí fuimos a recoger nuestras cosas y seguidamente a la estación para coger el AVE, de vuelta a Madrid. En esta ocasión el tren iba lleno hasta los topes, pero el viaje nos resulto igualmente agradable. El sol declinaba cuando llegamos a Madrid.

Preciosa excursión la que habíamos hecho.

2 comentarios:

  1. Los paletos me chocan en el suelo de la envidia!

    A ver si convenzo a Ironman de que me lleve a conocer la ciudad. Me imprimiré estos dos artículos para reproducir los recorridos.

    Besos

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  2. Córdoba bien merece una visita, como ha quedado de manifiesto. Me agrada que mi pequeño relato te sirva para esa futura visita.

    Tambien a mi me gustaria volver. Es una ciudad con tantos atractivos...

    besos

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