lunes, 8 de junio de 2015

Lagunas de Villafáfila y Villalpando

                                                                                   

En la primavera pasada mi marido y yo cumplimos un deseo que teníamos hace tiempo.

 Con frecuencia, cuando circulamos por la autovía Oviedo-Madrid, pasamos cerca del cartel que anuncia "Lagunas de Villafáfila", sugestivo nombre con reminiscencias del pasado, puede que desde que los visigodos poblaron estos lugares, y por su propia naturaleza.

Tengo que lamentar que no escogimos bien la temporada, pues, ya en el pueblo de Villafáfila, donde nos paramos a preguntar, nos informaron que el mejor tiempo para ver estos lugares es el otoño, durante las migraciones de la gran cantidad de aves acuáticas, que paran en las lagunas, desde el norte de Europa, buscando lugares mas cálidos para invernar.

Bien, pues ya estábamos allí y decidimos visitarlas, a pesar de todo, en lo que estaba incluido el cierre estacional del Centro de Interpretación, desde donde. creo, se tiene la mejor vista de las lagunas.

Las Lagunas de Villafáfila, situadas en la provincia de Zamora, ocupan parte de las comarcas de Tierra de Campos y de Tierra del Pan; es uno de los mas importantes humedales del norte de España, y de Europa, para las aves acuáticas, esteparias y migratorias.

Esta formado por tres grandes lagunas, Salina Grande, Barrillos y Salinas, y algunos humedales mas pequeños, ocupando los suelos arcillosos alrededor de la cuenca del río Salado.

Entre las aves migratorias destaca la avutarda, que forma en las lagunas la mayor población de su especie en Europa.


 La avutarda es el ave voladora mas pesada del mundo; en las Lagunas de Villafáfila se concentra el mayor número de ejemplares, de los 19.000 que hay en España, con cerca de 2.300 en la época de cría. por lo que el área es un punto de referencia para la conservación de la especie.


Las lagunas se encuentran en un extenso paisaje cerealista, en el cual adquieren una especial belleza, acentuada a la salida y a la puesta del sol.

Forma parte del paisaje el importante patrimonio arquitectónico de tapial y adobe o, así llamada, "cultura del barro", creado a lo largo del tiempo, cuyas mejores exponentes son los palomares; estos refugios para palomas tienen variados representantes; durante una época estuvieron descuidados y ruinosos, pero ahora se han restaurado y reconstruido algunos, que hacen de complemento al esplendido paisaje.
                                                                                      

Otra curiosidad de la zona donde se avistan las Lagunas y Villafáfila al fondo, es el pueblo deshabitado de Otero de Sariegos.

Otero de Sariegos está situado en un pequeño cerro llamado Serigo o Seriego, que pudo darle nombre, aunque otra posibilidad sobre el topónimo sea una tranformación de saliego, nombre de los habitantes del pueblo, que extraían sal de las aguas salobres de las lagunas.

Desde esa pequeña colina se divisan, además de las lagunas, los campos de cereales, los palomares, algunos en ruinas y otros restaurados.

Hasta hace pocos años quedaban unos cuantos vecinos, que también lo abandonaron, y ahora solo hay actividad dos veces al año, en que se abre la iglesia de San Martín de Tours, que sigue resistiendo como un atalaya, para commemorar las festividades de San Marcos (25 de abril) y de San Martín (11 de noviembre).

La iglesia de origen medieval, como el propio pueblo, fue modificada en el s. XVI. La gran torre, con aspecto de no durar ya demasiado, es de ladrillo, así como la iglesia, mientras que la portada es de piedra.
                                                                           


Después de un último vistazo al entorno , en el que también había este precioso campo de amapolas
                                                                                 

seguimos viaje hasta el cercano Villalpando, otro de los pueblos con mucha historia entre sus calles y murallas.

Villalpando, capital de la comarca de Tierra de Campos, nombre que proviene, no de sus dilatadas llanuras, sino del antiguo nombre Campos Góticos (Campi Gothorum), así llamado desde los inicios de la Reconquista, tiene alrededor de 1.600 habitantes.
                                                                                

Dos ríos la atraviesan, el Valderaduey, afluente del Duero, y el Navajos, pequeño río afluente del Valderaduey.

El poblamiento de la zona alrededor de Villalpando es muy antiguo, siendo los primeros conocidos por su nombre los vacceos, tribu celtibera.

A juzgar por los restos arqueológicos de algunas villas tardoromanas, los romanos dominaron la región donde se encuentra Villapando; se sucedieron los visigodos, a la caída del Imperio Romano, y varios siglos después aconteció la invasión musulmana, quedando la zona practicamente deshabitada, al estar sometida a las incursiones cristianas de los reyes asturianos, en busca de pobladores para su territorio y a las razzias, incursiones de saqueo, musulmanas.

La existencia del lugar aparece por primera vez, en un documento de fines del s. X, en que se la denomina Alpando.

Pasa después a la Orden Templaria, que defendía los limites de los territorios conquistados por los cristianos a los moros.

En la siguiente centuria aumenta su importancia, hasta que en el s. XII, Fernando II de León amplia las primitivas murallas, como protección para su proyecto de repoblación y defensa en sus continuas disputas con Castilla, mientras. el rey recupera, para la corona, gran parte de los bienes que poseían los Templarios.

El s. XIII es de prosperidad para Villalpando, vinculada a la corona, ya que obtiene el derecho de celebrar mercado los martes y los sábados.

En el s. XIV, se restaura la muralla y en el XVI la villa, que pertenecía por donación de Enrique II al mercenario francés Arnao de Solier, pasa, como dote matrimonial de su hija, a poder de los Velasco, Condestables de Castilla. al casar esta dama con Juan Fernandez de Velasco, 

Los Velasco residieron varios siglos en Villalpando, donde construyeron el Castillo, arruinado, hoy día, hasta su caída en desgracia con el cambio de dinastía de Felipe de Borbón, al haber apoyado al pretendiente Habsburgo. Abandonaron, entonces, Villalpando y tanto el castillo como la propia villa comenzaron una decadencia de la que ha tardado en recuperarse hasta fechas recientes.

La Guerra de la Independencia contra el invasor Napoleón, fue desastrosa, como para toda España, para la comarca, que dejo aun mas postrada. El ejercito francés ocupo durante cuatro años Villalpando, fusilando a cuantos se oponían a su dominio. 

A pesar de su secular historia, y de los importantes monumentos que produjo, Villalpando tiene un aspecto desolado, pues ha perdido gran parte de lo que fue su rico patrimonio, tanto civil como eclesiástico, y bastante de lo que queda, ofrece un aspecto ruinoso.

La villa estuvo cercada de murallas, reforzadas por el castillo de los Condestables, y las torres de algunas iglesias, que montaban directamente sobre las murallas. 
                                                                                      

El patrimonio religioso llego a contar con doce parroquias, y varios conventos, que se habían quedado en ocho en el s. XIX, de las cuales solo subsisten, hoy día, dos.

De la muralla se conservan dos de las cuatro puertas que tuvo, las de Santiago y San Andrés, que tomaron su nombre, como las ya desaparecidas, de las parroquias cercanas a ellas.

En nuestro recorrido por el casco histórico pudimos ver la de San Andrés.

La imponente Puerta de San Andrés es un armonioso conjunto del s. XVI, que recuerda otras puertas de muralla, como la de la Bisagra de Toledo. En el centro de la puerta, flanqueada por dos enormes cubos almenados, luce el escudo de la villa rodeado por el cordón franciscano, aludiendo al convento franciscano que estaba situado delante de la puerta, del cual no queda nada.
                                                               
                                                                             
En realidad este fue el último monumento de Villalpando, que vimos ya que está a las afueras de la villa.

El primero fue la Plaza Mayor, con las típicas columnas adinteladas; aunque con añadidos modernos, que rompen el conjunto, la plaza tiene fuerte sabor castellano.
                                                                               

El Ayuntamiento se halla en esta Plaza Mayor, integrado en la misma.

En nuestro paseo antes y después de comer, encontramos una de las iglesias, puede ser la mas interesante, aunque mal conservada, la iglesia románico-mudéjar de Santa María la Antigua, cuya construcción data del s. XII.

A pesar de su evidente interés, su estado actual es ruinoso, ya que falta la techumbre y los pilares interiores; solo se conserva la soberbia cabecera triabsidal, formada por arcos ciegos de ladrillo, con algunas estrechas saeteras.
                                                                             

También está todavía en pie la torre, que se apoyaba en la primitiva muralla, reforzándola, aunque es bastante posterior a la iglesia, de principios del s. XVIII

Tuvo culto como iglesia, hasta 1.933, en que se derrumbo una parte, al ceder uno de sus pilares. Desde entonces fue abandonada y su continua degradación ha llevado a la ruina actual.

No es este, ni mucho menos, el único importante monumento de Villalpando, en estado ruinoso, a pesar de su belleza e historia; mucho mas destruido está el que fue castillo-palacio de los Condestables de Castilla, del cual solo quedan en pie unos muros y una torre, utilizada actualmente como depósito de agua.
                                                         
                         
                                                                             

Después de la caída en desgracia de los Condestables de Castilla, abandonaron el castillo, que fue arruinándose, hasta que en 1.727, fue desmantelada la techumbre y sus materiales utilizados en la reforma de la iglesia de San Nicolás, otra de las iglesias de Villapando, así que el comienzo de su ruina viene de lejos; da dolor verlo actualmente.

Y para acabar con las ruinas en Villalpando, también nos detuvimos a contemplar las de la que fue la iglesia a la que acudían los Fernandez de Velasco, mientras habitaban su castillo-palacio, la iglesia de San Miguel Arcángel, en cuyo solar hubo, antes, un antiguo templo visigodo.

Una amable señora del lugar, que nos contó que había nacido, hacia ya muchos años, y vivido toda su vida en el pueblo, al lado, precisamente, de esta iglesia, vio como parte de ella se derrumbaba, con gran dolor de su corazón, como quien dice ante sus propios ojos.
                                                                     

Por último, después de un, corto paseo encontramos la Torre de San Lorenzo, único vestigio de la torre mudéjar de la iglesia del Monasterio benedictino de San Lorenzo, fundado en el s. XI y demolido en 1.918.
                                                                         

Un poco amargados por tanta ruina, fruto en parte de la escasez, y en aun mayor parte de la desidia y el desinterés en la historia y en el patrimonio monumental, nos despedimos de Villapando, donde aun quedaban muchos monumentos, ¿en ruinas quizás? para ver, y seguimos nuestro viaje a Madrid.

lunes, 1 de junio de 2015

Ensalada de arroz con verduras

                                                                 

Plato veraniego fácil de preparar y que admite las verduras que propongo u otras al gusto de cada uno, pero así queda muy rica...

Ingredientes
                                                                                                   
300 g de arroz
3 huevos duros
1/5 de judías verdes
150 g de guisantes pelados
2 tomates
unas hojas de lechuga

Para la vinagreta

1 huevo cocido
9 cucharadas de aceite de oliva
5 cucharadas de vinagre
perejil picado
sal

Elaboración

Cocer el arroz como siempre poniendo el doble de agua que de arroz, con un poco de sal durante 15 minutos.
Pasarlo por agua fría y escurrirlo bien.

Trocear las judías. Cocerlas en agua hirviendo con un poco de sal durante 15 minutos.

Cocer los guisantes en agua hirviendo durante 20 minutos.

Cortar los tomates en cuadritos, reservar.

Mezclar en una ensaladera grande el arroz, las judías, los guisantes, los huevos duros picados, y los cuadritos de tomate.
                                                                       

Cortar la lechuga en juliana para ponerla alrededor de la ensalada.

Para la vinagreta, mezclar en un tarro el aceite el vinagre, el perejil, el huevo bien picado y sal, Agitar, añadir a la mezcla de arroz y verduras y revolver bien.
                                                                                       

viernes, 29 de mayo de 2015

Lohengrin en el Teatro Real de Madrid

                                                                             

Ya hace mas de un año, el 24 de abril de 2014, asistí, en el Teatro Real, a la representación de Lohengrin, ópera en tres actos del compositor alemán Richard Wagner, con libreto del mismo compositor.
                                                                     

Richard Wagner (1.813-1.883) nació en Leipzig, en una familia sin tradición musical.  Cuando su madre quedo viuda, al poco de nacer Richard, se caso de nuevo con un amigo de su difunto marido, Ludwig Geyer, del cual Wagner sospecharía, mas tarde que, en realidad, era su padre, gran aficionado al teatro, afición que compartía con el pequeño, y que propicio su enseñanza musical, en la ciudad de Posenhofer, cercana a Dresde, donde entonces vivían.

Aunque Geyer murió cuando Wagner tenia ocho años, su formacion musical continuo, financiada por un hermano de Geyer. Ya para entonces el jovencito había escuchado la ópera El cazador furtivo de Carl María von Weber, que le habia impresionado grandemente, y que, junto con la obra de Gaetano Meyerber, inspiraron sus primeras composiciones

Lohengrin pertenece a la época romántica del compositor, y es una de sus mas representadas y aclamadas óperas. Fue estrenada en el Hoftheater de Weimar el 28 de abril de 1.850, bajo la dirección de Franz Liszt, en ausencia del compositor que se encontraba huido en Lucerna, por sus actividades revolucionarias, y no tuvo la adecuada puesta en escena, por contar con una exigua orquesta, cuando necesita de una grande.
                                                           

Lohengrin cierra el ciclo de óperas románticas de Wagner, en la que se pueden encontrar aun, algo parecido a duos, arias etc., pero ya muestra los signos distintivos de los futuros dramas musicales del compositor, como la melodía infinita, el leit motiv, la importancia de la orquesta. Tiene partes muy conocidas del público, incluso del que no ha oído, ni visto nunca una ópera, como el preludio del acto I, y la marcha y coro nupcial, que acompaña en muchas ocasiones las bodas.

Desde mi modesto punto de vista, sin formación musical, encuentro la música de Wagner, casi diría, celestial, y los coros magníficos, no así las partes cantadas, en las que tengo que hacer abstracción de lo que me parecen gritos que suben y bajan, cánticos duros para el oído, pero ya he dicho que, aunque la ópera me gusta mucho, solo soy una aficionada, y es muy probable que esta opinión sea una herejía musical.

Wagner es un artista integral ya que no solo compuso sus óperas, algunas de ellas gigantescas trilogías, sino que escribió los libretos de todas, así como la escenografía de las mismas.

Para afianzar su nacionalismo alemán eligió, con frecuencia, temas de la mitología alemana y medieval, mezclando a veces unas con otras, como es el caso para Lohengrin, caballero artúrico de la Tabla Redonda en busca del Santo Grial, que se inmiscuye en asuntos amorosos y políticos, ayudando al rey Heinrich a conservar su reino, y a su hija Elsa, a vencer a su despechado y rechazado pretendiente Telramund, de su deseo de ser rey en lugar de Gottfried, hermano de Elsa y heredero legitimo, que ha desaparecido misteriosamente, y para lo cual desea desposar a Elsa.

Lohengrin aparece, en su búsqueda del Santo Grial por esas tierras germánicas, de riguroso incógnito, no puede desvelar su nombre, ni su procedencia, como paladín de Elsa, y  después de derrotar a Telramund en un torneo, de los considerados como "juicio divino", es aceptado como caudillo por Heinrich y Elsa, que quiere casarse con él; pero la esposa de Telramund, Ortrud, pone en entredicho la procedencia e intenciones del desconocido, y la justicia del juicio divino, diciendo  que el poder del caballero procede de un hechizo. Sin embargo el casamiento entre Elsa y el desconocido se efectúa, sin mas perturbaciones.

Todo parece clarificarse cuando Elsa, saltándose la prohibición de no preguntar por la identidad del caballero, consigue que este le desvele quien es, y que hace allí. Telramund le reta de nuevo, es vencido y Lohengrin le mata, pero deja de ser caudillo, ya que se ha roto la prohibición de conocer su nombre y su búsqueda, momento en que Lohengrin amplia sus datos y confiesa que es hijo de Parsifal y cual es su misión, y la circunstancia de que debe regresar a Montsalvat, residencia de los Caballeros de la Tabla Redonda inmediatamente, guiado por un cisne, que resulta ser el encantado Gottfried.

El encantamiento se rompe, y Gottfrid regresa con su forma humana a su familia.

Como se puede ver complicado, romántico y legendario argumento, de los temas preferidos por Wagner.
                                                                         

No se que hubiera pensado Wagner de la puesta en escena que se nos ofrecio, él que era también el escenógrafo de sus óperas, pero el director de escena alemán  Lukas Hamleb  ha optado por una anodina cueva, donde para hacer algo original, luce en el centro una especie de monolito incandescente, con tintes de ciencia ficción.

Todos los personajes, coro incluido, van vestidos asimismo como si quisieran pasar desapercibidos, de color gris rata, menos los protagonistas, Lohengrin y Elsa que van de blanco y el rey cuya referencia es una banda rosada que le cruza el pecho.
                                                                   

Sin embargo, al lado de otros montajes de estos últimos años, que eran ofensivos para la vista y para la ópera, este no molesta, aunque tampoco gusta.

La orquesta, que se mostró magnifica, fue dirigida por el veterano director aleman Hartmut Haenchen, de forma magistral.

El coro estuvo a la altura a la que nos tiene acostumbrados, con una fabulosa interpretación, dada la importancia coral en Wagner.
                                                                   

El elenco de cantantes fue bastante homogeneo, con algunas matizaciones; el tenor británico Christopher Ventris, lleva una carrera ascendente y domina el exigente papel de Lohengrin, tanto como cantante, como por su interpretación del personaje.
                                                               

Elsa interpretada por la soprano estadounidense Catherine Neglestad, estuvo excelente en su interpretación musical, vocal y teatral.
                                                                   

Pero uno de los mas sobresalientes, para mi gusto fue el rey, que corrió a cargo del bajo barítono alemán Franz Hawlata, interprete de óperas wagnerianas representadas en el Festival de Bayeruth
                                                                                   

A destacar la interprete de Ortrud, la soprano  estadounidense Deborah Polasky, que ya había tenido ocasión de escuchar en varias óperas, en el Teatro Real, que me acuerde ahora de Jenufa, y El prisionero y Sor Angélica. Aunque tiene ya una edad, conserva su fuerza dramática, en su voz y en su interpretación de este personaje wagneriano, podíamos decir "la mala de la historia".

Una buena noche de ópera, con la divina música de Wagner y mas que aceptable en todo lo demás